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Prólogo a la tercera edición


Es innegable que los modelos de familia varían no solo según la cultura sino también con el tiempo. Lo que permanece constante, sin embargo, es que en todos los modelos la sociedad en general todavía espera que esta institución cumpla un papel preponderante en la integración social de las personas. Se da por sentado que las relaciones interpersonales en el seno de la familia hacen el aporte más importante a la formación multifacética de sus miembros especialmente en las etapas de la niñez y la adolescencia y contribuyen a su crecimiento de modo que alcancen la madurez física y psicológica que les permita encontrar su debido lugar en la sociedad de la cual forman parte.

Lamentablemente, entre los mayores problemas que hoy enfrenta la familia en América Latina y alrededor del mundo se destaca uno que atenta directamente contra la convivencia: la violencia en la familia. En las dos primeras ediciones de este libro la autora argumentó, basada en los estudios que se han hecho sobre el tema, que este es un problema del que no se exime ninguna clase social. En esta nueva edición, revisada y aumentada, ella muestra que actualmente, para mal de males, el problema está causando un creciente número de femicidios. Las cifras, tanto en la Argentina como alrededor del mundo, son alarmantes y demuestran la urgente necesidad de una toma de conciencia de la urgente necesidad de acción por parte de los cristianos a nivel personal y a nivel comunitario.

El principal cómplice de la violencia doméstica es el silencio. El silencio no sólo de las víctimas sino también de las personas que las rodean, sean familiares, amigos o vecinos. Por temor o por vergüenza, se prefiere callar respecto a este mal que destruye paulatinamente la convivencia. A cuenta de «no sacar los trapitos al aire» o de «no entremeterse», se trata de mantener en secreto un problema que a la corta o a la larga acarrea tristes consecuencias no solo para las víctimas directas sino también para las personas que las rodean, especialmente los niños y los adolescentes.

En la sociedad en general en los últimos años ha habido un avance significativo en lo que atañe a un cambio de actitud en cuanto a este tema. Uno de los logros de los movimientos feministas ha sido el reconocimiento de la violencia en la familia como un problema que no pertenece sólo al ámbito privado sino también al público —un problema que exige mecanismos legales para enfrentarlo institucionalmente—. Como resultado, en casi todos los países hoy existen medidas legislativas para sancionar a los victimarios. Poco o nada, sin embargo, se ha hecho todavía en el ámbito secular en relación con la prevención concreta de la violencia en la familia.

¿Qué sucede en las iglesias cristianas con respecto a este problema?

Sería de esperarse que ellas se pusieran a la vanguardia de la lucha contra la violencia en la familia. Después de todo, a ellas les corresponde velar por el respeto a la dignidad que todos —hombres y mujeres, niños y niñas— tienen como portadores de la imagen de Dios, y proveer un contexto apropiado para la formación de personas capaces de establecer relaciones sanas, basadas en el amor, dentro y fuera de la familia.

Es triste decirlo, pero no es siempre así. Por el contrario, a menudo lo que más fomentan las iglesias cristianas frente a la violencia en la familia es el silencio. Y lo que es aún peor, muchas veces difunden conceptos de la relación entre el hombre y la mujer que sirven para encubrir la desigualdad de géneros y el abuso de poder que prevalecen en la sociedad pero son ajenos al propósito de Dios para esa relación según la enseñanza bíblica.

Para Ediciones Kairós es un honor publicar este libro escrito por una autora que conoce a fondo el tema y sabe por experiencia que las Escrituras ofrecen los recursos necesarios para que las iglesias formen personas dispuestas a romper el silencio frente a ese mal endémico y a permitir que el Espíritu de Dios las habilite para experimentar la realidad de shalom en sus relaciones interpersonales en general y familiares en particular.

C. René Padilla

Abril, 2017

Rompamos el silencio

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