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Prefacio de la autora

Siempre experimenté, además de compasión y pena, una natural reacción de indignación ante las historias que adolescentes, jóvenes o adultos me relataban con mucho dolor sobre los abusos sufridos en el contexto de sus familias, cuando eran pequeños o aun en el presente. Sin embargo, no fui plenamente consciente de que mi indignación producía un efecto significativo sobre las personas que me relataban sus experiencias hasta que, leyendo un material bibliográfico de un curso de posgrado sobre violencia familiar dictado por la Universidad de Buenos Aires, me encontré con la siguiente propuesta: «Recuperar la dignidad a través de la indignación».

Esta frase me impactó, y de esto hace ya un buen tiempo. Fui comprendiendo muchas de las dimensiones de este concepto gracias a mi práctica ministerial y clínica en la temática de la violencia familiar. Comencé a notar que mi expresión de indignación producía en las personas que habían venido en busca de ayuda ciertos efectos tales como confianza, alivio, seguridad y, a veces, hasta sorpresa. Entendí entonces que es saludable indignarse frente a la violencia en cualquiera de sus formas, pero especialmente frente a la que se esconde y se silencia dentro del ámbito más íntimo, el hogar. El maltrato familiar rebaja al ser humano, sea en su rol de agresor o de víctima, a un nivel de indignidad tal que contrasta con la situación que Dios imaginó para él. «¡Levanta la voz por los que no tienen voz! ¡Defiende los derechos de los desposeídos! ¡Levanta la voz, y hazles justicia! ¡Defiende a los pobres y a los necesitados!» (Pr 31:8-9).

El primer propósito del libro, por lo tanto, apunta a romper el silencio, a levantar la voz, a poner una luz en la oscuridad de las relaciones violentas en la familia y promover así la esperanza de libertad y salud. En definitiva, a recuperar la dignidad perdida; esa dignidad con que Dios quiso dotarnos en su perfecta creación.

Un segundo propósito tiene que ver con mostrar un camino alternativo y más saludable para las relaciones familiares, sobre todo en lo que hace a la relación conyugal, objetivo central del libro. La persona o familia que ha experimentado interacciones abusivas por mucho tiempo suele «naturalizar» la violencia. Lo conocido y repetido tiende a resultar natural, normal («siempre fue así», «todas las mujeres de mi familia pasaron por esto», etc.). Pero cuando llega la luz y se proponen otras opciones, las víctimas pueden comenzar a cuestionarse lo que hasta ese momento era esperable y hasta seguro. Este libro intenta anunciar que podemos y debemos pretender relaciones familiares más equitativas y dignas, y abrir así el camino a un nuevo modelo de relación que nos haga más felices y saludables. ¡Hay otro modo de ser hombres y mujeres! ¡Hay otra forma de vivir en familia!

En este mismo sentido, esta nueva edición revisada y ampliada de Rompamos el silencio aspira, humildemente, a desafiar a la iglesia de Jesucristo, como familia de Dios, a conocer un poco más sobre la problemática de la violencia familiar y a comprometerse a vivir y enseñar a vivir las verdades divinas en cuanto a las relaciones familiares. La familia de Dios, sin ser perfecta ni estar exenta de conflictos, es el modelo de vida que Dios propone a sus hijos e hijas. Una comunidad espiritual saludable, libre de violencia, es uno de los espacios privilegiados en los que el Padre quiere que la familia humana encuentre alivio, consuelo, ánimo, tanto como la sana enseñanza que nos capacite para una mejor vida matrimonial y familiar en general. «Hermanos, también les rogamos que amonesten a los holgazanes, estimulen a los desanimados, ayuden a los débiles y sean pacientes con todos» (1 Ts 5:14).

Es difícil mirar al futuro con nueva esperanza si no hemos cerrado debidamente las heridas del pasado. Este libro también se propone ayudar a entender cómo han sido las relaciones familiares en la propia infancia y adolescencia, reconociendo los efectos que aún siguen vigentes y curando finalmente los dolores y heridas pendientes. Sólo así es posible disponerse a transitar con libertad un camino diferente en lo que hace a las relaciones con la familia de origen y la propia, especialmente en el ámbito del matrimonio.

Finalmente, esta publicación también quiere brindar herramientas de comprensión y acción concreta a las personas que están interesadas en ayudar a otras a liberarse de la violencia familiar pasada, presente y aun futura. A propósito de esto, cada vez me parece más urgente trabajar en la prevención del problema. Los niños y niñas, junto con los adolescentes y los jóvenes son una población vulnerable a sufrir violencia y también a reproducirla al llegar a la edad adulta, pero también están llenos de posibilidades. Trabajar con ellos desde el punto de vista de la prevención es altamente fructífero y, por ello, gratificante y esperanzador. Tomando esto en cuenta, en esta nueva edición hemos incluido más recursos para consultar e implementar.

Seguramente al recorrer este material el lector buscará cumplir con sus propios propósitos. Esperamos que este libro le resulte útil en tal sentido y vea satisfechas sus expectativas. No pretendemos dar todas las respuestas. Tampoco las tenemos. Pero aspiramos a que sea un punto de partida para nuevas investigaciones y acciones sobre el tema. «Así que mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús» (Flp 4:19).


María Elena Mamarian de Partamian

Abril de 2017

Rompamos el silencio

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