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PRÓLOGO

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El planteo de las responsabilidades de la historia se inserta en un proceso de cambio y evolución desde la visión unilateral de los acontecimientos, basada en la acción de hombres destacados, a la interpretación y significación de los acontecimientos presentados como un corpus heterogéneo y de compleja relación entre sí. En éste, hombre, sociedad y naturaleza se entrelazan y se potencian en el conjunto que constituye el objeto, finalmente, del estudio de la historia, que son las civilizaciones.

Si bien las tentativas de reducir los parámetros de referencia en la complejidad del hombre y sus circunstancias ha enriquecido el estudio de la historia, se ha llegado a la superar la situación particular del acontecimiento y se ha salido de la abstracción del individuo para comprender la complejidad de los sucesos en donde el hombre es un artífice más del devenir histórico. El problema de estudio hoy en la historia, se presenta como una integración de procesos imbricados en los que, la gran protagonista, es la vida misma.

La historia tiene la gran responsabilidad de tomar base en la historia de «la gente», aquella historia que se construye paulatinamente desde la historia misma y que si bien el hombre es su protagonista, lo es desde los anónimos que, progresivamente, construyen el devenir de la Humanidad. Es que la responsabilidad de la historia se centra en diferenciación de lo complejo de lo efímero, en el conocimiento de los destinos del hombre y en la comprensión de sus problemas capitales para que, en la prosecución de los hechos, el sentido y significado sea más abarcartivo hacia nuevas orientaciones que expliquen al hombre y la sociedad dentro del «tiempo», coordenada de relación que hace que el pasado recobre vida y se proyecte al presente y al futuro.

La construcción del tiempo en los historiadores es una de las herramientas más significativas para los procesos de comprensión y asimilación de los acontecimientos pasados. Con ella, la distancia que media entre la historia como relato de acontecimientos y la historia como interpretación de la urdimbre del devenir humano —hechos, circunstancias, acontecimientos, razonamientos de la existencia, contingencias y ocasiones—, deviene rica en posibilidades pero también, amplia y casi inabarcable si no se desarrolla la sensibilidad para amalgamar la historia individual con la historia social.

El propósito de la historia es el reencuentro con la vida misma, en donde sus fuerzas intrínsecas deben concurrir al respeto por la unidad en la diversidad; en la cual, la distinción de los destinos del hombre sea su fuerza capital, su fuente de riqueza y de demostración; y también, sea la receptiva de los avances y el aporte de de las ciencias para fecundar la labor del hacer histórico en beneficio de toda la Humanidad.

El escrito de María Gabriela Pauli que tengo el honor de prologar se inscribe en la reflexión acerca de la historia, su enseñanza en los niveles medios educativos y las circunstancias de la posmodernidad. Esta línea de pensamiento aproxima la relación de la educación a la historicidad del hombre y su originalidad. Dentro de estos parámetros la búsqueda sustancial está referida los procesos educativos en los que se hace perentorio que sean los educandos las protagonistas de las búsquedas propias del sentido primordial de su vida. De igual modo, se observa una posición frente a la Historia como proceso inductor de un abordaje sobre la complejidad de la realidad humana que facilita la reflexión sobre el papel que le cabe a esta ciencia social y disciplinar como formadora del pensamiento crítico y reflexivo de los adolescentes.

La Historia como ámbito relacional de la persona humana es presentada por la autora desde una «perspectiva cultural» lo cual permite la interrelación y la dialéctica de los procesos de la sistematización del conocimiento y de la adhesión e inclusión analíticas de la realidad de cada hombre como ser concreto y protagonista en su dimensión comunitaria y colectiva.

La posmodernidad y su injerencia en la escuela se colocan en relevancia en tanto sea comprendida como una visión de los cambios experimentados por la Humanidad —sea en su espacio físico, en su relación con la propia conciencia y la Trascendencia— en los cuales, el tiempo ha quedado lejos de la secuencia cíclica para concebirse como una complejidad no lineal de percepciones. Esto ha llevado a la autora a presentar las modificaciones del modelo pedagógico argentino proveniente del siglo XIX en el propuesto en nuestro país en las últimas décadas del siglo XX, en el cual se ha manifestado la necesidad de reflexionar con profundidad acerca de las Ciencias Sociales y la necesidad de su enseñanza. Bajo estos presupuestos, el análisis de la posmodernidad en el marco de la adolescencia argentina propone que la educación haga viable la formación íntegra de la persona humana y esto, en función de lo emergente de la realidad de los jóvenes del tiempo presente y en la posibilidad del reconocimiento de su historicidad personal y colectiva para que puedan asumir la libertad en la elección y en la inserción societaria.

La transformación educativa vista a través de la documentación que se emitió desde los ámbitos gubernamentales en la última década del siglo XX y la primera del XXI le posibilita a la Dra. Pauli el análisis del sitio de la Historia dentro de la educación, ya sea en sus contenidos como en el espacio asignado dentro del sistema educativo nacional. De este modo, le permite proponer un preciso y crítico panorama metodológico, epistemológico y hermenéutico de los fundamentos que definieron los criterios pedagógicos de la enseñanza de la Historia en su reducción a textos y contextos sin mayor posibilidad de gestionar la formación de la persona humana en el ejercicio de la libertad.

Las propuestas realizadas a modo conclusivo afianzan la percepción de que la autora ha internalizado los resultados de la indagación en la profundidad del pensamiento antropológico personalista. Dentro de esta visión, la autora abordó la enunciación de los posibles recorridos pedagógicos que articulen la enseñanza con el desarrollo del pensamiento direccionado a la elaboración de los juicios críticos y a las reflexiones ontológicas desde donde será posible, además de la incorporación de contenidos y conocimientos, la apertura hacia una construcción identitaria de cada persona.

La Dra. María Gabriela Pauli ha realizado un invalorable aporte teórico superador a la dimensión de la Historia dentro del nivel educativo medio argentino, dimensión en la que se recupera para la formación docente y para la organización de la enseñanza el contexto reflexivo crítico que imperiosamente se debe potenciar entre nuestros adolescentes.

Dr. Arq. Ruben O. Chiappero

Enseñar Historia...., enseñar a pensar

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