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A MODO DE INTRODUCCIÓN

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La pasión por la educación y la pasión por la Historia; que en definitiva no son sino pasión por el hombre,1 asumido en toda la complejidad y riqueza de su ser humano, constituyen la razón de este trabajo. Encontrar al hombre, encontrarlo en la Historia, pero también encontrarlo a través de la reflexión pedagógica, es nuestra aspiración.

Frente a la crisis de la educación en general, y en particular la que afecta —aún hoy, y a pesar de los intentos de reforma— a la escuela secundaria argentina; creemos necesario reflexionar sobre aquellas problemáticas que responden a la pregunta por el sentido de la vida del hombre; aquellos interrogantes a los que todo hombre se enfrenta, y que constituyen la razón de ser de todo proceso educativo entendido como verdadera formación integral de la persona humana. Las potencialidades educativas de la Historia es, una de esas problemáticas, que sitúan al hombre frente al desafío de su humanidad, y a la educación frente al compromiso de humanizar al hombre.

Por ello, hemos de focalizar nuestro análisis en la problemática referida a la enseñanza de la Historia y sus posibilidades en este nuevo contexto que abren los aires de reforma educativa en nuestro país, enmarcados primero por la Ley Federal de Educación de 1993 y luego por la Ley de Educación Nacional de 2006. Es importante generar instancias de reflexión que nos permitan aportar a la transformación educativa en profundidad, desde análisis sólidos de las problemáticas, para que resulte posible pensar respuestas nuevas y se evite la recurrencia a experiencias que, siendo exitosas en el pasado, pueden no adecuarse a las necesidades del momento presente.

Acercamos al lector una propuesta de reflexión acerca de los supuestos teóricos en los que afirmamos nuestras opciones pedagógicas, ya que entendemos que resulta imposible formular una propuesta pedagógica si no se tienen claros esos supuestos, que remiten a una concepción antropológica en primer lugar: ¿de qué hablamos cuando hablamos del hombre?; y a una concepción epistemológica: ¿qué entendemos por Historia? ¿cómo se conoce el pasado?, articulada con los supuestos antropológicos; y criterios pedagógicos coherentes con el planteo antropológico y epistemológicos al que adherimos: ¿qué enseñar cuando enseñamos Historia? y ¿cómo enseñamos?

Asumimos que la Historia, por ser el ámbito en donde se pone en juego la libertad humana, es construida a partir de las decisiones de hombres, grupos o pueblos; y es por ello mismo, una instancia esencial a los procesos de reflexión. La Historia permite, además situar los procesos, comprender los cambios en las mentalidades y en el modo de hacer cultura, en el ámbito de lo económico, social o político, y descubrir aquello que es esencial: la acción de los hombres —libres y a la vez condicionados—. Esta es la razón por la cual se hace especial referencia a este campo de conocimiento. Además, la complejidad de lo humano que se refleja en la Historia resulta un espacio propicio para el desarrollo del pensamiento crítico y reflexivo, allí donde no hay respuestas ya dadas sino siempre posibilidades nuevas de interpretación.

Este trabajo es resultado de muchos años de docencia y de reflexión sobre la propia práctica; por ello, no pretendemos proporcionar «recetas» acerca de cómo enseñar Historia, sino generar una actitud crítica acerca de las prácticas y especialmente acerca de los presupuestos teóricos —epistemológicos, pedagógicos y antropológicos— que dan entidad a las prácticas escolares; con la firme convicción de que sólo de esta manera se pueden lograr verdaderas transformaciones educativas. Entendemos que sólo desde la reflexión crítica sobre las prácticas, es posible recuperar todo lo valioso que hacemos en las aulas a diario, así como revisar y repensar aquellos aspectos menos logrados, generando verdaderas transformaciones que hagan posible respuestas a las demandas de la educación en el siglo XXI.

El objetivo de estas páginas es la reflexión acerca de las potencialidades de la enseñanza de la Historia en la escuela secundaria argentina en relación al desarrollo del pensamiento crítico y reflexivo de los alumnos adolescentes. No se trata, en modo alguno, de una propuesta cerrada, aún cuando muchas de nuestras afirmaciones resulten vehementes,2 sino de una invitación a seguir pensando la enseñanza de la Historia y el sentido de las prácticas educativas. Cuestiones, éstas, en las que nadie tiene la última palabra, y de las que todos los que estamos abocados a la tarea de enseñar, tenemos algo para decir.

En cuanto al plan de la obra, propondremos en las páginas que siguen, una conceptualización acerca del hombre y de lo que entendemos por pensamiento crítico y reflexivo en el primer capítulo; un breve recorrido por las escuelas y corrientes historiográficas más importantes de los siglos XIX y XX en el segundo, que hará posible que definamos nuestra postura epistemológica en el capítulo tres. El cuarto capítulo estará destinado al análisis del ámbito de la posmodernidad como realidad presente que genera desafíos inéditos a la educación secundaria; y finalmente, indagaremos en las propuestas pedagógicas que se desprenden de los documentos del Ministerio de Cultura y Educación de la Nación, referidos a la transformación educativa en el capítulo cinco. El sexto y último, estará destinado al análisis de los documentos oficiales y a la enunciación de algunos lineamientos que sirvan como propuestas para, en el marco de la transformación educativa que se pretende, mejorar las prácticas educativas y profundizar en los docentes una actitud permanente de revisión crítica y de reflexión acerca de sus prácticas y de los supuestos que las motivan.

Este trabajo es producto de una investigación que desarrollamos para elaborar nuestra tesis de doctorado, y sin dudas, no hubiera sido posible concretarlo, a pesar de nuestro interés y esfuerzos, sin la ayuda, desinteresada y generosa de muchas personas, y a todas ellas debo mi más profundo agradecimiento.

En primer lugar a mi esposo y a mis hijos, que se hicieron parte de este proyecto de investigación, sacrificando tiempos y haciéndose eco de los avances y las dificultades. A mis padres, por su apoyo incondicional, las lecturas de los primeros borradores y de la versión final.

A mis colegas docentes de la escuela media y a mis alumnos, que han aportado, durante veinte años sus experiencias y su riqueza personal, que resultan el nudo de la propuesta. De todos ellos he recibido provechosas enseñanzas a lo largo de los años.

Al Dr. Enrique Bambozzi, quien orientó el trabajo, comprendió la idea original y me ayudó en el intento de darle forma y al Dr. Carlos Cantero, que acompañó instancias decisivas. A mis compañeros del Doctorado en Educación, especialmente a María Clara Supisiche y a Cristina Raselli y Gustavo Farabollini, por el aliento sostenido y entusiasta.

A todos, muchas gracias.

1 Hablamos de hombre en el sentido genérico de ser humano.

2 Ello se debe a nuestro convencimiento en relación a las cuestiones que proponemos.

Enseñar Historia...., enseñar a pensar

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