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PRESENTACIÓN

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El desarrollo humano y en particular el desarrollo infantil temprano constituyen, en la actualidad, el centro del quehacer de las políticas públicas en Chile y en el mundo. Las evidencias científicas —cada vez más contundentes— han mostrado que la promoción del desarrollo humano es fundamental para reducir las desigualdades sociales, mejorar el desempeño social y contribuir al bienestar y la paz social.

Hasta hace algunas décadas se creía que el desarrollo humano expresaba aquellas habilidades predeterminadas genéticamente. La investigación actual —en particular, gracias al avance en la psicología, en las ciencias de la educación y en las neurociencias— ha establecido que este es producto de la interacción entre genética y ambiente (Vegas & Santibáñez, 2008). De este modo, sabemos que el desarrollo humano expresa un conjunto de procesos que se inician desde la gestación, a través de los cuales se van modelando, diferenciando y complejizando las funciones, roles y capacidades que las personas adquieren a través de un continuo intercambio de experiencias con el medio que le rodea.

El desarrollo del sistema nervioso central, que se expresa en la conformación de nuevas conexiones neuronales y en modificaciones de las estructuras cerebrales, no termina al nacer el niño o la niña, sino que continúa hasta bien avanzada la adolescencia. Estos cambios son posibles gracias a la interacción con el medio. La etapa más relevante en este proceso se da entre los 0 y 3 años (Young, 2007). Durante este periodo el cerebro tiene gran plasticidad, es decir, posee la capacidad de cambiar en respuesta a los estímulos recibidos del medio y, por lo tanto, fortalecer, debilitar o eliminar conexiones cerebrales de acuerdo con estos (Rosenzweig & Bennett, 1996). Adicionalmente, el cerebro en desarrollo tiene periodos sensibles en que la actividad cerebral está enfocada principalmente en desarrollar funciones y estructuras específicas.

Estos periodos sensibles constituyen verdaderas “ventanas de oportunidades” para favorecer el desarrollo del niño o la niña. Las experiencias durante estas etapas son especialmente relevantes para la conformación de la estructura cerebral, de manera que, de acuerdo con la oportunidad y calidad de las interacciones con el medio, se favorece la adaptación o la vulnerabilidad (Rosenzweig, 1999). Los 0 a 3 años brindan una posibilidad única para el desarrollo emocional, cognitivo, de lenguaje y social. Sabemos, por ejemplo, que las experiencias anómalas prenatales —como pueden ser la exposición a drogas o alcohol por consumo materno o paterno, el maltrato intrauterino o malnutrición materna— pueden producir un desarrollo anormal del sistema nervioso central, trastornos conductuales a edades tempranas y enfermedades crónicas en la adultez. Las experiencias negativas después de nacer —como la carencia de afecto, la falta de exposición a estímulos apropiados para aprender del medio en los momentos adecuados, la violencia, la malnutrición— también generan problemas en el desarrollo psicosocial que se expresan durante la niñez y la adultez. Por lo tanto, la calidad del cuidado y la estimulación que reciben los niños y niñas entre los 0 y 3 años es crítica para el desarrollo psicosocial, su salud y su desempeño en la vida adulta (McCain & Mustard, 1999).

El cuidador principal (generalmente los padres) y los otros adultos significativos (como las educadoras) juegan un papel fundamental en el desarrollo cerebral de los niños y niñas durante este periodo. Estas experiencias tempranas son vitales para el desarrollo de las capacidades de autorregulación emocional, para promover una adecuada salud física y mental y para el desarrollo de las habilidades perceptivas, cognitivas, comunicativas y sociales.

En este sentido, contar con herramientas concretas para favorecer el desarrollo durante esta ventana de oportunidades entre los 0 y 3 años es fundamental. La propuesta de las autoras se enfoca claramente en esta línea. La renovación del texto, respecto de ediciones anteriores, recoge una tradición de investigación y experiencias prácticas exitosas en el trabajo con niños y niñas. A manera de sugerencias, cada cuidador principal podrá recoger aquellos consejos que se adapten más a sus propias realidades de vida, teniendo presente lo que se espera que durante ese periodo logren los recién nacidos, los lactantes y los preescolares hasta los 3 años.

Bienvenida esta nueva edición que permitirá a padres, familias, educadores, personal de salud y personas interesadas en el bienestar de los niños contribuir al desarrollo humano y con ello favorecer un desarrollo más pleno y armónico de nuestra sociedad.

Dra. Paula Bedregal. MPH, PhD.

Médico cirujano, magíster en Salud Pública, mención Epidemiología, Escuela de Salud Pública, Universidad de Chile, 1993. Master in Sciences in Health Systems Management, London School of Hygiene and Tropical Medicine, London University, 1999. Doctora en Psicología, Pontificia Universidad Católica de Chile. Profesora Asociada Escuela de Medicina Pontificia Universidad Católica de Chile.

De la cuna vamos a la luna

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