Читать книгу Rescate al corazón - María Jordao - Страница 10
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Dave emprendió la marcha a la mañana siguiente, temprano. El señor Langton había querido acompañarle, pero él dijo que viajaba solo. Cuando el sol empezaba a asomar por el horizonte divisó el bosque que daba la bienvenida al valle. Con tanto desierto alrededor, ese bosque era algo insólito. Cabalgó con su purasangre negro al trote hasta que llegó a la cabaña en medio del claro. Había sido quemada recientemente, aún se veía salir humo de algunos restos. Desmontó y empezó a investigar sobre las cenizas y los maderos carbonizados. Encontró platos, vasos y cubiertos desfigurados por el calor, y los restos del colchón viejo y andrajoso. Miró más detenidamente el colchón y vio que brillaba algo entre sus escombros. Con la punta del pie apartó unos trozos de madera que había encima y encontró una la pieza brillante. La tomó entre su mano, era un broche de oro blanco. Seguramente era de la señorita Langton. Tenía forma de mariposa y su cierre era de nácar. ¿Se le caería sin darse cuenta o lo dejaría a propósito para que supieran que había estado allí? Si era la segunda opción, era una mujer muy inteligente. Quizás habría dejado más pistas por el camino.
Dave siguió cabalgando hacia donde las huellas le indicaban. Exactamente hacia el lugar donde tendría encuentro el intercambio: El Paso. No se equivocó, más adelante, junto a un cactus encontró un zapato. Dave Sonrió. Encontró otro zapato. Esperaba que ninguno de los secuestradores se diera cuenta de que antes estaba calzada y ahora no. Luego, encontró su chal y después, un trozo de su vestido. Era una chica lista. Había dejado pistas sin que ellos se dieran cuenta y ahí estaba Dave para seguirlas y hallarla más fácilmente. A él no le costaba nada rastrear, pues le habían enseñado desde pequeño y no era ningún esfuerzo encontrar objetos… o personas.
Llegó a El Paso al cuarto día y medio de su viaje, como había previsto. Al atardecer sería el canje con Danielle. No habría tal intercambio, se puso manos a la obra y se dirigió al lugar donde tendría que estar esa noche. Río Grande hacía frontera con México donde se ensanchaba más hasta desembocar en el golfo. Justo cuando empezaba a acercarse, encontró un lugar para divisar mejor el terreno. Enseguida oyó voces y vio el humo que salía entre la maleza. La vegetación era espesa en aquel lugar, gracias a las aguas del río. Dave se escondió a un lado del arroyo; Danielle estaba al otro extremo. Como era temprano, sus secuestradores estaban confiados en que tenían tiempo para descansar y preparar algo de comer.
El vaquero preparó su estrategia mientras oía las risas de los tres hombres. Se enfurecía al pensar en que alguien podía hacer daño a una mujer de esa manera. Además, si el secuestro era obra de quien creía que era, Dave estaba dispuesto a matarlo si hacía falta.
Anochecía y Dave ya había cruzado el río. Estaba cerca, muy cerca de ellos. Habían apagado la hoguera, pero la escasa luz que había permitía distinguir bien a cada uno de los hombres y a Danielle. Ésta estaba de espaldas. Dos de los ladrones se reían mientras compartían una bota de vino. Si seguían así, pronto estarían fuera de combate, borrachos. El otro, el hombre de negro, estaba de pie frente a Danielle y sonreía con malicia. Ella tenía el rostro entre las manos y se apoyaba en sus rodillas flexionadas. Dave reconoció en el momento al hombre de negro y la furia recorrio su ser. Esperó un poco más para tener la oportunidad perfecta. Danielle estaba asustada, no quería mirar al hombre que tenía frente a ella. Sabía que le haría daño, lo sabía. Y aunque esa noche esperaba ser liberada, sentía que su secuestrador quería algo más de ella. No quería llorar. Tenía que demostrar que era una mujer valiente, aunque para él eso no significase nada.
El hombre se acuclilló delante de ella y le cogió la cara con ambas manos obligándola a mirarlo.
—Tranquila, preciosa, es algo muy placentero —le dijo y se acercó a besarla.
—¡No! —Danielle gritó, pero la voz casi no salió de su cuerpo. Él la forzaría y luego ¿qué? Era horrible aquella situación. ¿Por qué no se conformaba con coger el dinero y marcharse? ¿Dónde estaba su padre con el dinero?
—Shh. Seré amoroso contigo, no te preocupes —dijo él y se acercó más.
Sus compañeros ya estaban durmiendo la borrachera, así que estaban «solos». Podía hacer con ella lo que quisiera y, aunque sus secuaces estuvieran en condiciones, tampoco lo detendrían. Danielle no podía forcejear con él porque la tenía atada de pies y manos. Acercó su boca a la de Danielle, ella tiró hacia atrás la cabeza, pero él la sostuvo fuerte. Se temía lo peor, estaba muy cerca. Sentía su aliento en la cara y sus ojos se cerraron justo cuando tocaron sus labios…
—Yo que tú, no me atrevería —dijo una voz a su espalda y el hombre de negro se separó de ella. Danielle no quiso ni mirar y se volvió a esconder entre sus manos—.
—Jake Lambert, quita tus sucias manos de ella. Jake se levantó despacio y miró en dirección de la voz.
—Dave, ¿eres tú? —La oscuridad ya no dejaba ver nada. Dave salió de entre las sombras apuntando un revólver hacia Jake. Este se puso en alerta y retrocedió un paso.
—¿Has venido a por la chica?
—Por supuesto. Suéltala y entrégamela.
—He pedido un rescate por ella, estoy esperando por el dinero. Si quieres lo podemos compartir. —Dave entrecerró los ojos.
—No habrá dinero alguno, Jake. He venido a rescatarla y llevarla de nuevo a casa. Jake Sonrió y levantó a Danny del suelo con una sola mano. Ella gimió y sintió cómo la empujaban hacia otro lado. Cayó sobre la tierra dura y fría y volvió a taparse con las manos. No quería ver nada. Casi no había escuchado lo que se decían los dos hombres ni le interesaba. Solo quería que vinieran a por ella cuando antes.
—Primero, tendrás que ganártela —dijo Jake empuñando su pistola. Dave arqueó una ceja negra.
—¿Pretendes liarnos a tiros? Podría matarte ahora mismo si quisiera, bien lo sabes. Jake Sonrió aún más, sus ojos eran toda maldad.
—Aún estás resentido, ¿verdad? Olvídalo, Dave. El pasado es pasado y hay que dejarse llevar por el tiempo.
Dave ya no pudo contener más la rabia que sentía y en ese momento no pensó en nada. Disparó al hombre que tenía frente a él. Éste cayó a plomo sobre el suelo con un disparo entre ceja y ceja y los ojos abiertos. Jake Lambert había muerto, ya no haría más daño a ninguna mujer. Danielle escuchó el disparo y se acurrucó más sobre el suelo. El ruido despertó a los dos hombres que acompañaban a Jake y al comprender lo que pasaba, pusieron pies por polvorosa y salieron corriendo. Dave no les hizo caso, sabía que los encontraría. Ahora solo le preocupaba la muchacha. Se acercó a ella, desató las cuerdas y la agarró del brazo para levantarla.
—¡No! ¡No me haga daño! Mi padre vendrá y tendrá lo que quiere, pero a mí déjeme en paz, por favor —dijo ella suplicando.
—No se preocupe, señorita Langton, ya no corre peligro. Todo ha pasado, estoy aquí para llevarla a casa.
La voz de Dave sonó agradable y dulce.
Danielle vio la mano que le tendía y la tomó entre la suya. Miró hacia arriba y se quedó petrificada. Era el hombre más apuesto que había visto en su vida. Pelo negro, tez morena, alto y fuerte. Y sus ojos… había algo en ellos que le sonaba familiar. La miraba con una intensidad que pensó que era un sueño. Después de todo aquello, ver a ese hombre era lo mejor que le había pasado últimamente, pero ¿quién era?
Dave miró a Danny y juró que no había visto a una criatura tan hermosa como ella. Su pelo dorado, sus ojos color ámbar y su figura pequeña y echa un ovillo movió algo en su interior, aunque lo ignoró por completo. Se concentró en la muchacha y en que debía ayudarla a regresar a su casa.
—¿Quién es usted? —preguntó ella.
—Yo le he salvado la vida, ahora permítame que la ayude a levantarse. Ella le dio un manotazo a la mano que intentaba tocarla.
—De eso nada. Yo no lo conozco. ¿Cómo puedo confiar en usted y no pensar que puede ser igual que ese hombre que… está… ahí… muerto? ¡Oh, Dios mío! ¡Está muerto! —Dave miró el cuerpo inerte de Jake.
—Sí, está muerto. Ya no volverá a molestarla. ¿No está contenta por eso? Ella miró a Dave.
—¿Contenta? ¡Ha matado a un hombre! —¿Qué le pasaba a esta muchacha? Acababa de salvarle la vida y la virtud, y ella se preocupaba por él.
—Señorita Langton, ese hombre la ha secuestrado y estaba a punto de violarla. Además, fue en defensa propia, él me hubiera matado a mí.
Danny miró al hombre muerto y luego a Dave.
—¡Dios mío! Se levantó y se sacudió el polvo del vestido. Se amoldó el pelo como pudo, pues ya hacía tiempo que había perdido las horquillas.
Dave la cogió de la mano y la condujo hacia los caballos, ya estaba harto de aquella señorita remilgada. Ella abrió los ojos desmesuradamente.
—¿Qué es lo que pretende? —preguntó ella.
Llevarla a casa y acabar con esto de una buena vez.
—Pero… pero odio los caballos. Son animales repugnantes y huelen mal. Además, no sé montar.
Dave suspiró, exasperado.
—Usted elige, o monta en un caballo o va andando. —Danny levantó la barbilla, desafiante.
—Iré andando, gracias.
El vaquero no podía creer lo que oía. Esa mujer era testaruda e insoportable. ¿Ir andando? ¿Y descalza? Tardarían más de una semana en llegar. Estaba loca si pensaba que se lo iba a permitir. Subió a su montura y la alcanzó a unos pocos metros.
—Suba ahora mismo al caballo, no puede ir a pie hasta Tucson —dijo él en tono duro.
—No pienso subir en una de esas salvajes bestias —respondió ella.
—¡No puede hacer eso! Danny se paró y lo miró directamente con los brazos en jarra.
—¿Y por qué no puedo? Me gusta caminar.
—¿Estaba hablando en serio? Porque son muchos kilómetros hasta Tucson. Son cuatro días largos a caballo, andando tardaríamos una eternidad, ¿no se da cuenta? Además, esto no es dar un paseo por las calles de Nueva York. ¡Esto es peligroso! No puedo permitirlo.
—¿Y qué va hacer? —lo desafió ella. Obtuvo respuesta cuando Dave se agachó y la cogió por la cintura para subirla a su propio caballo y sentarla a horcajadas delante de él.
—Así, la tendré bien vigilada también.
Danny profirio un grito cuando la subió. No podía creer que hubiera hecho eso y antes de que pudiera reclamarle, él clavó las espuelas en el animal y salieron a todo galope hacia El Paso. Dave sabía que esa mujer le atormentaría el viaje. Que Dios le diera paciencia.
Informaron de lo sucedido al sheriff, que estaba al tanto de situación. Les deseó buen viaje y partieron hacia Tucson. Ella le reprochó su trato de hacía unos momentos y volvió a empeñarse en ir andando. Él, una vez más, no le hizo caso y la volvió a subir a su montura. Danielle estaba asustada al estar tan cerca del animal. Nunca le gustaron los caballos y eso que estaba rodeada de ellos. Desde pequeña, su padre quiso aprenderla a montar, pero siempre rehusaba. Incluso su hermano, Robert, también lo intentó, pero fue en vano. Ahora se veía montada en uno, algo insólito.
Danny no durmió en toda la noche. No tenía sueño y el hombre que viajaba a su lado no ayudaba en nada. No se habían hablado aún y ella no sabía qué decirle. Y, sinceramente, después de lo que ella había pasado él podría preguntarle cómo estaba, solo por ser amable. O presentarse. ¿Y por qué ella lo estaba acompañando confiadamente cuando no sabía quién era? Podría ser muy apuesto, pero de cortés, ni un ápice.
Cuando volvía amanecer, pararon sus caballos y Danielle reunió el valor para preguntarle quién era y por qué la salvo de aquellos hombres. Dave ni siquiera se dio la vuelta para mirarla.
—Quién soy, no creo que le importe, solo le baste saber que está a salvo y que yo mismo la llevaré a casa.
—Pero, no lo entiendo…
—No tiene nada que entender, señorita, simplemente la salvé y ya está. Contestó exasperado sin ninguna razón.
Danielle se enfureció.
–Bueno, ¿y por qué no iba a tener derecho a saber quién es usted? Después de todo, me salvó y deseo conocer la identidad de mi liberador.
Dave ató a los caballos a un tronco. Desató su bota de vino y se la ofreció a Danny.
—Lo único que debe saber es que su padre me contrató para que la buscara y la liberara, eso es todo.
Danny rechazó la bota. No quería nada que proviniera de ese estúpido arrogante.
—¿Piensa morir de sed? —preguntó él antes de dar un trago al vino—. Aún quedan dos días largos— la miró y vio que estaba limpiando una roca para sentarse. Dios mío, qué poco acostumbrada estaba a esa vida—. Quizá tres días —añadió.
—Me da igual lo que quede para llegar y me da igual si muero por el camino —contestó ella, abatida—. Ya veo que no hay diferencia entre usted y mis captores.
Dave Sonrió a su pesar. ¡Qué mujer! ¿De verdad piensa que conmigo va a estar en el mismo peligro que con Jake y sus hombres? Negó con la cabeza.
—Se equivoca, señorita. ¿Quiere saber lo que habría ocurrido anoche si yo no hubiera llegado a tiempo? La habría violado y golpeado hasta que se cansase. Después, la entregaría a su padre tal y como le habría dejado. Se paró en seco, Danielle estaba sobre su estómago intentando parar las arcadas que le daban. Se acercó a ella y se acuclilló enfrente.
—Tome, beba un poco, le aliviará —dijo él.
—Ella dudó un momento y tomó la bota. Bebió un trago derramándose el vino por la barbilla. Cuando acabó, se limpió con la manga del vestido, más sucio no iba a estar, y miró a Dave a los ojos.
—Gracias —contestó.
Dave la había mirado cuando bebía y vio el vino cayendo por su boca y barbilla. Quedó hipnotizado durante un momento por su piel, clara y fina. Miró su boca, que se abrió para recibir el cálido líquido oscuro y sus ojos cuando lo miraron, eran oro fundido. ¿Qué le pasaba? Era solo una mujer, nada más que eso. Una mujer. Sacudió la cabeza y se levantó.
—Dentro de un par de horas seguiremos. Ahora los caballos necesitan descansar y nosotros también.
Se tendieron sobre una manta. La manta nueva que Dave había comprado se la había dejado a ella. Dave se cubrio la cara con su sombrero e intentó dormir sin éxito. Danny, tampoco pudo descansar del todo. Cuando volvieron a parar, ya anochecía. Harían noche ahí y al día siguiente estarían ya en casa, o eso esperaba ambos. Danny quería pronto poder perder de vista a ese hombre, tan irritable era. Por más que le hacía preguntas, él le respondía secamente u optaba por ignorarla. Danny decidió que no haría ni diría nada.
Dave por su parte, esperaba poder llevarla a casa pronto o se vería obligado a cometer una locura. A lo largo del día, le quedó una cosa clara: deseaba a Danielle Langton y no quería, no podía, hacer lo que quería porque no sería lo correcto. Había decidido acelerar el paso y estar toda la noche cabalgando, pero luego pensó en ella y concluyó que lo mejor era descansar. Ató los caballos, sacó las mantas y la comida. Hizo un fuego y puso las colchas una a cada lado para poder calentarse y bien separados. Danny estaba exhausta y pensó que esa noche podría dormir un poco, aunque no estaba muy convencida.
—Voy a refrescarme un poco, hay un pequeño manantial cerca de aquí. Vuelvo enseguida. No se mueva de aquí bajo ningún concepto y, si algo ocurre, grite o coja una de las pistolas que hay en mi alforja, lo que más le convenga. Luego iré a cazar algo para comer. Y coma algo, le sentará bien —le dijo Dave y se fue.
—¿Que coma qué? —preguntó ella—. ¿Ese trozo de pan y el queso seco? Está equivocado si cree que lo voy hacer.
Dave se detuvo al oír la pregunta y se dio la vuelta.
—¿No piensa comer nada? Bien, pues más para mí.
Danny lo vio partir y se quedó allí sola. ¡Era el colmo! Ahora la dejaba sola, a la intemperie, como si nada. ¿Y si le pasaba algo? Podrían secuestrarla de nuevo oser atacada por algún animal. Se levantó y se dirigió hacia donde había desaparecido Dave. Oía el murmullo del agua y siguió su instinto. La luz del día se apagaba, pero aún podía ver. Un poco más adelante, encontró a Dave mojándose la cabeza debajo de una pequeña cascada del manantial. Tenía puestos los pantalones y el pecho descubierto. Quedó hechizada por aquel cuerpo. Era todo músculo y fibra. Tan moreno, tan grande, tan… Danny sintió que se mareaba y lo relacionó con que no tenía nada en el estómago. Miró hacia abajo, ruborizada y pensó en irse de allí. Era lo mejor.
¡Había estado espiando a un hombre! Era lo último que le faltaba. Levantó la mirada y no lo vio.
—¿Acaso no sabe diferenciar una orden cuando se la dan? —susurró él a su oído y Danny casi pierde el equilibrio. Él la sujetó por la cintura y le dio la vuelta. Se miraron a los ojos fijamente largo rato. Ella se humedeció los labios con la punta de la lengua y él maldijo silenciosamente. La soltó bruscamente.
—¿No piensa contestarme?
—¿Cuál era la pregunta? Yo… bueno… yo… —consiguió balbucear ella.
Dave la cogió de la mano y se encaminó hacia donde tenían sus cosas. La hizo sentarse en la manta y se puso la camisa.
—Iré a cazar algo para cenar, espero que esta vez se quede aquí hasta que yo vuelva —dijo él cogiendo un cuchillo largo y afilado—. No le aconsejo estar por ahí sola en medio del desierto.
—¡Pues no me deje sola! —gritó ella levantándose—. Mire, señor, en toda mi vida no he obedecido reglas ni órdenes aparte de las de mi padre y de él siempre consigo lo que quiero. Así que usted, que ni siquiera me ha dicho su nombre, es el que menos derecho tiene a decirme lo que debo o no debo hacer, ¿me entendió?
Dave estaba furioso. Se acercó a ella y la cogió por los brazos.
—Yo, por suerte, no soy su padre ni el resto del mundo con quien está acostumbrada a tratar y a convencer tan fácilmente. Esto es el salvaje oeste, señorita Langton, no lo olvide. Siempre hay un peligro cerca y uno tiene que estar alerta. A mí se me contrató para llevarla a casa de una pieza y si obligarla a quedarse aquí implica una orden, ¡obedézcala! —le gritó Dave y la volvió a sentar en la manta.
Dave se fue sin darle tiempo a que respondiera y Danny se sintió aún más frustrada. Estaba atónita y furiosa. Ese hombre se había atrevido a gritarla. ¡A ella! ¡A Danielle Langton! Podía haberle salvado la vida, pero no le daba ningún derecho a gritarle ni a ordenarle nada. Se encargaría de que su padre fuese informado sobre cómo ese hombre sin nombre la había tratado. De todas formas, se quedó junto al fuego y ahora sí que no iba a dirigirle la palabra en lo que quedaba de viaje. Danielle no pudo más con la presión y lo ocurrido en todos esos días. Se reprimió porque no querían que la vieran vencida ni débil, pero ahora estaba sola y seguramente Dave tardaría en llegar. Así que dejó que todo lo que tenía dentro saliera en forma de lágrimas. Lloró durante mucho tiempo. Estaba acobardada, tenía y tuvo temor por todo. Esos hombres podían haber hecho con ella lo que les hubiera dado la gana y como bien dijo Dave la noche en que la rescató, Jake había querido tomarla en contra de su voluntad. ¡Cuántas cosas le habían sucedido desde que había llegado a Arizona! Esa tierra de salvajes. En sus dieciocho años yendo allí nunca había tenido un percance. Sentir cómo la montaban en aquel caballo para llevársela a la cabaña y luego de ahí a El Paso. Se sintió sucia, pero no por el polvo y barro, sino por sentir esas manos encima suyo. Sentía asco.
Lloró desconsoladamente sacando toda la rabia e impotencia que tenía dentro. Necesitaba aquello más que nada en el mundo. Danielle no era de lágrima fácil, pero lo ocurrido habría hecho llorar hasta al hombre más fuerte.
Dave la miraba entre la maleza. Notó que estaba llorando. Aunque estaba arrepentido en parte, esa mocosa creía que podía hacer lo que le viniera en gana con él. Estaba equivocada. Viendo cómo se había enfrentado a él, estaba seguro de que se había encarado con Jake y sus hombres sin dificultad, apostaba cualquier cosa a que esa mujercita no había llorado desde que se la llevaron con ellos. Se sorprendió al descubrir que estaba sonriendo. Carraspeó y se acercó a ella con cara seria y una liebre en la mano. La preparó para asar mientras Danny acababa de enjugarse las lágrimas y miraba su trabajo.
—¿También tengo que comer eso? —preguntó ella.
—Solo si quiere —dijo él, encogiéndose de hombros—. Pero le advierto de que hasta mañana o pasado no llegaremos hasta su casa, así que usted elige.
Danny lo miró entrecerrando los ojos.
—Pues pasaré hambre antes que comer a un animal indefenso como este —dijo ella y le dio la espalda para conseguir un poco de intimidad para sí misma.
Dave asó la liebre y comió parte de ella con el pan y el queso. El resto lo dejó enfriar para guardarlo. Le serviría para el día siguiente. Miró la espalda de Danny y suspiró.
—Me llamo Dave Holt. Danny se sobresaltó al oír eso.
—Su padre me fue presentado por el sheriff O’Rourke para rescatarla.
Danny se dio la vuelta y lo miró. Se fijó que tenía el pelo hacia atrás y aún mojado. La barba incipiente le daba un aspecto aún más atractivo y sus ojostenían algo que a ella le atraían.
—¿Y por qué mi padre contrató a un rastreador en vez de denunciarlo a la policía?
—Claro que lo denunció, pero le acabo de decir que fue el sheriff quien me lo presentó. O’Rourke decidió que era buena idea mandarme a mí en su busca antes que pagar a esos forajidos —se encogió de hombros—. Supongo que él esperaba que yo lo matara. Ese tipo ha hecho muchas fechorías a lo largo de su vida y siempre había salido ileso.
—¿Por qué un hombre de ley quiso que pasara eso?
—Porque un hombre como Jake no era un hombre de estar encerrado. Se merecía la muerte, señorita, y asunto zanjado. No quiero hablar más del tema.
Danny ahogó un grito de sorpresa.
—¿Por qué le disgusta tanto hablar de ese hombre? Sospecho que le ha hecho algo horrible como para querer matarlo. No creo que usted lo hubiera hecho solo para salvarme a mí.
Dave la miró fijamente.
—Me contrataron para cuidar de usted, no para contarle mi vida.
—Como quiera, señor Holt, de todas maneras, no me interesa nada de lo que usted pueda decirme —dijo ella y se dio la vuelta de nuevo.
Él tampoco insistió más y la dejó con su mini intimidad. Él también necesitaba alejarse un poco de ella. Se fue hacia el manantial y se sentó en una roca. Allí estuvo más de una hora.
Dave, le gustaba su nombre. Por lo menos ya sabía algo de él. Se enjugó las últimas lágrimas y miró el fuego. Vio que Dave no estaba y eso la asustó. Vio algo moverse entre la manta de él. Empezó a temblar y un grito salió de su boca.
Dave decidió volver junto a la mujer. Le había dado ya el tiempo suficiente para que se desahogara y él tenía que descansar para seguir con el viaje al día siguiente. Oyó el grito y corrio hacia ella. Llegó allí y vio que Danielle estaba sacando las cosas de Dave de las alforjas, luego las tiró al suelo. Quemó las mantas y echó el queso y el pan que sobraba también a la hoguera. Los caballos estaban asustados y Dave no podía creer lo que sus ojos estaban viendo. Esa mujer se había vuelto loca. Gritaba y daba saltos de aquí a allá. Tiraba todo lo que se le ponía por medio y cuando vio a Dave, fue hacia él y lo golpeó en el pecho. Lanzó puñetazos a su cara y patadas a sus espinillas, mientras él intentaba aplacarla. La cogió por las muñecas y la zarandeó con fuerza. Ella más gritaba.
La rodeó con los brazos para inmovilizarla, pero fue lo peor que pudo hacer. Sentir su cuerpo junto al suyo, su pequeño y femenino cuerpo, lo encendió por dentro y una alarma le avisaba que tenía que reaccionar de inmediato. Danny seguía gritando, insultándolo, maldiciéndolo por todo lo que había pasado. Él combatía contra ella y contra el fuego que había empezado a crecer dentro de él. No sabía que esa muchacha podía atraerlo tanto. No podía soltarla y, el fondo, no quería, pero algo debía hacer para aplacarla. La soltó un instante para poder cogerla de otro modo, pero ella se sacudió tanto que ambos perdieron el equilibrio y cayeron al suelo. Él encima de ella. Danny no se enteraba de nada y Dave de todo. Era demasiado para él. Cogió su cabeza entre sus grandes manos, logró inmovilizarla para luego besarla.
Quería conseguir que se diera cuenta de lo que estaba pasando. Por lo menos, pudo mantener la boca de Danny cerrada. Era un beso duro, salvaje y con la misión de calmarla. Poco a poco, notó cómo Danny dejaba de temblar. Se concentró aún más en el beso. Se volvió más suave, más dulce y más posesivo. Las manos de Dave aflojaron un poco y acarició el pelo suelto de Danny mientras su boca la hechizaba con cada movimiento. Danny no podía creer lo que estaba sucediendo. Estaba debajo de un hombre, un desconocido, la estaba besando y ella… no podía hacer nada para detenerlo. Se quedaron mirando fijamente a los ojos. Todas las emociones de ambos pasaron por sus miradas intensamente.
Dave carraspeó y se levantó ayudando a Danny a incorporarse. Por primera vez en su vida, Danny no tenía nada que decir.