Читать книгу El cerebro en su laberinto - María José Mas Salguero - Страница 9
ОглавлениеPor qué un libro sobre trastornos del neurodesarrollo
Los ojos ven, el oído oye, el corazón bombea, los pulmones respiran, los riñones filtran… ¿Y el cerebro1? ¿Se puede explicar en una palabra qué hace el cerebro? El cerebro es el que mira, escucha, acelera tu corazón, contiene tu respiración o te manda al cuarto de baño. El cerebro percibe las señales del entorno y atiende a las necesidades del cuerpo, genera movimiento y emociona, piensa y comunica, aprende e interviene en todo lo que haces porque el cerebro ajusta tu conducta a lo que sucede y responde a tus demandas corporales para mantenerte con vida. Quizá «adaptación» sea la palabra que buscas. Sí, el cerebro sirve para adaptarte.
Se trata de un cerebro humano, limitado por su biología y modificado por su entorno. Los genes de la especie Homo sapiens definen qué características nos son propias, se expresan en una cultura que moldea cómo deben hacer para sobrevivir con el mínimo esfuerzo y la máxima eficacia. Caminamos sobre nuestras piernas —bipedestación—, cogemos objetos con precisión gracias a la capacidad de oponer el pulgar a los otros dedos de la misma mano —pinza manual— y nos comunicamos emitiendo sonidos que se articulan con significado —habla—. Estas son tres de las características básicas que compartimos todos, pero cada uno las hemos desarrollado en un ambiente propio, en un lugar y momento determinados. Así aprendimos a andar sobre asfalto o entre las rocas y la arena de una playa, a escribir con pluma o con teclado, y a hablar español o cualquier otro idioma. Cuanto más temprano nos exponemos a una forma de hacer las cosas, más hábiles y eficaces somos en su ejecución. Porque nacemos con un cerebro, con un sistema nervioso humano que definen nuestros genes, pero que apenas se encuentra esbozado, por lo que crece y madura bajo el influjo de una cultura concreta. Su cualidad plástica propicia la formación y el ajuste de su estructura a través de la experiencia y el aprendizaje. Entonces, el neurodesarrollo ocurre gracias al papel que desempeña la plasticidad de nuestro cerebro en la interacción entre los genes y la cultura. De este modo se escribe la historia particular de cada cual, expresando nuestras características humanas de una forma única: la persona que somos.
¿Qué ocurre cuando la información genética está alterada? ¿O la capacidad plástica disminuida? ¿O las condiciones del entorno interfieren en el neurodesarrollo? ¿Qué le sucede entonces al cerebro, al sistema nervioso? Que su construcción se altera, sus habilidades tardan en aparecer o se muestran de forma aparentemente diferente, pero aun así cumple su principal cometido: preservar su función adaptativa y procurar alcanzar la máxima eficacia en el desempeño de sus tareas, aunque el esfuerzo requerido sea mayor y necesite de más apoyos para lograrlo. Cuando el neurodesarrollo se ve entorpecido, las anomalías en la construcción de los circuitos cerebrales se manifiestan en capacidades distintas que dificultan que la conducta se ajuste a lo que sucede en el entorno. En conjunto, estos problemas se conocen como trastornos del neurodesarrollo (TND).
Su origen, naturaleza y manifestaciones no siempre están bien establecidas y resultan tan variadas como niños con TND existen. Por estas y otras razones suele haber discrepancias entre los médicos, neurocientíficos, psicólogos y demás profesionales que se dedican a su atención, tratamiento y estudio. Esta falta de consenso es comprensible, puesto que nos queda mucho por conocer y la ciencia aún no puede ofrecer respuestas concluyentes, pero facilita la aparición de especulaciones, interpretaciones o simples ocurrencias de personas alejadas del método científico y del verdadero interés por el conocimiento. Así aparecen supuestos gurús que prometen curar el autismo, o bien que dicen haber inventado dietas para la hiperactividad o métodos de estimulación que prometen recuperar la movilidad de niños con parálisis cerebral.
Tampoco las personas que manifiestan estos trastornos se ponen de acuerdo sobre su condición. Así, mientras que unos prefieren asumir sus diferencias como parte de su personalidad y se autodefinen como autistas o hiperactivos, por ejemplo, otros se sienten más cómodos considerando que tienen autismo o hiperactividad. La diferencia puede parecer sutil, pero está claro que presenta implicaciones identitarias que abordan el concepto de enfermedad y han abierto un debate social que debe escucharse. Además, esta dicotomía resume muy bien el reto que han supuesto y aún suponen los TND para el conocimiento científico del sistema nervioso y su funcionamiento. De un concepto dualista que desvinculaba el cerebro de la mente y, por tanto, contraponía causas orgánicas a psicológicas, se ha pasado a contemplar los fenómenos de la conducta humana como el resultado de procesos cognitivos que a su vez se sustentan en una arquitectura cerebral individual y concreta, construida mediante la compleja y continua influencia entre la expresión genética y el ambiente en que sucede.
La diversidad funcional de los TND supone un reto para la ciencia. La medicina y la psicología tratan de abordar las consecuencias que estos trastornos tienen en la salud de las personas; la sociología y la antropología estudian cómo influyen los TND en la percepción de lo humano; y, por último, las ciencias básicas, como la genética y la neurociencia, consideran que estos trastornos enriquecen y aceleran el avance del conocimiento, ya que desde lo diferente es más fácil entender lo habitual.
Los TND se nos presentan, pues, como algo intrincado y confuso, como un laberinto —no en vano, la representación clásica de la complejidad de la existencia humana—. Según Paolo Santarcangeli2, «un laberinto es un recorrido tortuoso en el que a veces es fácil perder el camino sin una guía». Y así me siento a veces, como perdida en un laberinto, pues convivo a diario con todas estas incertidumbres. Mi profesión es la neuropediatría, cuyo objeto principal consiste en el estudio del neurodesarrollo, el diagnóstico y el tratamiento de sus alteraciones. No hay día de consulta en el que no atienda a algún niño con estas dificultades, en el que no necesite explicarle a su familia por qué su evolución es distinta a la de los otros. No siempre tengo las respuestas, pero nunca dejo de buscarlas. Este libro surge de esta inquietud y de la experiencia que me proporcionan todos y cada uno de mis pacientes cada vez que confían en mi criterio. Trato de exponer aquí cuáles son los conocimientos actuales sobre los trastornos del neurodesarrollo (TND), convencida de que servirá no solo a quienes conviven con ellos, sino también a los profesionales de la salud, a los docentes y a todas las personas que sientan interés por lo humano en cualquiera de sus manifestaciones. Es, por tanto, un texto dirigido a todo el mundo. Y, aunque soy muy consciente de lo atrevido que resulta abordar la enorme complejidad de estos trastornos, he procurado transmitirla de la manera más simplificada posible sin renunciar al rigor científico. Por otra parte, el texto está escrito utilizando el masculino genérico, que permite designar tanto a niños como a niñas sin distinción de su sexo. Esto simplifica el relato, agiliza la lectura y es lo propio del idioma español. En cuanto al uso de los términos que hacen referencia a los trastornos del neurodesarrollo, quiero remarcar la importancia de las palabras, pues sobre ellas se fundamentan nuestras ideas y con ellas las expresamos. Cuando hablan de ciencia deben ser, además, precisas, para evitar el equívoco y evocar con esmero lo que se quiere explicar, y así he procurado escogerlas, para que expresen la consideración y estima que siento por los niños con trastornos del neurodesarrollo y sus familias, a quienes dedico la mayoría de mi tiempo diario y también el trabajo de este libro. Pido disculpas al lector por mi falta de pericia si en algún momento no se interpretan de esta manera, y le ruego que no la tome por falta de sensibilidad, pues no es así en absoluto.
Si mi primer libro, La aventura de tu cerebro, trata de cómo se suceden las etapas en el neurodesarrollo que fluye sin dificultades, en este sigo el mismo esquema para explicar cómo van apareciendo de forma correlativa sus distintos trastornos. En los primeros capítulos se abordan los desafíos que plantean los TND: definir qué es la normalidad, así como delimitar y clasificar los TND y cuáles son los mecanismos comunes que los causan. En los siguientes se describen los patrones anormales del neurodesarrollo, qué circunstancias ponen en riesgo su progreso y, por fin, la secuencia en que se presentan las dificultades: primero las motoras, luego las del lenguaje y la cognición, y por último las de la conducta.
Hay, además, dos ideas principales que me gustaría haber dejado claras. La primera es que este orden en el que van surgiendo las manifestaciones de los TND refleja el de la construcción del sistema nervioso, que, aunque pone en marcha todas sus funciones de forma simultánea, completa unas antes que otras, y así los primeros circuitos en activarse son los motores, sobre los que van sustentándose de forma progresiva todos los demás. La segunda es que, debido precisamente a esta construcción imbricada, lo más común es que todas las funciones encefálicas se vean implicadas en mayor o menor medida cuando algo interfiere el neurodesarrollo.
Entremos, pues, lector, en este laberinto de los TND por el que espero guiarte con éxito hasta la salida.
Notas al pie
1. Considerado como el principal órgano del sistema nervioso central, que se diferencia del periférico porque está rodeado de hueso y se compone, de abajo arriba, de la médula espinal, el tronco encefálico, el cerebelo y el cerebro. Al conjunto de estos tres últimos órganos se lo conoce como encéfalo, palabra griega compuesta por el prefijo εν —pronunciado «en», que significa ‘dentro’— y la raíz κεφαλη —pronunciada «cefalé», que significa ‘cabeza’—, porque están alojados «dentro de la cabeza», rodeados por los huesos que conforman el cráneo. A su vez, la médula espinal está rodeada por la columna vertebral, y por eso no forma parte del encéfalo.
En todo el libro, cuando se use la palabra cerebro, será en alusión a este significado y por ello hay que tener siempre en cuenta que está en íntima relación con el resto de los órganos encefálicos y de todo el sistema nervioso.
2. SANTARCANGELI, P., II libro dei labirinti. Frassinelli, Milán, 1984.