Читать книгу Mora. Confesión travestí - María Maratea - Страница 7
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Diez bucal, veinte bucal anal, treinta completo en el coche, cuarenta completo en hotel, cincuenta pareja en el coche.
Tengo que hacer muy rápido: bichar al tipo cómo habla, cómo mira, qué ropa tiene puesta. Si tiene el traje atrás, hace algún deporte y se cambia en la oficina: tiene plata. Si tiene celular y agenda es organizado, no es un “pichi”. Algunos tienen anillos con un rubí o alguna piedra; a ésos les puedo pedir un poco más.
Miro que no haya alguien escondido atrás porque me pueden violar o pegar. Me pueden matar.
Preguntan: cuánto calzás, te anda, venís bien.
La transa, nunca con la cabeza adentro de la ventanilla. Un metro de distancia, las piernas en tensión y el cuerpo atento. Si acepta subo, pero antes de cerrar miro que la puerta tenga manija del lado de adentro, controlo las trabas y dónde está el encendido del auto para, cualquier cosa, revolear la llave.
¿Está dura la calle?, es lo primero que dicen cuando ya estoy arriba. Y mientras los enfilo hacia un lugar oscuro les hablo de cualquier cosa para romper el hielo. Si me gusta, le miro la mano a ver si tiene alianza. Mi sueño es casarme y dejar todo esto.
Son escapadas. Está el que viene caliente porque la noviecita le dijo que no; el que se quiere vengar de su mujer porque le gasta la plata; el estresado; el gerente que tuvo un día agotador; el que tiene que hacer tiempo; el que se le pinchó el levante; el tachero insomne; el que busca nuevas experiencias; el viejo verde; el merquero que no se le para; el camionero solitario.
Algunos traen consolador.
Tienen entre diecisiete y ochenta años.
Me tocan, me manosean, me la ponen en el culo. Me dicen que soy una diosa y me terminan chupando la pija.