Читать книгу Relatos cortos que parecen historias - María Teresa García Escudero - Страница 8
LA PUERTA DEL CONOCIMIENTO
ОглавлениеDesde muy pequeña me han fascinado los libros. Desde los tres años, me asomaba al balcón y miraba con desconsuelo a las niñas que iban al colegio que había frente a casa hasta que un día cogí la maleta, bajé las escaleras, salí de casa y me fui detrás de ellas. La maestra me acogió y me aceptó en la clase sin tener en cuenta mi edad: no tenía nada que ver que yo fuera tan pequeña para sacar de mí todo el potencial que tenía escondido.
Recuerdo mi primer libro de lecturas después de la cartilla Rayas: se llamaba Leedme, niñas, de Federico Torres; aunque yo lo llamaba El patito. Fue el que me abrió la puerta, el que despertó mi gusto por la lectura; la lectura como distracción, como placer y como la mejor forma de ocupar mi tiempo. Como enseguida terminaba, la maestra me decía que fuese a la librería (no había biblioteca) y cogiese lo que más me gustase, y añadía: «Para que seas maestra». No hacía falta, porque yo ya lo tenía decidido. Y así, siempre con los libros, fui pasando mi infancia sin aburrirme jamás.
Un poquito más mayor, y no recuerdo de dónde los sacaba, creo que de una caja que había debajo de la cama de mi tío; siempre tenía un libro. Me ponía a leer en mi habitación y, cuando oía los pasos de mamá, rápidamente lo escondía debajo de la almohada. Y no es que me dijera nada, es que yo sabía que era demasiado: todo el tiempo que estaba en casa lo ocupaba con los libros. Leía todo lo que caía en mis manos. Jamás me fijé ni en el autor ni en nada, solo sabía si me gustaba o no.
Cuando me nombraron para mi primera escuela, estuve dos cursos sola y, a pesar de estar muy ocupada con muchas clases, las noches se me hacían largas y los libros de la biblioteca escolar fueron cayendo uno a uno. Ni siquiera seleccionaba: ¿acababa uno?, pues cogía el siguiente. Recuerdo que me extrañó muchísimo encontrar La Celestina.
Pensé: «¿Qué hace este libro en una escuela primaria?». Pero como no lo había leído ni creo que nunca lo habría comprado por bueno que fuera, pues lo leí y me quedé tan a gusto. Y así, entre amigos, risas y libros, pasé los mejores tiempos de mi juventud.
No sé cuál ha sido la influencia real de los libros en mi vida: yo creo que fue mucha. Sí sé que tenía mucho más vocabulario que mis compañeras y que nunca usé el diccionario por desconocer el significado de alguna palabra, sino por mi afición a la lectura y a la costumbre que tengo de analizar la etimología, que casi siempre lo dice todo.
Ahora leo menos: estoy muy ocupada en otras cosas. Me gusta más inventar cuentos para mis nietos y contarles lo que ellos quieren oír según las circunstancias y las travesuras que hayan hecho. Seguro que, cuando pase esta etapa, volveré a mi afición favorita; sobre todo estoy segura de que para mí los libros fueron la puerta del conocimiento.