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XI

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AL VOLVER AL COLEGIO tuve una gran sorpresa: resulta que mi perro era perra y acunaba a cuatro perritos hambrientos que parecían ratones.

Por suerte encontré leche y la hice cundir con agua. Alcanzó para todos, también para los de la casa.

Los ojos de esta perra-madre, me dieron a entender que hice bien al aguar la leche. Esa mirada suya marcó mi destino. Seré veterinaria.

Esteban sigue molestando y me hace adolecer a cada rato.

—Se te nota que guardas un secreto... —dice y su mirada me persigue.

Cuando pienso que fatalmente un día llegaré a tener su maldita edad quinceañera, me dan ganas de morir joven.

Estoy contenta de criar perritos y de tener un amigo como tú.

¡Creo que soy feliz!

Mis cartas a Papelucho

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