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VII

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HOY PASÓ ALGO que me paró los pelos.

Estábamos comiendo y sentí golpear la puerta. Era un golpecito suave, como de niño, y con el enredo de voces, no lo oyeron los demás.

Me levanté a ver y me encontré nada menos que con tu Choclo que traía tu carta entre los dientes.

Ahí se me paró el pelo del susto que otros se dieran cuenta. Tomé tu carta y me la metí por el cogote.

Alguien dijo:

—¿Quién era? —y yo me subí al guindo y me ardieron las orejas. Un bochorno como otros; no contesté y seguí comiendo...

—Algo pasa —dijo el plomo de Esteban—, esta niña ha raspado el plato y está muy colorada...

—Déjala en paz —me defendió la mamá—. Siempre la están molestando, ya sea porque come poco y ahora porque se ha comido todo...

Me dieron ganas de llorar, no de lástima de mí misma, sino porque la mamá me defendía. Y me sentí culpable, como hipócrita, como si tuviera escondido algo mío que ella no sospechaba...

Recogí el plato raspado y besé a toda velocidad a mis viejos. Desaparecí porque sentía ganas de llorar y también porque tu carta me clavaba el cuello y tenía ganas de leerla.

No mandes más al Choclo de mensajero. Me encanta pasar el susto de atravesar la calle y levantar la piedra para sacar tu carta sin que me pillen.

Me gustó tu carta. ¡Eres choro!

Nota: Por favor busca en tu bolsa de basura la mitad de mi composición de Historia... No importa que esté fétida... Yo la copio.

Mis cartas a Papelucho

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