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PERDONAR
ES EL GRAN VERBO
ОглавлениеSería bueno que cada cristiano tuviera un “cementerio” especial donde pudiera enterrar los defectos y errores de amigos y seres queridos.
He notado muchos conflictos y hasta divisiones en iglesias locales por falta de perdón. Creo que esa falta de perdón no solamente genera problemas espirituales muy serios en las personas, sino que también provoca daños físicos, sociales y emocionales.
Pero no solo quiero hablar de “perdonar a quienes nos ofenden”, sino también “cómo pedir perdón cuando somos nosotros quienes ofendemos”.
Todos –sin excepción- hemos sido, somos y seremos ofendidos. En las difíciles relaciones interpersonales, la ofensa es moneda corriente. Hoy nos ofenden, mañana ofenderemos nosotros. Por eso digo que la vida de los cristianos tendría que ser un intercambio permanente de perdón, amor y humilde comprensión. Porque ese perdón que hoy otorgamos, mañana vamos a necesitarlo para cubrir algún daño que nosotros provoquemos.
El ser humano es muy susceptible, muy sensible, cualquier pequeñez puede ofenderlo. Alguien no nos saluda como lo hace habitualmente, y ya nos enojamos. Ni qué hablar cuando nos insultan, nos rechazan o nos critican. Podemos dejar de hablarnos y hasta retirarle el saludo a una vecina, sencillamente porque sus hijos escuchan música fuerte o porque alguna vez, al lavar la acera, nos arrojó un poco de agua en el frente de nuestra casa.
Hay otras ofensas un poco más severas que ocurren muy a menudo: ese amigo que nos pide dinero y nunca más nos lo de- vuelve, o ese familiar que nos traiciona con una herencia. Y ni qué hablar del dolor que genera un adulterio. Como decíamos al comienzo, tristemente también se ve la ausencia de perdón en algunas congregaciones, generada, fundamentalmente, por razones de poder.
La buena noticia es que, como hijos de Dios, estamos capacitados para perdonar aún las ofensas más graves que pueda hacernos el hombre, y vivir una vida realmente libre de las opresiones que general el rencor.