Читать книгу Torre Espacio - Margarita Benedicto - Страница 8

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David ha llegado tarde a casa y se ha acostado. Pero no se duerme. La película de la tarde pasa una y otra vez ante sus ojos. Y es una película a la que no le encuentra el hilo.

Se metió en la piscina luciendo palmito, eso sí, pero haciendo lo imposible por no tener que nadar. Enrique hacía largos levantando mucha espuma y él se puso a hablar con Amalia.

—Tengo alergia al sol y mucho riesgo de tumores en la piel. El médico me ha dicho que no me exponga. Por eso estoy tan blanca.

Amalia es casi traslúcida y con la piel de todo el cuerpo cubierta de pecas.

—Yo también estoy blanco. El último curso es infernal. Si no se dedica todo el tiempo a estudiar, las notas se resienten.

—Papá me ha hablado de ti. Dice que espera que quieras trabajar para él con un proyecto nuevo, un proyecto para mejorar la vida de los trabajadores.

—Bueno, algo así. Durante el curso hemos estudiado filosofía, con la perspectiva de utilizar las ideas sobre la felicidad, la vida buena, los valores, para que los empleados se sientan bien y rindan más en la empresa.

—¡Ah! Rindan más.

—¡Claro! A mí me contrata la empresa. No es una obra de caridad.

Amalia le había vuelto a mirar a los ojos y él había vuelto a sentirse incómodo. Le entró frío. Le pidió que salieran y fueron a las habitaciones a vestirse. Al volver, los criados habían dispuesto las bebidas en unas mesitas altas y pasaban con las bandejas. Quiso buscar a Joserra y el dueño, pero estaban el uno junto al otro muy enfrascados. Amalia se acercó a él.

—Yo, en cambio, no sirvo para nada. No me gusta estudiar. Papá no sabe qué va a hacer conmigo.

—Algo te gustará, mujer.

—Me gusta dibujar. Pero nada serio, tonterías: insectos, hojitas, nubes… Con eso no hacemos gran cosa.

David piensa que Amalia es tonta. Pero las tontas ricas no tienen ningún problema. Alguien habrá que cargue con ella. Al pensarlo, de nuevo siente frío y ganas de acercarse a los hombres y hablar de lo que sabe hablar, de lo que le interesa.

Ahora en la cama, de pronto, se le ha puesto dura. ¿Pensando en Amalia? Tiene las tetas pequeñas y picudas; en cambio, por detrás, al andar, el culo se mueve con gracia. Ese culo, ese culo. La mano se mueve con violencia adelante y atrás, el culo de Amalia se abre como una flor negra y el chorro de semen emborrona los astutos planes.

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