Читать книгу El Zodiaco - Margarita Norambuena Valdivia - Страница 8

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ARIES

— ¡¿Dónde está mi hermano?! —gritó Virgo, golpeando el mesón central con su puño derecho. —¡¿Dónde está mi hermano?!

¿Por qué tenía la sensación de estar en un déjà vu? Ah… espera, tal vez Virgo y Cáncer no eran tan distintos después de todo. Cáncer solía tener ese tipo de desplantes, en su mayoría sobre reaccionando a situaciones imaginarias que solo él conocía.

Siendo justa, la última vez Cáncer estuvo en lo correcto: su hermano fue secuestrado y herido en la pierna. De eso hacía dos días ya. Ahora Virgo caminaba por todos lados… más bien, cojeaba. El Zodiaco, una vez más, estaba conformado por 12 miembros: dos Leo y ningún Cáncer. Ese era el motivo por el cual nuestro pequeño Virgo estaba tan molesto.

En lo personal no me afectaba la ausencia de Cáncer, siempre supe que estaba sobrevalorado. Y un par de gritos de Virgo por aquí o por allá no eran problema. No el mío al menos.

El mayor de los leones fue el designado para calmar la ira de Virgo. Ninguno de los diez restantes mostramos intención alguna de interferir o ayudar, o de demostrar que sabíamos cómo o cuándo Alpha Leo había adquirido dicha responsabilidad.

Mentiría al decir que en realidad no me gustaría involucrarme, pero no quería quedar sin almuerzo y ni bajo tortura apoyaría al león traidor y desertor.

Virgo podía sentirse orgulloso, para una vez que escucho su consejo y no actúo de forma impulsiva. Era un gran logro, en serio, y no creo que se repita. ¿Sería bueno registrar este como día icónico? Tal vez.

Como sea, el punto era que Virgo estaba de malas y había escogido al mayor de los leones para liberar todo su estrés.

Por algún motivo, alineación de los planetas o simple morbo, terminamos sentados en el único sillón largo que tenemos contemplando desde una distancia segura la disputa de Alpha Leo y Virgo en el sector de la cocina.

— ¿Creen que deberíamos hacer algo? —preguntó Libra, el primero en ceder ante la situación. Debilucho, yo podría estar cinco días más mirando sufrir a Alpha sin inmutarme.

— Chicos, cuando mamá y papá pelean, los niños no deben meterse. —Recordó Escorpio.

— ¡Oí eso! —Virgo se giró hacia nosotros y lanzó lo primero que tuvo a mano en dirección a Escorpio. —Y espero que no estés insinuando que él está haciendo de mamá o papá. —Agregó el peliblanco, fulminando con su mirada verde al alacrán, quien puso una cara de asombro que duró dos segundos antes de sonreír de medio lado, con esa mirada de genio-malvado-asesino que causaba escalofríos.

— Por supuesto que no… —fue la respuesta apenas audible de Escorpio, intentando sin éxito controlar su sonrisa, tratando de volver a su pose seria y tranquila, de verse como la víctima. Aunque en este caso sí lo era; una víctima con los pies mojados luego que el vaso con limonada se estrellara en el suelo frente a él, lo más lejos que Virgo fue capaz de lanzarlo.

— ¿Ya ves? si molestas a mamá cuando está peleando con papá terminarás metiéndote en un lío. —Le habló Acuario al oído mientras se cubría la boca con el envés de su palma derecha y vigilaba con sumo cuidado que Virgo no le escuchara por accidente y cargara ahora contra él.

— ¡Oh! Virgo podría ser hijo de Capricornio. —comentó emocionada Piscis.

— ¡Eso ni viene al caso! —le reclamé. El tema era si Virgo y Alpha podían o no ocupar el puesto de mamá o papá. Piscis frunció su ceño y me enseñó la lengua, tan típico de ella.

— Amargada. —me contestó cruzándose de brazos mientras desviaba la mirada en dirección opuesta.

— ¿Lo dices porque si te cruzas en el camino de alguno de ellos cuando están de malas, puedes terminar muerta? —preguntó Libra, yo hice rodar mis ojos. Insisto, no es el tema de discusión.

— Sí, ¿verdad que son igualitos? —preguntó Piscis.

— Yo no soy así. —se quejó Capricornio cruzándose de brazos ofendido.

— ¡Sí lo haces! —fue la respuesta a coro. La dijimos tan alto, que hasta el par que peleaba en la cocina guardó silencio un momento para poder observarnos, nosotros cruzamos miradas con ellos en completo silencio, casi como estatuas de seres perfectamente bien comportados.

Alpha Leo dejó ir el sonido estrangulado de una risa espontánea antes de que Virgo volviera a centrarse en él y continuara reclamándole.

— Mmm… yo sí creo que Virgo pueda hacer de mamá. —comentó Tauro mientras se rascaba el pecho, y volvimos al tema central de nuestra charla. Gracias.

— ¿Entonces eso dejaría a Alpha como el papá? —Libra frunció el ceño.

— Virgo siempre está haciendo los deberes del hogar. —agregó Leo— Como que el papel de mamá le queda.

— Sí… ¿pero por qué Alpha tendría que ser el papá? —insistió Libra.

— ¿Qué tiene de malo? Es el mayor, ¿no? —preguntó Piscis.

— Sí, ademág… ¿qué no eg ég eg pagadín? —preguntó Tauro con la boca repleta de patatas.

— No hables con la boca llena, vaca. Escupes tu basura a todos lados. —me quejé dándole unos manotazos y puntapiés.

— ¡Oye! —reclamó Tauro alejándose —¡No me golpees!

— Oigan, no se muevan tanto, nos vamos a caer. —advirtió Acuario.

Y dicho y hecho, el sillón, que no estaba diseñado para soportar a diez energúmenos como nosotros, cedió a tanto peso y movimiento y se partió en dos acabando con todos nosotros sentados en el suelo.

— Oh… perfecto. —se quejó Leo mientras empujaba a Libra para que dejara de aplastarlo.

— Otra vez, otra vez. —saltó enseguida Sagitario, poniéndose en pie de un golpe, tan sonriente como siempre.

El entusiasmo de la chica se acabó al instante al contemplar nuestras miradas sombrías. Se giró en un pestañeo, lista y dispuesta para enfrentar aquello que nos tenía petrificados.

— Oh… —comentó Sagitario una vez quedó de frente a la cocina, tragando con dificultad mientras se dejaba caer sentada al suelo, desarmando todas sus defensas.

Yo desvié un momento la mirada hacia ella, para luego volver a centrarme en el peliblanco, temiendo genuinamente por mi vida… y mi dieta alimenticia.

Virgo y Alpha Leo nos miraban con curiosidad en un gesto casi idéntico de desconcierto, su disputa había cesado de golpe tras el ruido del mueble al romperse. Alpha dejó ir el inicio de una carcajada que esta vez no pudo contener, pero bastó que Virgo le dedicara una mirada asesina para que se llevara a toda velocidad la mano a la boca intentando amortiguar el estridente sonido que se asomaba por entre sus labios apretados.

— Arreglen eso. —ordenó Virgo marchándose de la habitación.

— Sí, mamá. —respondimos a coro, fue un acto inconsciente, ni siquiera nos dimos cuenta de que lo habíamos hecho cuando ya las palabras habían salido limpias y claras de nuestras bocas. La culpa la tenía Escorpio y sus ridículos juegos de palabras.

— ¡No soy su madre! —se escuchó el grito de Virgo desde el pasillo justo antes de que se encerrara tras un portazo en su dormitorio.

— No estaría tan seguro de ello. —contradijo sonriendo con cierta picardía, Acuario.

— Torpe, si nos quedamos sin comer será tú culpa. —me quejé dándole un codazo para luego ponerme de pie.

— Auh… ¿y mía por qué? —protestó Acuario sobando su brazo mientras se ponía de pie, entonces ayudó a Piscis a hacer lo propio.

— Porque lo digo yo y punto. Ahora tú, Escorpio y Tauro arreglen esto antes de que Virgo vuelva. —el trio de machos recios me contempló pasmado.

— ¿Nosotros qué? —preguntó Escorpio, arqueando sus cejas ofendido por lo déspota que soné, como si él no tuviera la culpa de haber provocado todo esto. Él lo inicio. Él asume las consecuencias. Punto.

— ¿Por qué yo? —se quejó Tauro.

— Tú, sobre todo, bestia. —le reclamé. Entonces me di media vuelta y centré mi mirada en Alpha, quien nada más desaparecer Virgo de escena había estallado en carcajadas y no lograba dejar de reír, recargándose sobre el mesón central de la cocina, golpeando una y otra vez su palma contra la fría superficie de piedra. — Y tú, será mejor que dejes de reírte y comiences a buscar al hermano perdido. —le advertí. Alpha se enderezó de golpe.

— ¿Y quién te nombró a ti la jefa? —su tono de voz era serio, altivo y hasta amenazador. Yo no pude evitar sonreír, iba a responderle como se merecía cuando fui interrumpida, para fortuna de Alpha.

— Nosotros. —casi gritaron al unísono el resto de Zodiaco, yo apoyé las manos en mi cadera y le sonreí ufana, como esperando a que respondiera de algún modo para, ahora sí, poder golpearlo con justificada propiedad.

— ¿Alguna otra pregunta? —le pregunté sin quitar mi sonrisa, picando donde sabía que dolería.

Alpha centró un instante su mirada en la mía, como intentando reclamarme mentalmente todo lo que no se atrevió a verbalizar, yo le respondí, también mentalmente. Al final bufó algo que no alcancé a comprender, desvió su mirada, cogió su abrigo y se encaminó a la salida mientras continuaba refunfuñando cosas que sonaban a maldiciones y niños malcriados y mimados.

Alpha Leo había sido uno de los miembros originales del Zodiaco, de hecho, uno de los fundadores. Hace diez años, cuando desapareció y nos dejó, lo creímos muerto.

Como sea, el punto era que Alpha se las había ingeniado para volver a ser parte de nuestro grupo, esta vez como un paladín. Sí, ahora éramos un gremio, uno oficial, cuyo paladín era nada más y nada menos que el capitán de las Fuerzas de Seguridad Nacional (FUSEN). Un grupo de orden y seguridad que estaba por encima de los grupos policiales y solo justo por debajo de la guardia del Rey.

De hecho, ahora que lo pienso mejor, dado que no tenemos fuerzas militares, la FUSEN cumple esas funciones, o lo más cercano a ello. Desde que se fundaron los siete reinos no está permitido entablar disputas o guerras tras las fronteras establecidas y ningún reino posee alguna clase de fuerza militar como tal, solo los gremios y las respectivas fuerzas de orden y seguridad nacional. A pesar de todo, la situación se ha mantenido bastante bien gracias a los gremios y ya llevamos 149 años sin guerras.

Aún recuerdo como si fuera ayer el momento exacto en que Alpha se apareció en la puerta principal.

Esperen… sí fue ayer.

Era aún bastante temprano, de hecho, estábamos todavía sentados a la mesa tomando desayuno. Sagitario acababa de volver de la misión que le habíamos encomendado e intentaba contarnos que habían tomado de rehenes a Escorpio y Acuario. El resto de nosotros tratábamos de entender y seguir su caótica narración, todos menos Virgo, quien se encontraba recluido en su dormitorio, fue entonces cuando llamaron a la puerta de entrada.

Yo me apresuré a atender al llamado, creyendo que se trataba de alguno de los secuestrados por sapos gigantes, arañas o yo qué sé, después de todo, solo el Zodiaco conoce el paradero de nuestra base, no es como que fuéramos a tener visitas inesperadas.

Pero nada más abrir la puerta me topé de frente con Alpha. Iba vestido demasiado elegante para lo que recordaba de su imagen, peinado con prolijidad, observándome con una mirada apenas sonriente, mezcla de alegría y orgullo, casi podía jurar que se creía el león a punto de rugir en la cima de la montaña anunciando su triunfal y esperado retorno.

Lo observé de pies a cabeza un par de veces y me fue imposible reconocerlo. Solo cuando reparé en el pequeño tatuaje a un costado de su ojo izquierdo me di cuenta de que se trataba de él. Entonces comencé a buscar rasgos familiares en aquella gallarda figura.

Habían pasado diez años, toda una vida, pero el muy bandido seguía siendo dueño de aquella mirada de un extraño color verde azulado, siempre que posaba mi vista en aquellos ojos no podía evitar compararlos con las tranquilas y desoladas aguas del mar profundo, aguas que de un momento a otro te arrastraban por el pie y te hundían hasta lo más profundo.

Su cabello castaño, que alguna vez fue largo y suelto como la melena de un león, ahora estaba corto y bien peinado. Medía tanto como Tauro, posiblemente un par de centímetros menos, pero era seguro que nadie más en el Zodiaco le podría superar.

De lo que recordaba, Alpha siempre había sido un muchacho fuerte y el paso del tiempo solo había acentuado sus atributos, aunque claro, el fino traje que llevaba puesto encubría bastante bien su musculatura.

— Hola… yo… —comenzó a hablar. Su voz aterciopelada erizó los vellos de mi nuca. Me tensé visiblemente y me erguí apretando con fuerza el pomo de la puerta.

¿Hola, yo? ¿En serio? ¿Ésas iban a ser sus primeras palabras dirigidas a mí? Fruncí el ceño y estreché los ojos mientras dejaba que una rabia desconocida se apoderara de mis acciones. No sabía cuánto odio le tenía hasta que le oí hablar por primera vez en diez años. El muy desgraciado conservaba aquella encantadora voz que me había hechizado cuando me uní al Zodiaco.

— Número equivocado. —le contesté, cerrándole la puerta en las narices.

Me devolví dando fuertes zancadas y me senté en una silla frente a Sagitario, dispuesta a continuar escuchando su historia. De pronto fui consciente de que en realidad nadie estaba hablando, todos estaban concentrados en mi persona, como si mi cara fuese lo más interesante que ver y verme fuera lo único que supieran hacer.

— ¿Qué? —pregunté de mala gana mientras me cruzaba brazos.

— ¿Quién era? —preguntó Géminis, la única que se atrevió a contestarme.

— Número equivocado.

— ¿Número equivocado? ¿Qué no es eso lo que sucede cuando llaman por teléfono? —preguntó Sagitario.

— Sí, ¿verdad? —la apoyó Piscis.

— Y… este número equivocado… —trató de continuar Géminis— ¿Qué quería? —yo me encogí de hombros cerrando los ojos mientras trataba de pasar el enfado.

— Vetu, por mí que se muera. —le contesté, aun con la sangre hormigueando bajo la piel.

— ¿Vetu? —susurró desconcertada Piscis— ¿Quién es Vetu?

— Ve tú a saber. —suspiró Géminis con resignación.

— Pues no lo sé, por eso estoy preguntando. —reclamó Piscis.

— Piscis, Vetu es VE TÚ a saber. —le indicó Leo perdiendo la paciencia. —¿Saben qué? Iré a ver quién es. —agregó mientras se ponía de pie y se encaminaba a la puerta de entrada.

Apoyé el mentón en mi palma izquierda mientras afirmaba el codo sobre el mesón, sonriendo al contemplar al leoncito caminar directo a su perdición. De pronto había olvidado por completo mi enfado, todo lo que ocupaba mi mente era Leo y su próximo encuentro. Ya podía imaginar sus gritos. Lástima que no anduviese con un arma, podríamos habernos deshecho de Alpha fácilmente.

El pequeño león profesaba una profunda admiración hacia Alpha, era su modelo a seguir, su ídolo. Y al igual que para muchos de nosotros, descubrir que Alpha nos había abandonado tras la muerte de Virgo, había sido un golpe bajo, demasiado para el sensible león, quien había jurado venganza. Algo como que nadie se va si no es en una bolsa, o algo así, nunca le presté mucha atención.

Cinco segundos después de abierta la puerta por segunda vez, Leo la volvió a cerrar de un portazo tras un alarido que seguramente se escuchó hasta el séptimo reino, algo que sonó a: «¡Vete al infierno!», entonces regresó murmurando palabras irreconocibles a través de sus dientes apretados, sus brazos tensos y pegados al cuerpo y puños tan apretados que sus dedos comenzaban a ponerse blancos.

— Ok… creo que Vetu tiene la curiosa habilidad de desquiciar a nuestros queridos y siempre sensatos líderes. —comentó impresionada Géminis, observando a Leo, quien continuaba refunfuñando de mala gana, sentado de brazos cruzados en su silla, maldiciendo todo lo que conocía.

— ¿Quién es sensato? —preguntó Capricornio.

— Vetu. —le contestó Tauro al oído.

— ¿Qué hacemos? —preguntó Libra.

— ¡Yo voto por ir por nuestras armas y balear la puerta! —propuso Leo sonriendo con una insana satisfacción al pensar seriamente en su propuesta, poniéndose de pie con entusiasmo. No era mala idea. Sonreí mientras dejaba a mi imaginación recrear tal escenario.

— Anda hombre, ¿por qué tan mala actitud? —preguntó Cáncer.

— Mh… —bufó en respuesta Leo mientras se dejaba caer en la silla, arqueando una ceja y dedicándole una adusta mirada al cangrejo. —¿Yo soy el de la mala actitud? —se quejó Leo— ¿En serio? ¿Y tú tienes la desfachatez de decírmelo? ¿Es necesario que te recuerde lo que has hecho hace un par de horas en aquella bodega? —preguntó molesto el león.

— No sé de qué me hablas. —se excusó Cáncer mientras daba una mordida a su tostada y desviaba la mirada en otra dirección.

— Oh… de acuerdo, yo iré a ver quién es Vetu. —propuso Piscis, yendo hacia la puerta de entrada, casi saltando de la alegría a cada paso que daba, como si fuera por el parque recogiendo flores.

— ¿Deberíamos detenerla? —preguntó sin muchos ánimos Leo, dirigiendo toda su atención a mí, como si solo estuviéramos él y yo sentados a la gran mesa del comedor.

— Nah… ¿quién sabe? En una de esas nos sorprende y le entierra un cuchillo. —le respondí con tranquilidad, el resto del Zodiaco me observó con preocupación.

— Iré a ver cómo sigue Virgo. No hagan mucho ruido. —pidió Capricornio mientras se bebía de un sorbo lo que quedaba del café en su tazón.

— Sí, Capri. —respondimos casi a coro. Yo apenas desvié mi mirada hacia él, centrando una vez más mi atención en Piscis y la posibilidad de tener a un pececito asesino entre nuestras filas.

— ¿Puedo ir contigo? —preguntó Cáncer enseguida, logrando captar mi atención. Capricornio lo evaluó de pies a cabeza y tras un par de segundos aceptó realizando un sutil movimiento de cabeza, entonces Cáncer se le unió de un salto.

Y pues, lamentablemente, Piscis no le enterró ningún cuchillo a Alpha, es más, le permitió la entrada sin ningún reparo.

Como sea, ahora estamos los doce una vez más reunidos, sin un Cáncer y con un segundo Leo dándoselas de importante. Aún sigo preguntándome cómo fue que el muy maldito logró convencernos. Debió ser culpa de Escorpio y Acuario, si no fuera porque se dejaron capturar seguro que hubiéramos podido prescindir de Alpha.

De todas maneras era reconfortante saber que no era la única que sentía satisfacción al ver que Virgo no aguantaba a Alpha, era un bálsamo para mis oídos y una exquisitez para mis ojos cada vez que lo veía interactuar con Virgo. No sabía muy bien por qué, después de todo Virgo no conocía a Alpha, había llegado a nosotros seis años después de la desaparición del león mayor, pero por algún motivo, la había agarrado con él y no sería yo quien saldría a la defensa del león, y si Libra o Capricornio no habían dicho nada al respecto, no empezaría a ser yo la defensora de la paz, lo justo y lo bueno.

Por más esfuerzos que Alpha Leo ponía en intentar congraciarse con Virgo, el peliblanco no cedía y lo único que Alpha conseguía era aumentar el abismo entre ambos. Además, el hecho de que su hermano se hubiera marchado en parte por culpa de Alpha no era más que otra gran piedra en medio de ambos.

Lo mejor que ha podido pasar desde que Alpha regresó, es que Virgo lo deteste. Ver al exlíder del Zodiaco en aprietos, exasperado y a punto de querer ahorcar al irracional Virgo no tiene precio.

Gracias a la vuelta del león mayor descubrimos que Virgo puede ser un soberano e irracional dolor en el trasero, capaz de pedir lo imposible cuando está realmente molesto con alguien, además de tener una lengua tan afilada que me sorprende que Alpha no se hubiese echado a llorar ya de la frustración.

Como sea, Alpha estaba poniéndose el abrigo para salir al frío nocturno cuando la puerta ante él se abrió de golpe, revelando la oscura figura de un muchacho 25 centímetros menor, cabello negro azabache y dos ojos rojos que destellaban de modo macabro en la oscuridad de la noche.

— ¡Ah! ¡Baba yaga! —gritó Sagitario al contemplar la figura que se ocultaba a contraluz.

— Hola… ya volví. —comentó Cáncer dando un par de pasos al interior, en donde el resto de nosotros le observábamos asombrados, boca abierta y mirada sin pestañear.

Cáncer parecía haberse bañado en el barro. Estaba empapado de pies a cabeza de aquella sustancia viscosa de tonalidad café oscuro, en su mayoría seca, pero con sus ropas aun mostrando el rastro del húmedo lugar en el cual se había revolcado y, por si fuera poco, las ropas de su hombro derecho estaban rasgadas y se podía apreciar claramente un rastro de sangre seca, aunque a simple vista no se distinguía ninguna herida en su cuerpo.

— Hola. —atinó a contestar Alpha, contemplando impresionado al muchacho ante él, con su abrigo a medio poner.

— ¡Cáncer! —gritamos el resto casi al mismo tiempo.

— ¡Tributo para la bestia! —gritó Leo señalando al recién llegado, Cáncer parpadeó mientras ladeaba la cabeza intentando entender qué significaba esa voz de mando.

— ¿Tri-qué…? —alcanzó a preguntar.

Antes de poder decir agua va, nos lanzamos sobre el recién llegado y entre todos lo levantamos en brazos y lo llevamos corriendo a la habitación de Virgo. Si no le dábamos su tributo a tiempo, la bestia sería capaz de dejarnos sin comida por un año.

Cáncer no sabía qué estaba sucediendo, tampoco Alpha, quien se quedó como estatua ante la puerta abierta de la entrada principal, mirando pasmado cómo nosotros desaparecíamos con Cáncer en alto hacia las habitaciones al interior de la casa.

El Zodiaco

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