Читать книгу Donald W. Winnicott: Objetos transicionales y fenómenos transicionales - Mariana De Vincenzi - Страница 7
ОглавлениеBIOGRAFÍA DE DONALD W. WINNICOTT (1896-1971)
Donald Woods Winnicott nació el 7 de abril de 1896 en Plymouth, ciudad costera del condado de Devon. Hijo menor de los esposos Winnicott, tenía como hermanas a Violet (1889) y Kathleen (1891). Su padre, John Frederick Winnicott, era un hombre inteligente, con sentido del humor y carácter enérgico, a la vez honesto, de firmes principios y muy apegado a sus convicciones religiosas (la familia era metodista). Se dedicaba al comercio y participaba en la vida política. Dos veces fue alcalde y en 1924 fue nombrado Caballero (Sir) durante el reinado del rey Jorge V. Frederick Winnicott fue director general de Winnicott Brothers, empresa familiar fundada por el abuelo paterno de Donald. De igual forma, fue presidente de la Plymouth Mercantil Association y de la Plymouth Chamber of Commerce.
De su madre, Elizabeth Martha Woods Winnicott, se tiene poca información. Era hija del farmacéutico William Woods. Hay quienes la describen como una mujer sensible y franca, vivaz y comunicativa, capaz de mostrar sus sentimientos y expresarlos. Sin embargo, también se dice que tenía una personalidad con importantes rasgos depresivos; como afirmó Margaret Little en una entrevista en 1981 (Kahr, 1999). El poema de Winnicott, “El árbol”, podría dar cuenta de ello. Lo escribió a los 67 años de edad y lo compartió a su cuñado James Britton a quien pidió: “¿Le importaría ver esto que lastima al salir de mí? Pienso que tiene espinas que se asoman de alguna manera. No me había ocurrido antes y espero no vuelva a ocurrir” (Phillips, 1988: 29, i.).
El árbol
La madre abajo está llorando
llorando
llorando
Así la conocí
Una vez, extendido sobre sus rodillas
como ahora sobre el árbol muerto
Aprendí a hacerla sonreír,
a detener sus lágrimas
a deshacer su culpa
a curar su muerte interior
Darle vida era mi vida.
(Kahr, 1999: 46)
Debido a las diversas actividades de Frederick Winnicott, el tiempo que pasaba en la casa era muy escaso, por lo que Donald creció en un ambiente donde la mayoría eran mujeres. Además de su madre y hermanas, también vivían allí la tía Delia y su niñera Allie, con quien tuvo una muy buena relación por más de 50 años. Convivía con las institutrices, las empleadas domésticas y la cocinera.
Es muy probable que esta situación, aunada a su trabajo en la clínica de niños, despertara su interés por comprender tanto la complejidad que subyace al vínculo madre-hijo, la figura de la madre, como las dificultades por las que atraviesa la mujer durante la crianza de sus hijos.
Otro aspecto que pudo haberlo llevado a ocuparse de estos temas fue el cuidado que procuró a su madre en sus momentos depresivos. Como dice Kahr, “…la experiencia de cuidar a una madre triste y atender a sus necesidades puede haber estimulado fantasías de rescate en el joven Donald, impulsándole a dedicar su vida al cuidado de otras personas tristes” (Kahr, 1999: 47).
La familia y sus acompañantes vivían en Rockville, una mansión de cuatro niveles, donde había un huerto con árboles frutales, campo de croquet, tenis y un estanque, entre otros atractivos. Los días de Donald estaban llenos de juegos con sus hermanas y primos, hijos de su tío Richard, hermano de su padre, quienes vivían del otro lado de la calle. De igual forma apreciaba y disfrutaba la música (tenía un gusto especial por el canto y el piano) así como el deporte. Al entrar en la adolescencia incursionó en el teatro, la poesía y el baile.
Se sabe que su infancia fue muy buena, llena de juegos, educación, atenciones y mimos por parte de sus “múltiples madres” (como él mismo decía), lo cual lo llevó a sentirse seguro y cuidado en su hogar, a ser un niño feliz. Se podría dudar de tanto bienestar, sin embargo, Clare Winnicott, su segunda esposa, comentó,
…no faltarán los que piensen, quizá, que todo es demasiado hermoso para ser cierto; sin embargo, es la verdad: todo era muy hermoso, y por más que lo intentase no podría presentarlo bajo ninguna otra luz. Donald era, en lo más profundo de él mismo, un ser auténticamente feliz, y su capacidad de obtener placer fue siempre lo bastante fuerte como para permitirle triunfar sobre las contrariedades y las decepciones que debió sobrellevar. Por lo demás, en cierto aspecto la calidad de sus primeros años y su apreciación de éstos lo enfrentaron con un problema serio, cual [sic] fue el de liberarse de su familia para establecer por separado su propia vida y su identidad, sin sacrificar nada de aquella riqueza de los primeros años. Necesitó mucho tiempo para lograrlo (Winnicott, C., 1991: 23).
Además de la influencia del ambiente familiar en su desarrollo emocional y en sus futuros intereses clínicos y teóricos, Donald tuvo la experiencia de que sus padres le proveyeran lo que necesitaba. Esta situación tiene que ver con sus posteriores propuestas sobre la importancia de que las madres se identifiquen con sus hijos para poderles ofrecer los cuidados, justo en el momento en que los necesitan, lo cual favorece el sano desarrollo de su self.
Hubo dos eventos durante su juventud que influyeron de forma significativa en su trabajo profesional. Uno de ellos fue cuando Winnicott le rompió la nariz a Rosie (Rose), una muñeca1 que pertenecía a sus hermanas, con un palo de croquet. Su padre la reparó usando cerillos con los que calentó y remodeló la nariz de cera. Winnicott tenía un especial desagrado por la muñeca, ya que el padre la utilizaba para fastidiarlo en tono burlón. Le cantaba algo como, “Rosie le ha dicho a Donald te amo, Donald le ha dicho a Rosie, no lo creo” (Winnicott, C., 1991: 20).
Dice Winnicott,
Así pues, yo sabía que tenía que destrozar aquella muñeca, y gran parte de mi vida se basó en el hecho indiscutible de que yo había cometido realmente ese acto, sin haberme conformado con desearlo y proyectarlo.
…Y el rostro volvió a ser un rostro. Aquella primera demostración del acto de restitución y reparación me impresionó, ciertamente, y tal vez me hizo capaz de aceptar el hecho de que yo, un lindo chico inocente, me había vuelto efectivamente violento, de manera directa con la muñeca e indirecta con aquel padre de buen talante que comenzaba a penetrar entonces en mi vida consciente (Winnicott, C., 1991: 20-21).
Este evento lo llevó a darse cuenta de que la agresión es parte de la vida, que existe la posibilidad de reparar y que es muy importante para la psique en desarrollo que el objeto (el otro) sobreviva a los ataques agresivos. Las ideas que Winnicott desarrolló sobre la agresión tuvieron un impacto determinante en su vida profesional, al punto que terminó por alejarse de las propuestas fundantes de Freud como la pulsión de muerte.
El otro evento al que nos referimos fue el día en que, caminando a su casa al volver de la iglesia, Donald preguntó a su padre alguna inquietud que tenía sobre la religión. Frederick le contestó que leyera la Biblia, donde encontraría la respuesta exacta. Más tarde Winnicott comentó sobre este hecho: “Así fue como me dejó que me las arreglara solo, ¡gracias a Dios!, para resolver el problema” (Winnicott, C., 1991: 21). Este momento parece representar el inicio de su postura crítica, libre de dogmatismos. La confianza y seguridad en sí mismo fueron determinantes en la creación y difusión de sus nuevos enfoques y propuestas psicoanalíticas.
En 1910, a los 14 años, lo enviaron al internado metodista para varones Leys School, en Cambridge. Winnicott siempre fue un buen alumno, a la vez que dedicaba tiempo para realizar diversas actividades: por las tardes corría, andaba en bicicleta, jugaba al rugby, era scout y tenía amigos a quienes solía leer historias en voz alta.
En esa época se comenzó a interesar por las ciencias naturales, en especial lo atrapó el libro El origen de las especies por medio de la selección natural (1859) de Charles Darwin. Decía con respecto a esta obra: “No podía dejar de leerlo, y esto me metió en serios problemas porque parecía mucho más importante que los deberes. Y creo que lo era” (Kahr, 1999: 60). Años más tarde Winnicott comentó sobre su gusto por Darwin,
Lo principal era que mostraba que las cosas vivas podían examinarse científicamente, con el corolario de que las lagunas del conocimiento y de la comprensión no me deben asustar. Para mí esta nueva idea significaba una gran disminución de la tensión y, consecuentemente, una liberación de energía para el trabajo y para el juego (Kahr, 1999: 60).
Su ingreso al internado, con el consecuente distanciamiento de la familia, parece haberle generado importantes angustias de separación que, al parecer, transformó en forma de reparación, en empatía por los niños y, principalmente, por los menores refugiados de guerra. A pesar de lo difícil que pudo haber sido dejar la casa familiar, él reconoció que fue muy benéfico para su salud emocional, ya que de no haberlo hecho probablemente se hubiera quedado en casa como sus hermanas que no lograron tener una vida independiente.
Fue durante su estadía en Leys School que decidió estudiar medicina. Tras haber sufrido una rotura de clavícula Winnicott pensó: “Pude ver que durante el resto de mi vida tendría que depender de los médicos si me hacía daño o enfermaba, y la única manera de escapar de esta situación era convertirme yo mismo en médico” (Kahr, 1999: 63). En esta frase se asoma su temor a la dependencia. Sin embargo, también se observa su fortaleza, ya que persistió en su interés por la medicina a pesar de que el padre no estaba de acuerdo y deseaba que Donald siguiera sus pasos en el negocio familiar. Todo parece indicar que fue Stanley Ede (Jim), amigo de toda la vida de Donald, quien ayudó a convencer a Frederick para que apoyara a su hijo en su elección.
Se inscribió en el Jesus College, Universidad de Cambridge, en 1914, para comenzar sus estudios. Se sabe que Winnicott no estaba entusiasmado con sus materias. En especial la clase de fisiología le parecía aburrida, por lo que dedicó mucho tiempo a jugar y cantar; es más, alquiló un piano que tocaba constantemente, por lo cual su habitación se convirtió en el centro de reunión.
La Primera Guerra Mundial (1914-1918) comenzó y muchos colegios se transformaron en hospitales militares. En un primer momento Donald estuvo como ayudante de enfermero en Cambridge. Otros estudiantes se enlistaron para la guerra en la que murieron varios de sus amigos. Esta situación le dejó una marca. “Siempre tuvo, en efecto, el sentimiento de que le incumbía una doble responsabilidad: la de vivir no sólo por él mismo sino además por los que habían muerto” (Winnicott, C., 1991: 25). Muy probablemente esta situación lo llevó, en abril de 1917, a unirse a la marina como oficial médico. Margaret Little (1995) relata que cuando todavía era paciente de Winnicott, ésta le preguntó la razón por la que se había enlistado en la marina. Él respondió de inmediato que lo había hecho porque el color del uniforme hacía juego con el color de sus ojos.
Para noviembre de ese año, Winnicott continuó su formación médica en el Hospital St. Bartholomew’s en Londres. Uno de sus maestros fue Thomas Horder, quien estimulaba a sus alumnos para que cuidaran la relación interpersonal con sus pacientes (hecho poco usual en esa época); los alentaba a platicar con ellos y principalmente a escucharlos y generar un buen vínculo. Durante esa época Winnicott se enfermó del pulmón, por lo que estuvo hospitalizado en ese lugar durante tres meses; durante su internamiento sintió en carne propia los cuidados fríos y distantes de las enfermeras y los médicos. Dada la admiración de Winnicott por Horder y su experiencia como paciente, trabajó para promover una mejor relación médico-paciente que tomara en cuenta las necesidades emocionales de los enfermos.
Hemos visto el gran impacto que tuvo para Winnicott la lectura del texto de Darwin. De igual manera, durante su formación se fascinó con la lectura del filósofo Henri Bergson (con su concepto de élan vital –fuerza o impulso vital) y con La interpretación de los sueños (1900) de Freud. Éste último le despertó gran interés, ya que a partir de la Primera Guerra había dejado de recordar sus sueños, situación que no le gustaba e inquietaba, por lo que buscaba explicaciones. No sabemos si las encontró, pero sí que su interés por el psicoanálisis floreció.
En 1920 terminó la carrera de medicina y continuó con la especialización en pediatría. Para 1923 ya tenía dos puestos hospitalarios: uno en Queen’s Hospital for Children y el otro en Paddington Green Children’s Hospital, en el cual trabajó 40 años. En esa época comenzó a atender pacientes de forma privada en Harley Street. Se sabe que en un comienzo tenía muy pocos pacientes y con la finalidad de aumentar su consulta y tener más tiempo para trabajar en los temas que le interesaban (como los aspectos psicológicos de las enfermedades), pagaba el pasaje de algunos de ellos para que acudieran a su consultorio. Acabada la consulta, les hacía a sus pequeños pacientes un abanico o una flecha.
Se sabe que en un comienzo Winnicott quería ser médico general y trabajar en las zonas rurales, pero fue a causa de su encuentro con los textos de Freud que decidió quedarse en Londres para comenzar una formación analítica. El pastor y psicoanalista Oscar Pfister lo introdujo de manera más profunda en las lecturas psicoanalíticas. Gracias a la recomendación de Ernest Jones (biógrafo de Freud y fundador de la Sociedad Británica de Psicoanálisis) eligió a James Strachey (traductor al inglés de las obras completas de Freud) como analista. Su proceso duró diez años, tiempo nada común para esa época en que los tratamientos abarcaban no más de 24 meses.
Ese mismo año, el 7 de julio de 1923, se casó con su primera esposa, la alfarera y ceramista Alice Buxton Taylor, de 31 años. El matrimonio duró 25 años. La pareja no tuvo hijos (tampoco los tuvo con su segunda esposa, Clare). De su vida marital se sabe que tuvieron problemas importantes, en parte porque Alice tenía serios padecimientos psiquiátricos.
Dado el interés que Winnicott compartía con Melanie Klein (expaciente de Sándor Ferenczi y de Karl Abraham) en relación con el análisis infantil, Strachey lo contactó con ella cuando la analista vienesa se estableció definitivamente en Londres en 1926. Un año más tarde y por los siguientes seis años, Klein supervisó los casos de Winnicott. La influencia de M. Klein sobre la obra de Winnicott incluye: la importancia del desarrollo temprano, el mundo interno, la fantasía, el juego en el análisis de niños, así como el uso de los juguetes. Winnicott elaboró estas preocupaciones hasta crear sus propias propuestas. En otros aspectos se pueden observar diferencias fundamentales, como su posición ante la pulsión de muerte, la agresión, la envidia primaria, el papel de la madre en el desarrollo temprano, el ambiente y la realidad externa.
En 1927 ingresó al Instituto de Psicoanálisis de Londres. Poco a poco se relacionó y conoció a otros analistas que también estaban comenzando a utilizar el psicoanálisis para abordar problemas infantiles: Anna Freud, Alice Balint y August Aichhorn. Sin embargo, Winnicott fue el primer analista infantil que terminó su formación en Inglaterra y, por varios años, fue el único analista con especialidad en pediatría.
En 1931 escribió su primer texto, Clinical Notes on Disorders of Childhood, y que dedicó a su esposa Alice. Para 1935, Winnicott se incorporó a la Sociedad Británica de Psicoanálisis con el trabajo “La defensa maníaca”. Sus supervisoras para el psicoanálisis de adultos fueron Nina Searl y Ella Freeman Sharpe, y en psicoanálisis infantil, Melanie Klein, Melitta Schmideberg y Nina Searl. Klein quiso que Winnicott analizara a su hijo Erich y le pidió supervisar el caso. Donald lo analizó pero se negó a supervisar el caso con ella. También analizó a la hija de Ernest Jones, Nesta May.
Una vez que Winnicott terminó su tratamiento con Strachey, quiso reanalizarse con Klein, quien solía tomar como pacientes a sus discípulos; sin embargo, ella no lo aceptó y le recomendó a su discípula Joan Riviere (expaciente de Ernest Jones y Freud). El análisis comenzó en la segunda mitad de la década de los treinta y fue un proceso con muchos contratiempos y varios desencuentros.
En el periodo conocido como de las Grandes Controversias (1942-1945), los conflictos entre Anna Freud y Melanie Klein, en relación con el análisis infantil, entraron en su punto más problemático. Winnicott tenía poco interés por el poder y el dogmatismo por lo que prefirió no tomar partido por ninguna de las posiciones. Aunque acudió a algunas reuniones, no participó en los debates. En cambio, acabó formando parte del Grupo Intermedio (Middle Group) o Grupo Independiente. En “Un modo personal de ver el aporte kleiniano” escribió: “…nunca he sido capaz de seguir a otro, ni siquiera a Freud” (Winnicott, [1962b] 1996: 230). Algunos de los analistas de este grupo intermedio fueron: M. Balint, M. Little, M. Khan, J. Bowlby, R. Fairbairn, M. Milner y E. Sharpe.
En torno a la Segunda Guerra Mundial, el medio psicoanalítico, especialmente en Inglaterra, dirigió su atención al estudio de la relación madre-hijo. Fue una época en la que se revaloró a la madre con sus cuidados; se estudiaron los efectos que genera en los bebés la ausencia de ella, así como su separación en épocas tempranas del desarrollo. En Londres, Anna Freud editó la revista The Psychoanalytic Study of the Child, que apareció en Nueva York bajo la dirección de Heinz Hartmann, Ernst Kris y Rudolph Loewenstein (Zaretsky, 2012).
Es en esta época, terminada la guerra y el periodo de las Controversias, que Winnicott escribe su primer artículo con características que representan la originalidad de su pensamiento: “Desarrollo emocional primitivo” (1945a). A sus 49 años vemos a un Winnicott libre, que expresa sus propias ideas. Era un “revolucionario”, definía Masud Khan. También leemos a un Winnicott con nuevas conceptualizaciones, a quien, como dicen Abello y Liberman,
…no le generaba ninguna simpatía repetir conceptos acuñados en la jerga psicoanalítica. Creía que de esa forma se corría el riesgo de repetir ideas sin pensar, sin pensarlas de manera personal y singular, de suponer –muchas veces– un acuerdo implícito alrededor de los conceptos sin que existiese posibilidad de saber si estábamos hablando de lo mismo o no (Abello y Liberman, 2011: 38).
Sobre su forma de trabajar él explicaba: “…voy recogiendo cosas, aquí y allá, me enfrento a mi experiencia clínica, me formo mis propias teorías y luego, al final de todo, pongo interés en ver cuáles son las ideas que he tomado de otros” (Winnicott, [1945a] 1979: 199). Esto lo llevó a recibir serias críticas, ya que era muy común que no citara sus fuentes.
En la década de los cincuenta su pensamiento fue muy creativo y profundo. Creó el juego del garabato, Squiggle, al que dio un uso terapéutico en el análisis de niños. También desarrolló conceptos como madre suficientemente buena y preocupación maternal primaria, nociones centrales en su teoría sobre el desarrollo temprano. Escribió sobre la capacidad de estar solo ante la presencia de otro y se ocupó de importantes aspectos de la tendencia antisocial. En 1951 escribió la primera versión de “Objetos y fenómenos transicionales. Estudio de la primera posesión no-yo”. Clare Winnicott comenta en relación con el autor y el texto,
Según he sugerido, la clave fundamental del trabajo de Winnicott sobre los objetos y fenómenos transicionales ha de encontrarse en su propia personalidad, su manera de relacionarse y de hacer que los demás se relacionaran con él, y en todo su estilo de vida.
…Quiero decir que fue su capacidad para el juego, que jamás lo abandonó, lo que lo condujo hacia el ámbito de investigación que conceptualizó como objetos y fenómenos transicionales (Abello y Liberman, 2011: 28).
Sus nuevos desarrollos y aportaciones lo llevaron a tener dificultades y produjeron fuertes críticas. Algunas de éstas se referían a las modificaciones técnicas que proponía. En este sentido escribió,
En mi opinión, nuestros fines en la práctica de la técnica estándar no se modifican si interpretamos los mecanismos mentales correspondientes a los tipos psicóticos de trastorno y a las etapas primitivas de los estados emocionales del individuo. Si nuestro fin sigue siendo verbalizar la conciencia naciente en términos de transferencia, estamos practicando análisis; en caso contrario, somos analistas que practican alguna otra cosa que consideramos apropiada para la ocasión. Y, ¿por qué no? (Winnicott, [1962a] 1996: 221-2).
En 1951 Winnicott se casó con Clare Britton, trabajadora social con especialidad en psiquiatría. Ambos trabajaron juntos en un proyecto de evacuación de niños víctimas de la Segunda Guerra Mundial, el Oxfordshire Evacuation Hostel Scheme. En su consulta privada comenzó a tratar pacientes psicóticos, lo que le ayudó a ampliar su comprensión de la psicología infantil. De igual forma trabajó con problemas de delincuencia infantil, a la cual denominó tendencia antisocial. Estas experiencias le llevaron a desarrollar nuevos conceptos como el de holding (sostén).
Este matrimonio con Clare fue más feliz y productivo que su anterior unión con Alice. Además de trabajar juntos en algunos proyectos, también escribieron en coautoría varios artículos. Según menciona Clare, en su vida matrimonial jugaban mucho con las cosas y las ideas. Podría decirse que vivían en el área del juego donde todo es permitido. La relación fue muy buena, y de acuerdo con su esposa, Winnicott sólo se enojaba con ella cuando se lastimaba o enfermaba (Winnicott, C., 1991). Ella refiere que Donald tenía un gusto especial por Bach, Beethoven y los Beatles. Le gustaba leer a los poetas Dylan Thomas, T.S. Eliot y Edward Lear, en especial “The Owl and the Pussy-cat”. A Clare también le interesó el psicoanálisis, por lo que se formó como psicoanalista. Clifford Scott y Melanie Klein fueron sus analistas.
Además de su tarea como psicoanalista, Winnicott fue analista didáctico de la Sociedad Británica de Psicoanálisis, miembro de su Consejo, secretario científico, secretario de formación, presidente del Simposio de 1944 y presidente de dicha Sociedad en los periodos de 1956 a 1959 y de 1965 a 1968. Entre sus varios reconocimientos figuran el de miembro y socio de honor de la Real Sociedad de Medicina y presidente de la Asociación para la Psicología y Psiquiatría Infantil.
En la década de los sesenta escribió sus nuevos aportes sobre el self. En “La distorsión del yo en términos de self verdadero y falso” (1960b), explica el nacimiento del self y sus distintos posibles caminos a lo largo del desarrollo. Otra contribución de suma importancia que lo apartó radicalmente de la postura de Klein en el tema de la agresión fue “Agresión, culpa y reparación”, del mismo año. Otros textos sobresalientes de esa época son: “El miedo al derrumbe” (1963)2 y Psicoanálisis de una niña pequeña (The Piggle). El tratamiento se llevó a cabo en 1964 y sus notas fueron publicadas en el formato de libro en 1977. En éste podemos observar a Winnicott trabajando con una pequeña de dos años y meses, en un tratamiento “a pedido”. Se le considera así pues era la misma Gabrielle, Piggle, quien pedía a sus padres la llevaran a consulta. En 1965 publicó Los procesos de maduración y el ambiente facilitador. Estudios para una teoría del desarrollo emocional.
Lamentablemente, fue en esa época cuando comenzó a tener importantes problemas de salud, principalmente a causa de una patología cardíaca que le ocasionó algunos infartos. Continuó trabajando y escribiendo pero redujo sus actividades. En 1963 tuvo que dejar, muy a su pesar, su trabajo en el Paddington Green Children’s Hospital. Entre 1967 y 1968 (tres años antes de su muerte) viajó a Estados Unidos a dictar unas conferencias. En una de ellas presentó su artículo “El uso de un objeto y la relación por medio de identificaciones”, que no agradó al público. Fue tal su malestar que al regresar al hotel sufrió otro infarto; sin embargo, a pesar de su precaria salud, a su regreso a Londres mejoró el texto que se convirtió en uno de los más importantes de su obra.
En un intento de enfrentarse a su propia muerte, Winnicott comenzó a escribir su autobiografía que quedó inconclusa. En ella podemos encontrar la famosa frase que da cuenta de su forma de vivir y de comprender la vida.
¡Oh Dios! Haz que esté vivo cuando me muera.
(Winnicott, C., 1991: 16)
En la madrugada del 25 de enero de 1971, Donald W. Winnicott murió en Londres de un ataque al corazón. Lamentablemente, Masud Khan no alcanzó a informarle que el libro que habían preparado, Realidad y juego, donde se presenta la última versión del artículo “Objetos transicionales y fenómenos transicionales”, ya estaba por ser publicado. Seguramente esta noticia lo hubiera alegrado mucho.
Médico, pediatra, analista, clínico y teórico, profesor, conferencista, tuvo famosas intervenciones en la radio: en la British Broadcasting Corporation (B.B.C. de Londres) dio una serie de cincuenta pláticas, dirigidas principalmente a los padres, con un carácter divulgativo. Sus charlas se caracterizaban por su claridad y sencillez al transmitir conceptos acerca del desarrollo temprano y de la importancia de los cuidados maternos. De igual forma, dio conferencias al público del medio psicoanalítico, psicológico y psiquiátrico, tanto en Europa como en América. Escribió once libros y cientos de artículos siempre en un lenguaje vivo y creativo, a veces sencillo y en otras ocasiones más complejo. Marion Milner recuerda haberle escuchado decir: “Lo que encontrarán ustedes en mí, tendrán que sacarlo del caos” (Abello y Liberman, 2011: 36). También redactó una gran cantidad de cartas que fueron compiladas por Robert Rodman, muchas de las cuales se encuentran en el libro El gesto espontáneo (1987). Gran parte de su material se publicó, como Realidad y juego (1971a), de manera póstuma, gracias al esfuerzo de Clare Winnicott, M. Khan y otros de sus editores. Clare también se encargó de iniciar la Fundación Winnicott que se dedica a conseguir fondos y ayudar a niños prematuros, neo-natos delicados, bebés enfermos, así como a sus familias. Unos años después de su muerte se creó The Squiggle Foundation, con el objetivo de estudiar y difundir las teorías de Winnicott.
Del mismo modo que Winnicott pudo estar vivo cuando murió, su vasta herencia psicoanalítica así como su ánimo creativo siguen estando vivos en todos los que creemos, como él, que la vida vale la pena ser vivida y que nuestra labor como analistas es ser el ambiente que facilite a nuestros pacientes la posibilidad de sentirse vivos y reales.
1 Dado el tema del presente texto, es importante mencionar que Winnicott tuvo como objeto transicional una muñeca llamada Lily, la cual pertenecía a su hermana menor.
2 La fecha de este artículo es incierta. Fue publicado en International Journal of Psycho-Analysis en 1974. Sin embargo, parece ser que Winnicott lo preparó para una conferencia que dictó en la Clínica Davidson de Edimburgo en 1963, aunque en realidad presentó otro trabajo.