Читать книгу La gran fórmula - Marie Barraco - Страница 5

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Es vital poder entender la base de todo este misterio de la vida, todos hemos oído en alguna forma de la existencia de leyes universales, que nos gusten o no, las tengamos en cuenta o no, de todas maneras ellas operan en el todo y para todos en este universo.

Así como la ley de gravedad no depende de nuestras expectativas, ni de nuestro pensar, ni de si estamos de acuerdo o no con ella, ella siempre está activa... cualquier cosa que soltemos caerá, inevitablemente. Eso en cierta manera lo tenemos asimilado, o sea que al soltársenos un hermoso adorno de cristal de nuestras manos, sabemos que se estrellará contra el suelo, inevitablemente, aunque nuestro deseo esté en su contra, lo cual significa que contra esa ley universal no se puede luchar.

¿Por qué luchamos contra la existencia?, es tan amplia nuestra manera de ver la vida que en ella misma solo hay estrechez, solo hay limitación, por más que la ciencia avanza, a nuestros ojos, es imposible avanzar en lo que a nuestra evolución se refiere, es que nuestros ojos no ven lo que es en realidad, tan solo interpretamos lo que queremos ver... Tenemos dado tan por hecho lo que vemos que nos hemos convertido en los más grandes ciegos, todo ser en el disfraz que ande por aquí, en un árbol, una flor, un ave, un animal, un pez, en verdad saben mirar, en ellos mismos no hay tal cosa como el interpretar nuestro, ellos ven la vida totalmente diferente.

Nuestros sentidos nos dicen que el suelo está quieto, que el sol sale por el este y se pone sobre el oeste, cuando científicamente sabemos que no es cierto, que no es así como lo vemos, nuestros sentidos reciben información y energía, e inmediatamente nuestra mente interpreta, por eso nunca vemos lo real, vemos nuestro cuerpo como materia, palpable, consistente, cuando en verdad no somos más que un flujo de átomos y moléculas, un ir y venir de vibración, pero eso no somos capaces de percibirlo ni entenderlo, nos suena algo como tan solo pruebas científicas, pero muy distantes de ser nuestra realidad, no lo tenemos más que por una asignatura para estudiantes. De esta manera, caminamos como ciegos, envueltos en un sinfín de acontecimientos, ante los cuales no vemos, ni oímos, cuanto menos hablar de tacto, gusto u olfato, todo es tan distorsionado para nosotros que nos quedamos dentro de ese pequeño mundito que nos construimos alrededor, nada fuera de él nos interesa, ni nos quita el sueño. Pero desde ahí es imposible vivir una vida ilimitada, cuanto más pequeño nuestro mundito, más imposibilitado de colores, de música, de belleza, y mucho más se percibe la infelicidad, angustia, soledad, fracaso...

Estamos tan aislados que desde ahí es imposible no sentirnos solos, olvidados, decepcionados, sin tener con quién contar en realidad, desde ahí el ser humano ha creado sus infinitas religiones por todo el mundo, así debe crearse alguien que desde otro lugar le ayude, le acompañe, le perdone, le arrope, aunque sea para un día en el futuro, que le prometa una vida con más sentido, con seguridad, con paz y descanso. Pero nada de eso ha servido para vivir un aquí y ahora diferente, una realidad que en verdad valga la pena vivir, que en verdad le den ganas de vivir, de disfrutar, de danzar, de cantar...

La única verdad es que nuestra vida carece de color, de tibieza, de música, nos creemos los seres más avanzados sobre este universo, en verdad no es más que un autoengaño creado por nuestro infinito ego. Todo lo demás que respira, late, vibra por aquí carece de ego, solo fluye en este hermoso universo, saben que son y están, son ellos mismos, no necesitan máscaras, ni aparentar, no se autocompadecen, no, no tienen necesidad de eso, por eso son totales, en la totalidad solo se despliega el bienestar, el gozo, la calma.

Pero nosotros no somos totales, estamos tan divididos que como frente a un sinfín de espejos, solo interpretamos enemigos por todos lados, no vemos que somos nosotros mismos proyectados en todos esos espejos... infinitas máscaras, infinitos sentires, estados de ánimos, nos han conducido a la vida que hemos llevado, desde hace millones de años, el ser humano solo sigue siendo el mismo, con toda su violencia, su maldad, su inseguridad, su interés propio, su competitividad, su desdicha, su angustia, sus preguntas, sus desalientos, su miedo a la muerte...

La gran fórmula

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