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TESTIMONIO

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Hablar de un encuentro con Dios es penetrar en lo más sensible del ser humano, es hablar de su Creador, si el ser humano cree que existe; y para aquel que no cree es hablarle de una fantasía que reclama todo en su nombre y que llama Dios. En cualquiera de los dos casos, estamos enfrentados a una difícil recepción de parte de la criatura humana a quien dirijo un sentido testimonio de encuentro con Dios Creador, y para el no creyente, un testimonio de ilusión.

Hay dos razones principales que llevan a un ser humano a declarar un encuentro con Dios en forma pública: la primera es la necesidad de compartir algo de origen sobrenatural, que no se puede guardar por medios naturales y la segunda es la inspiración de la misma revelación presentada en dicho encuentro con Dios, que dirige a la criatura humana a comunicar, en forma de mensaje, toda la enseñanza infusa en el espíritu, por el mismo Dios. Podríamos decir que si Dios escoge una criatura para un encuentro personal es para que ésta comunique y dé fe de dicho encuentro para el beneficio de las almas.

En los inescrutables misterios de nuestro Creador, contamos con miles de encuentros personales entre Él y sus criaturas humanas; innumerables pasajes de las Sagradas Escrituras así lo demuestran. Ahora bien, tanto el sentido como el destino del mensaje mismo, están vinculados al tiempo en el cual se realiza esa revelación y al instrumento humano en quien se deposita esa gracia. Existen revelaciones personales hechas a religiosos, que los han fortalecido para que sean luz en su monasterio o comunidad e inspiración espiritual para quienes los rodean. Dichas revelaciones se conocen, muchas veces, años después de la muerte de estas criaturas escogidas. No obstante, cuando la revelación tiene como objetivo un sinnúmero de almas escogidas, el portador vive la urgencia de dar a conocer su contenido para lo cual recibe los dones necesarios con el fin de llevar esta delicada tarea, hasta su pleno cumplimiento.

Así que la historia que voy a presentar posee estas características de urgencia, ya que todo lo que yo recibí en el encuentro con el Señor, es para comunicarlo a todos aquellos a quienes Él, desde siempre, escogió para que recibieran este mensaje.

Lo más sorprendente del testimonio que van a leer es que no ofrece absolutamente nada nuevo, nada que no haya sido revelado ya, nada que no esté escrito. Sin embargo, en obediencia a nuestro Señor, lo comunicaré, sabiendo, al mismo tiempo, que la verdad será siempre manifestada en infinitas formas de expresión y aún siendo la misma verdad parece que se renovara en cada nuevo amanecer en sus criaturas. Si la verdad nos cansara, no podríamos resistir la presencia del mismo sol y la misma luna, que repetidamente encontramos cada día; no obstante, parecen como si fueran un nuevo sol y una nueva luna, sabiendo que son los mismos astros que siempre brillan.

Este maravilloso encuentro con el Señor sucedió durante mi secuestro en Colombia, Suramérica, el día de Navidad, 25 de diciembre de 1997. Es mi intención referirme al hecho, doloroso, del secuestro, únicamente para conducir

al lector a la experiencia mística, razón y eje central de este libro.

La situación política de Colombia y los motivos que mueven a estos insurgentes a cometer estos crímenes no son, de ninguna manera, parte de esta historia; por consiguiente, todo lo que se mencione de Colombia y de estos criminales estará estrechamente ligado a la experiencia espiritual y nada más. El mensaje del Señor es para las almas y éstas no tienen nacionalidad, ni filiaciones políticas o ideológicas. Las almas tienen un sólo destino: la salvación o la condenación eterna.

Respeto la interpretación, impresión y posición que el lector tome cuando reciba este testimonio. No intento convencer a nadie; mucho menos convertirlo. Sé, con seguridad, que sólo por la gracia de Dios se puede llegar a Él. Si el Señor quiere que, por medio de estas líneas, un ser humano se le acerque y transforme su vida, es algo que no sucederá por mi historia ni por mi experiencia en el secuestro, sino por Su gracia y Su misericordia.

Siempre estuve convencido que, en materia mística, yo tenía todas las respuestas y que nada ni nadie haría cambiar mi visión y estilo de vida. Por esto me dediqué con mayor interés a escribir este libro, ya que desde el momento de este encuentro, además de entrar en obediencia con Dios, comencé a vivir una continua y sorprendente realidad, la cual motivó en mí la urgencia de compartir todo, con el mayor número posible de personas. Descubrí entonces, que no tenía todas las respuestas y, además, que la experiencia mística de toda mi vida, antes de mi conversión, no venía de Dios, sino de la oscuridad.

De la Oscuridad a la Luz

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