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3. Los distintos repertorios de acción, de las clases medias y de los más pobres

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La mayor sorpresa para el gobierno y para todos los chilenos fue que, decretado el «estado de emergencia», las movilizaciones continuaron, es decir la medida que ponía militares en las calles no actuó como antídoto ni descomprimió la protesta, que tomó dos formas; caceroleo y ocupación de plazas (Plaza Italia en el centro y Plaza Ñuñoa en el sector oriente, entre las más visibles en Santiago), así como «marchas» en provincias y saqueos en los barrios de Santiago e importantes ciudades a lo largo del país.

Las manifestaciones fueron reporteadas por los medios de comunicación (radios y TV) de modo casi ininterrumpido, con un doble discurso: protestar pacíficamente es un derecho, saquear es un delito. Evidentemente en este discurso de los medios está en juego la legitimidad de la protesta social, que revela la acción de dos grupos

sociales distintos, la de clase media7 y la de los sectores más pobres. A estos últimos se los criminaliza con una variedad de argumentos que van desde la condena a la violencia hasta la defensa de la democracia. Lo que no se dice es que la precariedad de la democracia es el resultado del predominio de los intereses de unos pocos, que han sido protagonistas de los mayores actos de corrupción en los últimos años y que, además, se protegen entre sí mediante juicios prolongados y sin destino o restituyendo algo de lo robado al Estado, o con condena a «clases de ética».

La convivencia de diversos repertorios de acción genera diferencias en la «opinión pública», fuertemente reforzada por los medios de comunicación, que condenan en coro «la violencia». Sin embargo, hay que admitir que si esto no hubiese ocurrido –los ataques a los símbolos del Estado y de mercado– no estaríamos en medio de un estallido y de una crisis que abre las posibilidades de recrear y reimaginar el futuro de la sociedad chilena.

Probablemente las manifestaciones continuarán en estos días, aunque hay que admitir que la represión y la presencia militar en las calles surtirán sus efectos, especialmente en relación a los saqueos, pero no es claro que disminuya la presión social y política, diversificándose los repertorios de acción (o, dicho de otro modo, las formas de lucha), mediante marchas, caceroleos, paralizaciones, pronunciamientos públicos, llamados a «protesta nacional», donde las acciones pacíficas convivirán con brotes de violencia social. No ignoramos que las diferencias en los repertorios de acción generan divisiones y conflictos, que pueden dificultar políticas de alianza y ser manejados por el gobierno y los medios de comunicación como una estrategia para legitimar la represión.

Estallido social y una nueva Constitución para Chile

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