Читать книгу Los éxtasis de Teresa - Marisa Bou - Страница 11
ОглавлениеExclamaciones del alma a Dios
Si queréis que esté holgando,
quiero por amor holgar,
si me mandáis trabajar,
morir quiero trabajando;
decid dónde, cómo y cuándo,
decid dulce amor decid:
¿qué mandáis hacer de mí?
Querría gozar de grandísima gloria. Es como uno que
está, la candela en la mano, que le falta poco para morir muerte
que la desea; está gozando en aquella agonía con el mayor deleite
que se puede decir. No me parece que es otra cosa sino un morir
casi del todo a todas las cosas del mundo y estar gozando de Dios.
Muchas veces estaba así como desatinada y embriagada en este
amor, y jamás había podido entender cómo era. Bien entendía que
era Dios, mas no podía entender cómo obraba aquí; porque en
hecho de verdad están casi del todo unidas las potencias, mas no
tan engolfadas que no obren. Gustado he en extremo de haberlo
ahora entendido. ¿Bendito sea el Señor, que así me ha regalado!
Querría dar
voces en alabanzas el alma, y está que no cabe en sí; un
desasosiego sabroso. Ya se abren las flores, ya comienzan a dar
olor. Aquí querría el alma que todos la viesen y entendiesen su
gloria para alabanzas de Dios, y que la ayudasen a ella, y darles
parte de su gozo, porque no puede tanto gozar
Rompa vuestra merced esto que he dicho, si le pareciere, y tómelo
Por carta para sí, y perdóneme, que he estado muy atrevida.
Razonablemente está dicho de este modo de oración y lo que ha
de hacer el alma o, por mejor decir, hace Dios en ella, que es el que
toma ya el oficio de hortelano y quiere que ella huelgue. Sólo
consiente la voluntad en aquellas mercedes que goza. Y se ha de
ofrecer a todo lo que en ella quisiere hacer la verdadera sabiduría,
porque es menester ánimo, cierto. Porque es tanto el gozo, que
parece algunas veces no queda un punto para acabar el ánima de
salir de este cuerpo. ¡Y qué venturosa muerte sería!
Yo sé
persona que, con no ser poeta, que le acaecía hacer de presto
coplas muy sentidas declarando su pena bien, no hechas de su
entendimiento, sino que, para más gozar la gloria que tan sabrosa
pena le daba, se quejaba de ella a su Dios. Todo su cuerpo y alma
querría se despedazase para mostrar el gozo que con esta pena
siente. ¿Qué se le pondrá entonces delante de tormentos, que no le
fuese sabroso pasarlos por su Señor?
En toda la oración y modos de ella que queda dicho, alguna cosa
trabaja el hortelano; aunque en estas postreras va el trabajo
acompañado de tanta gloria y consuelo del alma, que jamás querría
salir de él, y así no se siente por trabajo, sino por gloria.
Acá no hay sentir, sino gozar sin entender lo que se goza.
Entiéndese que se goza un bien, adonde juntos se encierran todos
los bienes, mas no se comprende este bien. Ocúpanse todos los
sentidos en este gozo, de manera que no queda ninguno
desocupado para poder en otra cosa, exterior ni interiormente.
Antes dábaseles licencia para que, como digo, hagan algunas
muestras del gran gozo que sienten; acá el alma goza más sin
comparación, y puédese dar a entender muy menos, porque no
queda poder en el cuerpo, ni el alma le tiene para poder comunicar
aquel gozo.
No pongáis tesoro semejante adonde aún no está
─como ha de estar─ perdida del todo la codicia de consolaciones de
la vida, que lo gastará mal gastado. ¿Cómo dais la fuerza de esta
ciudad y llaves de la fortaleza de ella a tan cobarde alcaide, que al
primer combate de los enemigos los deja entrar dentro?
¡Oh ánima mía, qué batalla tan admirable has tenido en esta pena, y cuán al
pie de la letra pasa así! Pues mi Amado a mí, y yo a mi Amado: ¿quién será el
que se meta a despartir y a matar dos fuegos tan encendidos? Será trabajar en
balde, porque ya se ha tornado en uno.
Santa Teresa de Jesús