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Exclamaciones del alma a Dios

Si queréis que esté holgando,

quiero por amor holgar,

si me mandáis trabajar,

morir quiero trabajando;

decid dónde, cómo y cuándo,

decid dulce amor decid:

¿qué mandáis hacer de mí?

Querría gozar de grandísima gloria. Es como uno que

está, la candela en la mano, que le falta poco para morir muerte

que la desea; está gozando en aquella agonía con el mayor deleite

que se puede decir. No me parece que es otra cosa sino un morir

casi del todo a todas las cosas del mundo y estar gozando de Dios.

Muchas veces estaba así como desatinada y embriagada en este

amor, y jamás había podido entender cómo era. Bien entendía que

era Dios, mas no podía entender cómo obraba aquí; porque en

hecho de verdad están casi del todo unidas las potencias, mas no

tan engolfadas que no obren. Gustado he en extremo de haberlo

ahora entendido. ¿Bendito sea el Señor, que así me ha regalado!

Querría dar

voces en alabanzas el alma, y está que no cabe en sí; un

desasosiego sabroso. Ya se abren las flores, ya comienzan a dar

olor. Aquí querría el alma que todos la viesen y entendiesen su

gloria para alabanzas de Dios, y que la ayudasen a ella, y darles

parte de su gozo, porque no puede tanto gozar

Rompa vuestra merced esto que he dicho, si le pareciere, y tómelo

Por carta para sí, y perdóneme, que he estado muy atrevida.

Razonablemente está dicho de este modo de oración y lo que ha

de hacer el alma o, por mejor decir, hace Dios en ella, que es el que

toma ya el oficio de hortelano y quiere que ella huelgue. Sólo

consiente la voluntad en aquellas mercedes que goza. Y se ha de

ofrecer a todo lo que en ella quisiere hacer la verdadera sabiduría,

porque es menester ánimo, cierto. Porque es tanto el gozo, que

parece algunas veces no queda un punto para acabar el ánima de

salir de este cuerpo. ¡Y qué venturosa muerte sería!

Yo sé

persona que, con no ser poeta, que le acaecía hacer de presto

coplas muy sentidas declarando su pena bien, no hechas de su

entendimiento, sino que, para más gozar la gloria que tan sabrosa

pena le daba, se quejaba de ella a su Dios. Todo su cuerpo y alma

querría se despedazase para mostrar el gozo que con esta pena

siente. ¿Qué se le pondrá entonces delante de tormentos, que no le

fuese sabroso pasarlos por su Señor?

En toda la oración y modos de ella que queda dicho, alguna cosa

trabaja el hortelano; aunque en estas postreras va el trabajo

acompañado de tanta gloria y consuelo del alma, que jamás querría

salir de él, y así no se siente por trabajo, sino por gloria.

Acá no hay sentir, sino gozar sin entender lo que se goza.

Entiéndese que se goza un bien, adonde juntos se encierran todos

los bienes, mas no se comprende este bien. Ocúpanse todos los

sentidos en este gozo, de manera que no queda ninguno

desocupado para poder en otra cosa, exterior ni interiormente.

Antes dábaseles licencia para que, como digo, hagan algunas

muestras del gran gozo que sienten; acá el alma goza más sin

comparación, y puédese dar a entender muy menos, porque no

queda poder en el cuerpo, ni el alma le tiene para poder comunicar

aquel gozo.

No pongáis tesoro semejante adonde aún no está

─como ha de estar─ perdida del todo la codicia de consolaciones de

la vida, que lo gastará mal gastado. ¿Cómo dais la fuerza de esta

ciudad y llaves de la fortaleza de ella a tan cobarde alcaide, que al

primer combate de los enemigos los deja entrar dentro?

¡Oh ánima mía, qué batalla tan admirable has tenido en esta pena, y cuán al

pie de la letra pasa así! Pues mi Amado a mí, y yo a mi Amado: ¿quién será el

que se meta a despartir y a matar dos fuegos tan encendidos? Será trabajar en

balde, porque ya se ha tornado en uno.

Santa Teresa de Jesús

Los éxtasis de Teresa

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