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Los samaritanos

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Los samaritanos vivían principalmente en Samaria, la región situada entre Judea (donde estaba Jerusalén) y Galilea (donde Jesús vivió y llevó a cabo la mayor parte de su ministerio; véase el mapa 1.2). Ellos afirmaban que eran el verdadero Israel (los descendientes de las tribus «perdidas» que fueron llevadas al cautiverio asirio alrededor de 722 a. e. c.) y que los judíos representaban a un grupo de disidentes que había iniciado cuando Elí estableció un santuario rival en Silo (véase 1 S. 1:3). Los samaritanos tenían su propio templo en el monte Gerizim y afirmaban que era el santuario original; consideraban el templo de Jerusalén como un santuario secundario, construido por los heréticos (véase Jn. 4:19-22). No aceptaban nada como Escritura aparte del Pentateuco (los primeros cinco libros de la Biblia), y tenían su propia versión del Pentateuco, que difería en puntos clave del de los judíos (p. ej., uno de los Diez Mandamientos afirma que se debe adorar al Señor solamente en el monte Gerizim). Los samaritanos afirmaban que su versión del Pentateuco era la original y que los judíos habían falsificado el texto producido por Esdras durante el exilio babilonio.

Según los judíos, los samaritanos no eran hijos de Israel en absoluto; más bien, eran descendientes de colonos extranjeros que los asirios habían llevado a la tierra después de la conquista en 722 a. e. c., en el mejor de los casos, la descendencia de Israel que habían abandonado sus tradiciones y se habían casado con extranjeros. Los líderes religiosos tanto judíos como samaritanos enseñaban que era incorrecto tener cualquier contacto con el grupo opuesto. Idealmente, los judíos y los samaritanos no debían ingresar al territorio de los otros, ni siquiera hablarse los unos a los otros. Sin embargo, durante el período del Nuevo Testamento, Samaria estuvo bajo el gobierno romano y los romanos no reconocieron a Samaria ni a Judea como países separados; simplemente los agruparon (junto con Idumea) como un reino con un solo gobernante. El historiador judío romano Josefo narra numerosas confrontaciones violentas entre los judíos y los samaritanos a lo largo de la primera mitad del siglo I.

En el Nuevo Testamento, a Jesús frecuentemente se le representa con una actitud compasiva, por no decir amistosa, hacia los samaritanos: sorprende a una mujer samaritana al tener una conversación con ella (Jn. 4:3-26), e incluso señala a samaritanos individuales como buenos ejemplos para que sus seguidores los sigan (Lc. 10:30-37; 17:11-19). El libro de Hechos indica que algunos samaritanos llegaron a ser cristianos (Hch. 8:5-17).

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