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Conservación de la identidad judía
ОглавлениеLa influencia del helenismo pudo haber sido de largo alcance en el mundo del judaísmo del Segundo Templo, pero pocos judíos querían perder su identidad nacional y cultural completamente. Algunas tradiciones: la circuncisión, la observancia del día de reposo, de los días de fiesta y los festivales llegaron a ser señales clave que le recordarían al pueblo quiénes eran, e inhibirían la total inmersión en la sociedad grecorromana. Diariamente, las señales clave de esa identidad pueden haber sido los diversos «códigos de pureza» que el pueblo judío había desarrollado. Esos códigos se derivaban típicamente de la Torá, y frecuentemente declaraban maneras públicas y observables en las que el pueblo judío viviría de manera distinta a la mayoría de la población.
códigos de pureza: reglas derivadas de la Torá que especificaban lo que era «puro» o «impuro» para el pueblo judío, y les permitía vivir de maneras que los marcaría como distintos de la población general.
Por supuesto, todas las sociedades tienen valores determinados culturalmente en cuanto a lo que consideran «limpio» o «impuro». En el mundo moderno occidental, la mayoría de la gente se lava el cabello de manera regular, no para evitar enfermedades, sino porque piensan que el cabello grasoso es repulsivo o sucio. Pero global e históricamente, ha habido mucha gente (incluso de la que leemos en la Biblia) que ha pensado que el cabello grasoso simplemente es natural, la forma en que se supone que debe ser el cabello. Esas ideas reflejan los estándares de las sociedades particulares, valores que podrían permanecer profundamente (y ser defendidos vigorosamente), pero no son universales. De igual manera, la gente judía de la época de Jesús (al igual que muchos judíos hoy día) tenía ideas firmes en cuanto a lo que era limpio o impuro, pero, como marcadores de identidad, estas ideas habían llegado a ser integrales para su religión. Comer cerdo o langosta no solamente era repulsivo o asqueroso, era algo que Dios había instruido que no se hiciera. Además, la razón principal por la que Dios les había instruido que no comieran cerdo o langosta no era porque hacerlo fuera inmoral o malo en sí; más bien, la abstención de esos alimentos los diferenciaba de los otros pueblos del mundo.
En un sentido positivo, el concepto judío declaraba que ciertas cosas eran santas o sagradas: Jerusalén era una ciudad santa (véase Mt. 27:53), el templo era un edificio santo y el día de reposo era un día santo. En un sentido negativo, había muchas cosas que podrían provocar que una persona fuera impura, como el contacto con un cadáver o con varios fluidos corporales. Los leprosos eran impuros, así como las mujeres durante la menstruación y los hombres que recientemente habían tenido una secreción sexual (incluso las emisiones nocturnas). Es importante observar que ser impuro o toparse con la impureza no necesariamente era algo malo o vergonzoso; frecuentemente, el punto era simplemente observar lo que hacía que alguien fuera impuro y realizar ciertos rituales de purificación como reconocimiento de eso. Para una analogía moderna (aunque con puntos débiles), podemos considerar la acción de cambiar pañales a un bebé: nadie en nuestro mundo moderno pensaría que es algo malo o vergonzoso, pero la mayoría de la gente probablemente se lavaría las manos después de hacerlo.
Algo que no sabemos es lo seriamente que todos consideraban los códigos de pureza. Algunos judíos podrían haberlos ignorado o cumplido selectiva y esporádicamente, pero muchas personas (frecuentemente de las que tenemos información) tomaban muy en serio la pureza ritual y no les parecía en absoluto que los códigos fueran opresivos. Los judíos de la era del Nuevo Testamento no vivían con una aversión paranoica por evitar la contaminación a toda costa ni sufrieron de una autoestima baja debido a la incapacidad de permanecer ritualmente limpios todo el tiempo. Solo evitaban lo que era evitable, observaban lo que no era y hacían ritos de purificación como parte de su disciplina espiritual regular. Esa era una parte profundamente significativa de la vida religiosa para muchos judíos, tanto en Palestina como en la diáspora.