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CAPÍTULO II

UNA EXTRAÑA HISTORIA

No supe qué sucedió, no me percaté del tiempo ni de mi alrededor, sólo sentí un fuerte frío en la cara y una luz cegadora que me heló el cuerpo, mi mente no tuvo más remedio que dejarse llevar y olvidar todo lo que existió en ella. Se quedan los objetos que nunca me olvidarán.


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Y pues comienzo esta historia para retroceder en el tiempo, trataré de entender qué sucedió con aquel objeto, con la última esfera. Poco a poco intentaré platicar lo que aconteció posteriormente al día X porque mi pensamiento se encuentra suspendido, no sé si en una nube de vapor o en una luz de colores. Tampoco sé si mi mente logró aclararse, porque sólo me veo a mí mismo.

Ordenando mis ideas puedo recordar claramente lo que hice al salir de la escuela, me quedé a jugar con mis amigos y se me hizo tarde. El sol empezaba a ocultarse en el horizonte; entonces, aunque me siento confundido puedo contarles lo siguiente:

Cuando atardeció corrí feliz a la casa y con la mochila sujetada a mis pequeños hombros, contemplé la hermosa vista del paisaje que separaba la escuela de mi casa. Pasaron por mi cabeza una pequeña porción de fotografías mentales de lo ocurrido en la jornada escolar y me fui pisando todos los charcos que encontraba a mi paso.

El camino por lo general me resultaba agradable, era como recorrer una caja de sorpresas todos los días, a veces veía pasar a otras niñas y niños de otros salones, chicos que no conocía o rostros familiares. Otras veces me preguntaba acerca del genoma humano y lo que pasaría si todos los rostros fueran iguales.

Veía a los adultos pasar con caras largas y serias como si estuviesen sumergidos en una preocupación profunda. Hacía observaciones de los animales que pasaban junto a mí y alguno que otro perro o gato se pegaban a mi paso apresurado para hacerme compañía. Era como si alguien les hubiese comunicado de mis soledades.

Comparaba lo estudiado en el libro de biología con lo que miraba del mundo. De vez en cuando revoloteaban por mi nariz mariposas, moscos y mariquitas. Los árboles del camino dejaban ver entre sus ramas a uno que otro pájaro de color. Quiero que sepan que de todo lo que me enseñaron en las aburridas clases, la biología y la naturaleza despertaban en mí un singular interés.

El regreso a casa me deparaba eventos diferentes cada día y que, curiosamente tramaban mi cotidiano andar como una rutina totalmente predecible. Cuando más concentrado estaba en mis pensamientos no faltaba el balonazo de algún despistado. Cosa que me hacía volver al camino y a la realidad. Para esas horas del día mi estómago abría el apetito y estaba seguro de que al llegar al hogar, mi madre me tendría alguna suculenta comida, pero algo terrible me esperaba. En la casa sucedía algo extraño y totalmente fuera de lo normal.

Observé que uno de los cristales de la puerta de entrada se encontraba roto, por lo que decidí entrar con rapidez y descubrir el porqué de los vidrios en el piso. A corta distancia de la entrada había ropa tirada en el suelo, objetos en desorden y una bolsa olvidada sin razón aparente. Sabía que aquel bolso quería decirme algo pero no logró hacerlo. Entonces, de manera ansiosa comencé a buscar por toda la casa. Mis pequeños pasos se agrandaron en el espacio de la estancia queriendo correr por la excitación. Dentro de mí se generó adrenalina pura de forma acelerada y la razón se negó a aceptar los presentimientos que últimamente llevaba conmigo.

La última esfera

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