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CAPÍTULO 2

¿CÓMO PODEMOS EXPRESAR

LO QUE ESTÁ VIVO EN NOSOTROS?

Observaciones

“Se pueden apreciar muchísimas cosas solamente mirando”.

YOGUI BERRA

Expresar lo que está vivo en nosotros requiere unas competencias específicas. En primer lugar, que seamos capaces de dar respuesta a la pregunta que le hice antes sin hacer ninguna valoración. Le pedí que pensara en una cosa concreta que haya hecho una persona y que a usted no le haya gustado. Eso es lo que yo llamo una observación. ¿Qué hacen las demás personas que o bien nos gusta o bien no nos gusta?

Se trata de una información importante que comunicar a los demás: para decirles qué está vivo en nosotros, tenemos que ser capaces de decirles qué es eso que están haciendo que enriquece nuestra vida y también qué es eso que están haciendo que no enriquece nuestra vida. Pero es muy importante aprender cómo decir eso a los demás sin introducir ninguna valoración.

Por ejemplo, recientemente estaba trabajando con una mujer que estaba preocupada por algo que su hija adolescente no había hecho. Así que le dije: “¿Qué es lo que no ha hecho tu hija?”. Y ella respondió: “Es una vaga”. ¿Puede apreciar la diferencia entre la pregunta que le hice y la respuesta que me dio? Yo le pregunté sobre lo que su hija había hecho y ella me respondió lo que ella pensaba que su hija era. Le señalé a esta persona que etiquetar a las personas —diagnosticar a su hija como una vaga— es como una profecía que acarrea su propio cumplimiento.

Diagnosticar a las personas hace que se cumplan los diagnósticos

Toda palabra que usemos que implique que los demás están equivocados o hacen algo malo son expresiones trágicas, suicidas, de lo que está vivo en nosotros. Son trágicas o suicidas porque no conducen a que las personas disfruten contribuyendo a nuestro bienestar. Provocan actitudes defensivas y contraataques.

Cuando aprendí esta lección por primera vez, me dio mucho miedo, porque vi lo llena que estaba mi mente de juicios moralistas. A lo largo de toda mi educación se me ha enseñado a pensar en términos de juicios moralistas. Como ya he mencionado, la razón es esa teoría sobre los seres humanos que se nos ha infligido: que las personas somos básicamente egoístas y malvadas. Por lo tanto, el proceso educativo dominante hace que las personas se odien a sí mismas por lo que han hecho. La idea es que hay que hacerles ver lo terribles que son y entonces vendrá el arrepentimiento y cambiarán los errores de su comportamiento.

El idioma que me enseñaron a hablar cuando me hacía mayor en Detroit era así. Cuando iba conduciendo, si otra persona conducía de una manera que no me gustaba, quería educarla, así que bajaba la ventanilla y gritaba algo parecido a: “¡Idiota!”. La teoría es que los demás, supuestamente, se sienten culpables y se arrepienten, y por tanto tendrían que decir algo como: “Lo siento. Veo que estaba equivocado. He visto los errores de mi comportamiento”.

Es una gran teoría, pero nunca ha funcionado. Pensé que quizá se trataba de ese peculiar dialecto que aprendí en Detroit, pero cuando obtuve mi doctorado en psicología aprendí cómo insultar a las personas de una manera mucho más educada. Así que ahora, cuando voy en coche y alguien conduce de una manera que no me gusta, bajo la ventanilla y grito algo como: “¡Psicópata!”. Pero aun así, sigue sin funcionar, ¿sabe?

Decir a las personas lo que está mal en ellos es suicida y trágico. Y, además, no es eficaz. No nos conviene que se mezclen esos juicios cuando tratamos de decir a otra persona qué ha hecho que no nos gusta. Nos interesa ir directamente al comportamiento sin introducir ningún juicio. Una vez estaba trabajando con unos profesores que tenían un conflicto con su director. Les pregunté: “¿Qué hace el director que no les guste?”.

Uno de ellos dijo: “Tiene una boca muy grande”.

“No”, le respondí yo. “No le he preguntado de qué tamaño tiene la boca. Le he preguntado qué hace”.

Otro añadió: “Bueno, yo sé lo que quiere decir. Es que habla demasiado”.

Yo les dije: “Habla demasiado es un diagnóstico, ¿lo ven?”.

Otro dijo: “Bueno, es que se cree que es el único que tiene inteligencia”.

Continué: “Decirme lo que usted piensa que el director piensa es una evaluación. ¿Qué es lo que hace el director?”.

Con mi ayuda finalmente se aclararon sobre qué comportamientos concretos les molestaban, sin incluir diagnósticos, pero durante toda la sesión no dejaron de decir: “Madre mía, qué difícil es esto. Todo lo que nos viene a la cabeza son diagnósticos o juicios”.

“Sí”, les dije. “No es fácil despejar nuestra conciencia de estos juicios”. De hecho, el filósofo indio Jiddu Krishnamurti dice que la forma más elevada de la inteligencia humana es la capacidad de observar sin evaluar.

Al final los profesores enumeraron varios comportamientos. El primero de la lista se refería a que, durante las reuniones del personal docente, independientemente de cuál fuera el orden del día, el director siempre relataba una experiencia de su niñez o de la guerra. A consecuencia de ello, las reuniones duraban más tiempo del programado. Muy bien, esa sí era una respuesta a la pregunta que les había hecho: una observación clara que no incluía ninguna evaluación.

Les dije: “¿Alguno de ustedes le ha hecho notar este comportamiento específico que les preocupa?”.

Definir comportamientos con claridad sin introducir un diagnóstico

Entonces uno de ellos respondió: “Bueno, ahora vemos que nos estábamos comunicando a base de juicios y en realidad no mencionamos el comportamiento específico. No me extraña que se pusiera a la defensiva”.

Así que este es el primer paso a la hora de intentar decir a las personas qué está vivo en nosotros. Es la habilidad de hacer notar a la persona —en concreto, de manera específica— qué está haciendo que nos gusta o no nos gusta, sin mezclarlo con ninguna evaluación.

EJERCICIO:

Eche un vistazo a lo que escribió. Fíjese en si hay alguna evaluación mezclada con su observación. Si es así, trate ahora de formularlo siendo muy específico, simplemente describiendo lo que esa persona hace, aquello sobre lo que quiere hablarle. Ahora que tenemos en mente una observación de lo que la persona hace, si usamos la Comunicación NoViolenta queremos ser honestos con ella sobre ello. Pero es una honestidad diferente al simple hecho de decirle a los demás lo que hacen mal. Es una honestidad desde el corazón, no una honestidad que implica que los demás estén haciendo algo mal.

Sentimientos

“Nuestros sentimientos son nuestros más genuinos caminos hacia el conocimiento”.

AUDRE LORDE

Queremos adentrarnos en nosotros mismos y decir a los demás qué está vivo en nosotros cuando hacen lo que hacen. Y esto implica otras dos clases de competencias: alfabetización en sentimientos y alfabetización en necesidades. Para expresar con claridad lo que está vivo en nosotros en un momento dado, debemos tener claro lo que sentimos y lo que necesitamos. Comencemos con los sentimientos.

Imaginemos que nos dirigimos a esa persona y queremos ser honestos con ella. Empecemos por decirle cómo nos sentimos. Escriba cómo se siente cuando la persona lleva a cabo el comportamiento en el que está pensando. ¿Qué emociones siente usted cuando lo hace?

Un estudiante de una universidad con la que me encontraba trabajando quiso trabajar una situación relacionada con su compañero de habitación. Yo le dije: “Muy bien, ¿cuál es el comportamiento de tu compañero de habitación que no te gusta?”.

Él dijo: “Pone la radio muy tarde, por la noche, cuando yo estoy intentando dormir”.

“De acuerdo. Vamos a decirle cómo te sientes. ¿Cómo te sientes cuando hace eso?”.

Respondió: “Siento que está mal”.

Yo le dije: “Parece que no estoy siendo claro acerca de lo que quiero decir con sentimientos. ‘Está mal’ es lo que yo llamaría un juicio sobre la otra persona. Lo que te estoy preguntando es cómo te sientes ”.

Él dijo: “Bueno, he dicho siento”.

“Bueno, sí, usaste el verbo sentir, pero eso no significa que lo que viene detrás sea necesariamente un sentimiento. ¿Qué emociones sientes? ¿Cómo te sientes?”.

Pensó durante un rato y luego dijo: “Bueno, pienso que cuando una persona es tan insensible a los demás, demuestra que tiene un trastorno de personalidad”.

Yo le dije: “¡Un momento! ¡Para, para! Todavía estás arriba, en la cabeza, analizando lo que está mal en él. Te estoy pidiendo que mires en tu corazón, que me digas cómo te sientes tú cuando él hace eso”.

Él estaba sinceramente intentando entrar en contacto con sus propios sentimientos, pero dijo: “Bueno, no tengo sentimientos al respecto”.

Yo le dije: “Espero que no sea así”.

Él dijo: “¿Por qué?”.

Yo le dije: “Porque estarías muerto”.

Tenemos sentimientos en todo momento. El problema es que no hemos sido educados para ser conscientes de lo que está vivo en nosotros. Nuestra conciencia ha sido dirigida para mirar hacia el exterior y ver qué piensa de nosotros alguna autoridad.

Así que le dije: “Simplemente escucha a tu cuerpo por un momento. ¿Cómo te sientes cuando tu compañero pone la radio por la noche?”.

Él miró dentro de sí de verdad y entonces se iluminó y dijo: “Vale, ya lo entiendo”.

Repetí: “¿Cómo te sientes?”.

Él respondió: “Encabronado”.

“Vale”, le dije. “Eso nos valdrá. Hay otras maneras de decirlo, pero vale”.

Pero me di cuenta de que la mujer que se sentaba a su lado, la esposa de un miembro de la facultad, parecía un tanto perpleja. Le miró y le dijo: “¿Quieres decir que te sientes irritado?”.

Hay distintas maneras de expresar nuestros sentimientos, según la cultura en la que nos hayamos criado, pero es importante tener un vocabulario de sentimientos que solo describa lo que está vivo en nosotros y de ninguna manera incluya interpretaciones acerca de otras personas.

Eso quiere decir que no nos conviene usar expresiones como “me siento incomprendido”. Eso no es un sentimiento; en realidad, más bien se refiere a cómo estamos analizando si la otra persona nos ha comprendido o no. Si pensamos que alguien no nos ha comprendido, podemos sentirnos enfadados, frustrados… podrían ser muchas cosas distintas. De la misma manera, no nos conviene usar frases como “me siento manipulado” o “me siento criticado”.

Es importante tener un vocabulario de sentimientos

En nuestras formaciones, esas palabras no son lo que llamamos sentimientos. Desgraciadamente, muy pocas personas tienen un buen vocabulario de sentimientos, y veo el coste que eso genera a menudo en mi trabajo. Si quiere ver una lista extensa de sentimientos, consulte el capítulo sobre identificar y expresar sentimientos en mi libro Comunicación NoViolenta. Un lenguaje de vida.

Me resulta muy frecuente tener una conversación como la que sigue. En un taller, una mujer se acerca y me dice: “Sabes, Marshall, no quiero que te lleves una idea equivocada. Tengo un marido maravilloso...”.

Estoy seguro de que puede usted adivinar cuál será la siguiente palabra: “Pero nunca sé lo que siente”.

Oigo decir eso un montón de veces, a muchas personas. Se lo oigo decir a personas que han convivido con sus padres durante muchos años, pero que nunca han sabido realmente lo que sentían: “Qué triste es vivir con otras personas y no tener acceso a lo que está vivo en ellas”. Ahora eche un vistazo a lo que escribió. ¿Es realmente una expresión de lo que está vivo en usted, de sus sentimientos? Asegúrese de que no es un diagnóstico del otro, o pensamientos sobre cómo es. Mire en su corazón. ¿Cómo se siente cuando la otra persona hace lo que hace?

La causa de nuestros sentimientos no es el comportamiento de los demás

Los sentimientos se pueden usar de manera destructiva si tratamos de insinuar que los comportamientos de la otra persona son la causa de nuestros sentimientos. La causa de nuestros sentimientos no es el comportamiento de los demás; la causa está en nuestras necesidades. La observación que escribió sobre la otra persona es un estímulo para sus sentimientos, pero no la causa de sus sentimientos. Estoy seguro de que muchos supimos esto en algún momento.

Cuando tenía seis años, en mi barrio, cuando alguien nos insultaba, solíamos cantar una cancioncilla que decía: “Los palos y piedras me pueden romper los huesos, pero los insultos no pueden herirme”. Éramos conscientes, entonces, de que no es lo que los demás hacen lo que nos hiere; es la forma en que nos lo tomamos.

Desgraciadamente, se nos ha educado para inducir culpabilidad, por parte de las figuras de autoridad —profesores, padres, etc.—, que usaban la culpa para motivarnos a hacer lo que ellos querían que hiciéramos. Por ejemplo, podrían haber expresado sus sentimientos de esta manera:

“Me duele cuando no limpias tu habitación”.

“Me enfadas cuando pegas a tu hermano”.

Hemos sido educados por personas que trataban de hacernos sentir responsables de sus sentimientos para que nos sintiéramos culpables. Sí, los sentimientos son importantes, pero no nos conviene usarlos de esa manera. No queremos usarlos para inducir culpabilidad. Es muy importante que, cuando expresemos nuestros sentimientos, completemos la expresión con una frase que deje claro que la causa de nuestros sentimientos está en nuestras necesidades.

EJERCICIO:

Escriba lo siguiente en relación a lo que la otra persona ha hecho. Indentifique cómo se siente usted al respecto de lo que sucedió y formúlelo de la siguiente manera: “Cuando haces lo que haces me siento ___________”. Ponga en palabras cómo se siente cuando la otra persona se comporta como lo hace.

Necesidades

“Comprender las necesidades humanas es la mitad del trabajo de satisfacerlas”.

ADLAI STEVENSON

Echemos un vistazo al tercer componente de la expresión de lo que está vivo en nosotros: las necesidades. Igual que para muchas personas es difícil observar sin juzgar y desarrollar un buen vocabulario de sentimientos, también es muy difícil desarrollar un vocabulario de necesidades. Muchas personas asocian las necesidades con algo malo. Asocian tener necesidades con ser pobre, dependiente o egoísta.

Una vez más, yo pienso que eso se debe a nuestra historia, en la que se ha educado a las personas para que encajen bien en estructuras de dominación, para que sean obedientes y sumisas ante la autoridad. Hablaré sobre las estructuras de dominación más adelante, pero por ahora piense en ellas simplemente como un control organizado sobre otras personas. La mayoría de gobiernos, escuelas y empresas —e incluso muchas familias— operan como estructuras de dominación.

El problema con las personas que están en contacto con sus necesidades es que no son buenos esclavos. Yo estuve escolarizado durante veintiún años y no puedo recordar que nunca me preguntaran qué necesitaba. Mi educación no se centró en ayudarme a estar más vivo, más en contacto conmigo mismo y con los demás. Estaba orientada a obtener recompensas por dar las respuestas correctas según la definición de las autoridades.

Eche un vistazo a las palabras que estaba usando usted para describir sus necesidades. Lo principal es asegurarse de no mezclar las necesidades con lo que vamos a explicar a continuación.

En un taller que hice recientemente, una mujer estaba disgustada porque su hija no limpiaba su habitación. Yo le dije: “En esta situación, ¿qué necesidades tiene que no se están cubriendo?”.

Ella respondió: “Es obvio: necesito que limpie su habitación”.

“No”, le dije. “Eso vendrá después. Esa es la petición. Le estoy preguntando qué necesidades tiene usted”.

Y ella no era capaz de verlo. No sabía cómo mirar dentro de sí y ver cuáles eran sus necesidades. Una vez más, tenía un lenguaje para diagnosticar lo que estaba mal en su hija, decía que su hija era una vaga. Sabía qué quería que hiciera su hija, pero no sabía cómo identificar sus propias necesidades. Y esto es muy desafortunado, porque la alegría de contribuir se genera en los demás precisamente cuando ven las necesidades de otra persona, porque todos podemos identificarnos con las necesidades de otro. Todos los seres humanos tenemos las mismas necesidades básicas.

Cuando podemos conectar a nivel de necesidades, es asombroso cómo conflictos que parecían imposibles de resolver comienzan a volverse resolubles. A nivel de necesidades, vemos la humanidad del otro. Yo trabajo muchísimo con personas en conflicto. Maridos y mujeres, padres e hijos, tribus. Muchas de estas personas piensan que su conflicto no se puede resolver.

Ha sido asombroso para mí, durante los años que llevo trabajando en resolución de conflictos y mediación, ver lo que sucede cuando se logra que las personas superen la fase en la que se diagnostican unas a otras. Entonces, cuando conectan a nivel de necesidades con lo que está pasando en el interior de cada uno de ellos, parece como si los conflictos casi se resolvieran solos.

En este punto, hemos enumerado tres componentes que es necesario incluir para expresar lo que está vivo en nosotros: lo que observamos, lo que sentimos y nuestras necesidades, que están conectadas con nuestros sentimientos. Estas se encuentran enumeradas en la sección Algunas necesidades básicas que todos tenemos, al final de este libro.

EJERCICIO:

Por favor, escriba lo siguiente en relación a lo que la otra persona ha hecho y cómo se siente usted al respecto. Identifique qué necesidades están creando sus sentimientos y escríbalo de la siguiente manera: “Me siento como me siento porque necesito ___________ ”. Exprese en palabras la necesidad que no está siendo cubierta por el comportamiento de la otra persona.

Ser paz en un mundo en conflicto

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