Читать книгу Simple-Mente un caballo - Marta Prieto Asirón - Страница 5
Prólogo
ОглавлениеTodos los fines de semana que puedo me escapo al campo con mis caballos. Cuando monto tengo la curiosa sensación de que estoy mejor que sobre mis dos piernas. Será porque soy una sagitario nacida en año de caballo según el horóscopo chino. Pero también porque he tardado casi veinticinco años en conseguir el sueño de tener mi propio caballo.
Desde muy pequeña he sentido una fuerte conexión con la naturaleza y con los animales; algo, por otro lado, normal en la mayoría de los niños si tienen la posibilidad de vivir en el campo o de tener una mascota. Pero yo, además, quería ser oceanógrafa o periodista de National Geographic. Compraba y leía todos los libros de Félix Rodríguez de la Fuente y Jacques Cousteau. Saber cómo pueden orientarse las aves en sus viajes a través del mundo, qué feroz instinto guía a los salmones en su frenético trayecto aguas arriba para cumplir su inexorable destino, o qué misterioso lenguaje utilizan los delfines, salvajes pero, a la vez, extrañamente amistosos con los humanos, eran para mí los más fascinantes temas. Por eso siempre he tenido (y tengo) todo tipo de animales que me maravillan por la sabiduría instintiva que guía sus trémulas existencias y por la felicidad que nos transmiten. Para mí, tener caballos era el mayor sueño posible.
Una aspiración que no se iba a cumplir hasta mucho tiempo después. Un fatídico accidente relacionado con caballos en la familia me alejó de ellos durante años. Sólo cuando mis hijos crecieron un poco empecé a llevarlos a montar. Años después, acondicionamos nuestras propias cuadras. Ahora pasamos los fines de semana y las vacaciones limpiando establos, trenzando crines y montando dentro y fuera de la pista. Con mis caballos he llegado a sentir algo que ya había leído: que “montar es bueno para el alma, una especie de meditación, un alivio de la presión del mundo”.[1]
En la primavera del 2010 decidí apuntarme a un programa de entrenamiento en horse coaching y así poder combinar mi experiencia en el campo de la consultoría y la formación con mi pasión por estos cuadrúpedos. Después de más de veinte años dedicada al mundo de la empresa, la posibilidad de combinar mi actividad profesional, investigadora y docente con la del mundo animal me pareció la cuadratura del círculo.
Desde entonces he desarrollado varios programas de desarrollo personal y profesional con caballos pues creo que el conocimiento y el contacto con estos magníficos animales pueden ayudarnos a entender, de una manera más creativa, conceptos esenciales para nuestro crecimiento como personas dentro y fuera de las organizaciones. Ya hay numerosos profesionales, sobre todo en el mundo anglosajón, que han probado con éxito la eficacia de este enfoque de trabajo.
No en vano humanos y caballos se conocen y reconocen desde hace miles de años. Por un lado, las coincidencias entre las capacidades naturales de estos animales nobles, puros y coherentes y su forma de relacionarse entre ellos con las de las personas, pueden ofrecer una nueva perspectiva sobre quiénes somos y qué cualidades necesitamos para sobrevivir y ser felices. Por otro lado, las relaciones establecidas desde hace siglos entre humanos y caballos están fundadas en principios de actuación cuyo conocimiento puede ser tremendamente revelador para reflexionar acerca de las relaciones entre las personas.
Como observadora de la realidad humana, económica y empresarial, intento intervenir con mis cursos en los procesos de transformación que muchas empresas están acometiendo o que se van a ver obligadas a realizar en poco tiempo. Desde mi experiencia, en la mayoría de los casos, el cambio se vive con resistencia, pesimismo y falta de ideas.
Al escribir este libro, Simple-Mente un caballo, he tratado de realizar una reflexión diferente sobre el cambio, un proceso que, a mi modo de ver, sólo puede construirse a partir una nueva forma de pensamiento y de la recuperación de capacidades infra-utilizadas que todos tenemos como la creatividad, la intuición o el manejo de las emociones. También es un llamamiento a la necesidad urgente de modificar nuestra actitud y nuestra forma actual de decidir y relacionarnos para poder avanzar y adaptarnos a un presente que empieza a no tener mucho que ver con lo que conocíamos.
Los caballos aportan un enfoque distinto al cambio que nos puede ayudar a pensar acerca de: (1) la necesidad de evolucionar hacia un estilo más auténtico y creativo para poder liderar e influir efectiva y positivamente en otros; (2) cómo la creación de entornos de relación y aprendizaje positivos generan espacios únicos donde el talento de todas las personas puede fluir libremente y conectarse al talento de los demás; (3) que el instinto y otras capacidades no racionales —a las que, al crecer dejamos de prestar atención—, son de suma importancia en nuestras vidas y en las de las de las personas que nos rodean; (4) cómo intentar canalizar y unir nuestras mejores cualidades para, entre todos, definir un futuro en el que, de una vez por todas, empecemos a resolver algunos de los enormes desafíos a los que hoy nos enfrentamos.
Este libro intenta conectar al lector con mi pasión hacia los caballos, seres asombrosos, capaces de actuar con la mayor sensatez e inteligencia y de transmitirnos y enseñarnos mucho. Espero que este insólito camino hacia el autoconocimiento y hacia una diferente perspectiva de nosotros mismos le sorprenda tanto como a mí lo hacen cada día estos animales.
Nada de esto hubiera sido posible sin las enseñanzas de mis maestros, los verdaderos susurradores de caballos: Ariana Strozzi cuyo curso de formación en horse coaching cambió para siempre mi forma de pensar y me abrió una puerta a un mundo asombroso y desconocido; Monty Roberts, un vaquero que ha descrito su extraordinaria experiencia con caballos en varios libros que he leído casi sin respirar; Michael Peace, autor, entre otros, del manual Piensa como tu caballo, un excelente tratado para entender a estos sutiles e inteligentes animales y Klaus Ferdinand Hempfling, por su estupendo libro, Tratar con caballos, cuyas enseñanzas en el arte de trabajar con caballos aplico a los míos con resultados excepcionales. Luego he leído y sigo leyendo muchos y buenos libros sobre caballos de autores como Lucy Rees, Linda Kohanov, Magrit Coates, Mark Rashid, J. Edward Chamberlin, Sarah Widdicombe, Sally Swift, etc. De todos ellos he aprendido algo interesante (y me quedan muchos).
También quiero agradecer a mis amigos, (que yo considero druidas modernos), Hugh McCann, Rosie Tomkins y Orly Barak que, en sus fabulosas visitas y estancias en mis instalaciones, me enseñaron mucho de lo que saben. De otros que me visitaron también aprendí mucho acerca de lo que no quiero hacer.
En el ámbito de la empresa, quiero expresar mi reconocimiento a diversos autores como Alex Rovira, con el que comparto el optimismo vital y la defensa de un management más humanista; al Dr. Mario Alonso Puig, excepcional comunicador e imprescindible para sobrevivir actualmente; al reciente y tristemente fallecido Stephen Covey, un autor que debería ser de obligada lectura, y al audaz y brillante Sir Ken Robinson, quien se ha propuesto cambiar el mundo (y creo que lo está logrando).
Y por último, me gustaría agradecer a todos mis extraordinarios amigos y familiares, Fernando y a Sara, su maravillosa influencia en mi vida; Fernando Martín, Miguel Fernández-Rañada y Enrique Salas, su apoyo incondicional a este insólito proyecto y seguramente a cualquier otro que se me ocurra; Adín, mi sorprendente profesor de equitación, un ejemplo de integridad, rectitud y trabajo; Susana Rico, mi increíble amiga bancaria-jinete, a mis incondicionales amigas del cole, Laura, María, Patricia, Inés y Adriana; y a tantos amigos que me inspiran y a los que quiero, Luis Martín, Luis Guerra, Rafa Mira, Eduardo Hermosa, Eduardo Gismera, Pablo y Blanca; a mi increíble hermano Rafael, a mis padres y a mi mano derecha, Carolina. Y por encima de todos a Paco, mi marido, en el que me ha bastado fijarme para poder describir los valores y la actitud del auténtico caballero y a mis hijos, cargados de inteligencia, fuerza y sensibilidad hacia los animales. Sin todos ellos nunca me hubiera atrevido a escribir este libro.
En noviembre del 2010 me instalé en un pequeño hotel en la falda del Montseny en Barcelona, en medio de un espectacular paraje natural. Caía agua sin parar. Un chubasco fino, constante y silencioso que iba empapando los prados, los bosques, llenando los ríos y la piscina del hotel. Una lluvia otoñal que el campo agradecía. Los caballos movían sus grupas para colocarse en dirección contraria a las ráfagas de agua y esperaban dócilmente a que remitiera el temporal.
El chaparrón traía un silencio ruidoso de gotas sobre las tejas. Las personas se recogían en el hotel a jugar a las cartas, a ver la tele o, como yo, a escribir. Al día siguiente empezaría el curso que me reuniría con un grupo de doce desconocidos de diversos países en una aventura fascinante hacia el centro de nosotros mismos.
La borrasca seguía cayendo dócilmente. Al mirar por la ventana, vi el campo húmedo, las montañas, las nubes bajas, el bosque frondoso al fondo. Los caballos estaban esperándome, mojándose pacientemente hasta que les llegase su turno el día siguiente. No conocía esos caballos, ni tampoco a las personas a las que me había unido en una insólita búsqueda. Yo esperaba impaciente a ver qué sorpresas me deparaba el día después.
Montseny, noviembre 2010