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Capítulo 1. ¿Cómo mides la grandeza?

De chico dimensionamos todo de otra manera. Al no tener noción de las medidas, las cosas, los lugares, el tiempo, medimos todo por las sensaciones que nos generan, sumado a la capacidad de exagerar todo aún más. No sé si a ti, pero a mí me ha pasado, de poder volver a lugares de mi infancia y da la sensación que cuando vuelves a esos lugares esa percepción es cambiada totalmente: lo que era inmenso, quizás no lo era tanto. Lo que era alto, tal vez hoy ya llegas a tocarlo. Lo que parecía lejos, hoy lo recorres caminando sin cansarte. Todo lo ves diferente. Cuando somos niños, sólo tenemos nuestras sensaciones para medir. No sacamos cuentas matemáticas, ni contamos los metros para saber si es tan grande como nos parece. Solamente lo percibimos grande y eso es lo que se impregna en nuestra memoria. Las sensaciones son nuestro parámetro de medición.

Hoy quisiera que podamos pensar juntos sobre cómo medimos a Dios. Y no creo que lo podamos hacer, pero muchas veces, sin intención, lo hacemos. Quisiera que me acompañes y juntos reflexionemos.

¿Cuán grande es el amor de Dios? ¿Cuán grande es su poder? ¿Cuán grande es su misericordia? ¿Nunca te has preguntado cuán grande es? Como personas finitas tenemos la necesidad de racionalizar todo, y ahí, sin intenciones, empezamos a poner medidas a Dios. Al hacer esto, limitamos el poder de Dios, no porque Él se limite, sino porque limitaremos la fe en su obrar, basado en lo que creemos de su “medida de poder”.

¿Has podido detener con tu mano el mover de la tierra? ¿Has recogido con la palma de tu mano toda el agua de un río? ¿Has podido contar las estrellas del cielo, y detener el tiempo? ¿Has podido contar los cabellos de tu cabeza, parado el viento y detenido el latir de tu corazón? ¿Has dado soplo de vida al barro, detener el poder de un rayo? ¿Has vestido a las flores y dado color a lo que tus ojos solo contemplan? Pero sin dudas, sí has visto las estrellas en el cielo, el agua del río correr, la inmensidad del horizonte que se extiende más allá de lo que podemos ver. Seguro has sentido el latir de tu corazón más de una vez. Dios es grande. Su poder cubre la Tierra, su gloria se esparce por los cielos. Así de inmenso es nuestro Dios y así de pequeños somos nosotros.

Entonces, ¿cómo medimos la grandeza de Dios? ¿Matemáticamente, usando la razón, usando nuestras sensaciones o la que nos ha revelado en Su Palabra?

Que el Espíritu Santo permita en ti la experiencia de sentir la grandeza de este Dios maravilloso que los cielos no pueden contener. Recuerda: no midas a Dios por tus sensaciones, ni tampoco midas a Dios por tu capacidad de razonarlo. Sólo mide a Dios a la luz de Su Palabra. Él es un Dios Todopoderoso, grande en poder y grande en amor. ¿Cuán grande? Grande. Más grande que tus problemas, más grande que tus enfermedades, más grande que tu dolor, más grande que toda tu tristeza, más grande que todo lo que creas que Él no puede cambiar. Él es el MÁS GRANDE. NO LO DUDES.

Rumiar

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