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Capítulo 2. ¿Por qué no crees?

¿Por qué nos cuesta creer lo que nos dice Dios? ¿Tanto nos han mentido? ¿Tantas cosas malas nos han dicho? ¿Qué pasa por nuestra cabeza y corazón cuando Dios dice “Yo creo en ti”?

Desde el momento en que Él ha plantado un sueño en tu corazón, ha confiado y creído en ti... desde ese momento Él te ha dado la capacidad y los recursos para hacerlo. Entonces... ¿qué cosas son las que no te dejan creer? ¿Qué cosas han herido tanto tus oídos que cuando escuchas algo diferente no puedes tomarlo? ¿Qué es eso que te deja inmóvil delante de la misma promesa de Dios?

¿Sabes?, no eres el único... Acompáñame a descubrir esto.

Hay grandes hombres de Dios en la Biblia y también en la vida cotidiana que en su punto inicial, justo en ese momento donde Dios les decía, les contaba Su plan... sí, en ese preciso momento de empezar a caminar sobre el mar que no se abría... no creyeron en ellos mismos, y mucho menos en lo que Dios les decía de ellos. Mira a Moisés, Gedeón, Abraham, sino. Pero quiero detenerme sobre todo en un hombre que al día de hoy me asombra.

Lucas 1:5-20 (NVI)

Anuncio del nacimiento de Juan el Bautista

5 En tiempos de Herodes, rey de Judea, hubo un sacerdote llamado Zacarías, miembro del grupo de Abías. Su esposa Elisabet también era descendiente de Aarón. 6 Ambos eran rectos e intachables delante de Dios; obedecían todos los mandamientos y preceptos del Señor. 7 Pero no tenían hijos, porque Elisabet era estéril; y los dos eran de edad avanzada.

8 Un día en que Zacarías, por haber llegado el turno de su grupo, oficiaba como sacerdote delante de Dios, 9 le tocó en suerte, según la costumbre del sacerdocio, entrar en el santuario del Señor para quemar incienso. 10 Cuando llegó la hora de ofrecer el incienso, la multitud reunida afuera estaba orando. 11 En esto un ángel del Señor se le apareció a Zacarías a la derecha del altar del incienso. 12 Al verlo, Zacarías se asustó, y el temor se apoderó de él. 13 El ángel le dijo:

—No tengas miedo, Zacarías, pues ha sido escuchada tu oración. Tu esposa Elisabet te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. 14 Tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán por su nacimiento, 15 porque él será un gran hombre delante del Señor. Jamás tomará vino ni licor, y será lleno del Espíritu Santo aun desde su nacimiento 16 Hará que muchos israelitas se vuelvan al Señor su Dios. 17 Él irá primero, delante del Señor, con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con los hijos y guiar a los desobedientes a la sabiduría de los justos. De este modo preparará un pueblo bien dispuesto para recibir al Señor.

18 -¿Cómo podré estar seguro de esto? -preguntó Zacarías al ángel-. Ya soy anciano y mi esposa también es de edad avanzada.

19 -Yo soy Gabriel y estoy a las órdenes de Dios —le contestó el ángel—. He sido enviado para hablar contigo y darte estas buenas noticias. 20 Pero, como no creíste en mis palabras, las cuales se cumplirán a su debido tiempo, te vas a quedar mudo. No podrás hablar hasta el día en que todo esto suceda.

¿Leíste lo mismo que yo? ¡Es de no creer! Zacarías. Él era un sacerdote. Era un hombre que estaba acostumbrado y conocía la presencia de Dios. Pese a eso Él no creyó y como consecuencia quedó sin voz.

Estos hombres, inclusive Zacarías, son hombres que admiramos por lo que hicieron. Y muchas veces anhelamos ser como ellos. Pero también dudó. Así como Moisés ante la zarza, y Gedeón ante el desafío. Te pregunto: ¿Qué cosas nos cuesta creer? ¿Cuánto hace que Dios te dijo: “Creo en ti”? ¿Cuánto hace que sabes lo que tienes que hacer, pero hay algo que te detiene? ¿Qué es? Te digo la verdad... sé lo que se siente. Yo he peleado ocho años con Dios, diciéndole que lo que Él decía de mí no era cierto. Diciéndole que no. Día tras día le pedía a Dios pruebas y pruebas, y palabras; y Dios en su ETERNO amor me contestaba, y yo aun así sin creer. Hasta que Él me dijo, literalmente: “¿Es ésta tu pregunta? Ésta es tu respuesta”. Y no me quedó otra, creí, comencé a caminar a pesar de ver un mar delante de mí; más que un mar me parecía un océano que me iba a devorar. Pero sin duda, no lo hizo... aún sigo aquí y si hoy tú estás leyendo esto es tan sólo porque un día, después de mucho, decidí empezar a caminar y Él abrió el mar. Si Él te dio el sueño y si lo que quieres es cumplir SU SUEÑO, Él hará todo lo necesario para que tú seas su herramienta. Empieza a caminar, el mar se abrirá. Recuerda, como yo lo hago cada día: “Tú, Dios, crees en mí”.

Rumiar

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