Читать книгу Rumiar - Martín Guerrera - Страница 9
ОглавлениеCapítulo 4. Extiende tu mano
Si crees que tan lejos estás
Y ya no puedes volver.
Si crees que nadie puede ver tu dolor
Y nadie lo entenderá.
Si crees que la soledad rasgó tu corazón,
Mírame.
Extiende tu mano hacia mí,
Aquí estoy.
Extiende tu mano hacia mí,
Mi amor no cambió.
Extiende tu mano hacia mí,
Corre hoy, yo cuidaré tu corazón.
Si crees que tus lágrimas el tiempo las secó,
Si crees que tus heridas aún siguen causando dolor,
Si crees que esa noche nadie vio,
Yo te vi, estuve ahí.
¿Qué se te cruza por la cabeza cuando lees “extiende tu mano”?
Te cuento lo que me paso a mí. Fueron dos pensamientos los que me cruzaron cuando escuché estas palabras. El segundo vino días después. Me encontraba estudiando en otra ciudad, lejos de mi casa. Mi papá estaba internado porque después de una operación tuvo una complicación y luchaba por salir bien de la misma. Yo tenía que seguir con mi vida de estudio sin poder hacer mucho. Una mañana, al salir hacia el lugar donde cursaba y mientras esperaba el bus, escuché: “extiende tu mano”. Fue tan clara su voz que no quedó duda. Esa frase, en ese momento, en ese día, estremeció mi ser. Mientras iba viajando seguía pensando en lo que había escuchado de Dios, esa frase que apareció en un lugar ordinario, pero que lo convirtió en una experiencia extraordinaria. “Extiende tu mano hacia mí, aquí estoy”, es una frase que estuvo conmigo todo ese día, se convirtió en canción y hoy sigue estando. Sin duda desde ese día pude entender que cuando creemos que estamos solos, que quizás estamos pasando las peores cosas y nos sentimos lejos de todos. Sólo hay que hacer una cosa: extender nuestras manos a Él. Dios está más cerca de lo que creemos. Lo mismo le pasó a Pedro. ¿Te acuerdas?
Mateo 14:29-31 (NVI)
29 —Ven —dijo Jesús.
Pedro bajó de la barca y caminó sobre el agua en dirección a Jesús. 30 Pero, al sentir el viento fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó:
—¡Señor, sálvame!
31 En seguida Jesús le tendió la mano y, sujetándolo, lo reprendió:
—¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?
¿Quién no conoce esta historia? Hasta aquellos que no profesan la fe saben que Pedro caminó sobre las aguas, pero ese no es el punto, sino lo que hizo Jesús. Él se les apareció sobre el mar a sus discípulos. Pedro, impulsivo como era, se lanzó y empezó a caminar sobre el mar, pero la duda entró y empezó a hundirse. Sin dudar gritó pidiendo ayuda. Jesús extendió su mano y lo salvó. Esta historia es asombrosa. No es mi intención juzgar la falta de fe en el último instante de Pedro. Pero sí, el grito de socorro hacia la dirección correcta: “Señor, sálvame”. Por eso, no dudes cuando sientas que estás a punto de ahogarte. Extiende tu mano; Dios está cerca.
Recuerda siempre: Dios está cerca, al igual que con Pedro, para extender su mano. Sólo hay que tener presente dos actitudes: primero, saber que está cerca y pedir ayuda y segundo, tomar Su mano.
Y como dije al principio, esta frase tiene, si se quiere, dos direcciones: una, Dios hacia nosotros y la segunda, nosotros hacia nuestro prójimo.
¿Cuándo fue la última vez que tú extendiste tus manos para ayudar? No te olvides nunca de mirar a tu alrededor, que en tu mundo más próximo verás que hay muchas personas que necesitan que tú y yo extendamos la mano. Que mis problemas y los tuyos se hacen más pequeños cuando miramos al “próximo” y extendemos nuestras manos.
Así que no te olvides. Él, Dios, extiende su mano acercándose a ti. Pero también recuerda extender tus manos también para acercarte a otro.