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Capítulo 2

Marco

Al llegar a la plaza se sentaron en una banca a recibir aire fresco. Mientras conversaban, escucharon a las vírgenes de su entorno murmurar con gran alegría, y hacer comentarios no propios de muchachas decentes y bien educadas. Martha y Mario volvieron a ver de dónde venía tal escándalo, y allí estaba él, Marco. Marco Martell era el nombre de tan apuesto muchacho: 1.88 metros, tez canela que hacía juego con sus ojos verdes y su cabello castaño claro, de facciones muy marcadas en su rostro y un cuerpo fuerte y bastante atractivo, de sonrisa muy expresiva, coqueta y que transmitía seguridad en su persona, llevaba varios libros en sus manos. Martha y Mario estaban sorprendidos con la belleza de Marco. Mientras caminaba frente a ellos se le cayó un libro, y los dos hermanos de inmediato corrieron a recogerlo. Tal acción sorprendió a Marco, ya que ellos se miraban muy finos y además de inmediato reconoció quiénes eran. Quien cogió el libro fue Martha y cuando ella alzó su rostro, las miradas entre ambos chocaron, y se observaron por algunos segundos, los cuales a ambos les pareció toda una vida contemplando lo más bello de la naturaleza.

Martha se puso nerviosa y las manos le temblaban, mientras Marco le recogía el libro. Él, mirándola aún a los ojos le dio las gracias de manera muy lenta. Ambos se olvidaron completamente de la presencia de Mario, el cual solo observaba aquella escena difícil de creer, la actitud de su hermana le parecía tan contradictoria a la manera de pensar de la joven.

Después de un momento, Marco reaccionó y notó la presencia del joven abogado, al cual saludó muy cortés.

El joven se disculpó con ambos por su torpeza de hacer caer el libro y se presentó, inclinó su rostro y dijo:

—Muy buenas tardes tenga la dama más hermosa que mis ojos podrán contemplar. Usted también, joven Mario, mi nombre es Marco Martell para servirles.

—Un placer —contestaron unísonos los jóvenes. Seguido de Marco, estos procedieron a presentarse.

—Sé quiénes son, sería un verdadero descuido por mi parte no reconocer tales rostros.

—Espero que su concepto sobre nosotros sea muy diferente a muchos por acá —replicó Mario.

—En realidad, el concepto que manejan muchos habla muy bien de ustedes, a diferencia de lo que se piensa de su padre, claro está. Me disculpo por mi honestidad, ya que en ocasiones mi personalidad puede ser traducida como impulsiva e indiscreta.

—No se preocupe, estamos al tanto de todo, ¿lee mucho, señor Martell? —intervino Martha.

—Sí, claro que sí, pero estos libros que hoy cargo son para la venta. Me han encargado algunos, no vengo los días entre semana a la ciudad, pero esta vez hice una excepción, y con el simple hecho de cruzar un par de palabras con usted, me hace sentir afortunado y hace que el viaje valga la pena.

Segundos después, Marco se despidió con prisa porque ya caía la noche en la ciudad y aún no había terminado con el objetivo de su viaje a la ciudad. Mientras Marco se alejaba del lugar, con frecuencia volvía la mirada hacia la joven hermosa, mirada que era del agrado de Martha, que también observaba al joven sin parpadear un instante.

Después de esto, Mario le hacía comentarios graciosos del evento a Martha mientras iban en el carruaje de regreso a la mansión para departir la cena con sus padres.

—¿Estás enamorada de un muchacho que ves por primera vez? Mi hermanita enamorada a primera vista, ¿sabes siquiera si es casado, o quizás tenga diez hijos o más?

Pero Martha no escuchaba, ya que iba deslumbrada por aquel joven, no sentía el camino a casa, solo eran sus pensamientos y ella; Marco y ella, según su imaginación.

Llegaron a casa y no saludó a sus padres, corrió a su habitación, mientras estos se preguntaban qué le sucedía, a lo que Mario no les dio respuesta y procedió a sentarse en la mesa a cenar.

Martha se sentó en el balcón de su habitación a contemplar la luna. Clavó su mirada en el horizonte. Pensaba si ese apuesto muchacho estaría haciendo lo mismo, se sentía de maravilla, quería volver a verlo, quería saber más de él.

Por un instante, la joven ya no quería irse lejos. Su mente olvidó todos sus sueños y solo pensaba en Marco Martell.

Por otra parte, Marco había alquilado una habitación en la ciudad ya que no tuvo tiempo de regresar a su pueblo. El muchacho que había deslumbrado a la joven más codiciada de la ciudad era de un pueblo de las afueras de la gran ciudad: Valle Escondido era el nombre de su pueblo natal, un lugar de encanto, de montañas verdes, ríos que corrían y a su paso dejaban escuchar un sonido relajante y tranquilizador, adornado por hermosas flores y aves con un cantar espectacular, pueblo de muchas tradiciones y de gente trabajadora, unida y de gran corazón. En este pueblo las mujeres se dedicaban a la cosecha de flores que luego vendían en Pueblo Nuevo, mientras que los hombres se dedicaban a la fabricación de carruajes de lujo para los señores adinerados. Venían personas de muy lejos por un carruaje, ya que los trabajos eran con mucho detalle y de una excelente calidad. Marco no conoció a su padre. Según se cuenta en Valle Escondido, este era un Casanova, y nunca se dedicó a la actividad económica del pueblo, nunca se casó con la madre de Marco, se dice que huyó a la gran ciudad y se casó con una viuda la cual le proveía de todas sus necesidades sin tener que trabajar.

Al joven Marco tampoco le gustaba trabajar en el negocio de los carruajes, su abuelo era muy conocido por su buena labor en este campo. Marco se crio con su mamá y sus abuelos maternos a quienes amaba por encima de todo. Él era muy admirado por toda una población, ya que nunca fue a una escuela y tampoco había pisado una universidad y, aun así, era el más conocedor del pueblo. Resulta que al pueblo llegaban muchas visitas de la ciudad a conocer los manantiales o pasar la noche en cabañas que estaban cerca del bosque. Marco conoció a Mateo, un muchacho apuesto, refinado y muy educado; este llegó al pueblo con el objetivo de escribir sobre la actividad económica del lugar. Era para un trabajo de literatura de la universidad y necesitaba un guía muy activo. Y Marco, de doce años, se ofreció a ayudar al muchacho. Cuando este preguntó cuánto se pagaba por un guía eficiente, Marco sonrió, lo volvió a observar y le dijo:

—¿Me podría enseñar a leer?

Mateo se impresionó y enseguida le dijo que sí. Desde ese momento, al aprender a leer Marco no dejaba de hojear diferentes libros que le llenaron de conocimiento y sabiduría, de hecho, él se dedicaba a conseguir los libros para la escuela de su pueblo, y así mismo vender libros los fines de semana en el día de plaza en la ciudad de Pueblo Nuevo. Esto le generaba ganancias para ayudar a su familia y a vivir sin que le faltase nada. Mateo era el proveedor de sus libros, los mismos que Marco leía para recomendarlos de acuerdo con los gustos de sus clientes. Marco tenía una meta, y esta era poder actuar en el teatro de la gran ciudad, ciudad que no conocía, solo se la había mencionado su amigo Mateo quien vivía ahí, y le narraba a través de cartas las obras que se llevaban a cabo en la gran ciudad.

Por eso leía mucho y a menudo practicaba frente a un espejo solo, imaginando una escena de algunas de las obras que disfrutaba de los libros.

Amor a cambio de felicidad

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