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Prólogo El populismo como práctica política

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Ernesto Samper Pizano Expresidente de Colombia y exsecretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur)

La tesis del profesor Mauricio Jaramillo Jassir está llamada a convertirse en un referente obligado para quien quiera entender el papel que ha desempeñado el populismo en la caracterización de la política latinoamericana y la historia reciente de Ecuador, más concretamente durante la administración del presidente Rafael Correa, mandato emblemático del denominado socialismo democrático. La investigación del profesor Jaramillo supera, con creces, su propósito inicial de profundizar en el modelo de Correa, para convertirse en un provocador y documentado estudio histórico sobre el papel del populismo en la historia política de la región.

El populismo, término que fue muy utilizado durante el siglo pasado para referirse en forma peyorativa a los gobiernos de izquierda para descalificarlos por “irresponsables”, hoy se está empleando para cuestionar los de la llamada restauración conservadora por algunas propuestas abiertamente regresivas que se presentan como populares. En su primer aporte a este debate, Jaramillo sostiene que el populismo no es una ideología, ni una propiedad ideológica de ningún partido, sino una práctica política que bien se podría considerar, citando a Pierre Rosanvallon (2006), una alteración perversa tanto de los ideales como de la práctica de la democracia. “Aunque para varios analistas el populismo corresponde a una mala utilización de lo popular para ganar el apoyo de ciertos proyectos políticos por parte de la ciudadanía, no cabe duda de que ha actuado como una política de articulación de reivindicaciones específicas convertido en una narrativa, como sostienen otros” (Laclau 2005, 34).

El momento en el que el populismo estuvo más cerca de ser una realidad ideológica fue cuando las corrientes marxistas lo utilizaron, al comienzo de la segunda década del siglo pasado, para justificar su propuesta de la lucha de clases; y cuando, al terminar el siglo, Fukuyama lanzó su tesis —ideológica como pocas— de que con el fin de la Guerra Fría habíamos llegado al fin de las ideologías. Estas circunstancias no han impedido que el populismo haya sido despreciado, al considerarlo como un epíteto ignominioso (Rouquié 1998) y una forma irresponsable de improvisación política (Di Tella 1974).

Confundido con el promeserismo, el mesianismo y el caudillismo, por las razones que más adelante veremos, con el concepto del populismo ha sucedido algo parecido a la suerte corrida por el neoliberalismo, la palabra más repetida en el discurso progresista regional. Se trata de conceptos que, de tanto utilizarlos para explicar mucho, han terminado por perder su contenido. De allí la utilidad del trabajo del profesor Jaramillo al explorar, con minuciosidad de relojero, el papel desempeñado por el populismo como forma de hacer política en importantes procesos políticos regionales, por ejemplo, la modernización del Estado, el regreso a la democracia y la internacionalización de la economía. En todos estos episodios, el populismo se utilizó para legitimar cambios, administrar conflictos y socializar, con claros propósitos pedagógicos, nuevas narrativas.

Anatomía heterodoxa del populismo

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