Читать книгу Amarillo - Melina Anahí Salerno - Страница 9
IV
ОглавлениеPasaron varias semanas y yo había visto de todo. Me metí en quirófanos, y pensé en el sadismo de los cirujanos. Lo bueno en estos casos es que usan esa frialdad para curar y para salvarnos la vida. Lo mismo sucedía con las drogas, con Internet, con la inteligencia y, en fin, con todas las armas de doble filo. Vi nacer, vi morir. Me relajé en cuanto a Jazmín. Lo quería al doctor, claro. Pero como yo quería a Pepe, mi viejo. Me daba la sensación que Sansone también quería a Jazmín sin fines de lucro.
El doctor Sansone tenía un hijo que de chico había sido diagnosticado con retraso madurativo. Se llamaba Alan y tenía dieciocho años, pero aparentaba unos trece. Era muy alto, lento en sus movimientos y de pocas palabras. Cariñoso, amoroso e inocente como un nene. Lo conocí cuando unas semanas atrás había venido a buscar a su papá y el personal de la guardia lo recibió como a un rey. Cuando Jazmín lo abrazaba, con tanta ternura, deseaba ser Alan por unos instantes. Algo tenía, algo encerraba esa mujer que hacía que la quisiera todo: abrazar, besar, escuchar, proteger. En vano regresaba a la cama donde estaba acostado e intentaba meterme en mi cuerpo para ver si volvía en mí. Era como si estuviera desconectado o con algún cable en cortocircuito. Quería volver a habitar mi cuerpo, pero no había caso.
Con el correr de las semanas me notaba cada vez más flaco y pálido. Me habían rapado la cabeza y afeitado la barba. Aquella tarde en la que Alan vino de visita a la clínica, Jorge —el enfermero atlético— le había preparado una chocolatada. Mientras el chico merendaba, sentía que me estaba viendo. Fijaba sus gigantes y transparentes ojos marrones en el rincón donde yo estaba y me sonreía. Quizá me lo imaginaba, pero algo me decía que no y que el pendejo la tenía más clara que nadie. Un aura de amor lo envolvía, donde él estaba todo parecía serenarse, todos se volvían más demostrativos y compasivos. Más que con un retraso mental había nacido con una especie de don que elevaba a los que lo rodeaban, incluyéndome a mí. Lo que en teatro yo definiría como una interpretación virtuosa del papel que toca.