Читать книгу El atajo - Mery Yolanda Sánchez - Страница 10
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Entregaron la ruta y nadie preguntó si tenía dieta de vegetales, si sabía nadar o padecía alguna alergia. No tuve oportunidad de hablar con mamá. Ella contestaba por los hombres asesinados en su puerta. Hacía varios días acudía, apoyada en sus ochenta y ocho años, a la fiscalía para responder la misma pregunta: Señora, ¿qué escuchó? Y se limitaba a repetir: Un pum, pum, pum, que terminó por volverse un ritornelo. Ya no cantaba tangos como en otras épocas. Ahora solo coreaba los golpes secos que le dejaban al otro lado de su cama.
Pedimos algún documento que nos acreditara como tutores, no fue posible. Se nos dijo que podía ser contraproducente decir que se iba de parte del Gobierno. La entidad sin ánimo de lucro tampoco expediría un carné. La mayoría entraríamos a Zona Roja. Alguien a manera de chiste pidió tres credenciales: una para la guerrilla, otra para los paramilitares y otra para los militares oficiales del Estado. Y la mujer que nos orientaba: ¿Cómo saber con quién se van a encontrar?
En el contrato de trabajo quedaba claro, éramos personas naturales y responderíamos como tal. Yo divagaba: ¿A quién le abriríamos la trocha? ¿Con quién nos encontraríamos? Los que intentamos cuestionar fuimos adjetivados como problemáticos.
El tiempo de mis desplazamientos solo permitía realizar reu-niones de tres horas en cada municipio. Motivar, engolosinar con la lectura a una población abandonada, sitiada por asesinos y adoctrinada por diversas sectas; era la mentira más grande que llevaría conmigo durante veintiún días.
En los encuentros con la Ministra de Cultura solo se hacían exposiciones de los tutores que traían noticias de la guerrilla. Relatos del paramilitarismo no, eso ni pensarlo. Ella dijo alguna vez: En Arauca la guerrilla nos quemó la biblioteca, allá ni siquiera pudimos llegar. Y su voz volvía a las canciones en Valledupar.
Se nos llamaba la atención por cuestionar asuntos operativos. Tuve que taparme la boca cuando, en una sesión de trabajo, la doctora del Gobierno manifestó: Para qué se hace un Diario de Lectura, eso se debe cambiar por un formato que el lector va llenando a medida que va leyendo. La misma entidad privada había sugerido la dinámica y quienes la acogimos tuvimos buenos resultados. Se potenciaban lectores funcionales que querían expresarse por medio de la palabra escrita, en ese acto de libertad con derecho propio.
Nuestra misión era hacer promoción de lectura en las bibliotecas públicas y montar grupos de apoyo. Nos contrataba Fonade, entidad estatal. Íbamos con viáticos de ciudad y, por lo menos en mi caso, llegué a pagar veinte mil pesos por un almuerzo en zonas con economía de coca. El costo de una botella de agua podía ser tres veces más alto que en otro lugar.
La sensación de ser marioneta ya la había conocido en el amor. El juego traía cosas sorprendentes. Aquí, el movimiento de las fichas era sistemático y planificado. Destrezas diseñadas por altas inteligencias, sin considerar el verdadero contexto social. La próxima jugada no se conoce. Como en el parqués, se va camino a la cárcel, al destierro y no se sabe si se pueda salir. Si se sale, se desconoce quién abre la puerta y pone su precio. La resolución de saltar mientras se piensa y se dice en voz alta: un suicidio. Si fuera posible dormir hasta tarde para no pensar desde la mañana. Sí, dormir hasta el fondo de la inconsciencia y aprender del autismo la mejor manera para conservarse.