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La casa de los ruidos


Durante los años setenta en el corazón de Madrid, una casa destaco del resto por sus extraños ruidos.

Madrid, Febrero de 1977, Calle del Toboso, planta tercera del nº73. Extraños ruidos y fuertes golpes se oyen sin cesar a cualquier hora del día. Algunos de los testigos presenciales se aventuran a decir que los edificios colindantes se tambalean. Pero, ¿cuál es el motivo que genera estos fenómenos?. Desde ese momento y en adelante, son varias las hipótesis que se manejan. Una de ellas hace referencia al subsuelo de la vivienda, donde dicen hubo escavadas trincheras de la guerra civil y que servían de pasadizo entre el río Manzanares y la plaza de Carabanchel. Otros aseguraban que al final de este pasadizo, existían almacenes de armamento que por sensación térmica de calor pudieran estar explotando sin control. De los explosivos no hubo constancia, si de la galería que accidentalmente salió a la luz con la apertura de un socavón. Muchos lugareños hablaban de las vidas en tránsito de los que fallecieron allí y cuyos gritos se contaban como escalofriantes. Otra teoría se refiere a las obras del metro, en ese momento se construía la conexión entre las estaciones de Oporto y Nuestra Señora de la Valvanera. La tercera y más inquietante se refiere a sus habitantes. Esa casa estaba habitada por un matrimonio humilde y anciano que hace lo que puede para subsistir. Tiene como protagonista su hijo adoptivo Mauricio, que se encuentra en ese momento oyendo los ruidos y golpes con la mirada perdida sin responder a ningún estímulo para volver en sí. En la vivienda se personan los que en aquel entonces eran expertos en la materia en concreto Germán de Argumosa que, una vez paradas las obras del metro, detecta movimientos extraños. Deja también colocado un magnetofón en el cual se registran varias psicofonías. La decisión a tomar es que se traslade a Mauricio al centro nacional de parapsicología para estudiar al joven que durante la manifestación de estos fenómenos, no muestra inquietud, al contrario, sonríe de forma placida. El diario “EL País” publica más tarde el 23 de Marzo de 1977, que no se descubren «indicios razonables para atribuir tales disturbios a fuerzas mentales o fenómenos paranormales de carácter físico». De Mauricio tampoco se llego a saber nada más.

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