Читать книгу El poder de la derrota - Miguel Ángel Martínez López - Страница 10

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Tareas

12 de noviembre de 1997

Querido Iñaki:

Cómo te envidio, con tal cantidad de planes y proyectos y la posibilidad de sacarlos adelante y llevarlos a término. Nada se te va a resistir. Tienes medios, ideas y energía, ¿qué más se necesita? Ánimo, que no decaiga tu entusiasmo. Vas a tener que trabajar duro.

Mis cosas no van tan bien, aunque trabaje también muy duro. A pesar de que todos mis contactos contestaron a la primera prometiéndome todo el material necesario, no he recibido ni la mitad. Todos me dieron muy buenas palabras y aparentemente se entusiasmaron por el tema y la posibilidad de ayudarme, sin embargo, voy comprobando que no era más que apariencia. De las cinco diócesis elegidas sólo tengo dos (una, la tuya). Sigo insistiendo, pero estoy ya pasando el límite de pesado y empiezo a poner en peligro algunas amistades. Voy a ponerles un ultimátum, o me lo mandan antes del día 1 de diciembre o busco en otras diócesis.

En paralelo voy revisando el material que tengo en mis manos y se me hace poca cosa para una tesis. Pero tampoco tengo tiempo para hacer algo más serio. Mi director de tesis me ha pedido que mire algunas cosas en los Santos Padres, ya sabes, San Ignacio de Antioquia, San Cipriano, etc, y el “Regulae Pastorales Liber” de San Gregorio Magno, para buscar paralelismos entre la pastoral actual y la de los primeros siglos. ¡Los Santos Padres! ¿Crees que todo el mundo está perdiendo la cabeza? Incluso me habló de un libro de Harnack que tendría que leerme.

Como ves, las cosas no van como había planeado. Ya sabes lo que me gusta hacer planes y que luego se cumplan. Pero todo el mundo parece conjurado contra mí: el obispo, el vicario, mi director, los compañeros de otras diócesis... Aquí cada uno va a los suyo y yo en el último vagón. ¿No me merezco algo mejor?

Perdona el desahogo pero no tengo por aquí a nadie con la suficiente confianza. Después de tres años fuera, con todos mis amigos desperdigados por pueblos inaccesibles me siento bastante abandonado. Además es un poco tarde y el cansancio incrementa mi desánimo.

Por si esto fuera poco, ya está casi todo el mundo enterado de que mi ocupación es preparar la tesis y estoy notando que la actividad intelectual es bastante poco valorada. Me está llegando un aluvión de peticiones de curas de la zona para sustituirles un domingo, ayudarles con una capellanía, decirles una misa... porque “como estás estudiando y no tienes que hacer nada”. Me revienta. ¡Es que estudiar es no hacer nada! ¡Qué cara más dura! De momento me voy escabullendo, pero pronto tendré que empezar a contestar mal. ¡Estoy harto!

Todos mis compañeros de seminario repartidos en parroquias o en cargos diocesanos, mis compañeros de Roma, haciendo valer su licenciatura con orgullo, y yo, sin embargo, ocupado en llegar no sé a dónde ni cómo. Menos mal que tengo buena paciencia.

Se me olvidaba la guinda. ¿Recuerdas el asunto de los santos? Me puse también con mi “santo” particular. Se llama D. Luis Costa Fernández, seguro que te suena. Hace unos cinco años tuvo un problema muy serio en el pueblo del que era párroco: se enfrentó con el ayuntamiento del lugar por un espectáculo de las fiestas que se salía un poco de tono y el asunto se le fue de las manos y le quemaron la casa parroquial mientras decía misa. Seguro que recuerdas el incidente porque salió en los periódicos. Murió poco tiempo después, supongo que del disgusto. Una mezcla de cura de Ars y Torquemada por lo que me han contado. Como le quemaron la casa y no salvó más que lo puesto y el breviario, no se han salvado diarios ni escritos suyos ni objetos personales, apenas unos folios escritos poco antes de su muerte, que me van a remitir del obispado pero que, no podría ser la excepción, aún no me han llegado. Ya te contaré.

Suerte y un abrazo,

Arturo.

El poder de la derrota

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