Читать книгу El arte del amor - Miranda Bouzo - Страница 13

ALICE

Оглавление

La habitación era preciosa, de techos de madera bajos y colores cálidos. La cama, enorme y alta, con una mullida colcha anaranjada. Entre los altos pinos la luz entraba a raudales a través de los ventanales. Una suave brisa se movía entre las ramas y lanzaba sombras sobre las paredes de piedra. Cuadros preciosos, reproducciones de Van Gogh, Cézanne, todas de pintores impresionistas, todas seguramente elegidas por Nela al conocer mis gustos.

Nela fue a sentarse frente a la chimenea apagada, en una de las dos sillas, aprovechando que investigaba cada rincón de la habitación.

—Necesito sentarme, cada vez me cuesta más subir las escaleras.

Su tono cansado llamó mi atención y con decisión acerqué una de las sillas y me senté frente a ella con una sonrisa de satisfacción.

—¿Cómo estás, Nela?

—¿Cómo crees? ¡Gordísima! —contestó entre risas tocándose la enorme tripa en un gesto cariñoso. Sus ojos volaron a los míos, se incorporó un poco y atrapó su mano con la mía. Con una sonrisa y sus dedos enlazados la llevó hasta su abultado vientre. En ese momento sentí el enorme calor que desprendía la vida que ya estaba casi formada en su interior—. Y feliz, muy feliz, Alice.

—Nunca te había visto así, estás radiante, Nela. —No quería emocionarme, pero me pareció sentir un movimiento bajo la palma abierta que Nela sujetaba.

Si alguien hubiera dicho, el día que nos conocimos siete años atrás, que seríamos como hermanas, quizás me hubiera reído en su cara. Ella, apocada y tímida, había entrado en silencio en el pequeño apartamento de estudiantes en el que vivía. Aquel día, como tantos otros, estaba preparada para salir, era la fiesta de principio de curso. Mi segundo primer curso en Bellas Artes. Todo lo hice en contra de los deseos de mi padre, que quería que estudiase Económicas. Busqué a propósito una universidad lejos de casa, en un país extraño, y me matriculé en la carrera que podía hacer de la pintura una profesión. Después todo vino rodado, fiestas, drogas, noches locas… y entonces apareció Nela y me dijo que por qué aquella noche no me quedaba con ella para conocernos. Y la Alice que era joven e impulsiva, esnob y prepotente, lo hizo.

—¿Qué ocurre, Alice? ¿Por qué estás aquí cuando deberías estar eligiendo centros florales y probándote vestidos de novia por todo Londres?

—No lo sé, Nela. —Era increíble cómo todo el mundo me acorralaba y ni una palabra salía de mis labios, y la primera vez que Nela me preguntaba todo quería salir de golpe. Frente a ella, con la mano puesta sobre su tripa las lágrimas empezaron a salir—. No sé qué me ocurre, es la tristeza. Es como si poco a poco fuera abriéndose paso en mi corazón, nada me llena, nada me hace feliz. Sonrío porque así debe ser, ¡voy a casarme! Debería ser la chica más feliz del mundo. Y, por el contrario, tengo la horrible sensación de que eso me hará más infeliz.

—¿Colin te trata mal? ¿Ha ocurrido algo entre vosotros?

—No, no, al contrario. Colin es lo que siempre esperé de un compañero, pero falta algo, algo que no consigo encontrar y, mientras el tiempo pasa y la fecha se acerca, creo que ambos merecemos algo mejor, ¿sabes qué quiero decir?

—Que no eres feliz.

—¡Nela! —exclamé quitando la mano—. ¡Eres capaz de resumir todo en una palabra cuando llevo días sin saber qué hacer!

—¡Alice, no puedo creerlo! —gritó alarmada—. ¿Has venido hasta Alemania para decidir si te casas con él? Quiero decir, estoy encantada de que estés aquí, ¡pero no pretenderás que te diga qué hacer!

—No. Sé que tengo que decidir sola, aclararme, por Colin y por mí. Nela, me he perdido a mí misma, no sé quién soy en este momento de mi vida. Te necesitaba cerca, y alejarme de él un tiempo.

—Yo también, me haces falta, Alice. Estoy deseando que el niño nazca, que Soren deje de preguntarme si estoy bien, dónde estoy, qué he comido o qué hago a todas horas.

—No creo que sea para tanto.

La puerta se abrió en ese momento de golpe, dando con la pared, y el marido de Nela apareció con el ceño fruncido.

—Nela, te estaba buscando. ¿Qué hacéis? ¿Has comido ya?

Con lágrimas en los ojos, entre la alegría y el llanto, Nela y yo nos miramos y echamos a reír, probablemente Soren no lo entendería, pero no podíamos parar.

El arte del amor

Подняться наверх