Читать книгу Hay que tener más huevos que esperanza - Mónica Borda - Страница 13
ОглавлениеDeja de esperar milagros
Antes de la mañana del evento tomé unos cursos relacionados con hablar en público, leí libros muy específicos, estudié incluso sobre el manejo de la voz y otros temas relacionados, todo con la esperanza de llegar a ser conferencista.
Y no quiero que me malentiendas, obviamente la formación es fundamental. Pero lo más importante es que te atrevas a subir al escenario de tu vida. No hay otra forma. Decidirse a actuar es muy importante, porque de otra manera vamos a estar esperando el momento correcto, uno que quizá no llegue jamás.
Nunca vas a estar suficientemente preparado y en el camino puedes encontrar cientos de pretextos para postergar la acción: “Voy a tomar un curso más” o “Es que ahora voy a aprender la técnica de fulano” o “Cuando sepa manejar tal programa, estaré listo”. Es como prepararse para no hacer nada.
Recuerdo a gente que me ha contado en el consultorio que quiere abrir un negocio. Ya fueron por el tóner, la impresora, los archiveros y hasta pintaron la oficina, pero ni siquiera tienen clara su idea o cómo empezar. Y cuando ya no hay nada más que comprar, encuentran una nueva excusa. Creo que lo más importante es hacer las cosas con lo que tenemos. Ahí está la respuesta, el siguiente paso. Pero te tienes que atrever, es decir, tener huevos.
Estamos acostumbrados a ver lo que no tenemos, a funcionar desde la carencia. Constantemente nos recordamos que no podemos, que es complicado ir tras nuestras metas y que las cosas saldrán mal. Aprendemos a ponernos solos el pie y terminamos siendo nuestros peores enemigos porque dejamos que el miedo nos persiga. Pero gracias a mi experiencia profesional he visto que solemos vivir con el vaso medio vacío. Sin darnos cuenta, permitimos que los obstáculos vacíen la mitad positiva, que es donde habitan las oportunidades. Pero déjame decirte algo: si lo decides, puedes llenarlo.
Todos tenemos la oportunidad de cambiar y de alcanzar nuevos retos. Y quizá pienses: “Claro, Mónica, es más fácil decirlo que hacerlo”. ¿Te digo algo? Es cierto. Pero también es verdad que si te lo propones, pronto encontrarás más maneras de llenar tu vaso que de vaciarlo.
Empecemos por reconocer en dónde estás parado. ¿Eres de las personas que viven esperanzadas en que un día se va a cumplir su sueño, pero no mueves un dedo para que suceda? ¿Ves la puerta de la oportunidad y te quedas aguardando a que se abra sola, en lugar de ir a abrirla y entrar? Tal vez te incomode lo que voy a decirte, pero debo hacerlo: lo que esperas es un milagro. Como todo en la vida, hay momentos increíbles de suerte y situaciones mágicas, sin embargo, las oportunidades hay que buscarlas.
Con esto no me refiero a que mañana organices un viaje al Himalaya para escalar el Everest o que a partir de hoy te dediques a buscar la solución que acabe con el hambre en el mundo. Esto definitivamente requiere huevos extragrandes, pero el cambio que buscas seguramente no es así de descomunal. Estoy segura de que la pareja que anhelas o el trabajo que añoras más bien se encuentran en las pequeñas acciones, en los pasos cotidianos que tomas para conseguir lo que quieres. Pero vayamos más despacio. Comencemos por entender qué significa tener esperanza.
La esperanza es un sentimiento positivo y además es precioso porque nos impulsa. Es como una lámpara que ilumina nuestra actitud y nos obsequia una sensación de confianza, pues nos dice que es posible lograr lo que queremos. Eso está muy bien, pero ten en cuenta que este sentimiento solo te acompaña, no resuelve las situaciones. A la pobre esperanza le imponemos la responsabilidad de que cumpla nuestras metas, cuando su tarea es animarnos, no salir diario a la calle a trabajar para realizar nuestros deseos. A nosotros nos corresponde atrevernos a entrar en acción. Es nuestra responsabilidad.
A menudo perdemos de vista que el camino a nuestros sueños se construye en la vida diaria. Ahí está la pequeña trampa. No necesitas grandes proezas ni actos increíbles. Cuando te hablo de echarle huevos a la vida me refiero a esos aspectos sutiles, pero decisivos, que implican:
1. Conocernos, aceptarnos, querernos y defender con asertividad lo que nos importa.
2. Saber que no podemos controlar todo lo que sucede, pero sí podemos elegir nuestras actitudes frente a ello.
3. Aprender a vivir conectados con nuestra parte más auténtica.
Todo esto está en tus manos, no depende de nadie más. Y tal vez digas: “Excelente, Mónica, pero ¿por dónde empiezo?”. Te doy una pista: comienza por salir de tu zona de confort.
Todos tenemos una canasta
de huevos
¿Qué es la zona de confort? Es un estado mental que nos impide cambiar y evolucionar. Incluso diría que, más que un estado, es una prisión. Me explico. La comodidad que hemos construido a lo largo de los años hace que nos sintamos seguros porque creemos tener todo bajo control. De esa forma la rutina se vuelve complaciente y dejamos de tomar riesgos. En lugar de visualizar nuevos caminos, encontramos cada vez más obstáculos que nos mantienen en el mismo punto. Nos conformamos con nuestra situación actual, aunque en el fondo quizá seamos infelices.
Es importante no confundir una vida estable con llevar una rutina negativa y conformista. La primera es un territorio creativo y de oportunidades. En la segunda, en cambio, te dedicas a actuar en piloto automático. Aquí dejamos de sentir las emociones incómodas, pero tarde o temprano las terminamos sustituyendo por otras dañinas, como la pasividad, la apatía y el vacío existencial. Esto, lamento decírtelo, es terreno fértil para la infelicidad de la que pretendes huir.
Detrás de la zona de confort hay miedo. Este sentimiento nos afecta a tal grado que le dedicaré un capítulo más adelante. Por lo pronto, déjame decirte que ese temor paralizante suele relacionarse con la incertidumbre y la inseguridad. Nos asusta lo que ignoramos y lo que puede pasar. Y atreverte a hacer algo diferente es justamente eso: dejar atrás lo conocido y lo que crees seguro. Incluso si eso significa, por ejemplo, terminar la relación con esa persona que te trae más desdicha que felicidad, pero que justificas diciendo que “no está tan mal”.
Lo peor de la zona de confort es que la gente permite que las circunstancias avancen y que la infelicidad aumente hasta que la situación se sale de control y termina explotándole en las manos. Es cuando el jefe que te paga dos pesos ya te despidió, tu pareja abusiva te agredió o ya te hicieron una grosería que rebasó todos tus límites. Pero ¿por qué tenemos que llegar a ese punto? ¿Por qué esperar a que la vida nos obligue a cambiar?
Déjame contarte algo acerca de la incertidumbre: en realidad es la tierra de las oportunidades. Si lo que te digo es cierto, entonces quizá te preguntes por qué no has podido reconocerlas y aprovecharlas. Tal vez porque no te has dado cuenta de la canasta de huevos que la existencia te regaló. Las quejas son el peor impedimento para verla: “Es que a mí la vida nunca me sonríe” o “Es que no soy guapo como fulano” o “Es que no nací en buena familia”. De nuevo, eso es ver la vida desde la carencia. Sin embargo, tienes una canasta llena de huevos para aprender a detectar las oportunidades, para quererte, confiar en ti y merecer tus sueños. Sobre todo, para atreverte a ir por ellos.
La incertidumbre no es tu enemiga. Al contrario, hay que abrazarla. En ella están los regalos de la vida. Cuando la aceptas, a menudo te preguntas qué obsequio te tiene ahora o con qué te va a sorprender. Son hermosas las sorpresas, ¿no crees?
Seguro ya te diste cuenta de por qué es el mundo de las oportunidades: porque aquí todo puede suceder y, por eso, también puedes aspirar a todo. La incertidumbre es positiva y cuando la incorporas a tu vida, el miedo se acaba porque en verdad quieres estar ahí.
A final de cuentas, es una cuestión de decidir. En mis conferencias siempre le digo a la gente que puede pensar bien o mal y que ambas opciones cuestan el mismo trabajo. Lo importante es qué quieres realmente tú, dónde te quieres parar y qué lugar quieres ocupar en tu vida. La decisión es solo tuya.
Faltan huevos… y un plan de acción
Dejemos algo en claro, una cosa es tener sueños y otra muy distinta es hacerte responsable de ellos. Como ya vimos, ese negocio que quieres, esa pareja que anhelas, esos amigos que buscas no van a llegar solos, debes entrar en acción para conseguirlos. Y cuando asumes tus metas y te haces responsable, entonces armas un plan de acción para lograrlo.
Este plan es una especie de mapa en el que trazas la ruta que vas a seguir para llegar a tu destino. Te recuerdo que no se trata de algo descomunal, sino de pequeñas acciones cotidianas con las que te vas a acercar a cumplir tus metas. “Genial, Mónica, pero ¿cómo lo elaboras?”. Te comparto la receta.
1. Identifica tu meta
Si no tienes claro tu objetivo, entonces comienza por preguntarte: ¿qué quiero?, ¿qué busco?, ¿cuál es mi sueño?
2. ¿Qué necesitas hacer?
En este punto debes identificar las conductas generales que te ayudarán a lograr tu meta. Por ejemplo: ser constante en el ejercicio.
3. ¿Cómo lo vas a hacer?
Este paso está directamente relacionado con el anterior, la diferencia es que aquí debes especificar las acciones que tomarás. De otro modo, solo tendrás una lista de buenos deseos. Por ejemplo: inscribirme a un gimnasio y asistir por lo menos cuatro días a la semana.
4. ¿Con qué cuentas?
Aquí debes considerar los artículos, herramientas, dinero y demás cosas necesarias para ejecutar tu plan.
5. ¿A quién necesitas?
Este punto se refiere a las personas que contribuirán o facilitarán tu proceso, como maestros, instructores, especialistas, entre otros.
6. Plantea las tareas que debes realizar
Es el plan de acción propiamente dicho. Aquí vas a plantear las conductas diarias que seguirás. En este paso es muy importante numerar las acciones que debes tomar. Sé muy específico porque si no terminarás enredándote. Por ejemplo, si quieres aprender a nadar, ¿qué pasos debes seguir? 1) Investiga los horarios y la ubicación de las escuelas de natación cerca de donde vives. 2) Pide informes en la escuela que más te interesa o mejor te acomoda. 3) Inscríbete y compra un traje de baño, etc.
7. Ejecuta
Ahora sí es momento de sacar los huevos de la canasta y usarlos para hacer realidad lo que buscas.
Este viaje que apenas iniciamos es de transformación. Tienes lo necesario para salir de la banca, que es tu zona de confort, y saltar a la cancha a dar el juego de tu vida. Sin embargo, puede que aún no te decidas a salir de ese espacio cómodo porque algo negativo te retiene ahí. Hay cárceles o enemigos emocionales que nos traicionan y nos paralizan, así como áreas de oportunidad en las que debemos trabajar.
Si no somos conscientes de los enemigos emocionales y no tomamos medidas para enfrentarlos, van a terminar influyendo poderosamente en nuestro cerebro. Y esto es importante que lo entiendas porque no es que tu cerebro quiera hacerles caso, es que ellos hablan tanto y tan fuerte que no queda más que escucharlos.
Tú eres tus emociones y por eso es muy importante que las conozcas. Lo que sientes influye en lo que piensas.