Читать книгу Hay que tener más huevos que esperanza - Mónica Borda - Страница 19
ОглавлениеUna tarde me llamaron al consultorio para preguntarme si podía atender a alguien de urgencia. La emergencia era la muerte de un hijo. El pequeño, de diez años, se había ahogado. Por supuesto que acepté. Pocos dolores se comparan a una pérdida como esa. Tenemos palabras para hablar de la gente que pierde a un cónyuge o a los padres, hablamos de viudos o huérfanos, pero no hay una forma de referirse a quien sufre la muerte de un hijo.
Para mi sorpresa, la mujer que llegó al consultorio lucía entera. Habían pasado dos semanas del trágico accidente y ella estaba sumida en un mundo oscuro de tristeza y desesperanza. Claro, seguía cargando mucho dolor del cual quería hablar, pero también había algo luminoso en ella.
Me contó que después del incidente comenzó a preguntarse qué más había en su vida. Creo que es inevitable plantearse algo similar frente al vacío que deja la pérdida de un ser amado. Y la ausencia de su pequeño por supuesto que era enorme; pero de lo que también se dio cuenta era de que otras cosas llenaban su existencia que había dejado de ver. Tenía a sus hijas, su hogar, amor, amistades y familia que la acompañaban. Y claro, además, también tenía su dolor, al cual decidió darle un sentido positivo.
Tal vez te preguntes qué puede haber de positivo en el dolor y en especial en uno similar al que ella estaba viviendo. Bueno, déjame contarte que esta mamá decidió crear una fundación para ayudar a las familias que han perdido a un hijo. Desde hace algunos años, su organización apoya a las personas para que le den un significado distinto a la muerte. La fundación tiene diferentes programas de apoyo, como una biblioteca virtual con material sobre el duelo, talleres de meditación y yoga para promover la paz interior, así como un hermoso parque en la Ciudad de México, donde los padres pueden rendir homenaje a sus hijos en un muro conmemorativo.
Elegí contarte esta historia porque muestra uno de los grandes retos que enfrentamos cuando el mundo parece no tener salida o cuando creemos que carece de sentido. Es un gran ejemplo de cómo encontrar lo positivo en lo negativo.
Cuando estamos sumidos en el abismo emocional de la desesperanza, perdemos de vista las oportunidades y damos por sentado los recursos personales con los que contamos para salir adelante: seres queridos, trabajo, ciertas habilidades o, incluso, la oportunidad de ayudar a otros a superar el sufrimiento.
Lo que quiero proponerte en este capítulo es muy sencillo: que decidas qué actitud quieres tomar ante los momentos difíciles de la vida, aquellos que se salen por completo de tu control. De nuevo, es una invitación para que veas el vaso medio lleno que llevas en tu mano y que lo colmes de elementos positivos, como la esperanza.