Читать книгу Guerra de nervios - Mónica Gallego - Страница 4
ОглавлениеQuiero dedicar este libro a todas aquellas personas enfermas, sufran la enfermedad que sufran; se manifieste o no su enfermedad, o permanezca oculta a simple vista por no poder ser mostrada. Quiero dedicárselo a ellos porque son auténticos luchadores en una sociedad donde la desgracia se aplaude y donde el «desconocimiento» ostenta consecuencias graves.
Indirectamente, a la hora de escribir este libro, que espero que cambie la visión del mundo, he tenido el placer de tratar con personas de gran corazón, enfermas, con trabas que la sociedad, e incluso sus familiares, les ponen a diario sin darse cuenta de que todos somos personas y que todos padecemos una enfermedad u otra, del tipo que sea. Ha sido muy triste escribir esta historia novelada; las lágrimas han caído por mis mejillas más de una mañana o tarde sentada a la mesa de mi ordenador pero, a la par, quien me conoce, quien me ha abierto su corazón, sabe que… ¡lo hago por ellos!
¿Te has parado a pensar alguna vez cómo cambiaría tu vida si una enfermedad, fuera la que fuera, tuviera el nombre que tuviera, te fuera diagnosticada de repente? ¿Te has parado a pensar qué harías si la sociedad, e incluso tu familia, te aislara? ¿Te has parado a pensar si serías tan fuerte, como realmente crees, si te marginaran por ser «enfermo», (entre comillas)? Si tu respuesta es nunca, para unos segundos la lectura y piensa el daño que puedes estar haciendo a esa persona enferma que quizás está más cerca de ti de lo que imaginas o a aquel familiar al que aíslas por considerarle diferente a ti cuando realmente no deja de ser persona.
¿Te has parado a pensar que el daño que estás haciendo puede provocar que una familia entera sufra las consecuencias de tus actos? ¿Te gustaría que te discriminaran por el color de tu ropa, por el color del pelo que llevas, por la forma que caminas, o por cualquier cosa que se te ocurra en este preciso momento? No juzgues a nadie si antes no te has juzgado a ti mismo, porque quien esté libre de enfermedad que tire la última piedra. Todos sufrimos enfermedades, del tipo que sea, y tu desconocimiento puede hacer que el enfermo se hunda hasta tal punto que su familia sea su vía de desahogo o escape, e incluso provocar una exclusión familiar que puede llevarle al suicidio. ¿Quieres ser el culpable de todo ello? Si alguna vez has juzgado a alguien sin conocerle, has marginado por padecer la enfermedad que tú prefieras elegir de las múltiples que hay en el mundo entero, piensa antes de continuar si no debes cambiar de actitud y abrir tu mentalidad de una vez por todas.
¡Están vivos, sienten y padecen!
¿Has dejado tu mente en blanco? ¿Has dejado atrás los prejuicios concebidos durante años? Esta novela junta realidad y ficción; vuelve a ser un testimonio de personas que realmente viven la vida con dureza debido a la forma de ser de la sociedad, donde la envidia y la maldad prevalecen ante cosas tan maravillosas como la amistad, la familia o el estar ahí cuando uno te necesita. Te prometo que llorarás, así que ten cerca un pañuelo; si bien, al mismo tiempo, espero que sirva de aliento y esperanza. No pido más. ¿Sería mucho…?
¡Cambiar la visión del mundo!
Jorge se sentía solo; la soledad le embargaba. Mientras los niños y niñas de su barrio jugaban todos juntos en el patio o en los jardines contiguos, independientemente de la edad que cada uno tuviera, a él le aislaban como si de un bicho raro se tratara. Ni al escondite ni al pilla pilla ni al balón, a ningún juego querían que con ellos jugara, ni siquiera en la piscina; hasta el roce de toalla con toalla lo tenía prohibido. Era un apestoso, un marginado, así le llamaban día sí y día también, solo por el hecho de sufrir una enfermedad «no contagiosa» pero que parecía serlo. Epilepsia. ¡Qué más hubiera querido él que no tenerla! Muchos eran los cumpleaños en los que soplaba las velas ansiando que ese deseo se cumpliera. «Que deje de tener epilepsia y sea un chico sano», se decía a sí mismo esperando levantar a la mañana siguiente como un niño al que la sociedad quisiera y no considerara diferente. Ser «normal», como acostumbraba a decirse, aun siéndolo, porque nadie es «anormal» en este mundo. Es más no hay que olvidar que todos estamos enfermos. Sufrimos una u otra enfermedad que arrastramos a lo largo de nuestra vida. Algunas se notan, otras están ocultas y apenas percibimos que la persona que la sufre la padece. A Jorge la epilepsia le sobrevino por sufrir siendo un bebé una fiebre alta que derivó en convulsiones. Se vio obligado a ingresar en el hospital más veces de las que él mismo puede recordar, de las que sin lugar a duda alguna hubiese querido. Como consecuencia de todo ello, con el paso de los años, después de varios estatus convulsivos sufridos, dejaría en su cerebro la dichosa «huella», de la que los neurólogos hablan, y que es tan temida en todos los que padecen esta enfermedad. Las madres de sus amigos tampoco es que tuvieran una actitud distinta a la de sus hijos. Adultos comportándose de una forma incívica. Veían lo que estos le hacían al pobre Jorge sin decirles al respecto que eso no se debía hacer o que era incorrecto el comportamiento llevado a cabo. Ni bronca ni castigo. ¿Cómo iban a hacer algo si ellas mismas le marginaban, apartándose en el portal al verle pasar o incluso no subiendo con él en el ascensor, no fuera que le diera en su presencia una crisis epiléptica? Jorge fue creciendo (obviamente, todos crecemos), viviendo la vida que a cada cual le ha tocado vivir, pero que en su caso era mucho más dura que lo que se puede considerar cotidiano o habitual. La discriminación de la sociedad le rodeaba a todas horas y a cada momento, creando con ello un Jorge muy diferente al que hubiera sido si el entorno le hubiera tratado con respeto y cariño. Gracias a Dios (al menos eso dirían los creyentes en un ente superior, esos que luchan a diario por hacerse un hueco en el cielo, junto a Dios, mejor que mejor), no toda la gente que transita a diario por las calles, o que conocemos, son tan horribles como todos aquellos que le dieron la espalda o le tildaron de «apestoso» o «bicho raro». Hubo gente buena en su vida que estuvo ahí cuando realmente les necesitó; no en un número suficiente, por desgracia, porque para eso habría que cambiar la visión que la sociedad, en general, tiene respecto a esta enfermedad. Digo esto porque, incluso en su madurez, la vida se le tornó complicada, algo que debería considerarse incomprensible entre gente adulta entrada en años, hecha y derecha.
Será el propio Jorge el que os cuente su vida relatando diferentes etapas de su vida. ¿Estáis preparados para una lección de conciencia? ¿Dejaréis abierta vuestra mente para que cambie vuestro conocimiento, en beneficio de todas las personas que sufren esta enfermedad y la discriminación que conlleva? Espero, de veras, que vuestro corazón crezca. Por otro lado, será su mujer, Natalia, quien os hable de los años que lleva viviendo a su lado, soportando una lacra social que aún hoy en día no llega a entender. Cómo la sociedad humana (no todos, gracias a Dios), puede provocar un daño tan grande en las personas para seguir caminando por la calle tan sonrientes y felices, sin conciencia ni arrepentimiento alguno al respecto. Padecerá junto a su marido lo que esta enfermedad supone, unido al mal trago que día a día ha ido sufriendo y sigue padeciendo por un desconocimiento pleno acerca de lo que es la epilepsia. Por no poder decir libremente, en el caso de Jorge, «Soy epiléptico», y en el caso de Natalia, «mi marido lo es», por miedo al rechazo y a la discriminación, principalmente. Este hecho incrementa el sufrimiento no solo del paciente sino también de la persona que está a su lado, sobre todo en todos aquellos que se hunden al no saber llevar esta enfermedad, pisoteados durante años por la sociedad.
¿Queréis, junto a ellos dos, echar un cable de conciencia y humanidad? Leed detenidamente este libro. Deteneos en cada frase, en cada palabra escrita, testimonio real de unas personas cuyo nombre y apellido han sido alterados por confidencialidad. Si con ello se consigue que la epilepsia sea conocida, concienciando a la sociedad… me sentiré orgullosa. Leed hasta el final. No os saltéis nada y, como os digo, tened un pañuelo cerca porque lloraréis. Os lo prometo.