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CAPÍTULO SEIS

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Jan Skyddar debió de haber sido la única persona en toda Ashton que estaba triste el día de la boda de Sofía y que tuvo que forzar una sonrisa, con el fin de no estropearles las cosas a Sebastián y a ella, y que tuvo que fingir que se alegraba por ella a pesar de que el dolor en su corazón amenazaba con romperlo en pedazos.

Ahora que se habían ido a toda prisa porque iba a nacer su hijo, su hijo y el de Sebastián, era incluso peor.

—¿Querría bailar conmigo? —preguntó una noble. La fiesta parecía continuar alrededor de Jan, la música volvía a estar en su apogeo pues había pasado de celebrar la boda de Sofía a festejar a la inminente heredera al trono.

La mujer era hermosa y grácil y vestía de forma elegante. Si la hubiera conocido un año atrás, Jan podría haber dicho que sí al baile y casi a todo lo que ella sugiriera. Hoy en día, no podía forzarse a hacerlo. No podía sentir nada al mirarla, pues hacerlo era como mirar una vela y compararla con el sol. Sofía era la única que importaba.

—Lo siento —dijo, intentando ser amable, ser bueno, ser todas las cosas que debía ser—. Pero existe… alguien de quien estoy profundamente enamorado.

—¿Alguien le espera en Ishjemme? —dijo la noble, con una sonrisa pilla—. Eso significa que ella no está aquí.

Alargó la mano hacia uno de los encajes del jubón de Jan y este la cogió por la muñeca suavemente pero con firmeza.

—Como le dije —dijo con una sonrisa triste—, la quiero mucho. No se lo tome como un insulto, pero no me interesa.

—Un hombre fiel —dijo la noble mientras se giraba para marcharse—. Sea quien sea, espero que sepa lo afortunada que es.

—Como si las cosas fueran así de sencillas —dijo Jan negando con la cabeza.

Se movía por la fiesta intentando no ser el fantasma de la celebración. Lo último que quería era fastidiarle a alguien la alegría hoy y mucho menos a Sofía. Él pensaba que esta era la parte más difícil de quererla tanto: era imposible ser lo egoísta que debería de haber sido con esto. Debería de haber sentido celos hacia Sebastián, debería de haberlo odiado con pasión. Debería estar enfadado con Sofía por haber escogido a un hombre que la había dejado de lado antes que a él.

No podía hacerlo. Quería demasiado a Sofía para hacer algo así. Más que cualquier otra cosa en el mundo, quería que ella fuera feliz.

—¿Estás bien, Jan? —le preguntó Lucas, que se acercó con esa agilidad por la que daba gracias por no cruzar nunca espadas con él. Jan siempre había pensado que luchaba bien, pero los hermanos de Sofía eran algo completamente diferente.

Quizá ya estaba bien que la mente de Jan estuviera cerrada a que otros la leyeran, o entonces sí que podrían haber luchado. Jan tenía dudas de que Lucas se tomara bien el que él estuviera tan desesperadamente enamorado de su hermana.

—Estoy bien —dijo Jan—. Tal vez haya demasiadas nobles intentando atraparme como un pescador iría tras un pez espada.

—Yo he tenido el mismo problema —dijo Lucas—. Y cuesta estar de celebración cuando, a la vez, estás pensando en otra cosa.

Por un instante, Jan pensó que Lucas debía de haber visto más allá de sus protecciones y haber visto cosas que no debería. Tal vez estuviera tan claramente escrito en su cara que no hiciera falta un lector de mentes para adivinarlo.

—Me alegro por mis hermanas —dijo Lucas con una sonrisa—. Pero hay una parte de mí que quiere que nuestros padres estén aquí para presenciarlo todo y sabe que yo podría estar por ahí buscándolos. Tal vez podría haberlos traído hasta aquí para que vieran la boda de Sofía y el nacimiento de su nieta.

—O tal vez hay veces en las que tenemos que ser fuertes y aceptar que las cosas no suceden como nosotros queremos —sugirió Jan—. Y eso significa que tienes que estar aquí. Aquí para poder ver a tu sobrina o sobrino.

—Sobrina —dijo Lucas—. Las visiones le quitan la gracia a adivinar. Pero tienes razón, Jan. Esperaré. Eres un buen hombre.

Apretó con fuerza el brazo de Jan.

—Gracias —dijo Jan, aunque a veces ni él mismo estaba seguro de creérselo. Un hombre verdaderamente bueno no tendría la esperanza de que Sofía acabara dejando todo esto a un lado, para quererlo a él de la misma forma que él la amaba a ella.

—Bueno —dijo Lucas—, yo te buscaba porque te llegó un mensaje por pájaro. El chico que te lo trajo de la pajarera está allí.

Jan miró hacia donde estaba el hombre, al lado de una de las mesas del banquete, cogiendo trocitos de comida como si no estuviera seguro de si realmente era para gente como él.

—Gracias —dijo Jan.

—De nada. Debería volver con Sofía. Quiero estar ahí cuando mi sobrina llegue a este mundo.

Lucas se marchó y dejó a Jan, que se dirigió hacia el mensajero. El chico parecía sentirse un poco culpable cuando Jan se acercó, pues se metió un pastelito en la boca y lo masticó a toda prisa.

—No tienes de qué preocuparte —dijo Jan—. La fiesta es para todos, tú incluido. Hay algunas cosas que todo el mundo debería poder celebrar.

—Sí, mi señor —dijo el chico. Le pasó una nota—. Llegó esto para usted.

«Jan, Endi ha tomado Ishjemme. Está matando a gente. Rika es su prisionera. Yo tengo que hacer lo que él dice. Necesitamos ayuda. Oli».

La nota dejó a Jan helado. No quería creérselo. Endi nunca haría algo así. Él nunca traicionaría a Ishjemme de esta manera. Pero Oli nunca mentiría y Endi… bueno a él siempre le había gustado fisgonear en las sombras y la forma en que muchos de sus barcos habían regresado a media batalla de Ashton había sido sospechosa.

Aun así, la idea de que su hermano hubiera montado un golpe de estado era difícil de entender. Si este mensaje lo hubiera mandado cualquier otra persona, Jan le hubiera llamado mentiroso. Tal y como habían ido las cosas… no sabía qué hacer.

—No puedo contárselo a los demás —se dijo a sí mismo. Si se lo contaba a sus hermanos, estos querrían volver apresuradamente para asegurarse de que Ishjemme estaba a salvo. Pero eso privaría a Sofía del apoyo que necesitaba desesperadamente. Pero no podía ignorar un mensaje como este.

Eso quería decir que tenía que volver a casa.

Jan no quería ir a casa. Quería estar aquí, lo más cerca posible de Sofía. Quería estar aquí por si había más violencia, por si ella o sus hermanos lo necesitaban. Ashton se estaba recuperando de los conflictos que la habían destrozado y dejarla ahora daba la sensación de abandonarla. Daba la sensación de abandonar a Sofía.

—Sofía no me necesita —dijo Jan.

—¿Cómo dice, mi señor? —preguntó el mensajero.

—Nada —dijo Jan—. ¿Puedes llevar un mensaje de mi parte…? Llévaselo a Sofía cuando pueda oírlo. Llévale el mensaje que me diste y dile que me he ido a encargarme de unas cosas. Dile que… —No podía decir ninguna de las cosas que quería decir entonces —. Dile que pronto regresaré.

—Sí, mi señor —dijo el mensajero.

Jan partió en dirección a los muelles. Los barcos de la invasión todavía estaban allí y, si pedía ayuda, algunos de ellos escucharían. No se llevaría muchos, no podría soportar el pensar que dejaba a Sofía desprotegida, pero necesitaría alguna muestra de fuerza si tenía que convencer a su hermano de que diera marcha atrás.

Ahora mismo Sofía no le necesitaba, pero al parecer, su hermano y hermana pequeños sí. Por mucho que Jan odiase dejar Ashton, no podía ignorar eso. No podía quedarse sin hacer nada mientras Endi tomaba Ishjemme por la fuerza. Iría hasta allí, descubriría lo que estaba pasando realmente y se encargaría de ello. Tal vez cuando hubiera acabado con esto, ya habría decidido qué hacer respecto a la mujer que amaba.

Una Corona para Los Asesinos

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