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3/7/2020

El mundo enmascarado

La sensación de tristeza que me invade el alma una y otra vez al escuchar noticias nefastas sobre el Covid-19, no tiene una palabra que pueda definirla. Escuchar acerca de la pérdida de vida de las personas, percibiendo que sus almas se esparcen en la dimensión eterna, enfermas de lo desconocido, y en absoluta soledad ...menos aún.

No es menor, el daño que causan algunas personas pidiendo a gritos, libertad, de la cual, pareciera que son prisioneros de la propia. Varios serán sus motivos y circunstancias, que se podrían pensar, que van desde la insensatez, hasta cuestiones relacionadas con la falta de la rutina, tantas veces cuestionada y hoy valorada...

El virus se convirtió en un gran desafío, tanto para científicos, como para los sistemas políticos económicos y sociales del mundo entero.Se va construyendo, (diría yo), en la Argentina (en este contexto) la figura del” ser anti todo”, basado en diversas posturas. Por ejemplo, que la propia naturaleza pondrá fin a la pandemia, o se rebelan contra un sistema político-económico de un nuevo orden mundial, o aducen libertades y derechos restringidos. Sin diferenciar momentos, prioridades, y necesidades por las que estamos atravesando. Mientras, que otras personas, respetan medidas adoptadas por los equipos de profesionales sanitarios que asesoran a los funcionarios del Estado, en post de priorizar el cuidado de la salud.

Entonces, podemos pensar que libertades y derechos, se trastocan, se transforman como cual mutación viral, en agresión y de esta forma, emanan, las susceptibilidades, sensaciones de injusticia, percepciones diversas frente a los hechos y tanto más. Mientras tanto... la ciencia está desconcertada, imagino a científicos de diversas partes del mundo investigando durante días, semanas a contra reloj buscando una solución a éste mal. En el escenario real, en lo cotidiano, en el campo de batalla, en primera fila, dando lucha, al cuerpo de salud, médicos, enfermeros, camilleros, personal de limpieza, y administrativos, que con sus miedos, preocupaciones e inquietudes cotidianas, afrontan con profesionalismo y vocación de servicio, la inesperada situación de cada día.

Celebro por ellos, con el aplauso colectivo, son quienes reciben, atienden, y contienen a los enfermos de Covid-19, que lo enfrentan en soledad.

Esta situación, muestra la otra cara, por parte de algunos actores sociales, (quizás, el “ ser anti-todo”) quienes, se manifiestan en actos reiterados de discriminación, falta de empatía, y en definitiva de la violencia, para con algunos integrantes del cuerpo de salud.

Son quienes lo sufren, al regresar a sus hogares o al dirigirse al trabajo, dejándoles así, un vacío ante tanta grandeza.

Surgen de esta manera contradicciones argentinas, propias del siglo XXl.

En este mundo enmascarado, con todo lo que simboliza, me viene a la memoria una partecita de una antigua canción que dice ¿“dónde iremos a parar si se acaba” la palabra, el diálogo, la conciencia colectiva, la tolerancia, la empatía, la solidaridad, el respeto, los principios y códigos?

Será como decía un antiguo proverbio chino, que crisis es igual a oportunidad, que nos esté anunciando un nuevo horizonte?. Seguramente que así será, lo que deberemos enfrentar son los desafíos, más acelerados quizá y las nuevas oportunidades, para descubrirnos mejores personas conviviendo en sociedad.

Lo que nunca se debe perder, es la esperanza, la confianza. El poder dar de cada uno, lo mejor, sumar individualidades, para construir un mundo mejor.

Con menos dolor innecesario, con mayor equidad, dignidad y equilibrio social.

De lo contrario, nos enfrentaremos, como si nos miráramos en un espejo y nos viésemos reflejados, en algo tan peligroso, difícil y letal como el propio virus, que tratamos de combatir.

Relatos de cuarentena

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