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República, Guerra Civil y posguerra: el contexto histórico

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En el período que se estableció entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, definido como período de entreguerras, el fascismo supuso una utopía, un plan estratégico de control de la población y su doctrina. Los puntales fundamentalistas del pensamiento conceptual y contrarrevolucionario se centraron en el antimodernismo, el machismo, la exaltación del ruralismo frente al proletariado, las políticas pronatalistas y, con todo ello, las reformas de las costumbres en pro de la sumisión de la mujer y su condicionamiento al hogar y no a la emancipación laboral. La ideología fascista era contraria al liberalismo y al marxismo, y la religión era una política adecuada a la crisis social que se vivía.1

En 1923, el Capitán General de Catalunya, Miguel Primo de Rivera, perpetró un golpe de Estado contra el Gobierno legal del rey Alfonso XIII y estableció un régimen militar para el país con el lema: «Bondad, sinceridad, laboriosidad y experiencia de vida». El ejército controló a la población civil y estableció el orden público restringiendo la libertad de reunión, de asociación e imponiendo la censura, así como «actuó con dureza contra los partidos y centrales sindicales "separatistas o de izquierda"».2 Esta situación caótica desencadenó huelgas generales y el asesinato de líderes sindicales, empresarios y del cardenal Soldevilla en la ciudad de Zaragoza. El ejército y los católicos se desmoralizaban a medida que pasaba el tiempo.

El 2 de octubre de 1923, el sacerdote español Josemaría Escrivá de Balaguer fundó la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei como una institución perteneciente a la Iglesia católica. Las prelaturas están compuestas por los sacerdotes que forman su clero y por los fieles laicos que cumplen los preceptos del sacerdote gobernante o prelado. En 1930, Escrivá de Balaguer fundó la sección femenina del Opus Dei. Como ideología de la orden, uno de sus miembros considera que: «Se trataba de constituir grupos selectos. La idea de reclutar a las mejores cabezas, a las más firmes voluntades, el propósito de formar caudillos, estaba en la base de la ideología de Escrivá y puede rastrearse a lo largo de sus escritos».3 Era una herencia de la vieja tradición eclesiástica del cultivo de las élites, pero acomodada a la circunstancia».4 La obra tenía como objetivo captar a los mejores de cada familia y de cada profesión a fin de afianzarla. «El Padre se veía a sí mismo como un mandatario divino cuyo mensaje y orientaciones debíamos aceptar sin la menor crítica y con la máxima fe. Llevarle la contraria era impensable porque él estaba seguro de que sus planteamientos no eran suyos, eran de Dios y no cabían ni variaciones ni matizaciones».5

Mientras tanto, en Alemania, el 4 de abril de 1925 se había creado la «Schutzstaffel» como organización paramilitar con la finalidad de proteger y escoltar a su líder, Hitler. Su acrónimo fue SS.

La crisis en Europa también influyó en España y, en 1930, Alfonso XIII destituyó a Primo de Rivera y lo reemplazó por un gobierno provisional. En contraposición a esta decisión, se creó el Comité Revolucionario con la intención de hacer abdicar al rey e instaurar la República como opción para salir de la crisis en la que el país estaba sumido. El 14 de abril de 1931 se proclama la Segunda República española que, a su vez, condicionó el exilio de Alfonso XIII.

En la República, y también durante los años previos, hubo grandes avances en cuanto a educación infantil y derechos femeninos. Un avance social importante para la mujer fue el establecimiento del seguro obligatorio de maternidad con el Real Decreto-Ley de 22 de noviembre de 1929 que ampliaba y reforzaba el subsidio de maternidad de 1923. Este seguro garantizaba, entre otras prestaciones, la asistencia facultativa en el embarazo y en el parto. En el período republicano, la mujer podía ser madre soltera y divorciarse si así lo decidía ella o su marido. Las leyes de protección a la maternidad y al menor se ampliaron y consolidaron.


Matronas y enfermeras.6

Bajo el mandato de la Segunda República y promovido por Victoria Kent y Clara Campoamor entre otras mujeres, se disolvió el Patronato para la Represión de la Trata de Blancas (Decreto 1 de junio de 1931) y se creó el Primer Patronato de Protección a la Mujer (Decreto 11 de septiembre de 1931) como nueva versión de las Antiguas Casas de Recogidas ampliando las funciones del Real Patronato con la intención de ayudar a las madres que lo necesitaban, en especial a las jóvenes y solteras.7


Victoria Kent Siano.8


Clara Campoamor Rodríguez.9

Kent y Campoamor se habían licenciado en la Facultad de Derecho de Madrid en 1924. Victoria Kent fue la primera mujer en ingresar en el Colegio de Abogados de Madrid en 1924 y la primera mujer del mundo en ejercer como abogada ante un tribunal militar.

Durante el mandato de Primo de Rivera ya debía haber una matrona contratada por cada 10 000 habitantes, pero rara vez se cumplía este precepto. Fue en el período entre 1930 y 1935 cuando las matronas exigieron que se cumpliera la ley y cuando se contrataron las necesarias en función de la población. El seguro obligatorio de maternidad de 1931 cubría la asistencia gratuita en el domicilio particular de la madre y del bebé durante el parto y el cuidado e higiene de ambos los días posteriores al mismo. La matrona, a su vez, era la encargada de enseñar a la madre a asistir al bebé. A lo largo de la Segunda República, los servicios de asistencia materno-infantil representaron un incremento del bienestar social.

A pesar de que en tiempos de la República las enfermeras llevaban décadas dedicadas a su trabajo y demostrando su valía, no fue hasta 1935 cuando se empezó a reconocer su capacidad igualitaria con los hombres para desempeñar su profesión y a delimitar las funciones de las enfermeras y de los practicantes. Las enfermeras estaban limitadas a la higiene, la investigación sobre las enfermedades venéreas, la educación sanitaria domiciliaria y la asistencia a los enfermos mentales tanto en manicomios como en domicilio. Los practicantes podían asistir a los médicos en las operaciones mayores, ejercer de auxiliares en la lucha contra las enfermedades infecciosas, realizar pequeñas operaciones y asistir en partos en ausencia de matrona titulada, en el momento y lugar de producirse el mismo. Como consecuencia, en el ámbito hospitalario, las enfermeras eran meras cuidadoras y auxiliares de los médicos y practicantes. Las enfermeras, al igual que las matronas y las practicantas, también tuvieron que soportar el intrusismo por parte de las monjas y de las Damas de la Cruz Roja, que, con simples cursillos, las suplían en los hospitales.


Voto femenino.10

Durante la República, el movimiento sufragista en España movilizó a una minoría de mujeres, entre ellas a Clara Campoamor, que luchó para establecer la no discriminación por razón de sexo, la igualdad legal de los hijos e hijas nacidos dentro y fuera del matrimonio y la legalización del divorcio y el sufragio universal, generalmente llamado «voto femenino».

En 1932 se había creado por Decreto el primer Dispensario de Higiene Mental en Madrid. Su trabajo consistía en controlar los estadios iniciales de las enfermedades psíquicas y, con curas de reposo y tratamientos ambulatorios, tratar de paliar los ingresos en manicomios. En 1933 había un total de 24 554 ersonas acogidas en establecimientos psiquiátricos a nivel nacional, por lo que suponía un gran problema social y una gran carga económica.11

En las elecciones alemanas de 1932, el partido nazi ganó con un 33 por ciento de los votos, situándose en la cabecera de los demás partidos. En enero de 1933, Hitler fue nombrado Canciller y Jefe del Gobierno alemán. Parte de la población alemana creyó que había encontrado al salvador de la nación.12 Su objetivo final era que Europa fuese gobernada de nuevo por la raza superior y que las inferiores fuesen aniquiladas, y así terminaban los problemas para Alemania y para Europa, que pasarían a ser una nación y un continente próspero.

En 1934, con esta ideología y dentro del plan estratégico de la Allgemeine SS, se había creado una organización para acoger madres solteras de la supuesta raza aria a fin de reducir los abortos y aumentar la población con futuros soldados para el Reich. Para ello, la madre debía acreditar ser de raza aria al menos por parte paterna y aportar documentación para demostrar que el padre del futuro bebé también lo era. Se supone que los niños que no nacían con el prototipo de niño ario eran «desechados» dentro de la institución. El Estado se hacía cargo tanto del bebé como de la madre. Oficialmente, se recogían madres embarazadas para darles cobijo en centros especializados y ahí criaban a sus hijos hasta los tres años. Al cumplir dicha edad, el pequeño pasaba a ser adoptado por una familia alemana de reconocida raza europea por parte del Estado y la madre quedaba protegida por un subsidio especial por haber contribuido a engrandecer la nación y haber ayudado a restituir la raza aria. Los médicos de las SS controlaban el desarrollo de los niños arios.

En 1935, las SS pasaron a ser dirigidas por Heinrich Himmler. El 12 de diciembre de 1935 se creó la Sociedad Lebensborn, que contaba con centros especializados en reproducción. El programa proporcionaba incentivos a los alemanes, especialmente a agentes de las SS, para tener hijos.13 Su lema era que ningún niño ario quedara sin nacer y, por ello, los Lebensborn se convirtieron en verdaderas granjas humanas.


Lebensborn, donde las mujeres se ofrecían a un soldado de las SS.14

A los Lebensborn acudían mujeres altas, rubias y de ojos azules embarazadas de algún soldado u hombre de demostrada raza aria o que se ofrecían para quedarse embarazadas. No eran embarazos forzados, sino que los altos cargos de las SS acudían con la finalidad de engendrar hijos con la o las mujeres que eligieran y que ellas, voluntariamente, se prestasen a ello. El objetivo del programa era promover el crecimiento de la raza aria superior restringiendo el acceso a través de selecciones médicas con criterios eugenésicos y raciales y con el posterior cuidado médico a la madre antes, durante y después del embarazo y también a la criatura.15 La identidad de la madre quedaba totalmente protegida y el nombre del padre registrado para poder demostrar la identidad aria del nuevo bebé.

Tanto la madre como el bebé eran cuidados y protegidos por los médicos y el personal de las SS. Los partos se producían con todas las mejoras sanitarias disponibles en la época y fue en los Lebensborn donde las mujeres empezaron a parir bajo los efectos del pentotal para evitarles el sufrimiento. En los Lebensborn, las madres también cuidaban de sus hijos hasta los tres años y con posterioridad podían ser dados en adopción a familias alemanas de raza aria que normalmente desconocían la procedencia del niño o la niña. La madre también podía optar por quedarse con el bebé y recibir ayuda estatal como madre soltera.

En España, para los niños y niñas auspiciados la República fue una época de cambios que parecía que iba a mejorar su situación, en especial en Catalunya, donde la sensibilización social hacia los menores desprotegidos era una preocupación evidente. Se creó la Federación de Padres Adoptivos de Catalunya, liderada por José Petxamé, que pedía la modificación del Código Civil para proteger al adoptado ante la situación que se producía en muchas familias biológicas cuando, una vez el adoptado llegaba a la edad de trabajar, lo reclamaban o pedían compensaciones económicas a la familia adoptante. El apoyo que la Federación Catalana tenía a nivel institucional por parte del President de la Generalitat, de los estamentos sociales y de la opinión pública catalana a fin de modificar el Código Civil quedó truncado con la sublevación militar que desencadenó en el golpe de Estado que se perpetró el 18 de julio de 1936 contra el gobierno legal y democrático de España.

La Segunda República española, que se había convertido en un momento clave de la historia contemporánea española en el gran proyecto democratizador y modernista que se abrió en 1931, concluyó con una sangrienta guerra civil.

El golpe de Estado fue dirigido por el general de brigada Emilio Mola Vidal, ayudado por el general de brigada Gonzalo Queipo de Llano y el teniente general José Sanjurjo Sacanell. Su fallido intento dio comienzo a la Guerra Civil española. El general Mola, en uno de sus discursos, afirmó: «Esta guerra tiene que terminar con el exterminio de los enemigos de España». Él mismo estableció unos métodos de represión hacia los miembros y simpatizantes del Frente Popular que, con posterioridad a su muerte —en un accidente en extrañas circunstancias—, Franco, como jefe de las fuerzas sublevadas, aplicó con toda la fuerza que le concedía su rango. Se trataba de aniquilar al enemigo, sin tener en cuenta que pudiese ser el hermano o el vecino. El genocidio de la guerra fue entre españoles. La única diferencia que existía entre ellos era ideológica.

El general de brigada Gonzalo Queipo de Llano dirigió el golpe militar sobre Sevilla y desató la guerra psicológica que ejerció sobre la población mediante sus «charlas a través de las ondas» de Unión Radio Sevilla. Como ejemplo, el mensaje radiofónico fechado en 1936 en el que alentaba a los combatientes a violar a las mujeres republicanas: «Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombres de verdad y de paso también a sus mujeres. Esto está totalmente justificado, porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen».16 El 24 de julio de 1936, un bando militar del general Queipo de Llano decía: «Serán pasados por las armas, sin formación de causa, las directivas de las organizaciones marxistas o comunistas que en el pueblo existan y, caso no darse tales directivos, serán ejecutados un número igual de afiliados arbitrariamente elegidos».17

En el bando republicano se habilitaron «casas de colonias» en el Levante y en Catalunya con el fin de trasladar a los niños y niñas para que no viviesen tan directamente la guerra y, a medida que entre sus tropas caían combatientes, se fomentó la paternidad adoptiva y el prohijamiento para atender a los «huérfanos del fascismo». Para ello se potenció la internalización de la adopción con la promulgación del Decreto de 5 de diciembre de 1936 de la Generalitat de Catalunya y el Decreto de 10 de abril de 1937 que modificaba el Código Civil.

Ante la avalancha de niños y niñas desprotegidos, hijos e hijas de los «combatientes caídos en la lucha», se facilitó la adopción o acogida por parte de familias e instituciones afines a la causa republicana como alternativa a que fueran evacuados al extranjero.18 Los que no pudieron ser acogidos en familias fueron expatriados por el Gobierno de la República a países afines ideológicamente a la causa republicana.19 Ante la ofensiva de las tropas nacionalistas, 34 037 niños y niñas niñas fueron evacuados de España. Previamente, debían obtener el consentimiento de las familias naturales o ser huérfanos y carecer de familia. El Gobierno de la República, a través del Ministerio de Propaganda, organizó múltiples campañas de concienciación en las que culpabilizaba al «bando sublevado» de la situación de los menores y criminalizaba a los establecimientos caritativo-confesionales a la vez que legitimaba las nuevas estructuras asistenciales creadas por los partidos políticos y sus propias organizaciones sindicales.20 Las campañas internacionales de solidaridad «Pro Spanish Orfans» llegaron a conseguir que hasta Anna Eleanor Roosevelt, esposa del presidente de los Estados Unidos, prohijara a un huérfano vasco de catorce años.21

Se cargaron trenes llenos de niños y niñas que fueron exiliados a países que los acogieron con la idea de que, al final de la guerra, se pudiese facilitar su retorno. Salían de España oficialmente documentados y acompañados por personas que los iban a tener controlados y cuidados para poder repatriar a los que no fuesen huérfanos adoptados.


Trenes y camiones llenos de niños españoles enviados al exilio. Los mayores al menos sabían cómo se llamaban, pero aun así, fue muy dificil que pudieran reencontrar a sus familias biológicas.22


456 niños y niñas fueron enviados a bordo del barco francés Mexique. Llegada al Puerto de Veracruz (México) el 7 de junio de 1937.23

Doña Mercedes Sanz Bachiller, viuda de don Onésimo Redondo, fundador juntamente con don Ramiro Ledesma Ramos de las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista), creó en octubre de 1936 en el Valladolid insurgente un comedor social a imagen de las Winterhilfe alemanas llamado «Auxilio de Invierno» con la intención de paliar las necesidades alimenticias de la población civil sumida en la más absoluta miseria por la condición de guerra en la que vivían y, en especial, a las viudas y huérfanos de los republicanos. Su idea era conseguir la financiación por cuestación popular


Mercedes Sanz Bachiller.24

Para Ledesma, ser católico no equivalía necesariamente a ser patriótico; sus propias palabras fueron: «Fe y credo nacional, eficacia social para todo el pueblo, pedimos. […] El yugo y las saetas como emblema de lucha, sustituye con ventaja a la cruz para presidir las jornadas de la revolución nacional».25 Consideraba, asimismo, que la intromisión y manipulación por parte de la Iglesia al Estado dañaría la dignidad del mismo y la integridad nacional.26

En abril de 1937, se le cambió el nombre a la Institución por el de «Auxilio Social» y doña Mercedes fue nombrada delegada nacional. El nuevo organismo se constituyó como un servicio independiente de la Sección Femenina de Falange. A petición de la nueva junta, se propuso el servicio social de la mujer, equivalente al servicio militar obligatorio masculino. El 9 de octubre de 1937, quedó institucionalizado el servicio social de la mujer bajo la dirección del Auxilio Social.


Auxilio de Invierno en Villaviciosa (Principado de Asturias).27

El 18 de julio de 1937, los obispos españoles firmaron una carta pastoral conjunta de apoyo inequívoco al autodenominado «bando nacional» y calificaron la guerra como una cruzada o guerra religiosa contra el infiel. El cardenal primado de España durante la Guerra Civil, Isidro Gomá Tomás, definió la guerra como: «Una lucha entre España y la anti-España, la religión y el ateísmo, la civilización cristiana y la barbarie […] ¿La guerra de España es una guerra civil? No; una lucha de los sin Dios […] contra la verdadera España, contra la religión católica».28

La miseria, el hambre y la desmoralización del Gobierno legítimo español hicieron que se movilizaran personas que no estaban preparadas para ser soldados y que tenían la muerte casi asegurada. «La quinta del biberón» o «la quinta del saco» eran las nomenclaturas populares a los reclutas de dieciséis años y a los cuarentones que el ejército republicano, extenuado por la contienda, incorporó a sus filas. «Hablaban de los piojos, del hambre, de la falta de tabaco, del frío».29 «Hay, desde luego, un aspecto de la Guerra Civil y sus consecuencias que concita una atención especial: la violencia que se desplegó en ambas retaguardias».30

El 23 de agosto de 1938, el general Franco autorizaba la creación del Gabinete de Investigaciones Psicológicas con la finalidad de iniciar y desarrollar un programa de investigaciones psiquiátricas en hombres y mujeres republicanos capturados a fin de estudiarlos31 y el psiquiatra español formado en Alemania, Antonio Vallejo-Nágera, fue nombrado su director. En octubre de 1938, la revista Semana Médica Española publicaba en su sección científica una extensa introducción programática, metodológica y conceptual rubricada por Antonio Vallejo-Nágera con el título del proyecto de investigación: «Psiquismo del fanatismo marxista».32 Vallejo-Nágera, como jefe del servicio psiquiátrico militar, ya había experimentado con un grupo de presas de las Brigadas Internacionales de Alemania y en la revista aportaba sus conclusiones. En su opinión, las personas defensoras del marxismo, del anarquismo, de la libertad y de la igualdad entre sexos sufrían una patología que les llevaba a defender tales ideales.33

En el bando nacional, inicialmente, se decidió que los niños y niñas no salieran del país. Se fomentó el prohijamiento y la adopción nacional, pero «ante el deseo "vehemente de mujeres y matrimonios en Holanda y Suecia" para adoptar y prohijar a los "huérfanos de la Revolución" demostrando "con este acto" su amor fraternal hacia la "Nueva España"»,34 se autorizaron excepcionalmente varias adopciones internacionales durante la contienda. Una vez terminada la guerra, también se permitió la adopción de niños y niñas por parte de familias en Alemania e Italia en agradecimiento a la ayuda recibida por el bando nacional.35

A medida que los nacionales ocupaban territorio con el avance de la guerra, se hacían cargo de los niños y niñas que estaban en las colonias republicanas e inicialmente pedían a las familias que los reclamaran, pero pronto empezaron las represalias contra los progenitores al ser identificados. El Gobierno de Burgos por mediación de la Junta de Protección de Menores, el Auxilio Social y el Servicio de Exterior de Falange, inició la repatriación de los niños y niñas que «habían sido arrancados vilmente en flor, de la Patria en la que habían nacido, para trasportarlos a países extraños, donde solo habían de aprender a odiar a España».36 Cada criatura identificaba al menos a sus padres como republicanos.

La carta reproducida a continuación está escrita por el duque de Alba como representante del régimen franquista de España en Londres y fechada el 21 de julio de 1938, según él mismo indica como «segundo año triunfal».37 El duque ya deja entrever que, aunque los niños conocen su identidad y le han expresado su deseo de volver a España, sus padres no quieren reclamarlos —quizá ya por el miedo a las represalias—, aunque el duque de Alba creía que era por abuso.


Carta del duque de Alba a Franco en la que adjunta un listado de niños vascos que están en Londres y en la que identifica a sus padres, los cuales, según él mismo dice, no quieren hacerse cargo de sus hijos, pero que los niños desean ser repatriados.38

El informe de repatriación de menores del servicio exterior de Falange evidenciaba que solo el 25 por ciento de los familiares de los niños y niñas retornados había tramitado la petición. Para el resto no fue precisa la autorización por parte de los padres o tutores legales:39 se repatriaron sin su consentimiento todos los que pudieron ser identificados como niños y niñas españoles auspiciados y cuyo país de acogida consintió la extradición.

El papel de la Iglesia católica fue decisivo en la repatriación de los «niños de la guerra». En un principio, la Iglesia, en especial la vasca, apoyó las evacuaciones del Gobierno de la República, pero al ver cómo evolucionaba la guerra, la jerarquía católica —incluido el Vaticano— bendijo «la Cruzada en la peligrosa tarea de defender y restaurar los derechos y el honor de Dios».40

Los niños devueltos, al igual que los que no habían salido de España, fueron teóricamente entregados a sus familias o pasaron a ser tutelados por instituciones dependientes del Auxilio Social, de la Iglesia y de las Juntas Municipales de Beneficencia. Todas estas instituciones estaban dispuestas a facilitar la adopción o el prohijamiento de sus internos41 y ahora sabemos que también la apropiación registrándolos como biológicos de los nuevos padres.

Así, el destino de muchos de estos niños y niñas tutelados por el Estado fue la adopción en familias gracias a la Orden de 30 de diciembre de 1936 del Gobierno de Burgos y complementada con la Orden de 1 de abril de 1937 que permitió la apropiación ad hoc bajo criterios políticos, ideológicos y moralizadores «a la hora de asignar a los "huérfanos de la Revolución y la Guerra" a familias de reconocida "solvencia y moralidad"».42 Dichas leyes regularizaban la adopción como «un "acogimiento permanente" mediante contrato inter partes sin intervención judicial, bastando única y exclusivamente el control administrativo de las Juntas Locales de Colocación Familiar».43

La Orden de 30 de agosto de 1938 también había anulado la reforma penitenciaria republicana de Victoria Kent, a la cual el gobierno de Azaña había nombrado directora general de Prisiones en 1931 y hasta 1934. Victoria Kent aprovechó el cargo para humanizar el sistema penitenciario, pero la orden de 1938 permitió que las cárceles de mujeres —muchas de ellas, conventos habilitados a tal efecto— fuesen administradas y regentadas por órdenes religiosas como las Mercedarias.

Durante la contienda, los fusilamientos a mujeres detenidas y la separación forzosa de sus hijos e hijas en las cárceles son crímenes que las exhumaciones que se están llevando a cabo en el siglo xxi han empezado a documentar. Se ejecutaron mujeres embarazadas, como el famoso caso de las 17 Rosas de Guillena (Sevilla), donde se encontraron los huesos de un feto de siete meses y medio de gestación que, por la posición de los mismos, se deduce que estaba dentro de su madre cuando fue fusilada. Los que ganaron la guerra siempre sostuvieron que no fusilaron a mujeres embarazadas: los hallazgos científicos de los últimos años lo desmienten.


Forense muestra a la prensa las balas de los asesinatos de Guillena.44

La formación alemana de Vallejo-Nágera como psiquiatra y su proximidad ideológica con la selección de raza condicionaron su actuación hacia las mujeres presas republicanas. A diferencia del sistema represivo alemán contra toda mujer que no fuese aria y por su creencia ultra católica, Vallejo-Nágera repudiaba la esterilización con finalidades eugenésicas por considerarla inmoral, no tanto por el hecho de que las mujeres no pudieran tener hijos tras la operación, sino porque empujaría, según él, a las afectadas al libertinaje y fomentaría la sexualidad y las tendencias sexuales anormales.45 Al negar la eugenesia genetista, optó por establecer un sistema que denominaba «eugenesia positiva» y que consistía en la separación forzada de los hijos e hijas de sus madres para, así, al apartar a «estos sujetos desde la infancia, liberar a la sociedad de plaga tan temible».46 Es decir, su sistema consistió en retirar a los hijos de las mujeres represaliadas y encarceladas y forzar la entrega a familias para su formación cristiana o su educación en instituciones públicas controladas por la norma eugenésica española. Vallejo-Nágera justificaba su sistema represor exponiendo que «la degeneración de la raza reside, a nuestro entender, en factores externos que actúan de manera desfavorable sobre el plasma germinal». La eugenesia de la Hispanidad consistía en la protección y mejora de la raza protegiendo el entorno y el ambiente familiar.47

El 1 de abril de 1939, la Guerra Civil terminó oficialmente con la victoria del bando nacional. En su representación y como cabeza del nuevo Estado, el general Franco como Generalísimo de España. La «nueva España, una, grande y libre», al igual que todas las sociedades fascistas, se vio envuelta en un entorno de simulación social. El «nuevo Estado» fue un régimen dictatorial y confesional católico. La represión franquista hacia el perdedor fue ideológica, económica y social. La Iglesia, que ya se había mostrado afín al bando nacional, se comprometió decididamente a seguir apoyando al dictador a cambio de que derogase la ley del divorcio, el matrimonio civil y otras concesiones, como estar presente en los órganos de Gobierno, en las Cortes y en el Consejo de Estado.


Leyenda del mapa del Ministerio de Justicia con las fosas comunes españolas localizadas. Varias fosas en la misma localidad.48

En el desfile de la Victoria del 19 de mayo de 1939, el discurso de Franco incluía frases como las siguientes: «No nos hagamos ilusiones: el espíritu judaico que permitía la alianza del gran capital con el marxismo, que sabe tanto de pactos con la revolución antiespañola, no se extirpa en un día, y aletea en el fondo de muchas conciencias. Mucha ha sido la sangre derramada y mucho ha costado a las madres españolas nuestra Santa Cruzada para que permitamos que la Victoria pueda malograrse por los agentes extranjeros infiltrados en las empresas o por el torpe murmurar de gentes mezquinas y sin horizontes».49

El objetivo de este libro no consiste en ofrecer un añadido a la historia contemporánea de España, sino evidenciar una realidad que no tendría que haber sucedido, ni en tiempo de guerra civil, como fue la nuestra. La ocultación y la destrucción de las pruebas, o el deterioro de las mismas por las condiciones en las que se custodian, equivale a distorsionar la verdad. España, antes de la guerra, tenía un brillante futuro por delante. Tras ella, pasó a convertirse en un país represaliado durante cuarenta años en los que vivió bajo el yugo fascista del período dictatorial y cuyo modelo, con posterioridad, fue copiado por países como Argentina y Chile. Podemos considerar, analizando los hechos, que no es en Argentina donde empieza la represión a las madres en las cárceles que son asesinadas tras el parto mientras sus hijos e hijas son dados en adopción a familias afines al gobierno. La represión del siglo xx contra las familias empezó al finalizar la Primera Guerra Mundial y la contienda española fue un «banco de pruebas fascistas», y continuó en los países donde se refugiaron los nazis tras la Segunda Guerra Mundial.

Se podría afirmar que los ganadores de nuestra guerra habían aplicado, actualizándolo, el sistema represor de la Inquisición, heredado por el fascismo y desarrollado por el nazismo con el único fin de controlar a la población civil.50 En efecto, durante la Inquisición se torturaba a las mujeres, se las apartaba de sus hijos e hijas y estos eran dados a otras familias o entregados a familias de reconocida ideología católica y cumplidora de sus preceptos para su crianza y educación o recluidos en instituciones represoras como las cárceles y los manicomios.


Carteles de Guerra. Autor: Pedrero. «El Generalísimo». Junta Delegada de Defensa de Madrid. Delegación de Propaganda y Prensa. Madrid, 1937.51


Caricatura del fascismo, en el período entreguerras (Primera y Segunda Guerra Mundial).52

El ejército español se convirtió en el máximo soporte de la identificación política con la dictadura. Franco fue nombrado jefe de los tres ejércitos. Inicialmente, la mayoría de sus ministros fueron militares. Con el lema «Una patria, un estado, un caudillo», traducción del eslogan nazi «Ein Volk, Ein Reich, Ein Führer», se identificaría a la nueva España, especialmente en la prensa falangista.53

Los niños y niñas que los republicanos habían enviado al extranjero, los que no habían sido repatriados por el bando nacional durante la contienda, una vez terminada la guerra quedaron desamparados o al cuidado de los países en los que habían sido acogidos. Los documentos que los identificaban se perdieron o se destruyeron y los cuidadores, con el tiempo, también desaparecieron.

Pronto, el aparato del nuevo Estado se puso manos a la obra para identificar y repatriar en la medida de lo posible a los hijos de los republicanos. La Orden de 24 de marzo de 1939 derogaba el matrimonio civil y ordenaba a la dirección de los registros civiles que, junto con el nombre de los padres, identificase si el hijo era natural, adoptado, reconocido o ilegítimo por no estar los padres casados. La Orden de 8 de marzo de 1939 en su artículo 8.1 afirmaba que «ante los desafueros y las tropelías perpetrados por los rojos en los registros civiles, y que habían culminado en un grave estrago dentro de las regiones recientemente liberadas, todas las anotaciones relativas a la paternidad adoptiva o al prohijamiento se debían tachar de oficio, lo que implicaba la nulidad formal a todos los efectos».54 Fue el principio de la primera limpieza represiva, que utilizó a los «niños rojos» como medida coaccionadora contra sus padres naturales. Al desconocer la nueva identidad de su hijo o hija, solo podían callar y acatar las decisiones del Gobierno. «Prefiero que mis hijos vivan con padres adoptivos a que se críen sin padres», afirmaban los padres que sabían que reclamar les costaría la vida.

La búsqueda de todos los niños republicanos exiliados se intensificó con el fin de repatriarlos a través de las embajadas, los consulados y los enlaces de la Falange y la Iglesia. Los padres sabían por los niños y niñas ya repatriados por el bando nacional que, si iban a recogerlos, debían identificarse y, al hacerlo, serían detenidos y encarcelados por rojos. Era una situación imposible y dolorosísima: si iban a buscarlos, los padres perdían a sus hijos e hijas y los niños y niñas quedaban igualmente a expensas del Estado. De lo contrario, también.

Los niños y niñas repatriados tras la guerra fueron considerados por la prensa española como un triunfo del Caudillo «en un panegírico de las virtudes políticas, militares, humanitarias y religiosas […] para entronarlo como un líder carismático y absoluto».55 La repatriación de los «niños de la guerra» se veía «como una obra personal del Generalísimo, ya que la reincorporación "a la Patria de estos niños, que la brutalidad roja exportó al extranjero" se debía a su magnimidad como "Salvador"».56


Comedor infantil del Auxilio Social de Barcelona.57

En 1939, el Auxilio Social contaba con 2 487 comedores y 1 561 cocinas de hermandad. La Vanguardia Española publicaba cada día la comida que se iba a servir en los comedores del Auxilio Social barcelonés. La correspondiente al 7 de diciembre de 1939 reflejaba: «Minuta que se servirá hoy en las instituciones de Auxilio Social: "Comedores infantiles": Comida: Sopa de arroz con picadillo. Fabada asturiana. Membrillo. Pan. Cena: Crema de habas. Estofado de carne con patatas. Pan. "Cocinas de hermandad": Comida: Potaje de garbanzos con arroz. Pan. Cena: Alubias estofadas con arroz. Pan».

Una gran parte de la población española normalizó la nueva situación. España siempre fue un país católico y el hecho de haber reprimido a los insurrectos anarquistas se consideró «un regreso a la normalidad», marcada por el poder de la Iglesia, el ejército y el Caudillo en ausencia de rey. Pronto se olvidaron los grandes avances acontecidos en educación, sanidad e igualdad durante la República. De nuevo, España se sumió en el letargo de la misa diaria y el control social. En el periódico La Vanguardia Española de Barcelona, en su edición del 13 de junio de 1939 se podía leer: «Su Santidad el papa bendice en los soldados españoles a la patria y al Caudillo que defienden la fe católica. Habéis sido los defensores de la fe y de la civilización de vuestra patria a costa de muchos sufrimientos. Os habéis sacrificado con verdadero heroísmo defendiendo la causa del todopoderoso y de la religión y os habéis cubierto de gloria, luchando bravamente, con cristiano valor por vuestra querida patria».


El dictador sale bajo palio ante la atenta mirada del obispo de Madrid-Alcalá, Leopoldo Eijo Garay, de la iglesia de San Francisco el Grande, donde se celebraron los funerales por Alfonso XIII, el 3 de marzo de 1941. El palio es portado por militares y saludado por falangistas y militares.58

La educación, igual que la censura en los medios de comunicación, quedó por completo en manos del clero, que obtuvo el permiso provisional para ejercer el control moral de la población civil. La policía, especialmente «la secreta», integrada por policías vestidos de paisano e infiltrados entre la población civil, inspeccionaba las calles para controlar que se respetara el orden establecido. La enseñanza pública desarrollada durante la República fue duramente castigada, fusilando a miles de profesores, y otros que pudieron escapar se exiliaron para evitar la muerte. Se los consideraba responsables de haber inoculado en la sociedad59 y en las mentes juveniles el virus republicano.60 Como apunta Francisco Morente Valero, profesor de Historia Moderna y Contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona: «Sencillamente había que aplicar un castigo ejemplarizante a los intelectuales en general, que quitara las ganas a cualquier otro de repetir aquel modelo de vida. Y lo consiguieron […] la purga buscaba también hacer huecos en las escuelas donde colocar a familiares y allegados». La falta de profesores fue suplida por curas y militares. Se calcula que aproximadamente unos 2 500 alféreces se hicieron cargo de la educación de posguerra.61


Niños en clase. Auxilio Social de Paracuellos (Madrid).62

Al actuar sobre las escuelas y sobre la educación en general, el objetivo era erradicar el espíritu republicano para poder imponer definitivamente la política nacionalcatolicista. La educación fascista puso en marcha una eficaz destrucción del liberalismo, la democracia y el socialismo, a la vez que se convirtió en un despliegue de instrumentos de sojuzgamiento de la población con mecanismos de represión social.63

Las mujeres republicanas que habían sido encarceladas durante la guerra o capturadas y encerradas una vez terminada esta se encontraban en alguna de las cuarenta cárceles que había a nivel nacional y administradas por 342 monjas de quince órdenes diferentes (Adoratrices, Capuchinas, Clarisas, Concepcionistas, Concepcionistas Francesas, Cruzadas Evangélicas —dirigieron la prisión de mujeres de la Trinitat de Barcelona hasta 1978—, Hijas de la Caridad, Hermanas Nazarenas, Hermanas de Santa Ana, Hermanas de San José, Hijas del Buen Pastor, Mercedarias, Oblatas,64 del Sagrado Corazón y Trinitarias Franciscanas).


Mujeres camino de la prisión de Saturrarán en Motrico (Guipúzcoa).65


Penal de la Casería de San Fernando (Cádiz).


Presos republicanos en la prisión de Lérida.66

A modo de ejemplo, estas son algunas de las principales cárceles-convento, tanto por el número de presas recluidas en ellas —acogían hacinadas hasta veinte veces el número de reclusas que cabían—, como por ser regentadas por las monjas: las hermanas Mercedarias dirigían la prisión provincial de Saturrarán en Guipúzcoa, la Maternal de San Isidro, la de Getafe y la de Ventas en Madrid y la de Durango en Vizcaya. Las Hermanas de San José se ocupaban de la prisión de Amorebieta en Bilbao y las Hermanas Carmelitas de la prisión de Málaga. Las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl tomaron la dirección de Málaga después de las Hermanas Carmelitas y el convento-asilo de les Corts67 en Barcelona, convertido en la prisión provincial. Estas son solo una muestra que nombramos a tenor del gran número de mujeres que allí fueron encarceladas.

En las cárceles femeninas, las monjas regentaban, administraban, controlaban, mandaban en los talleres, enseñaban y adoctrinaban a las reclusas. Era una represión ejercida por mujeres contra mujeres. En las cárceles masculinas, las monjas solo administraban las cocinas, las enfermerías y los economatos.


Cursillo de la sección femenina para que aprendieran a ser madres buenas y patrióticas. En la fotografía, la instructora enseña cómo lavar un bebé, en este caso simulado por un muñeco.68


Pilar Primo de Rivera y Sáenz de Heredia.69

Los años de la posguerra española y la dictadura franquista representaron para el movimiento feminista y para las mujeres en general un retroceso que, además, justificó la violencia como una de las diferentes formas utilizadas para resolver conflictos o problemas mediante la fuerza. La intimidación o el abuso hacia ellas se hizo presente de forma más o menos evidente en muchos ámbitos de la sociedad, en las instituciones, en las actividades recreativas, en la escuela, en la familia, en los grupos de iguales y en los medios de comunicación, que fueron usados como instrumentos de dominación. Para las mujeres, el sexo era algo pecaminoso que solo podía practicarse dentro del «uso matrimonial» con el único fin de engendrar hijos para Dios. Sus obligaciones principales eran el vivir pendientes de las habladurías y del temor a Dios.70

La Falange conservó la sección femenina con las estructuras y la ideología inicial. Siguió dirigida por Pilar Primo de Rivera, que, a través de la educación, especialmente la social, política y sanitaria, condicionó que las mujeres persiguieran un solo objetivo: profundizar en las tradicionales funciones femeninas.71

Pago de la ficha azul y baja para el pago de la misma por motivos de gastos familiares.72

La nueva misión de las falangistas consistía en adoctrinar a la población femenina para que se convirtieran en mujeres sumisas a las órdenes de los padres y de los maridos, con un discurso higiénico-sanitario cargado de connotaciones políticas, ideológicas y religiosas en torno a la maternidad y los deberes familiares. En los primeros años del franquismo, la institucionalización de la enfermería como profesión sufrió un importante retroceso en comparación con los años de república.73

El Auxilio Social fue considerado una institución de auxilio humanitario. Con el paso del tiempo, las cuestaciones populares fueron insuficientes para mantenerlo y se inventó «la ficha azul»: un donativo mensual del cual era difícil zafarse debido a que se convirtió en un mecanismo tácito de presión para las clases más acomodadas, que compraban la ficha para demostrar su adhesión al régimen y la caridad hacia el desprotegido.

Posteriormente, la sección femenina fue abriendo centros especializados para niños y sus madres, comedores para embarazadas, casas de la madre y centros educativos. Las mujeres seguían siendo el puntal de la institución con su pertenencia obligatoria que contribuía a que se pudiese atender al máximo de personas.

El 2 de septiembre de 1939 había estallado la Segunda Guerra Mundial. En Alemania, las SS decidieron, una vez invadida Noruega en 1940 y al ver que sus gentes eran parecidas a la raza aria, crear los primeros Lebensborn fuera de las fronteras alemanas. Nacieron más de 10 000 niños y niñas de soldados alemanes y madres noruegas,74 aunque no se conformaron con reproducirse con mujeres autóctonas voluntarias. En los estados eslavos ocupados, las jóvenes solían ser rubias y decidieron que algunas de ellas fueran «llevadas» a Alemania para ser educadas en el «espíritu ario» de los Lebensborn. A la vez, empezaron a «seleccionar» niños, niñas y bebés de supuesta raza aria para trasladarlos a los territorios ocupados y entregarlos a los centros especiales de acogida alemanes para su educación. A sus progenitores naturales normalmente los mataban.76


Cartel propagandístico de la Sección Femenina.75

Existe una gran similitud entre el sistema español ejercido en la posguerra contra las familias republicanas y el que se acaba de describir. En España, como se verá a continuación, el sistema consistía en arrebatar a las madres republicanas encarceladas a sus hijos y matarlas tras ello. El objetivo, al igual que en Alemania, eran los niños y niñas que iban a engrandecer la nueva nación. Sus padres y madres represaliados eran exterminados porque en ambos países se consideraba que no podían ser reeducados.

Era la deshumanización del «otro», del que era pobre por culpa propia, que según la doctrina habían llegado a serlo por ser inferiores y eran portadores de destrucción social. Así, desde la función pública debían tratarlos como disidentes y eliminarlos. «Torturadores y señoras del Auxilio Social, ministros de Estado o de la Iglesia podían estar tranquilos: el adversario o desafecto no era más que un sujeto con unas características psicológicas innatas, históricamente degenerativas, que hacían de él un infrahombre, un individuo, una mujer sin basamento ético».77

Con los resultados que obtuvo en sus estudios en la cárcel de Málaga, Antonio Vallejo-Nágera publicó en 1939 el libro Psiquismo del fanatismo marxista y el artículo «La locura en la guerra. Psicopatología de la guerra española». En ambos calificaba a las reclusas de débiles mentales. Desde la perspectiva franquista, ser marxista quería decir «que aglutina todas las tendencias políticas que se opusieron al golpe militar».78 «El resultado fue una penalización femenina brutal».79

Vallejo-Nágera llegaba a afirmar que «existe un gen rojo, un gen, que podría ser aplacado o curado si desde el principio se segrega a aquellos que ya no tienen cura de los que todavía están por formar».80 Es decir, la separación forzosa o de los hijos e hijas de sus padres «rojos». Él mismo definía a la mujer roja como una menor de edad, próxima al animalismo e incapaz de criar a su descendencia, y recomendaba una educación sexual y la separación del recién nacido de la madre para poder hacer «una limpieza o purificación psíquica a fondo».81

La revista Semana Médica Española se publicó por última vez en octubre de 1939 y aún estaba dirigida por Vallejo-Nágera. Dejó de publicarse porque se habían alcanzado con éxito los objetivos marcados por el telegrama del verano anterior.82


Coronel Antonio Vallejo-Nágera Lobón.83


Hijas de presas en la prisión de Saturrarán (Guipúzcoa).84

En algunas de las cárceles, como la de Ventas de Madrid, a las reclusas se les afeitaba la cabeza y, una vez cubierto su cuerpo desnudo con plumas aceitadas, se las obligaba a salir a la calle y se las violaba y torturaba posteriormente en la cárcel: «Una incursión de adolescentes uniformados de azul rapó a todas las presas».85


Mujeres en la cárcel de Almería que fueron rapadas, obligadas a ingerir aceite de ricino, violadas y todo un catálogo de delitos contra la intimidad, el honor y la propia imagen.86

En las prisiones también se produjeron violaciones a las reclusas y, fruto de ellas, nacieron muchos niños y niñas en las cárceles de posguerra. En realidad, la mayoría de violaciones las realizaban los carceleros que ostentaban el poder y eran afines al nuevo concepto de gobierno y de país. «En Albacete un par de funcionarios utilizaban su poder para seleccionar presas jóvenes, de dos en dos, día a día, para su uso sexual […]. En Ocaña, cada dos por tres llamaban a dos y las sacaban, pero teníamos tanto horror que ni ellas nos decían qué habían hecho fuera ni nosotras les preguntábamos».87

Cuando para una presa llegaba el momento de dar a luz, a veces recibía ayuda de sus compañeras y otras veces era obligada a parir sola. Si se decidía ejecutar a la madre, en caso de sobrevivir al parto, la separación de madre y bebé era inmediata. Los testimonios son estremecedores: «La desaparición de los hijos de las reclusas en el momento del parto fue una realidad practicada sin escrúpulo […] "se lo llevaron a bautizar y no me lo volvieron" […] "Aquel niño no lo volví a ver. No. ¿Cuántos más llevaron como el mío? Para eso no hacían falta permisos. Si por ejemplo tú estás pariendo, viene un matrimonio que no tiene hijos y quiere reconocerlo, te lo quitan y lo llevan y nada más"».88 Si se lo dejaban por un corto período de tiempo, lo hacían para castigarla viendo sufrir a su bebé de hambre y falta de atención. «En el mundo carcelario fue la Prisión de Madres Lactantes, en la cual la madre tan solo podía estar una hora al día con su hijo o hija y ni siquiera se le permitía dormir junto a él».89

Antonio Vallejo-Nágera era partidario de volver a métodos inquisidores para el control social. «Promovemos, sin perífrasis, la creación de un cuerpo de inquisidores, centinelas de la pureza de los valores científicos, filosóficos y culturales del acervo popular; que detenga la difusión de ideas extranjeras corruptoras de los valores universales hispánicos».90

La represión a la que fueron sometidas las mujeres de clase obrera que no consiguieron huir al exilio difícilmente quedó documentada, debido a las humillaciones a las que fueron sometidas. Fueron reticentes a revivir ante los entrevistadores sus experiencias hasta pasados muchos años. Solo algunas de ellas pudieron explicar las situaciones que vivieron. La reconstrucción parcial de sus vivencias normalmente ha sido mediante las cartas, los diarios personales, la documentación referente a su encarcelamiento y sus relatos de vida documentados por investigadores que pudieron entrevistarlas. Gracias a ellas «es posible empezar a entender algo sobre el precio emocional de la Guerra Civil española».91

No llores que vas a ser feliz

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