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ОглавлениеPara Devon, la noche estaba transcurriendo de lo más aburrida. Gracias a la conversación que mantenía con lady Katrina, evitó que se quedara durmiendo. De vez en cuando, miraba hacia donde estaba sentada Eve. Su belleza lo atraía como la fuerza de un imán, no sabía que tenía esa mujer para que lo afectara tanto. Estaba preciosa con un vestido rosa pálido que realzaba su figura. Devon se había dado cuenta de que ella también lo miraba de vez en cuando, en alguna ocasión sus miradas se encontraron, pero ella enseguida desviaba los ojos hacia otro lado.
Le sirvieron una deliciosa sopa de mariscos de primer plato, de segundo, sirvieron lomo de cerdo asado con patatas y verduras, el plato principal constaba de ternera guisada aderezada con guisantes, espárragos y pimientos. De postre sirvieron tarta de hojaldre de fresas con nata y tarta de limón.
Cerca de la una y media de la madrugada, dio comienzo al baile. Los músicos empezaron a tocar las primeras notas de un vals. Eve bailó con cuatro caballeros a lo largo de la noche, los había apuntado en su carné de baile al poco tiempo de llegar a la mansión. En la pista de baile también se encontraba Devon bailando con alguna que otra dama. Eve se moría de envidia por no ser ella y estar entre los fuertes brazos del lord. Eve podía ver también que Morton y su esposa se mantenían a un lado observando la pista de baile, pero que no bailaban, ni los dos ni con otras personas.
Devon en la pista, en su tercer baile, tenía entre sus brazos a lady Summerland, una madura viuda que disfrutaba al máximo de la vida, saltándose todas las normas sociales, levantando comentarios cuando hacía acto de presencia. Esa noche, a nadie le extrañaba que estuvieran bailando un vals, ya que creían que estaban hechos el uno para el otro por las vidas tan disipadas que llevaban.
Morton contemplaba al lord con una mirada acerada, en cuanto tuviera ocasión, se desharía de Devon St. Claire para siempre. Ese hombre iba a pagar muy caro por todas las humillaciones que le había hecho pasar delante de algunos de los caballeros más importantes de la nobleza. Se llevó la mano al interior de la chaqueta donde llevaba una pequeña pistola que apenas se apreciaba. Solo tenía que aprovechar cuando Devon se ausentara de la estancia y seguirlo. Cuando no hubiera nadie que lo pudiera identificar dispararía al lord, pensaba, sin perder de vista a su víctima. No podía cometer errores ahora que estaba muy cerca de lograr su propósito.
Media hora más tarde, Eve salió de la estancia para respirar aire fresco. El ambiente en el salón estaba empezando a ser insoportable por el calor, a su parecer, en la estancia había demasiada gente y era imposible respirar.
Fuera de la estancia, se encontró con el mayordomo y pidió amablemente que le entregaran la capa, que iba a salir a tomar aire. El sirviente intentó disuadirla diciéndole que era una noche oscura y fría, que no era aconsejable que una dama saliera sola a esas horas de la noche. Eve lo tranquilizó diciendo que no pasaba nada, que no se alejaría de la entrada. El hombre asintió sin mucha convicción, poco después, ayudó a Eve a colocarse la capa y luego salió. Una fría bocanada de aire la recibió en cuanto puso los pies fuera de la mansión. Bajó las escaleras con cuidado y se puso a caminar por el sendero que daba a la parte trasera de la casa, en la que había un enorme jardín cubierto de unos grandes setos.
Devon vio perfectamente el momento en que Eve despareció del salón, se dio cuenta de que su hermana estaba charlando muy entretenida con tres chicas jóvenes de su misma edad. En cuanto finalizó la pieza, salió de la pista de baile decidido a encontrar a Eve, esa era la ocasión perfecta para hablar con ella sin que nadie se enterara. Salió de la estancia y caminó por el pasillo mirando a un lado y a otro a ver si la veía. El mayordomo lo vio y se acercó a él para preguntarle si ya se iba. Devon negó con la cabeza y preguntó por la dama que había salido minutos antes del salón de baile. El sirviente le dijo que estaba fuera tomando aire fresco. Devon asintió, después caminó por el pasillo hacia la entrada principal. Salió e intentó buscar la silueta de Eve entre la oscuridad, pero estaba demasiado oscuro, las lámparas de gas solo alumbraban el camino de entrada. Bajó las escaleras y se encaminó hacia el jardín trasero de la casa a ver si la encontraba.
Morton se disculpó con su mujer y abandonó la estancia lo más rápido que pudo para no perder la pista a Devon. A ese desgraciado le había llegado su hora, en unos minutos ese estúpido pagaría por todos sus desplantes. Caminó por el pasillo mientras prestaba atención por si estaba en algún rincón de la casa, pero al no verlo, se dirigió hacia la entrada de la casa. Se asomó a la parte izquierda y pudo distinguir una sombra. Morton sacó el arma del interior del bolsillo de la chaqueta, apuntó al blanco y disparó. Luego entró de nuevo en la casa, por si los invitados habían escuchado la detonación y no quería que lo pudieran identificar con el atentado de St. Claire.
Devon escuchó la detonación y su acto reflejo fue tirarse al suelo, pero al mismo tiempo tropezó con algo, más bien con alguien.
―¡Aaaay! ―exclamó una voz de mujer a su lado en el suelo―. ¡Me está aplastando!
―Disculpe, milady ―dijo Devon mientras rodaba hacia el lado derecho, se incorporó y extendió el brazo para ayudarla a levantarse. Devon se dio cuenta de que era Eve y se alegró de encontrarse con ella―. ¿Se encuentra usted herida?
―A simple vista, creo que no, ¿qué ha pasado?
―Alguien ha disparado con intención de matar a uno de los dos.
―A mí no me mire ―respondió Eve recomponiéndose la ropa―, yo no tengo enemigos.
―Y yo tampoco. ―Y también se sacudió, alisándose el frac.
―¿Quizás alguna amante despechada? ―preguntó Eve con una nota de humor. Pero su cuerpo temblaba de la impresión. Le costaba creer que alguien hubiera disparado hacia donde ella se encontraba.
―No es momento para bromear, milady ―dijo él cogiéndola de la mano y la condujo hacia las escaleras de la casa―. Es mejor que entremos antes de que alguien se dé cuenta de que desaparecimos del baile. No quiero poner en peligro su reputación.
―Gracias por su preocupación, milord, pero le aconsejo que se cuide bien las espaldas si hay alguien que quiere matarlo.
Devon no respondió al comentario de Eve. Permanecieron en silencio mientras subían las escaleras, con las manos entrelazadas. En cuanto Eve se percató apartó la mano de la de Devon de forma brusca. A él ese gesto no le gustó para nada, estaba seguro de que la dama estaba al tanto de todos los escándalos que había protagonizado desde que Evelyn había fallecido. Aunque estaba seguro que Eve era por lo menos unos diez años más joven que él, estaba claro que estaba enterada de todos sus escándalos. Se quedaron un rato en la entrada mientras se tranquilizaban y empezaban a respirar con normalidad. Devon aprovechó para mirarla y asegurarse de que Eve no estaba herida. Menos mal que con el alboroto del salón y con la música nadie se había dado cuenta de que alguien había atentado contra ellos. Rato después entraron en el interior de la casa y regresaron por separado al salón de baile.
Morton se maldijo por haber fallado, se dio cuenta al ver entrar de nuevo en la estancia a St. Claire. Tenía la esperanza de que la bala impactara en su cuerpo, pudo apreciar cómo una sombra se desvanecía en el suelo y no podía quedarse más tiempo para saber qué había pasado, no quería que nadie pudiera identificarlo. Pero al verlo entrar vivito y coleando de nuevo en el salón, se dio cuenta de que no le había dado. Ni siquiera tenía un rasguño y seguía impecable. Iba a seguir intentándolo, se dijo, había fallado una vez, pero la próxima lograría su propósito. Fue entonces cuando sacó a Pamela para bailar la última pieza de la noche, mientras observaba cada movimiento de Devon. Tampoco se perdía nada de lo que hacía Eve, su exprometida seguía siendo una mujer muy guapa, lástima que lo hubiera encontrado en la cama con Pamela; a esas alturas, estaría disfrutando de la fortuna de ella. Su intención había sido casarse con Eve y seguir teniendo a Pamela como amante. Pero todos sus planes se vinieron abajo y finalmente se casó con Pamela, su padre poseía una fortuna mayor que la de los Mcpherson. Pero tan pronto se casó con su esposa, perdió todo el interés en ella como mujer. Después de tanto tiempo, seguía sin ser capaz de sacarse de la cabeza a Eve. Ya que no la podía tener, se alegraba de poder admirar su belleza cuando se encontraban en alguna velada.
Sobre las cuatro de la mañana, los Dunant, despidieron a los invitados agradeciendo la asistencia, ya que su hija había brillado con luz propia y captó el interés de varios jóvenes.
Eve y Devon se encontraban muy cerca el uno del otro; mientras se despedían de los anfitriones, Morton y Pamela fueron los primeros en abandonar la casa.
Después de ver cómo Eve y su hermana se subían al carruaje, Devon se encaminó hacia el suyo, Jonas abrió la puerta tan pronto lo vio acercarse. Era muy fácil reconocer desde la distancia el suyo, el escudo de armas de la familia St. Claire, un águila con el escudo de la bandera irlandesa, era reconocido por todo Londres. Subió al carruaje y tras acomodarse el cochero puso en marcha el vehículo. A su mente volvió el percance que habían sufrido lady Eve y él esa noche. Si esa bala iba dirigida hacia él, no tenía ni idea de quién quería verlo muerto. Él no tenía enemigo alguno, era posible que la bala fuera para la mujer, aunque ella aseguraba que tampoco tenía enemigos.
Ya en su casa y en su dormitorio, siguió dándole vueltas a la cabeza, pero no encontraba a nadie responsable del atentado. Vincent lo ayudó a desvestirse y con Devon ya en la cama, apagó la luz de la vela y tras dar las buenas noches salió del dormitorio. Pero Devon fue incapaz de pegar ojo el resto de la noche.
A la mañana siguiente, ya amaneciendo, Eve no había podido pegar ojo el resto de la noche. En cuanto había llegado a casa, le habló a Ángela del extraño suceso. La doncella escuchó atentamente y con cara de preocupación lo que Eve le estaba contando. Conocía muy bien a su ama y tenía la seguridad de que nadie querría lastimarla.
Era una cuestión que preocupaba mucho a Eve. Pero también seguía pensando lo que su cuerpo había sentido al estar por unos momentos en el jardín y rodeada por el cuerpo de Devon. Su cuerpo se estremeció de placer al recordar el contacto. Y luego... cuando había entrelazado su mano con la de ella, Eve se había olvidado de todo en ese breve período de tiempo. La mano todavía le hormigueaba por el contacto de Devon en su piel.
A las ocho y media de la mañana, Ángela entró en el dormitorio de Eve, interrumpiendo los pensamientos de esta. Portando entre las manos una bandeja en la que había su acostumbrada taza de chocolate caliente y dos rebanadas de pan. La doncella se acercó a la cama y dejó la bandeja sobre la mesilla de noche; poco después, le pasaba la taza de chocolate a Eve, mientras preguntaba:
―Milady, ¿se encuentra más tranquila esta mañana? ―Quiso saber la doncella.
―No, Ángela. Todavía me cuesta creer que alguien disparara contra el lord y contra mí.
―Ambos deberían ponerse de acuerdo y denunciar el hecho ante el alguacil ―dijo Ángela tajante.
―Eso es completamente imposible, toda la ciudad se enteraría de que lord Devon y yo estábamos juntos y empezarían las especulaciones sobre mí, y no quiero que mi buena reputación quede en entredicho.
―En eso tiene razón, milady ―continuó diciendo la doncella mientras pensaba en una solución que pudiera ayudar a su ama―. ¿Lady Edi se ha percatado del incidente?
―No, para nada... ambos volvimos al salón de baile para disimular. Estoy segura de que yo no era el blanco de esa bala, solamente estaba en el lugar equivocado en el momento menos oportuno.
―Eso quiere decir que hay alguien que quiere sacar de en medio al lord.
―Esa es la conclusión a la que he llegado yo. Seguramente alguna de sus muchas amantes rechazada y dolida, quiere matarlo para vengarse de él.
La doncella se puso a dar vueltas, pensativa, por el dormitorio, mientras Eve se terminaba el desayuno. Pero Ángela había llegado a la misma conclusión que la joven. Gracias a otras doncellas, la mujer estaba al tanto de todas las aventuras del lord. Solía encontrarse con alguna de ellas cuando acompañaba a pasear a Eve. Mientras la doncella se mantenía a una distancia prudencial, entablaba amistad con sus compañeras de oficio. Veinte minutos después, decidieron dejar el asunto y cambiaron de tema ya que no encontraban respuesta alguna que solucionara el rompecabezas.
Diez minutos más tarde, Eve apartó las mantas y se levantó de la cama. Luego se sumergió en la bañera de agua caliente que los sirvientes le habían preparado. Se dejó estar mientras el agua caliente le relajaba los músculos, ya que los tenía bastante doloridos al recibir el impacto del fuerte cuerpo de Devon. Su mente volvió a conjurar la imagen del lord, pero Eve sacudió rápidamente la cabeza para sacarse a Devon de la mente. No podía seguir pensando en ese hombre, si seguía por ese camino, se iba a volver completamente loca. Eve no podía seguir albergando sentimientos románticos hacia un hombre como él, que únicamente utilizaba a las mujeres para su propio placer y beneficio, sin importarle los sentimientos de las personas que dejaba heridas por el camino. Eve era una idiota por seguir pensando en un hombre como Devon. Debería estar más que escarmentada por todo lo que le habían hecho Morton y Pamela. Miró la mano que él había sujetado para acompañarla de nuevo al interior de la mansión, todavía le ardía por el contacto de Devon.
Salió de la bañera cuando el agua se empezaba a enfriar. Eve le pidió a Ángela que le acercara una toalla para poder secarse, luego se puso la ropa interior y se acercó a la cama donde la doncella ya tenía sobre la cama un vestido de muselina verde aguamarina, guantes de piel a juego y un sombrerito a juego con un lazo blanco. Por la tarde tenían previsto que todas las patrocinadoras de Almack´s las visitaran esa tarde, a Edi y a ella, para informarlas si eran socias del club o no. Ya vestida, Eve se sentó frente al tocador, mientras la doncella le cepillaba el pelo y luego le rizó el cabello dejando que le cayera en suaves ondas. Luego le aplicó polvo de arroz para matizar la piel de Eve. Minutos después, contemplaban el resultado frente al espejo de cuerpo entero. Cada día, Eve se asombraba de las aptitudes que tenía su doncella para el estilismo. Y poco después, se puso el sombrerito.
Devon se encontraba en el despacho sentado en el asiento frente al escritorio. La estancia estaba decorada en un tono muy masculino que a él le encantaba. Después de la biblioteca, el despacho era otra de las estancias favoritas de Devon, ya que era donde más tiempo solía pasar cuando se encontraba en la mansión. Las paredes de la estancia estaban pintadas en un tono azul oscuro. Era amplio y con un gran ventanal del que colgaban unas cortinas lisas un tono más claro que el de las paredes. A la derecha, se encontraba el escritorio de madera oscura, a la izquierda había un sofá largo de piel de color negro. En la pared de enfrente había una consola en la que descansaban varias botellas de vino y dos licoreras. Encima estaba colgado el cuadro del difunto abuelo de Devon y detrás de él, tenía oculta la caja fuerte.
Ese día, estaba vestido con un traje color verde oscuro, una camisa blanca y un pañuelo de seda color beige. Esa mañana había dejado que los rizos del pelo cayeran sueltos y salvajes, que hacían que el aspecto de Devon fuera más irresistible. Era imposible no darse cuenta del magnetismo que irradiaba ese hombre. Pero ayudaba el hecho de que Vincent escogía de forma acertada el vestuario adecuado para cada ocasión.
Seguía con los pelos de punta pensando en lo que había sucedido la noche anterior. Tenía que encontrar cuanto antes al responsable del disparo. Pero llegado a ese punto, no tenía muy claro que la bala fuera para él. «Ninguna de sus amantes había sido invitada a la velada, por fortuna», pensó Devon. Pero cabía la posibilidad de que alguna de ellas se colara en la propiedad esperando el momento perfecto para atacar. Si era así, seguramente habrían visto salir a Eve y a él, creyendo que ambos se habían citado a escondidas. Al verlos juntos, dispararon contra ellos, con intención de matar a uno de los dos, ya que solo se había hecho un disparo. Devon se puso a pensar quién podía ser la mujer que había disparado. Luego se acordó de Marianne y cómo la había echado de su casa. Seguramente estaba furiosa y quiso vengarse matándolo. Sacudió la cabeza y sacó ese pensamiento de la mente. Esa mujer no había sido invitada al evento, no podía saber con certeza que él se encontraba en la mansión de los Dunant, y mucho menos que él iba a salir a buscar a Eve. La noche fue muy fría y nadie podía estar haciendo guardia esperando el momento adecuado para actuar. Devon llegó a la conclusión de que tuvo que ser uno de los invitados el que efectuó el disparo. Antes de ir con el alguacil iba a comentar en privado el suceso con lord y lady Dunant, para que la esposa le proporcionara la lista en que figuraban el nombre de todos los asistentes al baile. Era lo más sensato se dijo Devon, conocía a la mayoría de los invitados, eran caballeros de abolengo y honorables. Pero era cierto que había hombres que no conocía de nada y no podía descartar ninguna hipótesis ni a nadie.
Cuarenta y cinco minutos más tarde, intentó concentrarse en todos los papeles que requerían de su atención, ese día no iba a acudir al banco, su ayudante no tardaría en llegar para revisar los estados de cuentas del mes.
Se levantó del asiento y se acercó a la ventana. El día era gris y nublado, no tardaría mucho en llover. Se quedó mirando el desolador paisaje perdido en sus pensamientos, mientras se apoyaba sobre el cristal y cruzaba los brazos. Sus pensamientos volvieron a Eve. La noche anterior, a la luz de las velas, parecía estar ilesa. Admiraba su valentía y su fortaleza tras el ataque. Había vuelto al salón del baile tranquila, como si nada hubiera pasado. Estaba seguro de que, si se tratara de cualquier otra dama, se habría escandalizado e incluso se desmayaría de la impresión. Pero lady Eve Mcpherson, parecía tener sangre fría y nervios de acero, incluso se había atrevido a bromear con él tras el suceso. El recuerdo sacó una sonrisa a Devon, que desde que había perdido trágicamente a su prometida, nunca se le veía sonreír. Sacudió la cabeza para sacársela de la mente. Esa mujer estaba empezando a adueñarse de todo su ser. Ahora que sabía cómo era el tacto de su piel, Devon tenía muy claro que quería mucho más de Eve.
Dawson interrumpió sus pensamientos cuando llamó a la puerta del despacho, anunciando que Blair, su ayudante, ya había llegado. Devon se apartó de la ventana e hizo una seña para que el empleado entrara en la estancia. El mayordomo se hizo a un lado y el hombre entró en el despacho saludando a Devon. Luego, pidió a Dawson que sirviera unas tazas de café. Mientras, Devon se volvió a sentar frente al escritorio, y Blair en la silla de enfrente. Dawson asintió y minutos después, regresó con una bandeja entre las manos en la que había dos humeantes tazas de café y un plato con cuatro bollos de nata. Ambos se tomaron tranquilamente sus respectivos cafés, mientras empezaban una amena conversación. Luego ocuparon el resto de la mañana a repasar la contabilidad, mientras en la calle empezaba a llover con fuerza y se escuchaban los primeros truenos anunciando una inminente tormenta.
Eve pudo comprobar que Edi estaba preciosa con un vestido en un tono pastel que le sentaba a las mil maravillas. Durante la comida habían contado a su padre detalles del baile. Edi se lo había pasado de maravilla en compañía de sus amigas. Menos mal que su hermana no se había enterado del incidente. Se quedó tranquila, porque había tanto ruido en el interior de la mansión, que nadie se enteró de nada. Si fuera así, a esas horas su reputación estaría completamente arruinada y en boca de toda la ciudad. Por supuesto, había omitido ese detalle a su padre, no quería que se preocupara. Incluso estaba segura de que no las dejaría asistir a ningún otro baile sabiendo que Eve había estado en peligro de muerte. En ciertos asuntos, su padre era una persona que cuando algo se le ponía entre ceja y ceja, no existía poder humano que lo hiciera cambiar de opinión. Desde la muerte de su madre, su padre se había vuelto demasiado protector con sus dos hijas.
En esos momentos, Eve y Edi estaban sentadas en la sala de estar tomando sus respectivas tazas de té, mientras aguardaban a que las cuatro mujeres llegaran. A medida que las horas iban pasando, la lluvia arreciaba y la tormenta no daba tregua alguna, ya que los relámpagos y los truenos caían sin dar respiro. Todavía eran las tres y media de la tarde, pero en la estancia tenían una vela encendida porque parecía que estaba anocheciendo de lo oscuro que estaba el día. Eve esperaba que las patrocinadoras no cancelaran la visita de esa tarde, ambas hermanas tenían ganas de pertenecer al club y disfrutar de las reuniones que Almack´s organizaba. Los bailes, comidas, meriendas y partidas de cartas del club gozaban de un éxito arrollador entre la nobleza inglesa. Aunque Eve ya había perdido la esperanza de casarse, deseaba que Edi encontrara un buen partido para casarse y formar una familia. Lady Martha Spencer, era una mujer competente que la podría ayudar a lograr su propósito. Quería encontrar para Edi a un buen caballero que cuidara de su hermana el resto de su vida.
A las cinco menos cuarto de la tarde, Amelia entró en la sala de estar para anunciar que las damas ya habían llegado. Eve le indicó que condujera a la visita al salón dorado y pidiendo que preparara té y café. El ama de llaves asintió y salió de la estancia para cumplir las órdenes de Eve. Las dos hermanas se levantaron del sofá en el que estaban sentadas, se alisaron la ropa, y salieron de la sala para atender a las cuatro mujeres.
En cuanto entraron en el salón dorado, Eve y Edi comprobaron que las compañeras de lady Martha, tenían un semblante maternal y una sonrisa en su expresión, que hizo que los nervios de Eve desaparecieran. Las mujeres se levantaron del sofá donde Amelia las había acomodado y empezaron con las presentaciones de rigor.
―Lady Eve, lady Edi ―comenzó diciendo Martha―, les presento a lady Elsa Prescott, a lady Virgina Drummond, y a lady Carina Prescott hermana de lady Elsa.
Después de las presentaciones, se sentaron e iniciaron una conversación acerca de las inclemencias del tiempo para ir rompiendo el hielo. Las tres mujeres andaban muy cerca de la edad de Martha. Eran mujeres muy bellas que iban elegantemente ataviadas con vestidos que favorecían sus siluetas.
Lady Elsa y lady Carina, eran morenas, pero la primera era unos centímetros más alta que su hermana. Elsa lucía un vestido de crepe violeta de cuello redondo que favorecía el tono moreno de su piel y sombrerito negro, completaban el conjunto unos pendientes de oro. Su hermana Carina llevaba puesto un vestido de seda gris estampado de rosas, su piel era algo más blanca que la de Elsa. El pelo lo llevaba recogido con un tocado también de color gris, pendientes y collar de perlas. Lady Virginia iba con un vestido rojo claro de raso, llevaba el pelo rubio suelto y lucía una diadema con el dibujo de una mariposa. En su cuello descansaba una gargantilla de oro en forma de lágrima y pendientes a juego. Eve estaba impresionada que la imagen de las mujeres fuera tan impecable después de la que estaba cayendo fuera.
Poco después, Amelia entró en la estancia con la bandeja entre las manos, se acercó a la mesita que había en el salón y tras dejarla sobre el mueble, hizo una formal reverencia, saliendo para continuar haciendo su trabajo. Eve repartió las tazas entre las invitadas, que se decidieron por el café, mientras que Eve y Edi tomaron té otra vez.
―Lady Edi, lady Eve ―empezó diciendo Carina―, nos complace mucho estar hoy aquí para conocernos un poco más. Aunque lady Martha ya nos ha puesto al día en todo lo relacionado con sus vidas públicas.
―A nosotras nos agrada que nos hayan visitado esta tarde ―dijo Edi y Eve asintió—. Sobre todo son ustedes muy valientes al atreverse a salir de casa con este tiempo tan malo.
―No tiene importancia ―esta vez fue Elsa la que habló―, no queríamos perdernos por nada esta visita, y la oportunidad de conocer a unas jóvenes tan lindas y agradables como ustedes.
―Gracias por el halago ―respondió Eve encantada. Estaba segura de que la respuesta iba a ser afirmativa.
―Así que después de una larga deliberación hemos decidido admitirlas en Almack´s ―dijo Martha con una sonrisa en los labios.
―Muchas gracias por aceptarnos ―dijo Eve muy contenta.
―Gracias ―respondió Edi también.
―No hay nada que agradecer, las dos son damas distinguidas y merecen disfrutar de todas las ventajas que el club les puede proporcionar ―prosiguió diciendo Martha, las otras mujeres asintieron.
Siguieron charlando el resto de la tarde. Cerca de las ocho, las mujeres decidieron que ya era hora de marcharse, sus respectivos esposos las esperaban para cenar. Eve dio la orden para que dos lacayos acompañaran a las damas hasta el carruaje que las estaba esperando. A esa hora, todavía seguía lloviendo con intensidad, pero la tormenta había cesado a lo largo de la tarde. Eve y Edi esperaron en la entrada y vieron cómo las mujeres subían al carruaje; poco después, el cochero puso el vehículo en marcha. Los lacayos entraron en casa, mientras las dos hermanas subían a sus dormitorios a cambiarse para la cena. Por el camino comentaban la buena impresión que las mujeres habían causado en Eve y Edi.
Devon y Blair seguían trabajando en el despacho. Al mediodía habían hecho un descanso para comer. Dawson sirvió de primero una crema de calabaza, de segundo, estofado de ternera. Ambos habían declinado el postre y se tomaron cada uno una buena taza de café. Devon levantó la vista de los papeles y sacó el reloj del bolsillo, pudo ver que ya pasaban de las ocho y cuarto. El tiempo le había transcurrido muy deprisa ese día. Se levantó del asiento y dijo a Blair que por hoy ya habían trabajado suficiente. Su ayudante asintió y tras guardar los documentos en el maletín, se despidió de Devon. Dawson acompañó a Blair a la entrada, mientras Devon salía del despacho, después de avisar al mayordomo que le sirviera algo de cenar en el dormitorio, subió las escaleras. Ya en la estancia, se acercó a la cama y se dejó caer sobre el mullido colchón de plumas. Estaba extenuado después del intenso día de trabajo. Había hecho todo lo posible para mantenerse ocupado y no pensar en Eve. Se estaba volviendo loco de remate al pensar siquiera que ella estuviera interesada en él. Ella misma le había demostrado la repulsión que sentía cuando se dio cuenta que él le tenía la mano agarrada. En ese momento, Eve tenía la mano desnuda y él pudo notar la suavidad de su piel sin guantes, y él también se los había quitado. No sabía cómo, ni qué iba a hacer, pero lograría que esa mujer cayera entre sus brazos. Únicamente acostándose con ella sería capaz de quitarse la obsesión que sentía Devon. Estaba seguro de que entonces su deseo por Eve se aplacaría y acabaría perdiendo el interés en ella, o eso esperaba él. Pero también tenía miedo hacerse adicto a los besos y caricias de Eve, y que el deseo por ella en vez de disminuir aumentara. Si fuera así, Devon estaría realmente en un grave problema. Para él nunca le había resultado difícil deshacerse de sus amantes, sobre todo si las mujeres empezaban a insinuar que querían casarse con él. Era entonces cuando Devon rompía la relación y ponía en su vida a otra mujer.
Media hora después, Dawson entró en el dormitorio con la cena. Devon se incorporó en la cama, y quitando esos pensamientos de la cabeza, se dispuso a cenar y acostarse pronto, esa noche no tenía intención de salir a ningún lado. Únicamente quería acostarse y dormir a pierna suelta hasta que amaneciera. Tampoco quería exponerse demasiado dejándose ver, y que quien había intentado matarlo, lo pretendiera de nuevo. Devon no sabía a qué o a quién se estaba enfrentando. No era persona que se fuera haciendo enemigos, pero todo era posible. La persona que disparó estaba segura de quién era su víctima. Pero por mucho que se esforzara, Devon no era capaz de poner cara al asesino o asesina, pensaba entre bocado y bocado. Terminó de cenar y el mayordomo recogió la bandeja y salió del dormitorio para devolverla a la cocina. Una hora más tarde, el ayuda de cámara lo ayudó a desvestirse; tras ponerse el pantalón de pijama, Devon se deslizó entre las sábanas. Dio las buenas noches a Vincent, cogió el libro que había sobre la otra mesilla de noche, mientras el empleado salía del dormitorio y se puso a leer. Pero fue una tarea difícil, Eve invadió nuevamente su mente. Furioso, tiró el libro sobre la cama, se pasó las manos por la cara y apagó la vela. Cerró los ojos para intentar dormir, tenía que olvidarse de esa mujer ya, o estaría completamente perdido si no lo hacía. Eve seguía adueñándose de él de forma inexorable y sin poder evitarlo.