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2 Memoria de La guerra silenciosa

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Tout sera oublié et rien ne sera réparé.1 Milan Kundera (Epígrafe a REDOBLE POR RANCAS)

Cuando hace veinte años ochos periodistas ––ignorando el negro destino que en Uchuraccay les esperaba–– marcharon en comisión de trabajo hacia la sierra alta de Ayacucho,2 hacía ya veinte años antes un insigne poeta peruano de la llamada ‘Generación del 50’, autor de versos como

Hay que vivir ausente de uno mismo

hay que envejecer en plena infancia

hay que llorar de rodillas delante de un cadáver

para comprender qué noche

poblaba el corazón de los mineros (Scorza 1990a: 15),3

se dirigía por enésima vez también hacia las serranías ––aquella vez a las de Cerro de Pasco4–– con el afán de buscar la verdad. Manuel Scorza era el nombre de aquel valiente. Hasta sus oídos sensibles al dolor y la injusticia habían llegado los rumores sobre la manipulación de las noticias oficiales en torno a unas matanzas de campesinos en los Andes Centrales. Se trataba de pleitos de tierras que envolvían a poderosos hacendados y a una compañía minera internacional. Solo un informe de César Hildebrandt publicado en la Revista Caretas diez años después de sucedidos los hechos cuestionaría los acomodos periodísticos de aquel entonces:

En marzo de 1962, aproximadamente treinta comuneros en busca de tierra fueron masacrados por fuerzas policiales. [Sin embargo:] “Sorda tensión crece en Pasco” era el titular de Expreso el 3 de marzo. El 5 de marzo La Prensa abría su edición así: “Mueren ocho comuneros al desalojar fundos en Cerro de Pasco”. Pero al día siguiente su corresponsal rectificaba: “Operación Desalojo de Fundos de Pasco ha dejado 15 muertos”. La versión definitiva de La Prensa sería dada el 7 de marzo: “Ocho muertos sería el total en Desalojo” (Hildebrandt 1972: 42).

En los comienzos de los años sesenta los pobladores de esas zonas altoandinas de Cerro de Pasco, que al igual que Uchuraccay se ubican a una altura que supera los 4000 msnm, acogieron a Manuel Scorza de buen ánimo, porque tenían confianza en los intelectuales, gracias a los incipientes contactos políticos habidos con el Movimiento Comunal del Perú, a través del cual Scorza había publicado algunos manifiestos,5 en los que denunciaba la prisión de dirigentes de Cerro de Pasco, la negación al derecho de reunión entre comuneros y la preparación de la masacre de las comunidades de Yanahuanca y Yarusyacán. Scorza ya visionaba:

Ni como intelectuales, ni como ciudadanos, ni como hombres podemos sentir estimación hacia nosotros mismos si guardamos silencio frente a este drama. Ha llegado la hora de decir que si nuestras justas reclamaciones no fueran atendidas, se llevaría al país a la violencia y al caos (Scorza 1961c: 216). [...] En esta hora crucial de su historia, que atraviesa el país, ha llegado el instante de preguntarse si los comuneros del Perú son, o no, peruanos. Ha llegado el momento de preguntarse si los millones de indígenas, que constituyen nuestras comunidades, tienen algún derecho o si para ellos existe solamente el hambre, la miseria y la violencia. Al comenzar la conquista del Perú los españoles discutieron si los indios pertenecían, o no, al género humano. Demandamos a la Justicia y a la Historia que esa respuesta todavía es negativa en el Perú (Scorza 1961d: 231-232).

Pero los desalojos masivos que terminaban en masacres continuaron.6 A las comunidades de Uchumarca, Rancas, Chinche, Chacayán y Yanahuanca7 Manuel Scorza volverá varias veces luego de los terribles acontecimientos para recolectar información en fotos y grabaciones. Veinte años después, en mayo de 1983 en París, Scorza lo confesaría:

Recogiendo testimonios recorrí durante muchos meses la zona de manera clandestina, cuando después de 1962 en Cerro de Pasco se siguió el estado de sitio. En la práctica era muy difícil moverse, era muy peligroso (Suárez 1984: 90).8

Si bien al comienzo el poeta quiso solo acoplarse a las protestas pacíficas, que pretendían respaldar con manifiestos las denuncias de los abusos del gamonalismo y la compañía minera, se hizo luego a la lucha junto a los comuneros, para llegar a la triste conclusión de que en el Perú el calendario anual de los pueblos más olvidados del altiplano tenía cinco estaciones: “primavera, verano, otoño, invierno y masacre”.9

Cuando toma conciencia de la gravedad de las cosas y al borde de inmolarse inútilmente en manos de los desalojos policiales, Scorza decide regresar a Lima y denunciar como se pudiera las injusticias; pero sus esfuerzos no prosperaron porque el problema del poblador andino no despertaba el interés de nadie, ni poderosos ni intelectuales le hicieron caso. Es más, acusado de instigador, bajo riesgo de encarcelamiento, tuvo que exiliarse voluntariamente del país. Así, al darse cuenta de la inutilidad del discurso de la Historia decidió valerse de la Ficción confirmando lo que creyó siempre, que la literatura era el primer territorio libre de América Latina.10

Manuel Scorza escribió entonces su primera novela Redoble por Rancas (Barcelona: Planeta, 1970), a la que seguirían cuatro más, Historia de Garabombo, el Invisible (1972), El Jinete Insomne (1977), Cantar de Agapito Robles (1977) y La Tumba del Relámpago (1979), que conformarían un ciclo novelístico bautizado como ‘La guerra silenciosa’,11 al que finalmente incluso la crítica atacaría con una conspiración unánime de silencio, a pesar del número impresionante de lectores a nivel internacional.12 Para Scorza los libros constituyeron así un recurso de apelación:

Cuando en América Latina se pierden todas las instancias ––por ejemplo, cuando en un combate humano un Gobierno masacra a todo un pueblo––, entonces queda la posibilidad de escribir un libro, y el libro reabre el debate. La rebelión de los comuneros de Cerro de Pasco ––una de las miles de rebeliones que recorren clandestinamente nuestra historia continental–– hubiera desaparecido en el olvido (Osorio 1984: 59).

Efectivamente Redoble por Rancas (1970) reabrió el debate y el propio presidente Velasco Alvarado el 28 de julio de 1971 se vio obligado a liberar al ciudadano Héctor Chacón ––que aparece con el mismo nombre como personaje, apodado ‘El Nictálope’, en la novela–– nombrándolo símbolo del sufrimiento de los comuneros del Perú.13 Del mismo modo, el presidente Morales Bermúdez anunciaría más tarde precisamente en Rancas la continuación de la Reforma Agraria.14

Esa guerra silenciosa fue, como el mismo escritor anunciara en el prólogo de la primera novela, “una lucha solitaria, la que en los Andes Centrales libraron entre 1950 a 1962, los hombres de algunas aldeas sólo visibles en las cartas militares de los destacamentos que las arrasaron” (Scorza 1977a: 9). Se trató de una guerra acallada, que nadie quiso reconocer y que todos quisieron relegarla al olvido. Los misteriosos héroes andinos que la protagonizaron lograron, sin embargo, resucitar de la muerte en vida dentro de la magia y la fantasía de la pluma de Scorza, casi todos con sus nombres originales, salvo algunos cuantos que el autor modificó “para proteger a los justos de la justicia” (1977a: 10).

En esa guerra acallada Héctor Chacón ––el Nictálope–– desafió al Juez Montenegro y terminó en prisión; Fermín Espinoza ––Garabombo, el Invisible–– confiado en su invisibilidad, ya que la justicia nunca lo veía al quejarse o reclamar, se enfrentó al ejército para morir abaleado y con eso demostrarles a sus seguidores que el único camino de solución era continuar con una lucha armada organizada; Raymundo Herrera ––el Jinete Insomne–– resiste el sueño durante años confiado en que alcanzaría justicia por las buenas hasta que se da cuenta de que solo les queda la violencia como camino para enfrentar la indiferencia de los poderosos; Agapito Robles ––un danzante con su poncho de colores–– también se decide por las armas; no obstante, cuando cree haber alcanzado la victoria se convence de que los poderosos son indestructibles y opta por enfrentar las masacres con su danza que, de tan bella y tan noble, fue capaz de encender fuego y avanzar incendiando el mundo; Remigio Villena ––un comunero supersticioso–– al creer ver el desastroso final de las comunidades en las imágenes bordadas ––de una derrotado dios Inkarrí–– en los mantos que una ciega había tejido creyendo describir el futuro, los quemará para destruir el mito y dejar que el destino de la comunidades de Cerro de Pasco dependa solo de la valentía de sus comuneros.15 Finalmente, todo conduce a la muerte de ese relámpago que significó, por brillante y fugaz, la lucha de los campesinos de esa parte del país. Los políticos e intelectuales que se habían sumado a la lucha junto a ellos son apresados o huyen y el destino de los más oprimidos queda como una herida abierta, llena de dolor y de rabia por la impotencia y la inutilidad de la sangre derramada, cuya pus acaso veinte años después seguiría afiebrada.16

En una entrevista, precisamente hecha por Jorge Luis Mendívil, uno de los periodistas muertos en Uchuraccay, al preguntarle a Scorza si no pensaba que el relato novelado ––que exigía siempre alguna dosis de ficción–– hacía perder la autenticidad al testimonio de los hechos, el poeta responderá: “No creo que la ficción le quite autenticidad a la historia; al contrario, pienso que se la aumenta. Deja de ser testimonio, pero gana la verdad artística” (Mendívil 1982).

Aquella revolución armada ––llevada a los extremos del terrorismo17–– que Scorza había advertido ver venir,18 tuvo que ser enfrentada por los sucesivos gobiernos de Belaúnde, García Perez y Fujimori.19 Más tarde, en momentos de búsqueda de reconciliación y verdades Toledo se pone la banda presidencial en el Cuzco20 y el Alcalde de Lima retira la estatua de Pizarro de la Plaza Mayor de la Capital.21 Pero esos gestos se olvidarán. Para reivindicar a los campesinos y mineros relegados de los Andes hace falta imprimirlos en la memoria escrita. Ningún gesto honorable bastará mientras en los libros de ‘Historia del Perú’ de la Secundaria sea apenas un párrafo, un reglón o nada el espacio dedicado a las revueltas campesinas de esos héroes andinos acallados; y mientras en las universidades se discuta poco o nada sobre las causas del surgimiento del terrorismo. El estado de olvido y desamparo no habrá cambiado para los pobladores de la sierra mientras ellos no ocupen un lugar en el discurso oficial de la Historia.22 Ahí empezará la verdadera reivindicación de los relegados de la sociedad como punto de partida para proponer el encausamiento de su fuerza y vitalidad hacia objetivos pacíficos, para que no se haga de las matanzas sangrientas en nuestras serranías un tiempo de ciclos vigésimos.

Si los estudiantes de hoy saben dónde está Uchuraccay,23 pero no tienen ni la más mínima idea de dónde está Uchumarca,24 entonces no hemos avanzado nada. Nada nos garantiza que dentro de veinte años alguien recuerde la matanza de Uchuraccay.25 Solo cuando el drama de esos insomnes bailarines invisibles ingrese a las enciclopedias de Historia,26 entonces los muertos y caídos podrán dormir por fin en paz, vencerán ese insomnio de siglos, perderán su categoría de invisibles ante una sociedad que no quiere verlos y elevarán sus melodías hacia el cielo, no para una danza guerrera, sino para un baile por la paz.

Lima, setiembre 2003.27

1Traducción del francés: Todo será olvidado y nada será reparado.

2Estos datos hacen referencia al triste capítulo en la historia del periodismo peruano, conocido como la ‘matanza de Uchuraccay’, ocurrida en el departamento de Ayacucho, Perú, en 1983, cuando ocho periodistas de Lima, que habían llegado a esa zona para recabar información precisamente sobre una matanza, terminaron siendo asesinados, junto a su guía y a un comunero, al parecer, por pobladores del lugar, quienes los habrían confundido con terroristas, según el informe redactado por el escritor Mario Vargas Llosa, quien en su faceta de periodista formó parte de la comisión de investigaciones de ese entonces (Mantilla 1983), y por lo que fue duramente criticado ––entre otros, en el diario La Voz (1987)––, incluso por el mismo Manuel Scorza: “Los antropólogos han comprendido muy poco. Han comprendido tan poco que ahora después de la masacre y de la crucifixión de los periodistas de Ayacucho en 1983, en la conclusión del informe de la comisión presidida por M. Vargas Llosa, que lo ha publicado toda la prensa peruana, que es fundamentalmente criolla, se dice que existe un Perú profundo, que existe la sociedad india. En 1983 la comisión designada por el gobierno del Perú descubre que existen los indios. ¡Sí, esto es un escándalo de tipo político y moral! Contra este escándalo de tipo político y moral es que se alzan mis libros para proponer la memoria de los hechos ejemplares” (Suárez 1984: 91-92).

3Del poema Canto a los mineros de Bolivia, que obtuvo el Premio de los Juegos Florales de la Universidad Autónoma de México en 1951, cuando Scorza estaba exiliado en ese país.

4Cerro de Pasco (4380 msnm) es la capital de la provincia y del departamento del mismo nombre: Pasco. A 15 km al oeste queda el pueblo de Rancas. Se trata de una zona rica en cobre, plata, plomo y zin; de ahí que sea centro principal de los yacimientos mineros en Perú.

5Algunos de estos manifiestos, así como citas textuales de noticias y anuncios periodísticos, son reproducidos en el discurso ficcional de tres de sus novelas de La guerra silenciosa: en Redoble por Rancas (Scorza 1977a: 11); en El Jinete Insomne (Scorza 1977b: 225-228) y en La Tumba del Relámpago (Scorza 1961b), (1961c), (1961d).

6Las masacres conmemoradas en la actualidad son principalmente dos: la ocurrida en Huayllacancha (4240 msnm, cerca a Rancas, perteneciente a la provincia de Pasco), el 2 de mayo de 1960, que dejó tres mártires y es llevada a la ficción en Redoble por Rancas; y la ocurrida el 3 de marzo de 1962 en Uchumarca (perteneciente al distrito de Yanahuanca, de la provincia Daniel Alcides Carrión), con un saldo de ocho campesinos fallecidos, recreada en Historia de Garabombo, el Invisible. Según estudios antropológicos, anualmente cada dos de mayo se cultivan en la zona, en memoria de dichos acontecimientos, tradiciones y rituales que se van reinventando con el paso del tiempo (Lino Cornejo 2020).

7Los nombres mencionados corresponden a lugares donde reside una población, ya sea caserío, pueblo, centro poblado, distrito, o capital de provincia, y se usan muchas veces recortados; por ejemplo, el nombre completo de Yarusyacán es San Francisco de Asís de Yarusyacán. En La guerra silenciosa, de Manuel Scorza, aparecen estos nombres muchas veces sin mayor especificación geopolítica. Uchumarca, Chinche, Chacayán, Yanahuanca pertenecen a la provincia Daniel Alcides Carrión, mientras que Yarusyacán, Rancas y Cerro de Pasco, a la de Pasco. Ambas provincias se ubican en zonas andinas que pertenecen al departamento de Pasco, cuyo territorio abarca, no obstante, en gran parte la zona amazónica, como en su tercera provincia, que completa su composición: Oxapampa.

8En otra entrevista, publicada también póstumamente, Manuel Scorza cuenta haber estado presente entre 1960 y 1963 en el lugar de los hechos de las masacres, primero como miembro y luego como secretario general del Movimiento Comunal, así como haber vuelto clandestinamente a esos lugares poco después para recoger material y testimonios antes de partir a París (Osorio 1984: 56-57).

9Esta idea aparece en la novela Cantar de Agapito Robles (Scorza 1977c: 22) y el autor la repite en más de una oportunidad cuando habla de su forma de considerar los hechos que ha ficcionalizado en sus novelas (Moraña 1983: 188-189). Quienes lo conocieron personalmente afirman que era una sentencia que él solía repetir (Couffon 1984: 11).

10Esta máxima scorziana en torno a la esencia de la literatura latinoamericana y su poder liberador y de denuncia llegó a tener fuerte eco a través de entrevistas (Soler 1977) y notas en la prensa (Vega 1979), y será subrayada por varios críticos, entre ellos, González Vigil (1983a: 323-324), (1983b: 325), (1983c: 328), (1991), González Soto (1998: 271-272), etc.

11El mismo Manuel Scorza, frente a la pregunta de por qué había elegido el título de La guerra silenciosa, dijo en una entrevista que tenía que hacer la aclaración de que se trataba de un título que amparaban las ediciones internacionales de sus libros desde 1979 (González Vigil 1982: 317). En otra entrevista televisiva a mediados de los años 70 afirmó: “En el año de 1960 estalló la última de estas rebeliones indias que no figuran en la Historia y que constituyen otros tantos capítulos de lo que yo llamo La guerra invisible” (Scorza 2018).

12Hubo una “falta de seriedad y honestidad del establishment literario nacional”, en palabras de Escajadillo (1991a: 97), quien siendo crítico pionero de la obra scorziana, luego de la muerte de Manuel Scorza, hará un sucinto recuento de la recepción nacional indiferente en varios artículos (Escajadillo 1978), (1984).

13Héctor Chacón fue liberado gracias al escándalo desatado por una carta que Manuel Scorza enviara a fines de abril de 1971 a la revista Caretas agradeciendo los comentarios generosos hacia su novela, pero informando que los personajes eran reales y que muchos de ellos ya llevaban varios años en la cárcel injustamente. Caretas también dio espacio a una carta de Héctor Chacón. Tres meses después el personaje de carne y hueso, el señor Héctor Chacón, fue indultado y puesto en libertad (de los Ríos 1983: 59).

14La llamada ‘Reforma Agraria’ fue un proceso iniciado en 1963, durante el gobierno de los generales Pérez Godoy y Lindley López, con la promulgación de la Ley de bases para una reforma agraria (Decreto Ley Nº 14389). Después, el gobierno civil de Belaúnde Terry promulgó el 21 de mayo de 1964 una Ley de Desarrollo Agrario (Decreto Legislativo Nº 002), que se distinguió por no incluir a los complejos agroindustriales azucareros de la costa norte peruana; hasta que el 24 de junio de 1969 el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas bajo la dirección de Velasco Alvarado (1968-1975) promulgó la Reforma Agraria (Decreto Ley Nº 17716) que, entre otros efectos, dejaba eliminado el latifundio. En 1975 el nuevo régimen militar, bajo el mando de Morales Bermúdez, en Consejo de Ministros celebrado en Rancas proclamó la continuación de la Reforma Agraria ([-] 2015).

15En más de una entrevista Manuel Scorza subrayó su intención de presentar en las historias de sus novelas ––contrariamente a lo que García Márquez había hecho en Cien años de soledad: ir de la historia al mito–– el paso del mito a la realidad (Escajadillo 1991b: 111), considerándolo como una marcha hacia la lucidez (Osorio 1984: 9).

16Para el escritor y crítico literario Eduardo Zavaleta, Manuel Scorza con su obra previó en la sierra de Cerro de Pasco lo que sucedería después en Ayacucho, acaso de manera similar a Vargas Llosa en su Historia de Mayta (Zavaleta 1992: 120).

17Manuel Scorza hablaba de la peligrosa brecha que, a manera de bomba de tiempo, persistía en el Perú entre las ideologías de los partidos políticos y la realidad: “El APRA ha tenido una retórica proindigenista; y los partidos de izquierda tuvieron siempre en sus programas lo que se conoce con el nombre de ‘la reivindicación del indio’; el derecho a la propiedad, el derecho al reconocimiento de la personalidad humana, jurídica y cultural del indio. Pero en la práctica ha habido un abismo absoluto. Los partidos políticos existen en un país criollo que no tiene nada que ver, absolutamente nada, con el país real que viven los indios. Y esto es lo que se está mostrando con los acontecimientos de Sendero Luminoso” (Mendívil 1982: 91).

18Manuel Scorza consideró que las consecuencias de las rebeliones de Cerro de Pasco hacia 1960 causarían gran impacto: “En ese año el campesinado quechua se rebeló en el Perú porque se dieron condiciones extremas: bajaron los precios de los minerales de la región, las minas arrojaron brutalmente miles de hombres a los campos, al mismo tiempo que el gamonalismo del Perú expulsó de sus tierras a la mayor parte de los comuneros. Entonces, estos hombres se encontraron frente a una situación límite: no tenían a dónde ir. [...] En la misma época que se producía esta rebelión, Hugo Blanco organizaba la rebelión de los campesinos del Sur. La conmoción que causó en el país fue inmensa: provocó un golpe de Estado y posteriormente la revolución militar de Velasco Alvarado. Después de la rebelión de los comuneros vino la guerilla” (Osorio 1984: 91).

19Periodos presidenciales de gobernantes civiles del Perú: Fernando Belaúnde Terry (1980-1984), Alan García Perez (1985-1989) y Alberto Fujimori (1990-2000).

20Alejandro Toledo fue elegido presidente del Perú luego de varios meses de intensas campañas de protestas y marchas contra la corrupción del gobierno anterior que tuvo a Alberto Fujimori a la cabeza y su cómplice Vladimiro Montesinos. Luego de la ceremonia oficial de entrega a Alejandro Toledo de la Banda Presidencial el 28 de julio de 2001 en Lima, se llevó a cabo otra de carácter simbólico al día siguiente, en el complejo arqueológico de Macchu Picchu, en el Cuzco.

21La estatua ecuestre de Francisco Pizarro estuvo originalmente desde 1935 en el atrio de la Catedral de Lima, de donde fue trasladada en 1952 a una esquina de la Plaza Mayor, para finalmente volver a ser removida y quedarse desde 2004 por obra del entonces burgomaestre de Lima, Luis Castañeda Lossio, en el Parque de la Muralla, ubicado detrás del Palacio de Gobierno y a orillas del río Rímac (Varón Gabai 2006).

22El ‘discurso’, entendido en términos de Michel Foucault, como aquel que se produce en la sociedad y que es controlado, seleccionado y redistribuido por cierto número de procedimientos que tienen como función conjurar sus poderes y peligros, pero también sus limitaciones y exclusiones (2005). Para el caso peruano, el discurso de la Historia, visto como memoria escrita, dejaría afuera a las culturas ágrafas que aún existen en el Perú y, por ende, supondría la subordinación de las historias de ‘todas las sangres’ a una oficial, escrita, en castellano, por los ‘vencedores’. La guerra silenciosa puede ser también vista como una protesta contra esa brecha cultural.

23Uchuraccay es el nombre de un distrito ubicado a 4010 msnm, a una distancia aproximada de 43 km al noreste de Huanta, provincia a la que pertenece, en el Departamento de Ayacucho. Después de ocurridos los escabrosos hechos y dado los momentos críticos de violencia que vivía el país en ese entonces por las acciones de Sendero Luminoso el lugar se despobló, aunque en la actualidad es un centro poblado. La ley Nº 30221, promulgada por el Poder Ejecutivo en 2014, creó el distrito de Uchuraccay, otorgándole además al centro poblado Uchuraccay el título honorífico de ‘Capital histórica del heroísmo campesino y del periodismo nacional’.

24Uchumarca es actualmente el nombre de un centro poblado de la comunidad San Pedro de Yanahuanca. Yanahuanca es el nombre de uno de los ocho distritos de la provincia Daniel Alcides Carrión del departamento de Pasco y comprende varios centros poblados. Uchumarca, ubicada en Yanahuanca (aprox 3500 msnm), es el lugar donde ocurrió la masacre de 1962. Su homónimo, Uchumarca, es también el nombre de un distrito de la provincia Bolívar en el departamento de La Libertad.

25El Diario Oficial El Peruano dedicó un número de su suplemento Variedades ([-] 2019) al tema de la Masacre de Uchuraccay, como homenaje a los mártires del periodismo peruano.

26Tanto el discurso histórico como el literario llevan un fuerte componente de ficcionalidad, aunque se acostumbre definirlos como discursos opuestos de, respectivamente, ‘verdad’ y ‘mentira’. En el caso de las novelas de Scorza, se diría que mantienen una fuerte impronta de historicidad; no obstante, por una cuestión de anclaje sociocultural, la enunciación condicional hecha aquí ––aunque pragmáticamente desiderativa–– parece poner más fe en el discurso histórico escrito como refugio seguro para la memoria colectiva del Perú, tal vez ‘criolla’, a la que de hecho se subordinan todavía las culturas más olvidadas de su extenso territorio.

27La versión original de este texto fue publicada en Lima en la revista Quehacer de DESCO (Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo) en la edición set/oct 2003, con motivo del vigésimo aniversario del trágico fallecimiento de Manuel Scorza, ocurrido el 27 noviembre de 1983, año en que habían sucedido también, un 26 de enero, los terribles excesos en Uchuraccay (Huamanchumo 2003b).

Redobles por Manuel Scorza

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