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EL NEOLIBERALISMO Y LAS POLÍTICAS GUBERNAMENTALES

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Las políticas neoliberales, como las que hemos mencionado con anterioridad, están en completa oposición con el concepto de una democracia abierta y participativa. En otras palabras, la naturaleza parásita del capitalismo lo hace impedir que las democracias crezcan. Puede decirse que el capitalismo es el gran enemigo de la democracia. Chomsky (1999) muestra las formas históricas en que el capitalismo ha actuado buscando el control global desde antes de que el neoliberalismo se consolidara como tal. Una de ellas es la intervención —generalmente de tipo militar para lograr un control inmediato e implementar las doctrinas de shock económico (Klein, 2007) —en los países cuyos gobiernos son considerados débiles porque mantienen una visión de gobierno con énfasis social. Vale la pena citar a Chomsky (1999; p. 23) en extenso:

En febrero de 1945, documentos del Departamento de Estado [de los Estados Unidos] prevenían que América Latina prefiere “políticas desarrolladas para lograr una distribución amplia de la riqueza y elevar los estándares de vida de las masas,” y están “convencidos de que los primeros beneficiarios del desarrollo de los recursos de un país deben ser las personas de ese país”. Estas ideas son inaceptables: los “primeros beneficiarios” de los recursos de un país son los inversionistas de los Estados Unidos, mientras que América Latina cumple su función de servicio sin preocupaciones irracionales acerca del bienestar social o de un “excesivo desarrollo industrial” que podía infringir los intereses de los Estados Unidos.

(Traducción personal del autor)

Estas estrategias de opresión y destrucción económica del capitalismo neoliberal lograron su objetivo, ya que sí obligaron a los países latinoamericanos a aceptar los programas de ajuste estructural del FMI y BM, los cuales ordenaban la privatización, desregulación y liberación del comercio. Por ejemplo, en la década de 1970, los llamados ‘países capitalistas’ persuadieron —o forzaron— a los gobiernos de los llamados “países tercermundistas” a detener la industrialización por sustitución de importaciones. No se deseaba en realidad que Latinoamérica continuara manteniendo programas de industrialización, como lo menciona Chomsky (1999) en la cita anterior, bajo el amparo de sus nuevas industrias locales y sus aranceles proteccionistas. Cuotas de importación, control en el tipo de cambio, licencias especiales para la importación de bienes capitales y los préstamos subsidiados para las nuevas industrias, implicaba la regulación por parte del Estado sobre el comercio exterior y su inversión. Por eso fue que, a principios de la década de 1980, el capitalismo global impuso coerción sobre los gobiernos latinoamericanos con sus políticas de libre mercado.

Como se ha afirmado previamente, el control global ha sido una meta de los políticos neoliberales desde el término de la segunda guerra mundial para lo que se crearon el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Es necesario apuntar de inicio que estos organismos económicos internacionales responden a intereses de grupo y no actúan en función de buena voluntad, ni del valor de la responsabilidad o del cuidado del otro. Desde la perspectiva de las fuerzas del mercado, esos organismos financieros están delineando y dando forma a las políticas sociales y económicas que implementan los países que necesitan de su apoyo monetario.

Para fundamentar dicho análisis sigo las ideas de McLaren y Farahmandpur (2005) y de Delgado-Ramos y Saxe-Fernández (2005). A mitad de 1944, en New Hampshire, se celebró la conferencia Bretton Woods convocada bajo la iniciativa de los Estados Unidos. El propósito de la reunión era establecer los mecanismos necesarios que permitieran a los Estados Unidos generar un nuevo orden económico especialmente durante y después de los tiempos de la segunda guerra mundial, a fin de evitar que se repitiera cualquier situación cercana a la gran depresión de la década de 1930. Como resultado de la conferencia se crearon el Banco Mundial (que inició como el Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo) y el Fondo Monetario Internacional. El ex-presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, pretendía que esos organismos reflejaran el control que los Estados Unidos tenían sobre los dineros mundiales.

Por ese motivo, coincidiendo con Delgado-Ramos y Saxe-Fernández (2005), esos organismos no deben ser considerados simplemente organismos de apoyo económico a los países en desarrollo, sino instrumentos de estado y clase de los Estados Unidos. Al interior de esos dos organismos, Estados Unidos controla la mayoría de los votos posibles, lo que les da el poder de decisión. En ese sentido, las políticas que emanan de esos organismos financieros hacia los países que están supeditados a aceptar las condiciones que les sean impuestas, tienden a ser políticas que se enfocan más en promover los beneficios de las clases económicas dominantes y del libre mercado.

Estos ejemplos sirven para ilustrar las formas en que las políticas neoliberales buscan construir las condiciones necesarias para que un grupo pequeño de capitalistas siga teniendo el control global del mundo. Sin embargo, no debemos pensar que la globalización es algo que el neoliberalismo ha generado en estos tiempos porque, desde 1848, Marx (1848/1969) nos advirtió acerca de esa característica que el capitalismo como sistema tenía. Aún y cuando Marx no lo llamaba globalización específicamente (Chattopadhyay, 2002; Mészáros, 2001; Van Cap, 2002), su descripción de las estrategias de expansión del capitalismo son una clara explicación del proceso que vivimos en nuestros días. Marx (1848/1969; p.112) tuvo mucha claridad sobre esto y es importante citarlo ampliamente:

La necesidad constante de expandir los mercados para sus productos mueve a la burguesía hacia toda la superficie del planeta. Tiene que anidarse en todas partes, instaurarse en todas partes, establecer relaciones por doquier.

La burguesía, al explotar el mercado mundial, ha dado a la producción y al consumo de todos los países un sello cosmopolita. A pesar del gran disgusto de sus opositores, ha quitado los cimientos nacionales de la industria. Las viejas industrias nacionales han sido destruidas, o son diariamente destruidas. Han sido arrolladas por otras nuevas, cuya instauración es un problema de vida o muerte para todas las naciones civilizadas; por industrias que ya no trabajan con las materias primas del país, sino con materias primas traídas de regiones remotas; industrias cuyos productos se consumen no solo localmente, sino en cualquier parte del planeta. En lugar de las viejas necesidades que requerían para su satisfacción los productos del país, ahora encontramos nuevas necesidades que reclaman para su satisfacción los productos de tierras y climas remotos. En lugar de la reclusión y autosuficiencia local y nacional, ahora tenemos relaciones en todas direcciones, una inter-dependencia de naciones. Y lo que acontece con la producción material, acontece también con la producción intelectual. Los productos intelectuales de las naciones se convierten en propiedad común...

(Traducción personal del autor)

Desafortunadamente para la mayoría de la población mundial, el capitalismo neoliberal potenció esas características del capital en las últimas tres décadas. No podemos ubicar al capitalismo fuera de un contexto global, en expansión constante para la búsqueda de más ganancias. Por ese motivo, Mészáros (2001) señala que no hay manera de que el capitalismo pueda restringirse a sí mismo porque su escala de ambición por más ganancias lo lleva a buscarlas en todo el planeta, como Marx lo señalara en 1848. Paradójicamente, el proceso de globalización ha excluido de los beneficios sociales y económicos del mismo proceso económico global a la mayor parte de los seres que habitamos este mundo, como atinadamente lo señala Dussel (2002). Huerta-Charles y McLaren (2012) apuntaron que el mercado global no ha entregado a las personas del mundo todos los beneficios que sus defensores públicos prometieron; contrario a eso, como se mencionó previamente, las políticas económicas neoliberales han sido un desastre que ha causado serias y dolorosas consecuencias sobre las personas más oprimidas. Esto llevó a McLaren (2011) a aseverar que no es una exageración decir que, en este capitalismo neoliberal globalizado, la sobrevivencia de la humanidad está en juego.

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