Читать книгу El amor y la sexualidad - Omraam Mikhaël Aïvanhov - Страница 4
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LOS DOS PRINCIPIOS MASCULINO Y FEMENINO EL AMOR A DIOS, AL PRÓJIMO Y A SÍ MISMO
Existen en el universo dos principios esenciales que se reflejan en todas las manifestaciones de la vida y de la naturaleza. Toda la creación sólo es el fruto de estos dos principios que se denominan para mayor entendimiento: principio masculino y principio femenino. Estos dos principios son un reflejo, una repetición de dos grandes principios divinos que lo han creado todo: el Padre celestial y la Madre divina que deben ser comprendidos como la polarización de un principio único, lo Absoluto, lo No-Manifestado que la Cábala llama Ain Soph Aur.1 Se dice que el hombre ha sido creado a imagen de Dios, es decir a imagen de estos dos principios, y contiene en sí mismo una parte masculina y una parte femenina; una es visible, la otra está oculta, no se ve, pero está presente, Cada mujer es mujer exteriormente, pero, interiormente, posee el principio masculino. Y cada hombre es hombre exteriormente, pero posee interiormente el principio femenino. Si conocéis esta ley de la polaridad y si sabéis cómo utilizar los dos principios, masculino y femenino, emisivo y receptivo, positivo y negativo, ¡cuántos problemas podréis resolver!
Estos dos principios están en cada uno de nosotros y se ven por todas partes impresos en el rostro, en el cuerpo, en las manos... en la naturaleza, las flores, los animales, los frutos, las montañas, los ríos, las cuevas, las estrellas... Por todas partes no vemos más que esos dos principios bajo diferentes formas y dimensiones. Bien miréis sobre la tierra o bajo la tierra, bien descendáis al fondo de los océanos, bien os elevéis por los aires, no veréis más que los dos principios trabajando.
Consciente o inconscientemente, todas las criaturas tienen las mismas reacciones ante este problema de los dos principios, todas le dan una importancia absoluta, nada es más importante para ellas que los dos principios. Cuando el hombre busca a una mujer para casarse, está decidido a abandonarlo todo. Incluso si es rey, está dispuesto a abandonar su reino con sus súbditos, su ejército, sus tesoros, por una mujer... Pero ¿qué posee esta mujer para eclipsar a una nación de millones de hombres? En realidad, no es a la mujer a quien busca, sino el principio, porque no hay nada encima. Ya lo veis, este hombre es fiel, busca el principio, y todo lo que no es el principio, lo abandona. Y una mujer hace lo mismo. Se pondrá contra toda su familia, contra el mundo entero por el hombre que ama. ¿Por qué? ¿Acaso está equivocada? En absoluto. Es el Señor y la Madre Naturaleza quienes han grabado en el corazón de los humanos: “Dejarás a tu padre y a tu madre y seguirás a tu mujer (o a tu marido)...” En el fondo de cada criatura, está escrito que el primer principio sólo debe buscar el segundo, y el segundo sólo buscar el primero. Los humanos no siempre son conscientes de ello porque esta búsqueda adopta las formas más diversas según los ámbitos en los que se persiga: la ciencia, la filosofía, el arte o la religión.
Los místicos dicen que buscan al Señor. En realidad, lo que llaman Señor no es sino la parte complementaria de ellos mismos con la que buscan unirse, fusionarse para convertirse en una entidad acabada, perfecta. Hasta entonces, se sienten como seres divididos, mutilados. Todos los seres sólo buscan su principio complementario, que se llama en la Ciencia iniciática, el alma gemela, con el fin de encontrar la plenitud, la paz, la omnisciencia, la omnipotencia y llegar a ser como el Señor. Sólo la forma en que la buscan es diferente.
Reflexionad sobre este tema. Todo está en el amor; fuera del amor sólo existe el vacío, la nada. Los religiosos, los puritanos, los hipócritas no quieren confesarlo, pero en realidad, ellos también sólo buscan el amor. No lo muestran, porque quieren obedecer a viejas tradiciones de pureza, de castidad, pero la naturaleza no reconoce estas invenciones humanas; trabaja en cada ser, y ¡esto hierve, quema, inflama! El problema ahora es saber cómo encontrar el verdadero amor exactamente como Dios lo comprende, y luego manifestarlo según las reglas divinas para llegar a este reencuentro, a esta fusión perfecta.
Por todas partes sólo veis los dos principios: cuando coméis, cuando bebéis, cuando miráis, cuando escucháis, cuando trabajáis, e incluso cuando cantáis aquí en la coral... Sí, vosotros no sabéis lo que pasa cuando cantáis. Las voces altas y agudas de las hermanas, y las voces graves y profundas de los hermanos, ¿creéis que se pierden así como así en algún lugar del espacio? No, sin daros cuenta se fusionan en alguna parte sobre vuestra cabeza, dándose algo maravilloso y divino. Vuestra voz está impregnada con vuestro magnetismo, con vuestra vitalidad, con vuestro perfume. Estáis unidos a vuestra voz como si fuera una pequeña corneta que sujetáis por el extremo de un largo hilo. Vuestra voz os deja y se pasea por encima vuestro donde encuentra otras voces con las que se fusiona, y regresa luego amplificada, enriquecida con todo lo que ha recibido en esta fusión. A través del canto se hace un intercambio sutil, divino entre los hermanos y las hermanas que pueden recibir así elementos etéricos que no podrían recibir por otros medios más groseros. En este intercambio sutil de voces, el alma y el espíritu se alimentan de lo que han recibido, y dan también algunas migajas al cuerpo físico para que no se sienta hambriento ni sediento.
Así pues, cuando cantamos, los dos principios masculino y femenino efectúan primero todo un trabajo en lo alto; luego, lo que han creado regresa hasta nosotros, y todos nos beneficiamos de un intercambio casto y divino. Aquí, nadie nos puede reprochar de transgredir las leyes de la pureza, y nos sentimos alimentados y reforzados. He ahí porqué la costumbre de cantar juntos existe desde la creación del mundo. Actualmente, se ha perdido la luz, las nociones iniciáticas profundas se han perdido, sólo queda la práctica: los hombres y las mujeres continúan cantando en dúo, en trío, en coral, e incluso los campesinos en el campo cantan bailando y son felices. Porque sin darse cuenta, a través del canto y la música, sus almas y sus espíritus se comunican, y reciben entonces algo que, por un instante, les colma y les dilata.
Existen cientos y miles de métodos que la naturaleza ha inventado para permitir a los humanos realizar intercambios sutiles cuando no pueden efectuar estos intercambios físicamente: las piscinas, por ejemplo, las playas, los bailes e ¡incluso las iglesias!... Pero, por supuesto, la historia no dice si estos intercambios son católicos o no católicos... ¡aunque esto suceda en una iglesia católica, protestante u ortodoxa!... Un muchacho sigue por la calle a una chica regordeta, graciosa y he ahí que ésta entra en una iglesia... “¡Oh! dice él, si fuera una discoteca, sería más atrevido...” Pero de todos modos, la sigue en la iglesia, y como ella se ha dado cuenta, adopta una postura determinada, hace gestos... En cuanto a él, se acerca cada vez más y en lugar de mirar al cura y seguir la misa, tiene los ojos pegados en ella. Ya veis de qué manera se hacen los intercambios, incluso en las iglesias, ¡intercambios sutiles!... Ahora lo que los dos tienen en la cabeza, eso ya os lo he dicho, ¡no se sabe si es católico o protestante!...
Pero retomemos el tema del canto. Si no tenéis una boca, es decir una lengua y dos labios, no podréis hablar ni cantar. Así pues, la palabra, el canto dependen de estos dos principios masculino y femenino, que son la lengua y los labios.2 Diréis que me ocupo de temas escabrosos... No, constato solamente, es la naturaleza la que ha fabricado la boca, no he sido yo. Para decir solamente algunas palabras, es necesario que la lengua y los labios se pongan a trabajar, si no, no hay palabra, no hay canto. El canto, la palabra es un resultado: es el hijo de un padre y una madre que son más evolucionados y espirituales, puesto que Dios los ha colocado en la cabeza. La lengua y los labios tienen la misma función que los órganos sexuales ya que, juntos, son capaces de crear, pero en una región espiritual: la palabra. “Al principio era la palabra...” Si queremos verdaderamente encontrar los dos principios, debemos buscarlos arriba, no abajo; abajo, los órganos del hombre y de la mujer sólo son una repetición, un reflejo más grosero de los otros dos principios, en lo alto, que son también creadores, y que pueden dar vida exactamente como los dos principios de abajo.
He aquí, mis queridos hermanos y hermanas, algunas palabras solamente para mostraros la importancia del canto, y sobre todo de los cantos espirituales, de los cantos místicos que cantamos aquí. Hasta ahora, el canto era solamente para vosotros un pasatiempo, una distracción; de ahora en adelante, debéis comprender que es un alimento, una necesidad espiritual. Si no sabéis alimentaros con la música y los cantos, los intercambios menos sutiles que realicéis no os traerán más que disgustos y amarguras.
Pero esta cuestión de los intercambios todavía es mal comprendida. Algunos místicos, algunos ermitaños o ascetas eran tan ignorantes y estrechos que destruían su equilibrio, su salud, su felicidad rechazando todos los intercambios, y se desecaban, se convertían en cadáveres, sin vida, sin frutos, sin nada. Pero por supuesto, según ellos ¡cumplían la voluntad del Señor! – ¡Como si el Señor fuera partidario de la muerte y de los cadáveres!... El Señor es partidario de la vida y de la creación, porque no hace más que eso, crear. Son los humanos quienes lo han tergiversado todo y que se imaginan que el Señor está en contra del amor, en contra del matrimonio, en contra de los hijos... Según ellos, eso es ser religioso. ¡Qué religiosos más curiosos!...
Diréis: “Pero muchos de los grandes Maestros e Iniciados no se casaron, ¿acaso eran como estos fanáticos?” No, los grandes Maestros y los Iniciados son tolerantes, comprenden la creación de Dios, ven las cosas con claridad, y si viven una vida pura y casta, es porque hacen intercambios tan ricos y maravillosos en los planos sutiles que no tienen necesidad de descender demasiado en la materia para limitarse, sobrecargarse. Viven en soltería y castidad, no porque se opongan al amor, al contrario, se alimentan, beben de fuentes y regiones desconocidas por la multitud, donde todos los intercambios se hacen en la mayor luz y mayor pureza... Los ángeles les visitan, los arcángeles les visitan, el sol y las estrellas les envían sus miradas y sus sonrisas, incluso los humanos les dan su amor, su confianza. Así son colmados, ¡colmados por todos lados! ¿De qué pueden tener aún necesidad?... Y ¿por qué deberían renunciar a todas estas riquezas para hundirse en regiones pantanosas donde sólo tendrían decepciones? No me comprendéis todavía, pero ya me comprenderéis.
Está escrito en las Escrituras: “Amarás a tu Señor, Tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu pensamiento, con todo tu espíritu; y amarás a tu prójimo como a ti mismo...”3 Ya veis: amar al Señor y amar al prójimo; en ninguna parte se menciona que uno deba amarse a sí mismo. Sin embargo ¿qué pasa? Los humanos se aman primeramente a sí mismos; después, si queda aún un poco en los platos, se lo dan al prójimo; y para el Señor, una vez al año, van a la iglesia a encender una vela. ¿Cómo es posible? En ninguna parte se dice: “Amaos a vosotros mismos” y sin embargo sólo hacemos eso; y respecto a los otros dos mandamientos que son mencionados, no tenemos tiempo. Los Iniciados no han dicho jamás que haya que amarse a sí mismo, porque saben que la tendencia más natural, la más aferrada, la más tenaz, es amarse, satisfacerse, comer, beber, tomar incluso lo que le pertenece al vecino... El amor por uno mismo, es lo que se ve día y noche. Y sin embargo, en realidad, diciéndoles que amasen al Señor y al prójimo, querían decir: “Amaos a vosotros mismos”, nada más. No lo dijeron sabiendo que jamás serían comprendidos, pero es lo que querían decir.
El amor a sí mismo, el amor al prójimo y el amor a Dios: estas tres formas de amor corresponden a etapas de la vida del hombre. El niño se ama a sí mismo, no piensa más que en él; más tarde empieza a amar a su padre, su madre, sus hermanos y hermanas, sus amigos... y después a su mujer y sus hijos. Al final, cuando ha amado a tantas personas que, a menudo, le han engañado, desilusionado, se vuelve hacia el Señor y es Él a quien ama, es Él a quien busca. En realidad, puedo mostraros que los grados superiores de amor están ya comprendidos en el amor a sí mismo, porque amando a los otros y amando a Dios, es siempre a sí mismo a quien se ama. Es un amor más afinado, más luminoso, más espiritual, pero es siempre a sí mismo a quien se ama. ¿Por qué no amáis a todas las mujeres, sino a una mujer? Porque esta mujer refleja alguna cosa de vosotros, y eso que refleja, es precisamente el lado de vosotros mismos. El ser humano está polarizado, y es esta polarización la que le empuja a buscar la otra parte de sí mismo a través de las mujeres o a través de los hombres, e incluso a través del Señor. Es siempre él quien busca y ama, pero no tal cual es y cómo se ve en el espejo, no; busca el otro principio, el otro polo. Si sois un hombre, el otro polo es un principio femenino; si sois una mujer, es un principio masculino.
El ser humano tal como los Iniciados lo comprenden, es un ser completo. Los dos polos, positivo y negativo, son las dos partes de una unidad que se dividió en el transcurso de la evolución. En su origen, el ser humano era a la vez hombre y mujer, es lo que se llama andrógino. En el momento en que se produjo la separación de sexos, cada uno se fue hacia su lado, pero cada principio lleva en sí mismo la huella, la imagen del otro profundamente grabada en su alma. Es por ello que, cuando un hombre ve, entre cientos y miles de mujeres, un rostro que se aproxima a la imagen que él lleva en sí mismo, es feliz, y hace todo lo posible por tener su presencia. Desgraciadamente, la mayoría de las veces, al cabo de un tiempo, se da cuenta que esta imagen no corresponde completamente a su imagen, y la abandona para buscar otra en la que espera una vez más encontrar su otra mitad, su alma gemela. Esto es cierto tanto para las mujeres como para los hombres, ningún ser es una excepción. Pero un día, este reencuentro de los dos principios se realizará verdaderamente, porque el amor entre los dos principios es más poderoso que todo.
En realidad, nuestra alma gemela es uno mismo, el otro polo de nosotros mismos. Si estamos abajo, el otro polo está arriba y comulga con el Cielo, con los Ángeles, con Dios en la perfección y la plenitud. Por esto, en todas las Iniciaciones se enseñaba a los discípulos cómo unirse a este otro polo. En la India, el Jnani-Yoga proporciona métodos gracias a los cuales el yoghi logra unirse a su Yo superior, porque uniéndose a su Yo superior se une a Dios mismo. En Grecia, se encuentra la misma idea expresada en la fórmula grabada en el frontispicio del templo de Delfos “Conócete a ti mismo”. Aquí, conocerse, no es conocer su carácter, bueno o malo, con sus cualidades o sus defectos, no, eso es demasiado fácil. Está escrito en el Génesis: “Y Adán conoció a Eva” y “Abraham conoció a Sara”... El verdadero conocimiento es una fusión de los dos principios. “Conócete a ti mismo” significa: encuentra el otro polo en ti y te convertirás en una divinidad. Si sois un hombre, el otro polo es una mujer y la conoceréis como un amante conoce a su amada; no completamente de la misma manera, por supuesto, porque esta fusión, este conocimiento se realiza en las regiones de la luz. Es cuando penetráis en esta luz, cuando os volvéis uno con vosotros mismos.
Encontramos este mismo precepto expresado de un modo un poco diferente en los Evangelios: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu pensamiento y con toda tu fuerza...” Lo que sobreentiende que sólo podemos comulgar con el Señor a través de nuestro ego superior. Es también lo que quería decir Cristo cuando decía: “Nadie puede ir hasta el Padre sino es a través mío...” Cristo es el símbolo de la Divinidad, del Verbo, del Hijo de Dios que está en cada alma como una chispa oculta en alguna parte, perdida, sepultada.4 Uniéndose a su alma superior, el hombre se une a este principio de Cristo, que está por todas partes, en todas las almas, y a través de él, se une a Dios. Únicamente podéis ir hasta Dios a través de vuestro ego superior, puesto que él lo contiene todo y representa lo mejor y más puro de vosotros mismos. Por eso, todas las prácticas de meditación aconsejan hacer un trabajo con el pensamiento, a fin de alejarse lo más posible del mundo físico, material y elevarse hasta el mundo más luminoso para alcanzar la Divinidad, el principio de nuestra alma superior. Y como existe siempre una polarización, se crea una afinidad, una simpatía, un vínculo con el principio complementario, ya que el masculino es siempre atraído por el femenino, y el femenino por el masculino.
Cada ser, teniendo el otro principio en él mismo, sólo puede encontrar a Dios a través del otro principio. Por esto la mujer encuentra a Dios a través del hombre, porque el hombre representa el otro principio y este principio la une al Padre Celestial. Y el hombre sólo puede encontrar la Divinidad a través del principio femenino, ya sea una mujer o la naturaleza misma (que es un principio femenino) o la Madre divina. Pero sin este principio femenino, no hay nada, ningún impulso, ninguna inspiración, ningún trabajo, nada. Y sin la presencia del principio masculino, el principio femenino queda informe, inerte, estéril. Estudiad cómo hace las cosas la naturaleza y veréis cómo el sol, que es el principio masculino, proyecta la luz y el calor, y todos se llenan de vida. En nuestra vida interior también debemos ser fertilizados, animados, vivificados por este principio divino del sol. Es más fácil para las mujeres porque ya son receptivas, pero los hombres, que son positivos, emisivos, deben cambiar su polarización para llegar a ser también receptivos.
Volvamos ahora a los tres grados del amor de los cuales he hablado antes. Si se reflexiona, estamos obligados a constatar que los humanos no saben amar, se destruyen incluso. ¿Es verdaderamente tener amor por sí mismo, comer y beber cualquier cosa, fumar y cometer locuras? Y cuando dejáis, por ejemplo, que estalle la cólera o el odio, ¿creéis que obráis bien? No, os estáis envenenando. Diréis: “Pero quiero envenenar a fulanito o a menganito. – De acuerdo, pero este veneno debe primero pasar a través tuyo antes de salir a envenenar al otro. Entonces, te envenenarás antes que él...” Ya lo veis, ¡cuánta ignorancia e incomprensión! Nos amamos muy mal y hay que aprender a amarse como es debido.
Suponed que no queréis dejar que entre nada impuro en vosotros... En ese caso, sí, os estáis amando, ya que con vuestra pureza, preparáis unas condiciones óptimas para que los ángeles vengan a habitar en vosotros. Cuando ponéis atención en no causar ningún mal con vuestros pensamientos, vuestros sentimientos y vuestras palabras, ya estáis preparando interiormente las condiciones para que el Señor venga a instalarse en vosotros. Este amor hacía sí mismo es algo divino y es de esta manera que debemos amarnos. Aquellos que no saben amarse, no aman a Dios, y no aman tampoco a los demás. El amor de Dios comienza por el amor a sí mismo, ya que el amor debe primero pasar a través de uno mismo para unirse al otro Yo, en lo alto: queréis vivir en la pureza y en la luz para complaceros a vosotros mismos, a la parte superior de vosotros mismos que os vigila. Es así como debéis amar, conservando todo intacto en vuestro interior.
Es normal amarse, es la naturaleza la que ha dado a sus hijos el amor hacia sí mismos. Solamente, deben aprender cómo amarse respetando el orden y la armonía, teniendo conciencia de su dignidad, de su divinidad. La mayoría de gente comprende el amor como la satisfacción de sus deseos, la búsqueda del placer, mientras que en realidad, hay que comprenderlo como sacrificio, como inteligencia, como pureza, despojo, renuncia. Nuestra felicidad y nuestro desarrollo dependen de una correcta comprensión del amor. Pero la experiencia que los humanos tienen del amor hace que este tema no esté claro para ellos. Cuando un hombre ama a una mujer, por ejemplo, en lugar de comprender que hay allí algo divino y aprovecharlo para emprender realizaciones gigantescas, quiere de inmediato dar salida a sus deseos, para dañarlo todo, destruirlo todo. ¿Por qué no puede esperar y beneficiarse de esta atracción, de este amor? Si amáis a alguien, no lo demostréis, no lo digáis, solamente bendecid al Cielo por tener este amor. Sí, ¡ya que éstas son condiciones excepcionales que os han sido dadas para elevaros, tener coraje, impulso, inspiración y lograr victorias! No destruyáis estas condiciones queriendo de inmediato abrazar a esta mujer o acostaros con ella, ya que después, se acabó, aparecen complicaciones, historias: “Tu me has dicho eso... tu me has hecho aquello...” Y de repente la alegría, la felicidad y la inspiración desaparecen.
Amar es una bendición, por esto, proteged vuestro amor el mayor tiempo posible, porque el día que queráis darle rienda suelta, pasaréis a otra página donde están inscritos trastornos y catástrofes. El amor, es Dios mismo, os lo da todo: la vida, la felicidad, la inspiración, las riquezas... ¿Por qué tenéis tanta prisa en malgastarlo, deshaciéndoos de él en cualquier lugar en vez de vivir la vida eterna, la vida divina? Podéis vivir el amor día y noche, pero a condición de hacer intercambios con las regiones y las criaturas más sublimes y no estropearlo con actos prosaicos y vulgares, para que sólo quede de vosotros algunas cenizas. Así pues, amaos a vosotros mismos, pero a vuestra parte divina, y hacedlo todo por ella. Ningún sacrificio debe parecer difícil cuando se trata de conquistar a esta amada, de tenerla en vuestros brazos y que toda la naturaleza cante....
Todo nuestro éxito, toda nuestra felicidad dependen de este centro, de este punto que se llama Dios.5 Observad, tengo aquí una pluma estilográfica sobre la que hice grabar un símbolo que contiene toda la Ciencia iniciática: un círculo con un punto en el centro ¿Cómo interpretarlo? Habéis visto el aula de un colegio: cuando el profesor no está, todos los alumnos se alborotan, juegan, gritan, se pelean... Es normal, el profesor no está allí, hay que divertirse. Pero he ahí que el profesor llega: rápido, los alumnos saben donde tienen que colocarse. Y ahora, veamos un ejército: el jefe está ausente, los soldados corren en todas las direcciones, es la desbandada, retroceden y la batalla está perdida. Pero el jefe llega; todos están ahí para ejecutar sus órdenes y ¡obtienen la victoria!
Podría daros aún muchos otros ejemplos, pero lo esencial es que comprendáis que son las mismas leyes que existen en nuestro interior. El Señor es la cabeza, el jefe, el centro, y cuando no está allí, ya sabéis lo que se dice... Cuando el gato no está ahí, los ratones bailan... y se comen todo el queso. Por eso, cuando alguien dice: “No necesito al Señor, puedo desenvolverme sin Él”, puedo responderle que, en efecto, se desenvolverá, pero en su interior las ratas y los ratones bailarán, porque la cabeza no está ahí. La cabeza, el Señor, introduce el orden en nuestras células; cuando Él está ahí, todas trabajan en la armonía, en la paz, y la vida circula. Si la cabeza no está ahí, el hombre se desenvuelve igual, continúa atendiendo sus asuntos, pero interiormente se produce el desorden, y pronto la descomposición. Los humanos no han comprendido porqué es esencial introducir en su interior al Señor como centro, y en efecto, os lo digo: si queréis tener el orden y la armonía en vosotros, debéis encontrar la cabeza, el centro del circulo, porque es este punto, el centro, quien lo organiza todo. Ninguna verdad es superior a ésta.
Debemos amar a Dios por nosotros, no por Él; Él no tiene necesidad de nosotros, ¡Es tan rico! Seguramente habréis visto la película Dios necesita a los hombres... Sí, por supuesto, quizás sea verdad, pero, ya sabéis, Dios puede muy bien pasar sin ellos. ¿Qué podríamos nosotros darle a Él? ¿Nuestro orgullo? ¿nuestra vanidad? ¿nuestra maldad? ¿nuestra mediocridad?... ¡Qué hermosas adquisiciones para el Señor!... En realidad, somos nosotros quienes tenemos necesidad de Él. Por lo visto, deshacerse del Señor es prueba de la más grande inteligencia y de la más grande evolución... Esto es lo que observo, pero ¿por qué esas personas tan inteligentes y evolucionadas están siempre insatisfechas, enfermas o desequilibradas? Pues bien, porque han eliminado la cabeza. Si estudiáis la Cábala, veréis que todo se basa en el estudio de una Cabeza venerable, de la que se estudian los cabellos blancos como la nieve, la barba, las orejas, etc. Toda la Cábala tiene como punto de partida la Cabeza venerable de Dios, y ¡ahora deberíamos escuchar a esos pobres diablos, insignificantes que aconsejan eliminar esta Cabeza!...
Comprendedme bien de una vez por todas: os hablo de una verdad que he experimentado. Esto no es teoría para mí, toda mi vida la he basado en este símbolo del círculo con su punto central. Así pues, debemos buscar este centro que está en nosotros mismos, está ahí, en alguna parte, pero no está en el centro; por eso hay que encontrarlo y ponerlo en el centro. No existe una criatura que no tenga este centro, pero flota en alguna parte en la periferia como cualquier cosa de poca importancia, y ponemos en primer lugar el trabajo, un amigo, una relación, un automóvil... Debéis ahora ocuparos en encontrar al Señor y colocarlo en el centro de vuestra existencia, porque en ese momento todo mejorará en vosotros: la salud, la comprensión, todo, e incluso los demás comenzarán a amaros porque sentirán en vosotros un centro vivo, que brota, una fuente. Si no sois una fuente, si nada brota en vosotros, ¿cómo queréis que os amen? No se aman los cementerios, no se aman los huecos, los abismos, sólo se ama lo que está vivo.
Caminad ahora con una fe extraordinaria por este camino luminoso donde encontraréis resumida toda la Ciencia iniciática, todos los Libros sagrados. Los años pasarán y los acontecimientos de la vida contribuirán a probaros la veracidad de lo que os he dicho. No se puede amar a Dios si uno no sabe amarse a sí mismo. Porque el amor debe pasar por la parte superior de nosotros mismos para ir hacia Dios. Sí, es todo un itinerario. Cuando queréis enviar un mensaje por radio, vais a una sala donde hay unos aparatos y transmitís vuestro mensaje. No podéis gritar al aire así por las buenas, si queréis que os escuchen a cientos y miles de kilómetros... Son necesarios aparatos de transmisión. Y también nosotros poseemos interiormente todos estos aparatos de transmisión: nuestro Yo superior, el Alma universal que vive dentro de nosotros... Para las mujeres, es un principio masculino; para los hombres, es un principio femenino: Mientras el mensaje no sea trasmitido al otro polo, no puede ser recibido. Cuando los místicos, los Iniciados rezan, llegan a olvidarse de tal manera en sus oraciones, que ya no son ellos mismos, sino su espíritu, su alma que rezan, que transmiten, y su oración es recibida en el Cielo. Mientras vuestra oración no sea intensa al punto de ser transmitida por el otro polo de vuestro ser, vuestro espíritu, no será escuchada. Y que vosotros llaméis a este otro polo Cristo, o espíritu, o vuestra alma, o vuestro ser amado, eso no tiene ninguna importancia.
Se dice en la Ciencia iniciática que no se puede encontrar nada exteriormente que no se haya encontrado interiormente, ya que incluso lo que encontréis exteriormente, si no lo habéis encontrado ya interiormente, pasaréis sin verlo. Cuanto más descubráis la belleza interiormente, más la descubriréis exteriormente en el plano físico. Tal vez penséis que no la veíais antes porque no estaba allí... Sí, estaba allí, pero vosotros no la veíais porque dentro de vosotros algo no estaba aún desarrollado. Pero ahora que la habéis visto interiormente, la veis también exteriormente, porque el mundo exterior no es más que el reflejo del mundo interior. No busquéis nunca nada exteriormente si no habéis hecho primero el esfuerzo de encontrarlo interiormente.
Cuando hayáis encontrado interiormente vuestro Yo superior, vuestra alma gemela en vuestras meditaciones y vuestras contemplaciones, la encontraréis por todas partes en el mundo entero, a través de los rostros, de los lagos, las montañas, las plantas, los pájaros y escucharéis su voz. He aquí una verdad importante que deben conocer todos aquellos que se aman, si no su unión, su matrimonio serán una catástrofe. Si el hombre ha encontrado en él el principio femenino, y la mujer el principio masculino y quieren servirle, trabajar para él, que se amen y se casen, ¡su amor será una fuente de bendiciones! Por esto ya os he explicado que la mujer debe ver al Padre celestial a través de su amado, porque él es la representación de Dios en la tierra. Y él también debe ver a través de su amada la Madre divina, y amar a esta Madre divina, contemplarla, servirla. En ese caso, todos los tesoros se abrirán ante ellos y vivirán día y noche en el arrobamiento, el éxtasis y la belleza. Si no, se sentirán decepcionados, sufrirán, comenzarán a hablar con disgusto del hombre y de la mujer. Simplemente, porque lo que han conocido el uno del otro no era ni su alma, ni su espíritu, sino miserias, vestidos usados, mezquindades... He ahí lo que les sucede a aquellos que no son instruidos; han huido de la Escuela iniciática, no han querido conocer nada y se rompen la cabeza. El hombre se castiga a sí mismo cuando huye de la luz que debe abrirle los ojos e iluminar su camino.
Todos los Libros sagrados adquieren su verdadero sentido para vosotros esta tarde... ¿Por qué aún titubear?... Avanzad ahora, que nada pueda deteneros, y ¡que Dios esté siempre con vosotros!...
Videlinata (Suiza), 8 de abril de 1962
1 “Y me mostró un río de agua de la vida”, Parte II, cap. 1: “El nacimiento de los mundos”.
2 Lenguaje simbólico, lenguaje de la naturaleza, Obras completas, t. 8, cap. X: “Cómo los dos principios están contenidos en la boca”.
3 Ibid., Parte V, cap. 1-1: “El primer y el segundo mandamiento”.
4 Ibid., Parte II, cap. 2-1: “El alfabeto cósmico. Alef”.
5 El lenguaje de las figuras geométricas, Col. Izvor n° 218, cap. II: “El círculo”.