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LA SERPIENTE – ISIS SIN VELO
Lectura del pensamiento del día:
“Cuenta una leyenda que Buda se enamoró un día de una bella joven. Amó en ella el principio divino. Pero un día que la miraba, quedó tan prendado de su belleza que se durmió sin darse cuenta. Como la bella joven tenía trabajo, le abandonó; en otras palabras, el principio divino que estaba en ella se fue, sólo quedó su naturaleza humana, lo que se llama la mujer astral, que se enrolló alrededor suyo como una serpiente y no quiso abandonarle. Buda poseía una gran sabiduría, pero la única manera que le permitió liberarse fue la humildad, la facultad de rebajarse. Hasta ese momento, sabía crecer y engrandecerse, pero para liberarse de la serpiente necesitaba disminuirse o morir. Poco a poco fue disminuyéndose hasta que no quedó casi nada de él, y es así como escapó de la serpiente...”
En ciertas regiones de la India se adora aún a las serpientes. Es toda una religión con sus sacerdotes y sus sacerdotisas. La serpiente tiene servidoras que la sirven como a una divinidad. En determinados días se les hacen sacrificios, la sacerdotisa se unta el cuerpo con aceite y polvo de cierta piedra, y empieza a danzar para ella. Entonces la serpiente se yergue y comienza una lucha extraordinaria entre la mujer y ella, hasta que la mujer logra encantarla; y el final es formidable, se diría que ambas quieren abrazarse... Muchas sacerdotisas mueren mordidas por la serpiente en el curso de esta ceremonia ritual, pero la tradición continúa.
En casi todos los pueblos se encuentra esta imagen de la serpiente o del dragón cuyo simbolismo es casi idéntico. Muchos cuentos, incluso en Europa, hablan de un dragón que ha capturado una bella princesa inocente y pura que guarda prisionera en un castillo. La pobre princesa llora, languidece y suplica al Cielo que le envíe un caballero para liberarla. Pero, uno tras otro, los caballeros que se presentan son devorados por el dragón que se apodera de sus riquezas y las acumula en los sótanos del castillo. Por fin llega un caballero, un príncipe, más joven, más bello, más puro que los otros, a quien un mago ha revelado el secreto para vencer al dragón: cuál es su debilidad, en qué momento y de qué manera se le puede atar o herir... Y he ahí que ese príncipe privilegiado, bien armado y bien instruido obtiene la victoria y logra liberar a la princesa. Y entonces ¡qué dulces besos se dan! Todos los tesoros que están ahí acumulados desde hace siglos en el castillo, pertenecen a ese caballero, a ese bello príncipe que ha ganado la victoria gracias a sus conocimientos y a una pureza extraordinaria. Luego, montados sobre el dragón conducido por el príncipe, recorren el mundo.
En la historia que cuenta el Maestro, Buda casi sucumbe también, porque en realidad esa serpiente no se encuentra en el exterior, sino en el interior del hombre, es el símbolo de la fuerza sexual que llevamos todos en nosotros y contra la que es preciso luchar. El dragón, la serpiente, es la fuerza sexual; el castillo, es el cuerpo físico del hombre, o su cuerpo astral; la princesa, es el alma que el caballero, el ego del hombre, del discípulo, debe liberar. Las armas que utiliza para vencer al dragón, la espada, etc., representan los medios de los que dispone: la voluntad, la ciencia, para vencer esta fuerza y utilizarla. Así pues, el dragón se convierte en servidor del discípulo, le sirve de montura para viajar por el espacio. Ya veis, está muy claro, es muy simple, es el lenguaje eterno de los símbolos.
Reencontramos una variante de esta aventura en la historia de Teseo, que gracias al hilo que le había dado Ariadna, pudo avanzar a través del laberinto y matar al Minotauro. El Minotauro es otra representación de la fuerza sexual, el toro poderoso y prolífero; se debe yugular la naturaleza inferior para que trabaje la tierra, como el buey. El laberinto tiene el mismo significado que el castillo: el cuerpo físico; y Ariadna representa el alma superior que conduce al hombre hacia la victoria.
La serpiente es un tema inagotable. Pero este reptil que los humanos conocen no es más que un pálido reflejo de otra fuerza, de otra entidad que existe en la naturaleza. En la antigua astrología se representa el zodíaco como una serpiente sobre la que, en correspondencia con cada parte del cuerpo humano, se colocan los doce signos, comenzando por la cabeza, Aries, y terminando por la cola, Piscis.
Lo que es interesante en la historia que os he leído, es que se trata de Buda, ese Maestro excepcional que debió, él también, luchar contra la serpiente. Si Buda no estuvo protegido, ¡mucho menos los demás! Todos los Iniciados deben pasar por esta prueba. La joven que él ama, está representada con su doble naturaleza divina y humana (o astral), como todas las mujeres, que por otra parte poseen estas dos naturalezas y que, según el caso, manifiestan ya sea una u otra. Se dice que Buda amó en esta joven el principio divino. Sí, y mientras pudo resistirse a la atracción física que ejercía sobre él esta belleza, permaneció en la región impersonal en donde no hay ni deseo, ni ambición, sino solamente éxtasis, por lo que no coda ningún peligro. Pero Buda, sin querer, bajo el encanto de esta bella joven, permitió que despertara su naturaleza inferior, más personal, más egoísta y se dice que se durmió... Porque, cuando la naturaleza inferior se despierta en el hombre, la otra naturaleza se duerme: es decir olvida la sabiduría, los buenos propósitos, y actúa según los consejos de la naturaleza inferior. Después, se extraña de haber olvidado las promesas que había hecho con la mayor sinceridad.
Puesto que Buda se durmió, la joven lo abandonó para ir a hacer su trabajo. Eso significa que el principio divino se eclipsó; y como ya no estaba allí para protegerle y mantenerle en la luz y el esplendor, la serpiente le rodeó con sus anillos. Buda luchó, pero a pesar de todo su saber, de todos sus conocimientos, no logró deshacerse de ella. Finalmente comprendió que no era él quien podía vencerla, él, con su personalidad, es decir, con su naturaleza limitada; así pues, en vez de enfrentarse él mismo a esta fuerza cósmica formidable, que está acumulada desde hace generaciones y generaciones en el subconsciente, en lugar de luchar con sus propios medios, se disminuyó, es decir se humilló y dio todas las posibilidades para que el principio divino en él se manifestara.16 Fue pues el poder divino quien venció, mientras él mismo, su personalidad, disminuyó hasta tal punto que logró escapar. ¿Qué significa esto? Para que lo comprendan mejor, os pondré un ejemplo.
Supongamos que el discípulo haya logrado algunas victorias; ha conocido a bellas jóvenes y no se ha dejado influenciar, por eso se siente orgulloso de sí mismo, y se dice: “¡Que fuerte que soy! He vencido las tentaciones.” En ese momento es cuando está en peligro, porque en ese momento le están preparando trampas tan sutiles que sucumbirá, sin ninguna duda, porque él no es humilde. Él es orgulloso, confía en sí mismo, y se engaña con los pequeños resultados que ha obtenido. No conoce aún todas las artimañas de la serpiente. Está escrito en el Génesis que “la serpiente era la más astuta de todos los animales del campo que el Eterno había creado”.17 Así pues, cuando se siente más seguro de sí mismo, la serpiente le prepara una sorpresa. Un verdadero discípulo posee estos conocimientos, y cuando ha logrado algunas victorias, comienza a tener miedo; se dice: “¿Qué me espera ahora? no debo triunfar, ¡es demasiado pronto!” Y no solamente permanece vigilante, sino también sabe que no puede luchar por sí solo, suplica al Señor para que venga a darle la posibilidad de luchar y vencer. Por otra parte, vosotros podéis daros cuenta que, en los cuentos, nunca se dice que el caballero consiga vencer solo, siempre hay otros que le aconsejan, que le dan armas.
El punto más interesante de esta historia, es que Buda logró vencer la influencia de la serpiente con la humildad, no con la fuerza. Porque mientras se trate de fuerzas humanas, la serpiente es la más fuerte, tiene sus raíces profundamente enterradas en toda la naturaleza. Por tanto, debéis comprender que si hasta ahora habéis fracasado en vuestra lucha contra la serpiente, es porque habíais luchado solos, creciéndoos en lugar de empequeñeceros. Éste es un punto tan importante que ¡muy poca gente conoce! Nadie piensa en empequeñecerse, en disminuirse; sólo hay algunos pequeños insectos que han comprendido: para engañar al enemigo y escapar de él, fingen estar muertos. Los insectos han descubierto un secreto, pero, por supuesto, eso no funciona siempre, porque los demás saben que disimulan y que no están muertos...
Pero volvamos a otro punto muy interesante de esta historia, cuando se dice que Buda amó en esta joven el principio divino. Cuántas veces os lo he repetido: el hombre y la mujer deben siempre considerarse mutuamente como portadores del principio divino, porque en ese momento no corren ningún peligro; se superan, tienen alas, descubren el mundo, son creadores. Bajo este aspecto, todo cambia. Por eso hay que saber ver la creación como un medio de llegar hasta el Creador, una escalera, la escalera de Jacob, si queréis. Cada cosa, cada ser representa un grado a subir, hasta llegar al Señor.
Si toda la naturaleza os presenta una riqueza indescriptible: las piedras, las flores, los árboles, las mariposas, los pájaros, los peces, y a través suyo lográis comprender los proyectos del Creador, ¿por qué el problema del hombre y de la mujer es tan complejo? Tomemos solamente este precepto, inculcado desde hace siglos por el cristianismo, de que hay que huir de la mujer, no mirarla, y sobre todo no verla desnuda para admirarla. Por supuesto, si estas reglas existen, es debido a la debilidad de los hombres y todo el problema está ahí: cuál es el grado de evolución de los individuos. Para aquél que está muy evolucionado, que una mujer esté vestida o desvestida, siempre será lo mismo: estará siempre tranquilo, en el Cielo, verá siempre la Divinidad.
Está escrito en los Misterios que el Iniciado debe llegar a contemplar Isis desnuda. Gracias a su pureza y a su sabiduría, el Iniciado debe saber contemplar Isis, es decir la Madre divina, la Madre Naturaleza, por todas partes, en todas sus manifestaciones. Y es Isis misma quien le proporciona finalmente esta felicidad de conocerla en todos sus secretos, toda su belleza, su pureza y su luz. Por otra parte, simbólicamente, idealmente, una mujer desnuda ante su amado representa Isis desnuda ante los ojos del Iniciado. Pero la gente no ha comprendido nada. Toda su vida no hacen más que repetir los misterios de la Iniciación, los misterios de Isis, pero jamás comprenden nada. ¿Por qué la novia va cubierta de velos, y la noche de bodas debe desnudarse ante su amado para ser contemplada? Casi nadie conoce la razón profunda de estas costumbres y se detienen en su aspecto más inferior, más grosero, más material, en lugar de prepararse para comprender uno de los mayores misterios. No se preparan, por eso surgen después tantas anomalías. Los recién casados van de viaje de bodas: a eso se llama “luna de miel”, y comprenden esta luna de miel como un período donde deben abandonarse a los placeres sexuales hasta la saciedad. ¡Es así como repiten el símbolo eterno del Iniciado que se presenta ante su novia, Isis, para celebrar las bodas!
Se habla de las Bodas del Cordero;18 eran precisamente los mismos misterios iniciáticos, pero en un grado superior de conocimiento, y no unas bodas como la gente las comprende y practican en la actualidad. Porque en esas bodas no encuentran ni luz, ni conocimiento, ni ciencia, ni liberación, ni alegría, ni paz, al contrario, precisamente es en ese momento cuando la paz les abandona. Si continúan comprendiendo las cosas de esta manera errónea, ¡qué no esperen encontrar lo que buscan! Se le pregunta a una madre: “¿Dónde está su hija? – Se fue de viaje con su marido a pasar la luna de miel a Venecia.” Ahí está, luna de miel, y ¿qué van a hacer esos dos necios, si no tienen ningún conocimiento? Abusarán del placer hasta repugnarse mutuamente. Como son ciegos, ninguno verá la belleza del otro, no verán el espíritu y el alma, este esplendor que llevan en su interior; solamente verán la piel, las piernas, la materia, nada más. ¡Pobre humanidad! El Iniciado, en cambio, no piensa en hacer juerga, se prepara para las Bodas del Cordero, se prepara para su novia, se prepara para éxtasis desconocidos.
Cuando se comprendan estas verdades, todo el resto empalidecerá. Todas las nociones erróneas con las que los religiosos se han llenado la cabeza, serán barridas ante la luz poderosa del saber; finalmente la humanidad respirará el aire puro y todos gozarán de la alegría de las Bodas del Cordero. Todos están predestinados a vivir esta alegría. Diréis: “¿E incluso los más ancianos?” Pues precisamente ellos están más preparados para vivir con un novio o una novia que los jóvenes, porque su amor es diferente, sus pensamientos son más elevados, su ideal también, están pues mucho mejor preparados para gozar de las alegrías del amor divino.
Cuando los hombres sepan ver en una mujer el principio divino, ya esté desnuda o vestida, no querrán abalanzarse de inmediato sobre ella, no perderán la cabeza; dirán: “Oh Madre divina, ¡qué hermosa eres! comprendo porqué el mundo entero Te busca y necesita de Ti, porque Tu eres la fuente de la vida...”
Todos vosotros habéis constatado el poder de los dos principios. ¿Qué mujer negará haberse emocionado alguna vez al ver un rostro de un hombre en la calle, en un tren, en una película, o incluso en un libro? Y cuál es el hombre que jamás se ha emocionado al contemplar el rostro de una joven?... Esta cuestión está clara, no se puede dudar que los dos principios son poderosos, eficaces, y que se influencien mutuamente con el fin de crear. Nadie puede negarlo. Pero lo que no se sabe, es la medida, las proporciones, las distancias, la manera de considerarse, a fin de crear estados armoniosos, divinos, en vez de que siempre sean perturbaciones, caídas, lamentos. ¿Quién puede negar que el principio masculino es una fuerza y que el principio femenino es una fuerza? El mundo entero está en movimiento gracias a la energía que se desprende de estos dos principios cuando son puestos en presencia uno frente al otro; se exaltan, y esta exaltación es en la que se basa la potencia del láser del que ya os he hablado.
Los Iniciados siempre han conocido y utilizado estas dos fuerzas que son el principio masculino y el principio femenino. Gracias al conocimiento de estas dos fuerzas han creado baterías formidables para producir los efectos que deseaban. Estas baterías eran hombres y mujeres reunidos conscientemente, armoniosamente. Los hombres y las mujeres no sospechan aún las fuerzas que la naturaleza ha colocado en ellos. Utilizadas convenientemente, estas fuerzas son capaces de proyectar rayos luminosos de tal fuerza que pueden producir fenómenos de una importancia cósmica. Pero para ello son necesarios seres puros, iluminados, ilustrados, de lo contrario sólo resultarán catástrofes.
Razonablemente, atentamente, vamos a trabajar para preparar el terreno, ensanchar las conciencias, y sobre todo extender mucho más lejos la comprensión de la pureza. Se cree que una joven, un joven son puros, porque no saben nada aún sobre las relaciones entre hombres y mujeres. Pero si se pudiera ver lo que pasa en la cabeza y el corazón de algunos, nos asustaríamos al descubrir que son más desvergonzados y más viciosos que los adultos. La imaginación trabaja mucho más en los adolescentes que en ciertos adultos. Los hay que son puros, por supuesto, pero tan ignorantes y vulnerables que cualquiera puede atraparlos. Una pureza ignorante no puede durar mucho tiempo. La pureza, es algo más que ser besado o no besar. La pureza se halla en la luz; fuera de la luz, no hay pureza. La luz lo purifica todo. Hay que tener primero luz en la cabeza, y después sólo agregar el sentimiento; en ese momento, el sentimiento será puro.
Pero volvamos aún a la cuestión de la desnudez. Los Iniciados hablan de conocer la verdad desnuda. La verdad toda desnuda, es Isis que los Iniciados deben contemplar sin velo. Los velos corresponden a los siete planos: físico, etérico, astral, mental, causal, búdico, átmico. Cuando el séptimo velo es levantado, se contempla la Madre divina, la Madre Naturaleza, desnuda, es decir en su materia más pura, más sutil, completamente fusionada con el espíritu.19 En la vida, si deseáis conocer a alguien, tratad de conocerle a él mismo y no solamente sus ropas. Si queréis conocer a vuestro Maestro, no es suficiente con mirar cómo come o bebe, quedarse con su envoltorio exterior. Hay que retirar todos sus envoltorios hasta encontrar la región donde se encuentra verdaderamente, porque es ahí donde le conoceréis. No soy Isis, sino Osiris con velo, y si os detenéis en uno de mis velos, en el lado exterior, os aburriréis, mientras que si descubrís a aquél que está detrás de la apariencia, jamás os aburriréis y descubriréis una fuente de alegría inagotable.
Por otra parte, eso es lo que hago con vosotros. Si no tuviera esa manera de ver, hace tiempo que me hubiera cansado de vosotros. Habría dicho: “¡Pero, si no hay nada interesante, son siempre las mismas caras!” Afortunadamente no pienso así. Desde hace tiempo os he desvestido, exactamente como los hombres cuando conocen a una mujer. Pero no me interpretéis mal. Nunca se ha sabido interpretar esta tendencia que tiene el hombre de querer desvestir a la mujer para mirarla. Este instinto le ha sido dado por la naturaleza para impulsarlo a no quedarse en el lado exterior, sino para ir más lejos, más alto, allí donde ella está verdaderamente desnuda, es decir en la mayor pureza, en el mayor esplendor, en la mayor luz. En lo alto, no existe nada vergonzoso, ya que no es el cuerpo físico de la mujer que se contempla, sus cabellos, su pecho, sino su alma, la Divinidad. Los humanos no saben interpretar el lenguaje de la naturaleza: sienten ciertos instintos y se detienen en sus manifestaciones más groseras; capitulan, se hunden, ¡es el fin!
Por tanto, cuando os digo que os desnudo, no me interpretéis mal; quiero decir que no quiero conoceros solamente en el plano físico, sino que os busco en otra parte, en el plano divino, y cuando os miro, veo hijos e hijas de Dios. Entonces, eso se vuelve extraordinario, continúo viviendo en la alegría, y así la vida circula. De otra manera, desde hace tiempo, me habría marchado. ¿Acaso vosotros no debéis actuar con respecto a mí de la misma manera, en vez de mirarme siempre exteriormente? Está bien por un momento, pero no os detengáis eternamente porque no ganaréis gran cosa. Os digo esto para vuestro bien, para que encontréis esta fuente de alegría inagotable que es la vida. La forma es necesaria, por supuesto, pero no puede satisfaceros mucho tiempo, es un punto de partida. Es como un frasco que sólo es indispensable para proteger el perfume, esta quintaesencia que es la vida.
Debéis deteneros en el espíritu que reparte la vida, que reparte la luz, que vibra, que crea mundos... Ahí, nunca tendréis decepciones, mientras que de otra manera, tarde o temprano os decepcionaréis. La forma sólo puede satisfaceros si está animada. Si está animada, es otra cosa, podemos detenernos en ella, pero inconscientemente estamos bebiendo vida. Como cuando contemplamos un cuadro; este cuadro nos maravilla porque contiene una vida; sí, incluso en un cuadro hay una vida, la vida del creador que ha puesto una parte de sí mismo al pintarlo. Los hombres y las mujeres son también cuadros en los que el Creador ha puesto la vida, su vida, y debemos pues buscar esta vida. Si no nos acostumbramos a buscarla, debemos esperar disputas, divorcios, tragedias, ¡es inevitable!
Ahora bien, si vosotros os preguntáis porqué los Iniciados sienten admiración ante la belleza de una criatura, os lo diré. Los verdaderos Iniciados que van siempre en busca de la armonía y de la perfección que está en lo alto, saben que se refleja por todas partes, en las piedras, los animales, las plantas, las montañas, los lagos, los ríos, los océanos, las estrellas; pero saben que en ninguna parte esta armonía, esta belleza, esta perfección está mejor representada que en el cuerpo humano. En cualquier otra parte se halla desparramada; los océanos son una parte del cuerpo cósmico, los ríos otra, las montañas y el cielo aún otra. Sólo el hombre y la mujer reflejan el cuerpo cósmico en su totalidad. Dios ha resumido todo el universo en el hombre y la mujer. Por esto, cuando ven una criatura que refleja mejor que otras los esplendores de este universo, los Iniciados la contemplan con delicia a fin de unirse a la belleza divina. Se dicen: “He aquí una criatura que me habla de las virtudes de Dios...” Contemplándola, reencuentran la belleza divina. Mientras que los hombres y las mujeres ordinarios, en vez de saber que los humanos reflejan el Cielo, se lanzan sobre ellos y los dañan. Son como caballos que galopan por una pradera llena de flores: todas las flores son pisoteadas. Si fueran Iniciados, se maravillarían mil veces ante este esplendor del Cielo. Entonces, ¡cuánta inspiración, cuánta fuerza, cuánta energía y cuanta voluntad extraerían para continuar su trabajo.
Sobre este tema os diré aún algo muy interesante. Sabéis que todos los miembros, todos los órganos del cuerpo humano corresponden a fuerzas que circulan en el cosmos. Los diferentes órganos del cuerpo físico han sido formados en unión a estas fuerzas.20 Hace ya algunos años, expliqué a algunos con qué regiones del cosmos estaban conectados los senos de la mujer y se extrañaron mucho. Todo el mundo piensa que sólo sirven para alimentar al niño. Está claro que sirven para eso, pero es posible que tengan otra función que no se conoce. Entonces dije que el seno izquierdo está en relación con las corrientes de la luna, el seno derecho con la vía láctea, y que si la mujer fuera consciente de esta relación, podría beneficiarse enormemente para su evolución espiritual. La mayor parte del tiempo, ella ignora que está así en comunicación con toda la naturaleza e incluso con los humanos. Aunque lo ignore, esta comunicación etérica, magnética se realiza igualmente, y sus dos senos dan y reciben algo. Algún tiempo después de haber revelado esto, vi en un museo en España, el cuadro de un pintor casi desconocido, representando a una mujer desnuda con una luna sobre su seno izquierdo y la vía láctea salía de su seno derecho. Me sorprendió mucho al ver esto y me sentí feliz, porque era la confirmación de una verdad iniciática. Este pintor era seguramente un Iniciado.
El cuerpo del hombre y de la mujer es un resumen del universo. El discípulo debe saber cómo mirarlo, respetarlo, maravillarse ante él, y sobre todo tomarlo como un punto de partida para unirse al mundo sublime, en lo alto, para glorificar al Señor y avanzar así en el camino de la evolución. En ese momento, puede descubrir todos los secretos de la naturaleza, ya que Isis, que no debe sufrir más todas estas violaciones, todas esas destrucciones de su cuerpo, se revela ante él. Dirá: “Este ser es atento, me ama, me respeta, me admira, voy a mostrarme a él...” Es así como la verdad se revela, ya que Isis es eso, la verdad. La verdad se revela a su espíritu en su desnudez, es decir tal como es en lo alto y no abajo, oculta tras unos velos: una ilusión, maya. Así pues la verdad se revela a aquél que sabe cómo comportarse correctamente ante los misterios del amor.
Bonfin, 24 de julio de 1962
Nota complementaria
Algunos tienen una extraña idea del estado en que el hombre se encuentra en lo alto, en el Cielo. Creen que va allí solamente con su cabeza y nada más, ya que el hígado, el estómago, los intestinos y sobre todo el sexo no son órganos demasiado nobles. Pero os diré que el hombre va entero, intacto al Paraíso, ¡y si supierais con qué esplendor, con qué belleza y pureza!... tal como Dios lo creó en su origen. Y tiene pulmones pero de otra forma, un cerebro, orejas, ojos, pero bajo otra forma, o más bien de otra quintaesencia, porque no hay más formas allá en lo alto, sino más bien corrientes, luces, fuerzas. Todo en él está organizado y funciona como si tuviera un estómago, brazos, piernas, nada falta, todo está allí, pero bajo la forma de virtudes, cualidades, facultades. Porque los órganos de nuestro cuerpo físico son en realidad la representación, el reflejo de cualidades y de virtudes condensadas. Y si pudierais ver al ser humano en este estado, con estos colores y estas luces que salen y brotan de él sin cesar, nunca os cansaríais de contemplarlo.
Pero la ciencia oficial está aún muy lejos de saber lo que es el ser humano, tal y como Dios lo ha formado en sus talleres de arriba. Sólo los grandes clarividentes, los grandes Maestros han podido ir hasta allá para ver y nos han revelado que el ser humano en lo alto no tiene ninguna forma; está hecho únicamente de fuerzas, corrientes, energías, luz y emanaciones, cuya condensación ha dado lugar a órganos físicos tal como nosotros los conocemos. Por tanto, el estómago, el hígado, el bazo, el cerebro, los ojos, las orejas, las piernas, los brazos representan en lo alto fuerzas. Y cuando el hombre no es razonable, comienza a apagar sus luces, a perder todas sus virtudes y los órganos correspondientes a estas virtudes comienzan también a debilitarse. Es así cómo se explican todos los desórdenes físicos, todas las enfermedades.
Bonfin, 1 de agosto de 1975
16 El trabajo alquímico o la búsqueda de la perfección, Col. Izvor n° 221, cap. XI: “Orgullo y humildad”.
17 Los dos árboles del Paraíso, Obras completas, t. 3, cap. IX-2: “La serpiente del Génesis”.
18 La Ciudad celestial – Comentarios del Apocalipsis, Col. Izvor n° 230, cap. XIV: “El festín de bodas del Cordero”.
19 “Y me mostró un río de agua de la vida”, Parte III, cap. 1: “El sistema de los seis cuerpos” y Parte X, cap. 2: “Contemplar Isis sin velo”.
20 El zodiaco, clave del hombre y del universo, Col. Izvor n° 220, cap. II: “La formación del hombre y el zodiaco”, y Del hombre a Dios – séfirot y jerarquías angélicas, Col. Izvor n° 236, cap. XI: “El cuerpo de Adam Kadmon”.