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EL PODER DEL DRAGÓN
En la religión cristiana el dragón se equipara al diablo, y el diablo, como se dice, huele a azufre. Todos esos productos inflamables, como la gasolina, el petróleo, la pólvora, esas mezclas de gas que producen llamas y olores espantosos, pues bien, precisamente esto es el dragón. Y este dragón existe también en el ser humano, es un combustible, un fuego, gracias al cual puede ser transportado por el espacio. Pero si no sabe cómo utilizarlo, en lugar de ser lanzado hacia las alturas, hacia el cielo, será lanzado hacia tierra y tragado.
Llevamos el dragón en nosotros mismos. Existe pues un dragón individual, pero también un dragón colectivo, del que san Juan habló en el Apocalipsis diciendo que estaría atado durante mil años y lanzado al abismo.21 Eso significa que llegará un día en que esta fuerza colectiva de la sexualidad que impulsa a los humanos en direcciones que no son divinas, provocando luchas, asesinatos, debe ser educada, orientada, sublimada. Si no, este dragón, ¿qué creéis que se hará con él bajo la tierra? – ¿Dejarlo así tal cual? No, se ocuparán de él para educarlo. Habrá magníficos pedagogos que le darán un buen aprendizaje, e incluso tendrá pedicuras, manicuras y dentistas, para volverlo decente, inofensivo, razonable.
Al dragón no se le mata, se le educa... ¡o bien se come! ¿Os reís?... Pues leed lo que cuentan los Judíos en el Talmud; dicen que en el fondo de los océanos vive un monstruo marino, el Leviatán, – este monstruo representa el mal – y que en los últimos días será capturado, descuartizado, salado y puesto en conserva para deleite de los Justos. Pues sí, así está escrito... Observad ahora los festines que esperan a los humanos, mis queridos hermanos y hermanas; pero a condición de que se encuentren entre los Justos. Los otros, no sé lo que comerán, pero nosotros, los Justos (...en efecto, hay que decirlo, porque si debemos esperar que sean los otros quienes lo digan, podemos esperar mucho tiempo) preparémonos para hacer un festín con la carne de ese monstruo. Esto traerá sin duda algunos problemas, ya que suponed que sea duro como una suela de zapato, si no tenemos dientes, ¿qué haremos? Tal vez habrán salsas y toda clase de adobos para ablandarlo. Pero eso depende también de qué parte se corte; así pues, existen muchas posibilidades de descuartizamiento. Y después, por supuesto, se harán latas de conserva... ¡Qué magnífica perspectiva! Un gran número de fábricas para poner al Leviatán en conserva, porque habrá miles de personas para deleitarse, ya que es enorme. Entonces, ahora, ¡qué los Justos se alegren, que se froten las manos, ya que su futuro está asegurado!
Ya veis, mis queridos hermanos y hermanas, hay varias maneras de utilizar el mal. Pero sabed, a partir de ahora, que contenéis en vosotros mismos todas esas energías formidables, todos esos combustibles que puede propulsaros hacia las alturas. Mientras no sepáis cuales son las fuerzas que podéis utilizar, os quemaréis, seréis reducidos a cenizas o proyectados hasta las profundidades de la tierra. Considerad de ahora en adelante el amor sexual como el dragón, como la fuerza más formidable que puede impulsar a las criaturas. Además, es siempre esta fuerza la que les hace mover, la que les hace trabajar. El amor bueno o malo, es siempre el móvil, no es el dinero como se piensa. Se busca el dinero para utilizarlo, para conseguir a tal o cual mujer que se ama o tal objeto que se desea tener.
Debemos aprender a utilizar esta fuerza formidable de propulsión, y para eso existen en la vida muchos ejemplos que pueden instruirnos. ¿Qué hace la cocinera? Para hacer hervir el agua, la pone en una cacerola, sino el fuego se apaga o el agua se evapora. Es preciso pues colocar una pared para separar los dos elementos.22 En todas las máquinas de locomoción, también el carburante está colocado de tal manera que hace avanzar el automóvil, el barco, el avión, sin quemar a las personas. De la misma manera, el discípulo debe descubrir el secreto para que su amor no vaya a quemar el corazón o el alma del ser que ama. Muchas jóvenes piensan cosas adorables respecto al amor, pero después de su primera experiencia con un hombre, ya no piensan tan poéticamente, tan divinamente, se sienten descorazonadas, decepcionadas. Porque el hombre seguramente ha empleado medios que no debía emplear. Si los seres pierden todo lo más maravilloso que hay en su alma, es porque el amor es un fuego destructor que quema lo que no debería haber quemado nunca, sino exaltar, animar y vivificar, para que las criaturas puedan continuar su camino hacia el Cielo. ¿Por qué el amor siempre debe contribuir a destruir lo que es bueno, mientras que su función, al contrario, es amplificarlo y reforzarlo?
Ante todo, hay que saber que existen dos clases de amor. Un amor puramente sensual, donde no entra ninguna parte de ternura, de delicadeza, de inteligencia, cuando uno tiene hambre, hace como las fieras: se lanza sobre la víctima, y después se lame tranquilamente los bigotes. Que el otro sea comido, eso no tiene ninguna importancia, él se siente contento, satisfecho. Mientras que en la segunda clase de amor, uno trata de olvidarse de sí mismo: aunque tenga hambre o sed, piensa primero en el otro, para protegerle, iluminarle, darle paz y riqueza. Cuando dos seres logran amarse con un amor así, no hay ningún límite en su desarrollo: su amor es como el fuego del sol que vivifica, que resucita, que eterniza. Los cielos se abren ante estos dos seres que descubren el sentido de la vida; de ellos emana algo tan luminoso y sutil que todos se detienen para verles pasar...
Puesto que estáis en esta escuela de la Fraternidad Blanca Universal, debéis al menos aprender una mejor manera de amar. Así pues, he ahí el dragón, mis queridos hermanos y hermanas, es muy poderoso, posee una energía fantástica y si lográis dominarlo, domesticarlo, podrá llevaros por todas partes del universo.
Sevres, 4 de abril de 1968
21 La Ciudad celestial – Comentarios del Apocalipsis, Col. Izvor n° 230, cap. XI: “El Arcángel Mikhaël derrota al dragón”, y cap. XV: “El dragón atado durante mil años”.
22 Las revelaciones del fuego y del agua, Col. Izvor n° 232, cap. 1: “El agua y el fuego, principios de la creación”.