Читать книгу El libro de la vida y la muerte - Osho - Страница 10
5. ASUNTOS PENDIENTES
ОглавлениеCuando deseas algo que no tienes, ese deseo sigue molestándote mientras permanezca insatisfecho. Entonces, ¿por qué debería regresar al mundo una persona una vez que se apagan todos sus deseos? Pero la cuestión es que regresamos porque morimos insatisfechos. Y eso sucede muchas veces. Sucede porque seguís interesados en una felicidad mundana; porque todavía albergáis deseos que os gritan: «¿Adónde vas? ¡Vuelve aquí!». Nadie os envía de vuelta a este mundo, sois vosotros mismos los que regresáis a causa de vuestros deseos. El cuerpo se queda atrás pero regresáis con la misma mente y volvéis a empezar el viaje. Entráis en otro vientre y repetís la misma rutina.
La muerte que se convierte en el medio para obtener otro nacimiento no es de hecho una muerte real. El místico Kabir dice que es una «muerte incompleta». Es una muerte inmadura. Porque no te has convertido en sabio y no has muerto una muerte madura. Porque no has alcanzado la sabiduría y no has muerto de manera madura. La sabiduría no va emparejada necesariamente con la vejez. El cabello se vuelve gris porque es natural que así sea, pero existe una gran diferencia entre alcanzar la sabiduría y que peines canas. La sabiduría sólo se alcanza cuando los propios deseos envejecen y se vienen abajo, sólo cuando los deseos dejan de existir.
Los animales envejecen, los árboles también, y a ti también te ocurrirá un día. También morirás un día. Pero el hombre cuyos deseos envejecen, el hombre que sabe lo que son los deseos, el hombre cuyos deseos mueren, es aquél que alcanza la sabiduría. La muerte de un hombre así es totalmente diferente. Kabir muere, el Buda muere y tú también mueres, pero existe una diferencia cualitativa entre tu muerte y la de Kabir, entre tu muerte y la del Buda.
Kabir dice que en este mundo todos mueren pero que nadie muere de manera correcta y adecuada. Dice, igual que han dicho otros hombres iluminados, que morir es un arte.
Puede que nunca hayas pensado en la muerte desde ese punto de vista; que ni siquiera consideres que la vida es un arte. Vives como un tronco que flota en el río, siendo arrastrado cada vez que lo mueve la corriente. Tu vida es una tragedia, no un arte. Ni siquiera te paras a pensar antes de dar un paso.
Si alguien te pregunta: «¿por qué has hecho eso?», no tienes respuesta. Aunque prepares una respuesta, en tu interior sabes muy bien que no la hay. Vives como si fueses a tientas en la oscuridad. Tu vida no es un arte. Por eso no sabes lo que es la belleza, o lo que pueda ser la verdad o el gozo. No experimentas ninguna de esas cosas. Te sientes como si te hubieras pasado la vida vagando por un desierto; te sientes como si no hubieras logrado nada en la vida.
Pero todo eso resulta muy normal porque tu vida no es una obra de arte. Si lo fuese, podrías haber convertido tu vida en una bella escultura. Podrías haberle dado una forma definida; podrías haberla limpiado, pulido y extraído de ella su belleza intrínseca. Si hubieras quemado toda la basura de tu vida ahora ya habrías alcanzado la pureza del oro. Si hubieras picado toda esa piedra innecesaria, cada miembro de la estatua sería ahora puro arte. Podrías haber creado una bella escultura con tu vida, una bella obra de arte. Pero no, a pesar de todas las cosas que has hecho en la vida, no has logrado nada sustancial.
Tu vida no es arte, de ninguna manera, y Kabir dice que incluso la muerte debe ser totalmente arte. La muerte es tan arte como la vida. Y la muerte es una prueba. Si has vivido correctamente, podrás morir de la misma manera.
Si no ha sido así, no podrás morir correctamente. La muerte es la ofrenda final. La más elevada; es la culminación. La muerte es la esencia y la floración de la vida. ¿Cómo puede ser correcta tu muerte si has vivido la vida erróneamente? ¿Cómo puede tu muerte estar llena de sentido si tu vida ha sido un despilfarro? ¿Cómo puede dar fruto un árbol con las raíces podridas? Es imposible.
¿Cuál es el secreto del arte de la vida? Vivir totalmente consciente. No andes a tientas en la oscuridad; no andes dormido; camina conscientemente. Hagas lo que hagas, sea lo que sea –aunque sea algo tan insignificante como abrir y cerrar los ojos– hazlo atentamente, conscientemente. ¿Quién sabe?, todo puede depender de esa diminuta acción, de abrir y cerrar los ojos. Puedes ir andando por la calle y ver una mujer, ¡y puedes llegar a pasarte la vida con ella! Permanece alerta, incluso cuando abras y cierres los ojos.
El Buda solía decir a sus discípulos que no mirasen más allá de un metro por delante de sus pies mientras andaban. «Es suficiente para cuando se anda», solía decir. No es necesario mirar alrededor y a los lados. Cuando completes el primer metro verás otro metro más. Es suficiente; así puedes llegar a viajar miles de kilómetros. ¿Qué necesidad hay de mirar alrededor? No miréis a todas partes. Un viaje así nunca tiene fin.
Si examinas tu vida verás que todo lo que te ha sucedido ha sido accidental y por azar. Algo sucede accidentalmente, y a causa de ese accidente cambia totalmente el curso de la propia vida. Caminabas por la calle, de camino hacia el templo, por ejemplo, y una mujer te sonrió. En lugar de alcanzar tu destino, llegaste a otro lugar. Te casaste con esa mujer, tuviste hijos. Estabas ansioso por casarte con ella, así que te viste atrapado en una enorme rueda que gira y gira sin cesar. ¿Nunca se te había ocurrido que todo ello sucedió por azar, accidentalmente? Si hubieras seguido el consejo que ofreció el Buda a sus discípulos, tal vez no habría sucedido nada de todo eso.
Para adquirir el arte de vivir es necesario que recuerdes lo siguiente: nunca actúes inconscientemente, nunca actúes dormido. Nunca permitas que nada suceda por sí mismo. Primero obsérvalo de manera adecuada. Primero considéralo correctamente. Míralo con firmeza, con discreción y sabiduría, antes de ponerlo en marcha. Si así lo hicieras descubrirías que tu vida adquiere una especie de belleza, una cierta elegancia. Te convertirías en una especie de escultura; sería como cuando no existe separación entre el escultor y la piedra. Tú eres el escultor, tú eres la estatua, tú eres la piedra, y tú eres el cincel. Tú lo eres todo.
Si vives conscientemente descubrirás que el cincel ha hecho un buen trabajo. Que ha cincelado la piedra inútil, sin permitir que quedase ni una esquirla de más. El cincel ha acabado con todo lo superfluo, yendo directamente a la esencia. Y entonces, un día, descubrirás que has alcanzado el templo, que te has convertido en la divina escultura. Descubrirás que has alcanzado una especie de belleza, una profunda conciencia.
Si permaneces despierto y alerta hasta la muerte, habrás vivido correctamente. Y entonces también serás capaz de enfrentarte a la muerte de manera adecuada.
En su poesía, Kabir dice: «Muere, muere, todo muere». Kabir dice que todo en el mundo acaba muriendo, que la muerte es un suceso cotidiano y que tiene lugar en cada momento. Dice que estamos rodeados por todas partes por el mar de la muerte. Que todo se ahoga continuamente en él. «Nadie muere una muerte adecuada». Nadie muere de manera correcta. Kabir está diciendo que nadie muere conscientemente.
Lo que dice es: «Kabir se encontró con la muerte para no volver a morir». Ése es el arte. Ésa es la demostración de que ya no hay muerte. Si haces correctamente una cosa una vez, no tendrás que volver a hacerla. Sólo hay que volver a hacer una cosa cuando no se ha hecho correctamente la primera vez. La existencia nos proporciona una oportunidad tras otra de vivir correctamente. No hay prisa; hay tiempo por delante. Y mientras sigas cometiendo errores volverás a ser arrojado al mundo. Sólo serás atrapado en su red cuando regreses a la existencia con una experiencia completa de esta vida.
Eres como un niño que repite curso una y otra vez hasta que aprueba. Al niño le decimos que no pasará de curso hasta que apruebe el presente. La morada del amor permanece cerrada para ti de la misma manera, hasta que atravieses la vida.
El arte de la vida es atravesar la vida con éxito. Y el hombre que lo consigue ya no tiene nada que aprender en este mundo. Ha aprendido todo lo que podía aprenderse en este mundo de materia. Ha pasado por la ordalía de los anhelos y atravesado el fuego de los deseos. Entonces se abre para él la puerta hacia un curso superior; entonces puede ser admitido. Ha aprendido todo lo que había que aprender en este mundo, así que la puerta se cierra para él. Ya no puede regresar: «Kabir se encontró con la muerte para no volver a morir».
Vive de manera que no tengas que pasar por otro nacimiento y muere de manera que no tengas que pasar por otra muerte. Si hay nacimiento deberá haber muerte; la muerte será automática. Así que vive de manera que no exista otro nacimiento y tampoco habrá más muerte para ti.
Todo el mundo quiere salvarse de la muerte. ¿Puedes encontrar a alguien que no quiera salvarse de la muerte? ¿Por qué, si quiere, no puede salvarse? No podrás salvarte de la muerte mientras no quieras salvarte del nacimiento. Nacer es el otro extremo de morir. Si dices que quieres nacer una y otra vez estás diciendo tonterías. Todo eso significa que no has comprendido una sencilla regla aritmética: nacer es un extremo de la vida y morir es el otro.
El hombre que nace deberá morir. Lo que ha comenzado llegará a su fin. Pero si no hay fin tampoco puede existir un principio. Así que si deseas salvarte del fin, no desees el principio. No anheles el principio si lo que deseas es no empezar, el infinito. Intenta salvarte del comienzo.
En tu esfuerzo te servirán de ayuda incluso las pequeñas experiencias de la vida. La gente que viene a verme me dice: «Queremos salvarnos de sentirnos coléricos. ¿Qué podemos hacer?». Yo les digo que deben permanecer alerta desde el principio. Si la cólera ya se ha apoderado de ti, será muy difícil, casi imposible, evitarla o poder liberarte de ella. Deberás atravesarla. No existen diferencia en si lo haces rápida o lentamente, lo importante es que lo consigas. Llevará tiempo, pero todo lo que se empieza acaba por conseguirse en algún momento.
Quieres salvarte de la muerte, pero ni siquiera sabes dónde empieza la muerte. La gente cree que la muerte empieza en la vejez, cuando el cuerpo se queda incapacitado, cuando la medicina deja de ser eficaz o cuando los médicos resultan inútiles. Si eso es lo que piensas estás equivocado. Entonces deberás morir una y otra vez, y no podrás comprender la verdad acerca de la vida.
El principio de la muerte tiene lugar al nacer.
Si profundizas en este fenómeno también descubrirás que la muerte tiene lugar junto con la concepción. Cuando naces ya has estado muerto durante nueve meses, porque durante esos nueve meses ya has vivido en el vientre materno. Esos nueve meses que empiezan en el momento de la concepción están incluidos en el viaje hacia la muerte. Al nacer ya tienes nueve meses. Por eso la vejez ya se ha apoderado de ti. En realidad tu nacimiento empieza desde el momento en que tu esencia penetra en la matriz, y ese momento es también el inicio de la muerte.
Mueres cada día. No es algo que suceda al final de la vida.
La muerte no es un milagro, ni un truco de magia. La muerte es un proceso. Estás muriéndote lentamente, cada día, hasta que llegue el momento en que el proceso de morir cese. La muerte es el final de ese proceso. La muerte es el final del principio. Y es un proceso que ha durado mucho tiempo, ¡puede que casi setenta años!
Si quieres salvarte de la muerte, entonces intenta salvarte de entrar en otra matriz. Si no quieres entrar en otra matriz, entonces profundiza en ti mismo. Al hacerlo te darás cuenta, comprenderás cuál es el auténtico arte de la vida y la muerte; sabrás que vida y muerte son una sola cosa. Si no quieres entrar en otra matriz deberás salvarte de los deseos, de desear.
Un anciano que estuviese a punto de morir –que está al borde de la muerte pero todavía apegado a la vida–, diría: «Si pudiera contar con un poco más de tiempo para poder colmar todos mis deseos insatisfechos… Todavía no he acabado mi casa y tengo que ver casarse a mi hijo. Hay tantos otros deseos que quisiera ver colmados… Sólo he empezado a satisfacerlos hace poco tiempo. ¿Es justo que precisamente ahora me sea arrebatada la vida? Acabo de empezar a organizar mejor todos mis asuntos. Y tenía pensado tomarme unas vacaciones. Ahora que mis hijos ya son mayores y han empezado a ganarse la vida, pensaba en dedicar algún tiempo a venerar a Dios, a ir a la iglesia y cantar salmos».
Nunca hay nadie que lo haga, y sin embargo, al aproximarse la muerte, las personas siempre piensan: «Si hubiera tenido más tiempo habría venerado más a Dios. Me parece injusto que Dios se me lleve la vida sin dejarme colmar mis deseos».
Ésa es la dificultad que surge en el momento de la muerte. Los deseos de las personas no están colmados y el cuerpo está listo para abandonarlas. Así que esos deseos insatisfechos y no colmados buscarán de inmediato un nuevo nacimiento. Deben ser satisfechos. No puedes liberarte del mundo antes de que eso suceda. Tu deseo de un poco más de vida, de un poquito más, es la causa de otro nacimiento.
Así que compréndelo bien, el principio de la muerte no está realmente en la matriz, sino que sucede antes de que entres en ella. Esta cadena de muerte se inició cuando deseaste más vida en el momento de tu muerte anterior. Si profundizas en el fenómeno descubrirás que los deseos son los eslabones de la cadena de muertes. Siempre que alguien es joven o viejo tiene deseos que quiere colmar, y ésa es la causa de la serie de nacimientos y muertes. El Buda dijo continuamente: «Permanece libre de deseos y te liberarás del samsara, del mundo».
Así que no albergues ningún deseo. Sé feliz con lo que eres y permanece satisfecho. Así no existirán más nacimientos para ti. Debes morar en el contento, como si hubieras alcanzado tu objetivo; como si no hubiese más viajes que realizar; como si no hubiese adonde ir. No importa lo que logres, será más que suficiente. No debe existir deseo alguno de lograr más de lo que ya posees.
¿Cómo podrían tener lugar más nacimientos si consigues ese estado? Morirás totalmente satisfecho. Y quien muere totalmente satisfecho no tiene razón alguna para regresar. Una persona así conoce el arte de la muerte. Quien muere sin deseos conoce el arte de la muerte.
Kabir muere tras alcanzar la sabiduría y la plenitud. Muere tras conocer la realidad, la verdad. Y tú morirás sin conocerla. Morirás sin estar satisfecho, sin haber despertado y sin sabiduría. Morirás al envejecer; el iluminado muere tras alcanzar la sabiduría. Eso es lo que dice Kabir. Tú mueres en un estado de desesperación, pidiendo la ayuda de alguien y llorando en busca de médicos y medicamentos.
El ser humano muere pero no sabe cómo morir. Muere porque está indefenso. Intenta muchos trucos para no morir. Cree en las falsas seguridades ofrecidas por los astrólogos y los denominados hombres santos. Algunas personas incluso llevan amuletos en un intento por salvarse de la muerte. Intentan todo tipo de cosas para salvarse.
Envejecer no significa ganar en sabiduría. Alcanzar la sabiduría significa darse cuenta de que en esta vida no hay nada que merezca ser logrado ni guardado. Alcanzar la sabiduría significa haber explorado todos los deseos y descubrir que carecen de sustancia. Hacer el amor y descubrir que no es más que lujuria; descubrir que la naturaleza os utiliza como medio para la procreación de la especie. Habéis ganado dinero y descubierto que, aunque la sociedad lo considere algo valioso, no es más que gastados pedazos de papel. Habéis alcanzado una elevada posición y son cientos de miles los que alzan la mirada hacia vosotros, llenos de respeto y temor, pero os habéis dado cuenta de que esa posición no os ha reportado contento alguno, de que vuestra mente continúa descontenta.
Habéis escalado las alturas del ego y descubierto que allí sólo hay bajeza y mezquindad. Habéis vivido en palacios pero vuestra pobreza interna no ha desaparecido.
Podéis haberlo conseguido todo, logrado todo, pero sólo os convertiréis en una persona sabia cuando caigáis en la cuenta de que todo ello no vale nada. Sólo entonces comprenderéis que en la vida no hay nada que valga la pena alcanzar. A pesar de haber buscado por todos los rincones, habéis descubierto que en vuestra vida no hay nada que tenga sustancia.
Lo aprendéis a través de vuestra propia y vasta experiencia. No es algo que se aprenda escuchando a alguien, ni leyendo las palabras de Kabir o escuchándome a mí. De ninguna de esas maneras comprenderéis que el juego de la vida se lleva a cabo sumidos en la ignorancia. Sólo lo comprenderéis a través de vosotros mismos y de vuestra propia experiencia.
En este mundo no hay lugar para la persona iluminada. Aquí no tiene nada que hacer. Este mundo es un juego de niños; son niños los que juegan enfrascados en él. Cuando estéis iluminados os reiréis; entonces también veréis que sólo es un juguete. Entonces sabréis. Entonces estaréis iluminados. Y en el momento en que os deis cuenta de esto se romperá la cadena de los deseos.
Cuando llega la hora de morir hacéis todo lo posible por salvaros. Estáis aterrados y tembláis. Sois un océano de inquietud y agitación. Os veis arrastrados hacia la muerte; no queréis que la fuerza vital abandone vuestro cuerpo. Os aferráis al cuerpo todo lo posible y hay que separaros de él por la fuerza. Morís llorando; morís angustiados. Morís como hombres derrotados, totalmente desamparados.
Sentaos cerca de un hombre que esté muriendo y veréis los desesperados esfuerzos que hace por aferrarse a la vida. Hacedlo porque puede que no estéis lo suficientemente conscientes para verlo en el momento de vuestra propia muerte. El hombre agonizante trata de aferrarse a cualquier cosa para permanecer vivo un poco más y para quedarse en esta orilla un poco más. Ha llegado la llamada para partir procedente de la otra orilla, el barco os está esperando en esta orilla, el barquero os hace señas, os dice que os deis prisa: «Se le ha acabado el tiempo», dice, y pregunta: «¿Por qué se aferra a esta orilla?».
Entonces dices: «Por favor, espere un momento. ¡Déjeme disfrutar un poco más!». Has sido infeliz a lo largo de toda tu vida y no obstante deseas un momento más con la esperanza de alcanzar un poco de felicidad. Ésa es la tragedia.
Mueres insatisfecho y sediento. Has bebido agua de varios arroyos pero no has podido apagar la sed. Tu hambre es insaciable y no pudiste satisfacer tus gustos, y por ello tus deseos permanecen donde estaban. Tus deseos permanecen aunque hayas pasado por todo tipo de experiencias. Continúan molestándote hasta el momento de la muerte. Ese tipo de muerte es la que padece alguien ignorante y estúpido.
Si tras haber pasado por todo tipo de experiencias tus deseos empiezan a desaparecer y empiezas a reír, si comprendes que tratar de obtener felicidad de esta vida es como intentar obtener aceite de la arena… Si te das cuenta de que en esta vida no puede existir ningún tipo de relación auténtica y que no hay forma de obtener felicidad… Si ves que has estado vagando en vano, que has viajado en un sueño… Si te haces consciente de todo ello, entonces te habrás convertido en un ser sabio. Conviértete en sabio antes de morir. Ya has muerto muchas veces.
Cuando la muerte llama a tu puerta vete con ella totalmente consciente. Acompaña a la muerte como haría alguien iluminado. No llores ni grites como un niño al que le quitan un juguete. No seas infantil en el momento de tu muerte.
Muere con una sonrisa en el rostro.
Dile a la muerte: «Eres bien venida. Estoy preparado».
Y al decirlo no debe quedar en ti ni el más mínimo rastro de pesar. En realidad, si has llegado a conocer realmente la vida, en tu voz habrá gozo y éxtasis, y ningún rastro de pesar.
En una ocasión, un músico aficionado llegó a una población habitada por músicos. Todos se reunieron para escuchar al recién llegado. Era un principiante, estaba aprendiendo. Apenas sabía el ABC de la música, y no obstante tenía la costumbre de visitar lugares donde nadie sabía nada de música y, por tanto, sus escasos conocimientos siempre eran muy bien considerados. Pero este pueblo estaba lleno de expertos; la música clásica circulaba por sus venas.
Apenas hubo cantado la primera nota cuando todos los presentes gritaron: «¡Otra vez, otra vez!». Él no lo comprendió. Pensó: «¡Qué gente tan agradable! ¡Son grandes amantes de la música! Son exactamente como me habían dicho que eran». Así que volvió a cantar y de nuevo toda la sala gritó: «¡Otra vez!». Y así siguió, siete u ocho veces más.
A estas alturas ya le dolía la garganta y estaba exhausto. Así que dijo:
–Amigos míos, su amor me emociona pero, por favor, excúsenme. ¡No puedo más! Mi voz está a punto de quebrarse.
Entonces toda la audiencia dijo:
–¡Tendrás que seguir cantando hasta que lo hagas correctamente!
Durante todo el tiempo, el neófito había creído que los gritos de «¡Otra vez!» eran una alabanza a su arte. Pero el público estaba compuesto de expertos.
–Si se te quiebra la voz –gritaron–, entonces deja que se te quiebre, ¡pero tendrás que seguir cantando hasta que cantes bien!
A menudo sois enviados de vuelta al samsara, a este mundo, pero no creáis que es porque sois tan importantes que no puede pasarse sin vosotros. El hecho de que seáis devueltos es el mensaje de la existencia de que tenéis que seguir cantando hasta que aprendáis a cantar correctamente la canción de la vida. Necesitáis esta práctica y la repetición porque siempre regresáis sin estar completos. La existencia no acepta cosas incompletas, sólo lo completo.
El hombre que ha conocido la verdad de la vida se sentirá lleno de gozo ante la aparición de la muerte, porque pronto estará libre del abrazo del samsara, del abrazo del mundo. Este continuar aquí acabará en breve; este juguete será apartado.
Un hombre así es digno de viajar a ese lugar del que no hay regreso.