Читать книгу El libro de la vida y la muerte - Osho - Страница 4

INTRODUCCIÓN

Оглавление

La vida se extiende a lo largo de mucho tiempo… setenta, cien años. La muerte es intensa porque no se extiende… llega en un único instante. La vida tiene que alargarse durante setenta o cien años, no puede ser tan intensa. La muerte llega en un instante, de repente, sin fragmentarse. Será tan intensa que no habrás conocido nunca nada igual. Pero si tienes miedo, si te escapas antes de que llegue, si estás inconsciente a causa del miedo, entonces te habrás perdido una oportunidad de oro. Si durante toda tu vida has aceptado las cosas, y cuando llega la muerte la aceptas paciente y pasivamente, y entras en ella sin realizar esfuerzo alguno por escapar, silenciosamente, entonces la muerte desaparece.

En las Upanishads aparece una antigua historia que siempre me ha gustado. Un gran rey llamado Yayati cumple cien años. Y ya estaba bien; había vivido muchísimo. Había disfrutado de todo lo que podía ofrecerle la vida. Fue uno de los reyes más grandes de su tiempo. Pero la historia es preciosa…

Llegó la Muerte y le dijo a Yayati:

–Prepárate. Te ha llegado la hora; he venido a buscarte.

Yayati vio a la Muerte y, aunque era un gran guerrero y había ganado muchas batallas, empezó a temblar y dijo:

–Pero si es muy pronto.

–¡Muy pronto! –respondió la Muerte–. Has vivido durante cien años. Incluso tus nietos son ya viejos. Tu hijo mayor tiene ochenta años. ¿Qué más quieres?

Yayati tenía cien hijos porque había tenido cien esposas. Le hizo una pregunta a la Muerte:

–¿Puedes hacerme un favor? Ya sé que te tienes que llevar a alguien. ¿Me dejarías vivir cien años más si pudiera convencer a uno de mis hijos para que se fuese contigo?

–No habrá ninguna pega si puedes encontrar a alguien dispuesto para venirse conmigo. Pero no creo… Si tú no estás listo, y eres el padre, y has vivido más y has disfrutado de todo, ¿por qué crees que estaría dispuesto a irse alguno de tus hijos?

Yayati llamó a sus cien hijos. Los mayores permanecieron callados. Se hizo un gran silencio, nadie dijo nada. Sólo uno de ellos, el más pequeño, de 16 años, se puso en pie y dijo:

–Yo estoy listo.

Incluso la Muerte sintió pena por el muchacho, y le dijo:

–Tal vez sea porque eres muy inocente. ¿Es que no ves que tus noventa y nueve hermanos están callados? Hay quien tiene ochenta años, setenta y cinco, setenta y ocho, setenta, otro tiene sesenta… han vivido… Y tú no has vivido nada. Incluso a mí me da pena tener que llevarte. Piénsatelo.

–No, precisamente es ver la situación lo que me hace estar tan seguro. No te sientas triste, me voy siendo totalmente consciente. Me doy cuenta de que mi padre no está satisfecho ni siquiera con cien años. ¿Qué sentido tiene pues continuar aquí? ¿Cómo podré yo estar satisfecho? Veo a mis noventa y nueve hermanos; ninguno de ellos está satisfecho. ¿Para qué seguir perdiendo el tiempo? Al menos le podré hacer un favor a mi padre. Que disfrute de cien años más en su vejez. Pero para mí se ha acabado. Hay algo que comprendo al ver la situación, una situación en la que nadie parece estar satisfecho: que ni siquiera viviendo cien años estaré satisfecho. Así que no importa si me voy hoy o de aquí a noventa años. Llévame contigo –dijo el chico.

La Muerte se llevó al muchacho. Y regresó al cabo de cien años. Y Yayati se encontró en la misma situación. Así que dijo:

–¡Qué rápidos han pasado estos cien años! Todos mis hijos de antaño murieron, pero cuento con otro regimiento nuevo. Puedo darte alguno de ellos. Apiádate de mí.

La historia dice que todo ese asunto se alargó durante mil años. La Muerte regresó diez veces. Y en nueve ocasiones se llevó a algún hijo, y Yayati pudo vivir cien años más. La décima vez, Yayati dijo:

–Aunque todavía estoy tan insatisfecho como la primera vez que viniste, ahora iré contigo, aunque no de buena gana, porque no puedo seguir pidiéndote favores. Son demasiados. Además, hay algo que he comprendido, y es que si en mil años no he hallado satisfacción, tampoco la hallaré en mil más.

Es el apego. Puedes seguir viviendo, pero cuando te sacuda la idea de la muerte empezarás a temblar. Pero si no sientes apego por nada, la muerte podría llegar en este mismo instante y la recibirías de buen humor. Estarías dispuesto a partir. Frente a alguien así, la muerte queda derrotada. La muerte sólo es vencida por aquellos que están dispuestos a morir en cualquier momento, sin oponer resistencia alguna. Se convierten en los inmortales, en budas.

Esta libertad es el objetivo de toda búsqueda religiosa.

La libertad respecto al apego es libertad respecto a la muerte.

La libertad respecto al apego es libertad respecto a la rueda de nacimiento y muerte.

La libertad respecto al apego te permite entrar en la luz universal y hacerte uno con ella. Y ésa es la mayor de las bendiciones, el éxtasis esencial más allá del cual no existe nada más. Entonces has llegado a casa.

El libro de la vida y la muerte

Подняться наверх