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4. ORIENTE Y OCCIDENTE, MUERTE Y SEXO

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Hasta el presente, sobre la tierra han existido dos tipos de culturas, ambos inclinados hacia un lado y desequilibrados. Todavía no ha sido posible desarrollar una cultura total, completa y santa.

Ahora mismo, en Occidente, se ha dado completa libertad al sexo, pero –puede que no lo hayáis observado– la muerte ha sido suprimida. Nadie quiere hablar de la muerte; todo el mundo habla de sexo. Existe una vasta literatura pornográfica sobre el sexo. Existen revistas como Playboy, obscenas, morbosas, enfermizas y neuróticas. En Occidente existe una obsesión neurótica acerca del sexo ¿pero, y la muerte? Muerte es la palabra tabú. Si hablas de la muerte con alguien, la gente pensará que eres morboso: «¿Por qué hablas de la muerte?». Come, bebe, diviértete… ése es el lema. «¿Por qué sacas el tema de la muerte? Déjalo estar. No hables de ello».

En Oriente, el sexo ha sido suprimido, pero se habla de la muerte con libertad. Al igual que en Occidente hay una literatura sexual y obscenamente pornográfica, en Oriente también existe un tipo de pornografía distinta. Yo la llamo la pornografía de la muerte, tan obscena y morbosa como la sexual de Occidente. He leído escrituras que… Podéis hallarlas en cualquier sitio; casi todas las escrituras indias están llenas de pornografía de la muerte. Hablan demasiado de la muerte. Nunca hablan de sexo; la sexualidad es tabú. Hablan sobre la muerte.

Y los denominados mahatmas de la India no dejan de hablar de la muerte. Hacen continuos comentarios sobre ella. Si amas a una mujer, te dicen: «¿Pero qué estás haciendo? ¿Qué es una mujer? Sólo un saco de piel. Y dentro contiene todo tipo de cosas desagradables». Y empiezan a hablar de todas esas cosas repugnantes; parece que disfruten haciéndolo. Son morbosos. Hablan sobre las flemas del interior del cuerpo, de la sangre y la carne; hablan del estómago y del vientre, lleno de excrementos, de la vejiga llena de orina. «Eso es lo que es tu mujer tan preciosa. ¡Un saco de mierda! Y tú te vas a enamorar de un saco así. Ándate con ojo.»

Pero eso es algo que puede comprenderse: en Oriente, cuando quieren hacerte consciente de que la vida es sucia entonces echan mano de la mujer; en Occidente, cuando te quieren convencer de que es hermosa entonces también acuden a la mujer. No tenéis más que echar una ojeada a Playboy; sus chicas son de plástico, tan hermosas. Pero no existen en el mundo; no son reales. Son trucos fotográficos… en los que todo tiene que rehacerse y retocarse una y otra vez. Y resulta que se convierten en los ideales de miles de hombres que fantasean y sueñan con ellas.

La pornografía sexual depende del cuerpo de la mujer y la pornografía mortal también depende del cuerpo de la mujer. Y cuando dicen: «¿Te estás enamorando? Esa jovencita no tardará en envejecer. No tardará en convertirse en una vieja bruja. No te despistes y no te enamores, porque esa mujer morirá, y entonces llorarás y gritarás, y no harás más que sufrir». Si quieres crear nueva vida se necesita el cuerpo de una mujer. Si quieres hacer patente la muerte, también necesitas el cuerpo de una mujer.

El hombre parece estar continuamente obsesionado con el cuerpo de la mujer, no importa si son playboys o mahatmas. ¿Por qué? Siempre sucede igual: siempre que una sociedad suprime el sexo expresa la muerte; siempre que una sociedad suprime la muerte se vuelve expresiva acerca del sexo. Porque la muerte y el sexo son las dos polaridades de la vida. El sexo significa vida, porque la vida surge de él. La vida es un fenómeno sexual, y la muerte es su final.

Y si pensáis en ambos a la vez parece existir una contradicción; no podéis reconciliar sexo y muerte. ¿Cómo lograrlo? Es más fácil olvidarse de uno y recordar el otro. A vuestra mente le resultará muy difícil comprender cómo ambas cosas existen a la vez si recordáis ambas, y lo cierto es que existen juntas, son congruentes. De hecho, no son dos, sino la misma energía en dos estados: activa e inactiva, yin y yang.

¿Os habéis dado cuenta? Mientras le hacéis el amor a una mujer llega un momento de orgasmo en el que sentís miedo, estáis asustados, tembláis; es así porque en la cumbre del orgasmo la muerte y la vida coexisten juntas. Experimentáis la cumbre de la vida y la profundidad de la muerte. Cumbre y profundidad, ambas disponibles en el mismo momento… ése es el miedo del orgasmo. La gente lo desea porque es vida, y la gente lo evita porque es muerte. Lo desean porque es uno de los momentos más bellos, extático, y quieren escapar de él porque también es uno de los más peligrosos: porque la muerte nos muestra sus fauces.

Un hombre consciente vería inmediatamente que muerte y sexo son una única energía, y una cultura total, íntegra, santa, aceptaría ambas. No estaría desequilibrada; no se trasladaría a un extremo para evitar el otro. En cada momento sois vida y muerte. Comprenderlo es trascender la dualidad.

Sólo cuando una persona se hace consciente de la muerte es posible una vida de autodisciplina. Si sólo eres consciente del sexo, de la vida, y has estado evitando la muerte, escapando de ella, cerrando tus ojos a su realidad, manteniéndola siempre oculta en la inconsciencia, entonces no podrás crear una vida de autodisciplina. ¿Para qué? Entonces tu vida será una vida de indulgencias: comer, beber y pasarlo bien. No hay nada malo en ello, pero no es una imagen completa. Sólo es una parte, y cuando confundes la parte con el todo, te equivocas… te equivocas enormemente.

Los animales no tienen conciencia alguna de la muerte: por eso es imposible que un maestro de meditación pueda enseñarles algo. No hay ninguna posibilidad, porque ningún animal está preparado para la autodisciplina. El animal preguntaría: «¿para qué?». Sólo existe la vida, no hay muerte, porque el animal no es consciente de que vaya a morir. Si eres consciente de que vas a morir, entonces empiezas a replanteártelo todo acerca de la vida. Entonces querrás que la muerte sea absorbida en la vida.

La autodisciplina aparece cuando la muerte es absorbida en la vida. Entonces vives pero lo haces recordando la muerte. Te mueves de aquí para allá pero siempre sabes que te mueves hacia la muerte. Disfrutas, pero siempre sabes que eso no durará para siempre. La muerte se convierte en tu sombra, en parte de tu ser, en parte de tu perspectiva. Has absorbido la muerte… y entonces es posible la autodisciplina. A partir de ahora pensarás: «¿cómo vivir?», porque la vida no será ya el único objetivo; la muerte también formará parte de ella. «¿Cómo vivir?», de manera que puedas vivir y también morir de manera hermosa. «¿Cómo vivir?» para que la vida no sólo se convierta en un crescendo de gozo, sino para que la muerte sea lo más elevado, pues la muerte es el clímax de la vida.

Vivir de manera que seas capaz de vivir y morir totalmente, ése es el sentido de la autodisciplina. La autodiciplina no es supresión; es vivir una vida dirigida, una vida con un sentido de la dirección. Es vivir una vida totalmente alerta y consciente de la muerte. Entonces tu río de vida cuenta con ambas orillas. Vida y muerte, y el río de conciencia fluye entre ambas. Cualquiera que intente vivir la vida negando la muerte intenta discurrir a lo largo de una única orilla; ese río de conciencia no puede ser total. Le faltará algo; algo muy hermoso. Su vida será superficial, no habrá profundidad en ella. Sin la muerte no hay profundidad.

Y si vas a parar al otro extremo, como han hecho los indios, empiezan a vivir continuamente en la muerte: asustados, temerosos, rezando, haciendo todo tipo de cosas para intentar convertirse en inmortales, dejando de vivir. Eso también es una obsesión. También fluyen únicamente por una orilla; su vida también será una tragedia.

Occidente es una tragedia, Oriente es otra tragedia, porque una vida total todavía no ha sido posible. ¿Es posible tener una bonita vida sexual recordando la muerte? ¿Es posible amar, amar profundamente, sabiendo muy bien que vas a morir y que la persona amada también morirá? Si fuese posible entonces también sería posible una vida total. Entonces estaríamos totalmente equilibrados; entonces estaríamos completos. Entonces no nos faltaría nada; entonces estaríamos satisfechos, y sobre nosotros descendería un gran contento.

En Oriente se han desarrollado muchas disciplinas que permiten que una persona sepa de antemano cuándo va a morir. Pero ¿para qué preocuparse de ello? ¿Servirá para algo? ¿Qué sentido tiene?

Si preguntamos a los psicólogos occidentales, dirían que es algo anormal, una especie de morbosidad. ¿Por qué preocuparse de la muerte? Evítala. Sigue creyendo que la muerte no sucederá, al menos no a ti. Siempre le ocurre a algún otro. Has visto morir a gente, pero nunca te has visto morir a ti mismo, ¿para qué preocuparse, entonces? Puede que seas la excepción.

Pero nadie está excluido, y la muerte ya viene sucediendo desde tu nacimiento, así que no puedes evitarla. Ahora el nacer está más allá de tu poder. No puedes hacer nada al respecto; ya ha sucedido, ya ha pasado. Ya queda atrás, y no puedes evitarlo ni modificarlo. La muerte te aguarda por delante, y es posible hacer algo al respecto.

Toda religión oriental depende de la visión de la muerte, porque ésa es la posibilidad que va a suceder. Si lo sabes de antemano, entonces las posibilidades son tremendas. Se abren muchas puertas. Puedes morir a tu manera. Puedes morir dejando tu propia rúbrica al hacerlo. Puedes arreglártelas para no volver a nacer… Ése es todo el significado.

No se trata de morbosidad. Es algo muy científico. Cuando alguien va a morir, es una tontería no pensar en la muerte, no meditar en ella, no concentrarse en ella, no comprenderla profundamente.

Va a suceder. Y si lo sabes, es mucho lo que se puede hacer.

Patañjali, el fundador del Yoga, dice que puede conocerse de antemano incluso la fecha exacta, la hora, el minuto y el segundo de la muerte. Si sabes exactamente cuándo va a llegar la muerte, puedes prepararte. Hay que recibir a la muerte como a una gran invitada. No es una enemiga. De hecho, es un don de Dios. Es una gran oportunidad. Puede convertirse en un gran progreso; si puedes morir alerta, consciente, atento, nunca volverás a nacer, y nunca volverá a tener lugar la muerte. Si no, volverás a nacer. Si no haces más que perder la oportunidad entonces nacerás una y otra vez, a menos que aprendas la lección de la muerte.

La intensidad de la muerte es tal que casi siempre la gente cae en la inconsciencia. No pueden soportarla. En el momento en que llega la muerte están tan asustados, tan llenos de ansiedad, que para evitarla se tornan inconscientes. Casi el noventa y nueve por ciento de las personas que mueren lo hacen inconscientes. Pierden la oportunidad.

Conocer la muerte de antemano es un método para ayudar a prepararte, de manera que cuando te llegue estés totalmente alerta y consciente, a la espera, listo para ir con ella, listo para rendirte y para abrazar la muerte. Una vez que hayas aceptado la muerte con atención, no habrá más nacimientos para ti, habrás aprendido la lección. No habrá más vuelta al colegio. La vida es sólo un colegio, una disciplina; una disciplina para aprender la muerte. Eso no es morbosidad.

Antes de que muera una persona sucede algo, casi nueve meses antes. Por lo general no somos conscientes porque el fenómeno es muy sutil. Digo «casi nueve meses» porque no siempre es así. Depende: sería como el tiempo entre la concepción y el nacimiento. Si naciste tras permanecer en la matriz diez meses, entonces serán diez meses. Si naciste al cabo de siete, entonces serán siete meses. Depende del tiempo transcurrido entre la concepción y el nacimiento.

Exactamente ese mismo tiempo antes de la muerte hay algo que hace “clic” en el hara, el centro del ombligo. Tiene que hacer “clic” porque entre la concepción y el nacimiento existe un lapso de nueve meses. Nueve meses te costó nacer, y exactamente el mismo tiempo te costará morir. Igual que te preparaste nueve meses en el vientre de tu madre antes de nacer, también deberás prepararte nueve meses para morir. Entonces se completará el ciclo. Sucederá algo en la zona del ombligo. Quienes permanezcan atentos sabrán de inmediato que algo se ha roto en esa zona, que la muerte se cierne sobre ellos. Aproximadamente nueve meses…

También hay otros presagios y portentos. Exactamente seis meses antes de morir una persona es cada vez más incapaz de verse la punta de la nariz porque sus ojos empiezan a girar hacia arriba, muy lentamente. Con la muerte se vuelven totalmente hacia arriba, pero empiezan a hacerlo antes de morir. Cuando nace un niño le cuesta casi seis meses –es lo normal, aunque pueden haber excepciones– fijar la vista. Mientras tanto, sus ojos están sueltos. Por eso los niños pueden juntar ambos ojos cerca de la nariz y separarlos llevándolos hacia las esquinas con facilidad. Porque todavía tienen los ojos sueltos. El día que se fijan… llega al cabo de seis, nueve o doce meses, que es el tiempo que restará para morir en el proceso inverso. Entonces los ojos empezarán a soltarse y a girar hacia arriba.

Por eso los aldeanos de la India dicen –lo deben haber aprendido de los yoguis– que antes de que un hombre muera es incapaz de mirarse la punta de la nariz. Hay muchos otros métodos mediante los cuales los yoguis se observan continuamente la punta de la nariz. Se concentran en ella. Llega un día en que quienes se han concentrado en eso se dan cuenta de que no pueden verse la nariz. Entonces saben que la muerte se aproxima.

Según la fisiología yóguica, en el hombre existen siete centros. El primero está en los órganos genitales, y el último, el sahasrar, en la cabeza. Entre ambos hay otros cinco. Cuando se muere, se muere desde un centro específico. Eso demuestra el crecimiento que ha tenido lugar en esta vida. La gente normal muere a través de los órganos genitales porque durante toda su vida han vivido concentrados en dicho centro, pensando continuamente en sexo, fantaseando sobre sexo y haciéndolo todo por mor del sexo, como si toda la vida pareciese estar centrada en el centro sexual. Esas personas mueren a través del centro sexual. Si se ha evolucionado un poco y se ha llegado a amar yendo más allá del sexo, entonces se muere desde el centro del corazón. Si se ha evolucionado por completo, si uno se ha convertido en un siddha, entonces se muere desde el sahasrar. El centro desde el que se muere tendrá una apertura, y toda la energía vital será liberada desde allí.

En la India se ha convertido en algo simbólico el que cuando muere una persona y se la coloca en la pira funeraria, se le golpea la cabeza. Es simbólico porque si la persona ha realizado lo supremo, entonces la cabeza se le abrirá por sí misma; pero no es así. Pero lo esperamos y rezamos y le rompemos la cabeza. Así se abre el punto de la liberación de energía y podemos verlo.

Algún día, cuando la ciencia médica occidental se haga consciente de la fisiología yóguica, también pasará a formar parte de todas las autopsias, a fin de descubrir de qué murió cada persona. Ahora sólo pueden saber si murió de muerte natural, o si fue envenenada, asesinada, o si se suicidó… todo cosas ordinarias. Pero pasan por alto lo más básico, que es cómo murió esa persona: desde el centro sexual, el del corazón o el sahasrar. ¿Desde dónde murió? Existe la posibilidad –y los yoguis han trabajado mucho en ello– de que pueda observarse en el cuerpo, porque ese centro en particular se abre, como si se rompiese un huevo y algo saliese de allí. Tres días antes de morir tiene lugar una cierta actividad o un movimiento en lo alto de la cabeza.

Esas indicaciones pueden prepararte para recibir la muerte, y si sabes cómo recibirla, con una gran celebración, con gran alegría y deleite –casi danzando en éxtasis–, entonces no nacerás más. Habrás aprendido la lección. Habrás aprendido lo que tenías que aprender en esta tierra. Ahora estarás listo para ir más allá, a una misión más grande, a una vida más grande e ilimitada. Ahora estarás listo para ser absorbido por el cosmos, por el todo. Te lo habrás ganado.

El libro de la vida y la muerte

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