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Varios artículos del libro se hacen cargo de implicaciones de esta redefinición de la tarea antropológica. ¿Hay lugares distintivos de esta disciplina? ¿El barrio, el pueblo, el salón de baile, la iglesia, el tianguis o el centro comercial? ¿Son los sitios donde habitamos u otros los “productores de un sentido común, con formas de expresión y un lenguaje específico que atraviesa los sujetos que los habitan”? pregunta Angela Giglia. Necesitamos pensar como lugares también las plataformas (Google Maps, Waze) que guían nuestra movilidad urbana e invitan a subir fotos de sitios o comentarios útiles para otros habitantes o transeúntes. Los espacios inmateriales o los discursos sobre los que están físicamente en el mapa se hallan en el núcleo de los desafíos; “la etnografía del lugar empieza hoy frente a la pantalla del teléfono”, dice Giglia.

En el interjuego entre lugares tradicionales que siguen importando como configuradores de lo social, las plataformas y la indagación de totalizaciones —un orden metropolitano, una geopolítica de la interculturalidad, la dispersa constelación de datos en los algoritmos— se están decidiendo los sentidos que hoy debemos explorar en las ciencias sociales. Seguimos necesitando estudios monográficos de casos que parecen únicos y también los intercambios con lo que no está a la vista o nos exige otras experiencias de la presencia, la distancia y lo que no parece claro dónde está ni cómo se decide.

Entre los méritos de este libro encontramos el que sus autores reelaboren lo que vieron como descubrimientos en sus investigaciones, o de equipos en los que participaron y tesis que dirigieron, o sea reabrir las vitrinas construidas por la antropología en el siglo XX. El conocimiento de objetos, personas y clasificaciones con los que la disciplina mostró su fecundidad para contribuir a desarrollar la nación se extiende hoy a otras interacciones conflictivas de una sociedad que se descompone, se rehace con dificultad, parece a veces cerrarse a la comprensión de sus dramas y estimula, por eso, a ensayar nuevas entradas.

Repensar la antropología mexicana del siglo XXI

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